Recuerdo con cariño a un
compañero algo mayor que yo quien me tenía tanta confianza que me pidió que lo
operara de hemorroides sin haberme visto operar ningún caso previamente.
Realmente era una operación que se me estaba quedando en el tintero ya para
terminar el segundo año del ‘internado’. Al decirle esta verdad él me dijo:
---- Me vale …sube a tu cuarto, léete la
técnica y al rato me operas. El sabía que yo tenía una revista de la que le
había platicado en que se describía una técnica de grandes tajos al cortar y
eliminar los paquetes varicosos hemorroidarios (no de pequeños tijeretazos como
se venía haciendo) la cual proporcionaba un postoperatorio poco doloroso y no
el de gran dolor que era típico de la hemorroidectomía en uso todavía.
Así lo hice y lo operé con anestesia
regional en un ratito libre y en un cuarto de curaciones.
Este compañero se llevó a una isla del
Caribe a cuya base aérea fue comisionado una olla express para esterilizar
instrumentos; su aguja y tubito para anestesia epidural y se hizo rico …fue
además feliz, formando una gran clientela (que antes de llegar él se iba a
operar a Mérida) y casándose con una rica viuda propietaria de grandes
plantaciones de cocoteros.
Desde mi libro te saludo y te honro:
Antonio Negrón Rubio (apellido inolvidable), querido compañero que te
levantaste desde un modesto grado como oficial de sanidad hasta Mayor M. C.
(que fue cuando te operé y te dejé de ver) y luego hasta grandes alturas en el
medio militar y civil como jefe médico de la zona militar de Cozumel y como
alto funcionario del IMSS.
Así es el abarrote …¡sí señor! … pero es
así de bueno solamente cuando se es valiente, preparado …y suertudo.
También la raquianestesia fue una
bendición en su tiempo y fuimos los médicos militares quienes la empezamos a
usar no sólo en México, sino en el mundo entero.
Lo voy a platicar pues es ésta una
contraparte justa y necesaria de la estúpida presunción ¿presumir de qué Dios
mío? de haber sido la aviación mexicana la primera en la historia en ser usada
como arma de combate.
Fotos, nombres y crónicas de este aparente triunfo las vi en las vitrinas
del museo militar que se abría (al público también, ¡cómo chingaos no!) en el
quinto piso del edificio de la Secretaría de la Defensa, al menos cuando yo
estaba en el activo, a principios de los sesenta. Ahí se ensalzaba a un militar mexicano que desde un avión le
disparó con su pistola por primera vez en la historia de la humanidad a otro
piloto de otro avión, en pleno vuelo. Con esto quedaba rota una profunda hermandad
aérea (quien quiera deleitarse con este tema que lea “Tierra de Hombres” de Antoine
de Saint Exupéry, sí …sí …el de “El Principito”, quien en 1939 escribió esta
maravilla de la narrativa ejemplificando la dignidad, la fraternidad, el
desinterés y el valor de los seres humanos, personificados en este libro por
los pilotos que volaban para llevar el correo aéreo y que no se andaban dando
de balazos por los aires. El fue uno de ellos y desapareció para siempre en uno
de aquellos difíciles y peligrosos vuelos).
Pues la anestesia raquídea fue iniciada
por médicos militares mexicanos ¡adivinen para qué! ...¡para cirugía de
cerebro! …¿se puede creer? ¿cómo es posible que este tipo de anestesia durante
el cual siempre puse cuidando de que el paciente no cayera en ‘Trendelemburg’ (posición
con la cabeza más baja que el cuerpo) por temor a que el anestésico paralizara
las funciones respiratoria y cardiaca del bulbo raquídeo, la hubieran
iniciado aquellos super chinguetas,
maestros de los maestros de mis maestros, inyectando cocaína en polvo disuelta
en agua destilada adentro del canal raquídeo y poniendo al paciente
precisamente ¿¡¡en Trendelemburg!!? ¡¡madre santísima!!, con la cabeza para
abajo y las patas para arriba y luego proceder a abrir la cabeza para sacar un
gran coágulo que estaba creciendo y podía llevar a la muerte insoslayable,
rápida e ineludible a un pobre soldado.
Leer ese artículo original que reseña la
primera raquianestesia del mundo es algo sublime, tierno y escalofriante. ¡Cómo
no sentirme enamorado de mis maestros y de los maestros de mis maestros! ¡cómo
no sentirme orgulloso de ser médico militar mexicano!
El artículo explicaba el compás de espera
entre la introducción de la substancia y el inicio de la cirugía pues
sobrevenía lo que dieron en llamar “la tormenta cocaínica”, en que el paciente
vomitaba y convulsionaba antes de quedar, si no muerto, al menos en paz y
reposo para ser trepanado …(yo creo que casi muerto).
La cocaína indudablemente tiene efecto
anestésico local, pero …¿cómo se les ocurrió a esos compañeros usarla para un
efecto tan extendido y sistémico?
Pienso que aquellos ancestros míos se
inspiraron en el hecho de que los cráneos trepanados de las culturas
prehispánicas tuvieron que ser operados con el sujeto llevado a cierto tipo de
insensibildad y estupor, tal vez por alguna mezcla de herbolaria poderosa
administrada al sujeto por vía oral aparte de algún emplasto en la piel
cabelluda ¿de qué otra manera? y probablemente con base en las hojas de coca
(‘erithroxylum coca’ para nosotros, los mamones eruditos; ‘kuka’ para los simpáticos
quechuas) que fue tan consumida por aquellas culturas andinas.
Mi contacto intenso en el manejo de las
adicciones, el apostolado de mi vejez, me hace suponer que eso fue muy posible
ya que en los reclusorios mexicanos el uso de la cocaína es lo común, pues
aparte de ser negocio, mantiene a los reclusos en paz e insensibles en cierto
grado, a menos que les falte o que caigan en pánico durante el consumo; pero
nunca los pone activos y violentos durante el mismo, como sucede con el alcohol
que, por eso y por sus complicaciones de introducción, ocultamiento y manejo
intra carcelario, está proscrito en los reclusorios. La mayoría de mis ahijados
que son ‘ex alumnos’ de alguno de ellos, lo son del Reclusorio Norte, al que
cariñosamente, después del odio resentido, le dicen ‘el ReNo’. Ellos son los
que me platican y deleitan.
Esta recuperación de mis drogadictos
alcanza niveles maravillosos de alegría y sentido del humor cuando llegan a
contar sus desgracias de la siguiente manera (ésta corresponde a un amigo a
quien detuvieron y encarcelaron por esta temporada navideña hace años),
platicándola en tribuna ya recuperado, elevando sus ‘fondos de sufrimiento’.
---- Esa navidad me regalaron un coche y
un viaje a Japón.
El coche fue un ‘auto’ de formal prisión y
el viaje a Japón fue su ingreso al ‘oriente’ (que por cierto este reclusorio,
el Oriente, tiene la fama de ser el más cabrón y más culero de todos).
La idea del cocainómano hiperactivo es
equívoca. A ese estado no lo lleva la presencia, sino la ausencia de la
substancia pura, a menos que se haya mezclado con álcalis para lograr un estado
de estimulación activa. Por eso algunos cocineros de “piedra” (el “crack”
tercermundista) en Tepito la mezclan con bicarbonato y otras madres cuyo
efecto, más tóxico y dañino, se comenta y se corre la voz de aviso entre mis
ahijados recuperados. Ellos dicen que le ponen hasta raticida; suponiendo
algunos resentidos que existe un odio latente hacia ellos de aquél viejito
“como de ochenta años” a quien veían prepararla en medio de noches de gran
silencio y ominosa vigilancia tanto en ‘la cocina’ como en las calles aledañas
y que, en el fondo y a pesar de que vivía de ellos, se notaba que le gustaría
verlos muertos a todos …¿será?
La vigilancia de aquellos guaruras
patibularios no sólo era para ‘echar aguas’ de cualquier redada, sino para que
ningún estúpido se robara siquiera una piedrita de tantas que estaban tiradas
por el suelo y que parecía fácil agacharse y echarse una a la bolsa
¡No se acababa la madriza quien lo
hiciera!
¿Cómo hablar de los avances científicos y
de su práctica sin hablar de la historia de ellos?
Ya me metí en la historia de la anestesia
raquídea y ahora me van a tener que aguantar algo de la historia de la
anestesia por gases inhalados, la cual es realmente interesante pues tiene de
todo, risas, lágrimas, alcohol y motivo de reflexión ¡que mas puede pedirse!
Ahí les va:
A mediados del siglo diecinueve había un
espectáculo en Estados Unidos, por la zona del Este (por el Oeste apenas
andaban dejando de matar indios y metiendo a los sobrevivientes en reservas),
que consistía en hacer subir al escenario a quien se ofreciese como voluntario,
dándosele a respirar un gas que se llamaba “gas hilarante” (óxido nitroso)
porque causaba risa, carcajadas contagiosas, alegría y todo se volvía una
juerga.
Un dentista apellidado Wells notó en un
show de esos que un amigo se lastimó una espinilla, no dándose cuenta hasta
notarse el pantalón sangrado un buen rato después y ya abajo del escenario.
Al percatarse de esto aquel dentista, tras
inhalar óxido nitroso, se sacó una muela y no le dolió (¿sería entre risas y
carcajadas?; esto no lo cuenta la historia). Todo emocionado, lo quiso
demostrar en el circulo médico más importante de Boston, pero como el paciente
seleccionado era alcohólico y su hígado disfuncional, no metabolizó el gas como
era de esperarse. Gritó, lloró y pataleó (esto del pataleo es pura suposición
mía) no dejándose sacar la muela por ningún motivo.
Fracaso total.
… ¡Sí; síí! ...¡ya te oí! ...tú y tus
exigencias de datos precisos: ¡fue en el Hospital General de Massachussets!
Aquí Wells
perdió la oportunidad de pasar a la historia, lo que sí logró un año
después su ayudante Morton, quien con un gran instinto comercial hizo una
demostración con éter (cuyo nombre guardó en secreto varios años para evitarse
la competencia, al igual que hicieron por varias generaciones los hijos de la
chingada inventores del fórceps para que nadie más que ellos pudieran resolver
algunos casos difíciles) y acabó por ser el dueño de la pelota en la historia y
en el dinero.
Ni modo; así es el abarrote. Siempre ha
habido especuladores, no nada más aquellos que ahorcaba Pancho Villa. (para
eliminar a tanto especulador hoy en día se necesitaría otra guerra mundial,
nada más que, como dijo Einstein; “no sé si habrá una tercera guerra mundial
…pero si la hay, la cuarta va a ser con palos y piedras”).
Realmente el mérito yo no se lo doy ni a
Wells ni a Morton. Se lo doy a Long, quien antes que todos ellos ya había
operado con anestesia general el cuello de un infante; silenciosamente y sin
publicidad (esto fue Georgia, en donde muchos años después vino al mundo el
presidente James E. Carter Jr. quien a mí me ganó el corazón, pero que por su
culpa me miraron feo un montón de turistas norteamericanas cuando en voz alta
pedí una medalla con su imagen en un área de souvenirs del capitolio de
Washington) (ese terruño del presidente Carter era más bien de ‘soul’ y
cacahuates que de publicaciones científicas …por lo menos en aquellos tiempos
de Long …y algo tal vez …todavía …cuando Jimmy
andaba haciendo campaña desde lanchones por aquellos ríos de Georgia y
Alabama).
Algo muy de tipo geográfico tuvo que ver
con la concesión (injusta, como en tantos otros casos de adelantos médicos) de
la paternidad de la anestesia.
Pero si a eso vamos, los verdaderos padres
fueron los asirios hace cinco mil años provocando desvanecimiento y operando sin
dolor al comprimir bruscamente ambas carótidas.
Muchos se les deben de haber muerto en
paro cardiaco después de semejante karatazo en el pescuezo, pero son meras
suposiciones mal pensadas mías para restarles mérito y dejar la gloria en
América (incluyendo a nuestros ancestros andinos prehispánicos) …total ya de
Asiria nadie se acuerda ni sabe nada …o …a ver …¿dónde está Asiria? ...¿ya ves?
...¡ah! ...¡que es por ahí por Mesopotamia¡ …¿y? ....¿que es hacia el Tigris?
....¿bajando por el Éufrates a mano derecha? ...bueno, bueno …yo creo que si
les quito a los asirios la gloria de haber inventado la anestesia y les dejo la
de haber sido vecinos de Adán y Eva no se me van a molestar los amigos armenios
seudo asirios que tengo; además …ya tuvieron a Petrosian como campeón mundial
de ajedrez …¿qué más quieren?
Esto de Petrosian merece comentario aparte
porque es sabroso.