"El propósito del arte no es una quintaesencia intelectual, rarificada
sino la vida, la brillante e intensa vida."

Alain - Arias Misson

sábado, 22 de agosto de 2015

Alma de Cadete (Parte 20)

     La piel, la mente, la nariz, oídos y garganta, los tumores, las materias militares… todo el plan de estudios se llevó a cabo puntualmente y sin interrupciones durante mi carrera. Nada de huelgas, ningún movimiento armado, no catástrofes excepto las propias de cada uno a través de su corazón juvenil y enamorado. Prohibido casarse todavía. Había mucho que hacer por delante.

     Ahora que menciono la piel quiero dejar constancia de un parte aguas que viví en relación con la dermatología.

     Era una especialidad relativamente nueva todavía en 1959.

     Lo que ahora es una impresionante montaña de sabiduría, medicina interna e incluso algo ya de cirugía, era mucho menos que la oftalmología. Era el refugio de todos aquellos venereólogos que se quedaron sin especialidad con el advenimiento de la penicilina.

     Nuestro flamante director de la Escuela Médico Militar era un imponente general con una pequeña especialidad… y digo pequeña no por ser pobre en asuntos de dinero sino pobre en asuntos de prestigio.

     Tiempo después, el advenimiento de la cimetidina casi acabó con la gastroenterología quirúrgica  en el sentido de que dejó de ser la reina de los pizarrones en que se anunciaban las operaciones  de cada día. Cuando fui cirujano general destacaban a montones enunciados tales como: gastrectomía, antrectomía, vaguectomía, que han desaparecido de los quirófanos pues las úlceras pépticas ya no se tratan así.

     Aquellas opiniones exaltadas de que la cirugía lo era todo se habían apagado.

     Pronto aprendí que fuera de los quirófanos se luchaba tal vez con menos glamour pero sí con más recursos e intensidad por la salud del ser humano que mutilando cuerpos.

     Afortunadamente la cirugía se ha vuelto menos mutilante, más minimalista, más protésica y reconstructiva que mutilante.

     En aquellos tiempos un cirujano operado de catarata daba por terminada su actividad quirúrgica. No se podía operar nada con unos anteojos de doce dioptrías a los que llamábamos ‘cajas de sorpresas’ porque, ni el vaso para beber estaba donde pensábamos, ni el coche que se nos venia encima en la calle estaba a la distancia supuesta ni se podía dar pie con bola cortando y suturando un cuerpo enfermo en el quirófano.

     Seguiríamos así de no haber habido enorme investigación en lentes de contacto e intraoculares así como en ingeniería biomédica para los nuevos aparatos, suturas,   sustancias viscoelásticas y medicamentosas que permiten al cirujano lucirse y acaparar tanto los honores como las demandas.

     Los cirujanos pagamos la factura que nos pasa esa honra al ser mucho más exigidos por el paciente.

     Se sabe ya que los resultados son constantes, precisos, exitosos. Es necesario pagar altas primas por fuertes seguros que nos protejan durante el ejercicio de nuestra profesión

     Ya nadie se asombra de poder ver al día siguiente de ser operado de una catarata ó de una cirugía refractiva. Quiere y exige ver... y ver bien.

      Los nombres de los cirujanos exitosos y acertados ya no se graban ni permanecen tanto en las memorias que sufren y el enfermo elige basándose más en su economía que en su fe.

     Lo abogados, muchos de ellos verdaderos filibusteros que careciendo del botín atracan al galeón, convencen con relativa facilidad a los familiares y pacientes inseguros de si hicieron o no buen negocio en asuntos de salud y así magníficos cirujanos competentes y bien intencionados mueren o se suicidan ante demandas ruinosas ó prolongadas en que estuvieron mal protegidos.

     Curiosamente los malos cirujanos, los que son una amenaza, casi nunca son demandados. Son unos genios de la seducción.

     Las cosas cambian y hay que detectar y aceptar o rechazar el cambio oportunamente. La inteligencia se mide con mucha precisión por el poder de adaptación.

     Estos asuntos de comprensión de valores y criterios son un factor ineludible e inapreciable para el alma de un cadete

     Esta disposición a estar enterado de la historia y otorgar el beneficio de la duda en su caso. El sano escepticismo que suaviza la rigidez dogmática de conceptos, heredada de la familia y la religión; yo se lo agradezco a mi Escuela y no me canso de honrarla y ensalzarla; entendiendo por Escuela Médico Militar todo… todo lo que llevo escrito y mucho más que no alcanzaré nunca a exponer ni a explicar en su totalidad y gloria.

     Antes de pasar al sexto y último año de la carrera debo cumplir con el compromiso que hice de comentar asuntos relacionados con la cirugía experimental.

     Valgan dos fragmentos de correspondencia entre Ramiro García Reyes y yo muchos años después de recibidos.

     El es urólogo y vive retirado en San Diego, EEUU y yo oftalmólogo, en México D. F.

     Ambos hacemos transplantes.

     Ramiro y yo fuimos compañeros de cuarto casi toda la carrera y como éramos igual de orgullosos nos llevábamos mal. Llegamos a darnos de golpes.

     Después de muchos años de no saber uno del otro nos reencontramos y este es el estilo de comunicación y amistad que nos une ahora.

     Aprovecho dos correos que tratan de cirugía experimental para cumplir con mi promesa pero hago ver que nuestra alma ha cambiado para mejorar. No empeoramos porque la Escuela nos dotó de buenas herramientas morales, psicológicas y profesionales.

     Quienes  sufran leyendo asuntos de animales en desgracia mejor váyanse directamente a la lectura después de la escritura en cursiva.

Sábado 7 de Marzo del 2009.


Querido Ramiro:


------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------ etc. etc.---- etc.----

     Hoy te voy a contar algo de mi vida sumamente estúpido pues fue llevado adelante por mi paranoia en el sentido de llegar a ser algo así como un premio Nobel después de renunciar al ejército.

     Pensé que en una especialidad tan pequeña y doméstica como era la oftalmología en aquel entonces, me sería fácil llegar a ser un cirujano legendario y fuera de serie.

     Lo que se me ocurrió fue desarrollar una técnica quirúrgica exitosa para transplantar todo el globo ocular.

     Mis víctimas fueron conejos grandes, albinos, que compraba en un criadero. Perros tanto finos como corrientes que me regalaban y operaba en el cuarto de regaderas de la casa de mis padres ó perros bastardos  que me permitían operar en el Hospital Central Militar. Monos lechuza (ideales por el tamaño de sus ojos) o monos ardilla, que compraba en una tienda de mascotas sobre pedido a EEUU pues en México estaba prohibido su traslado interestatal por motivos sanitarios (los que encargaba venían de Florida con vacunas y permisos en orden y me salían, por supuesto, bien caros).

     Si hay un cielo con juicio para entrar a él; pienso que mi mayor problema para entrar va a ser justificar lo que les hice a esos pobres animales.

     Algunos changuitos estuvieron a punto de morir achicharrados por un radiador calentador que les puse y se incendió una noche en el cuarto donde los guardaba, adentro de un closet en casa de mis padres. Otro, que dejé al cuidado de unos amigos cuando fue requerido para el sacrificio ya se había encariñado con su familia adoptiva y ellos con él al grado que se resistieron a devolvérmelo y me ofrecieron comprármelo; cosa que yo no acepté (cuando me hablabas de tus demonios internos yo pensaba en todas estas cosas).

     Los conejos no eran sacrificados adecuadamente ya que yo queriéndoles dar una muerte dulce los metía en cajas de zapatos con un agujero que se adaptaba al tubo de escape de mi coche con el motor andando ¿qué enfermo, no?

     Mi plymouth negro se convirtió en zona de exterminio tipo Auschwitz donde mis conejos perdían la vida después de unas breves sacudidas.

     Los perros que operé en casa de mis padres me hicieron creer que veían cuando, ya ciegos, recorrían alegre y velozmente el entorno al cuarto de regaderas y la alberca pues antes de ser operados ya se lo habían aprendido.

     En fin, Ramiro, que entre monóxido de carbono, regaderas y hospital me desenvolvía como todo un macabro Dr. Mengele.

     Mis ideas eran, en un principio, quitar todo el ojo excepto un pequeño rodete de esclera y membranas internas alrededor del nervio óptico sustituyendo todo lo demás con un artefacto de silicón transparente (silicón que le compraba a Down Corning y que sólo se vendía en grandes cantidades industriales) el cual yo vaciaba en la cavidad orbitaria en estado líquido y que, recién mezclado con el catalizador correspondiente, se dejaba fraguar ‘in situ’.

     Cuando, después de mis carnicerías comprendí que esto no funcionaba incursioné en un intento por regenerar el nervio óptico ya cortado, para luego desarrollar una técnica de recambio de todo el ojo (vaya: como cambiar un foco).

     Dicho nervio se parece más a un churrito de pasta de dientes que a un verdadero nervio pues carece de vaina de Schwann y pensé que la degeneración walleriana típica después de ser seccionado era debida a la carencia de esta vaina.

     Pensé en injertar schwannoma en la zona del corte pero comprendí lo difícil que me iba a ser conseguir schwannoma de perro (otra cosa sería después en humanos, pensaba yo) y me di a la tarea de implantar, en vez de un fragmento de tal tumor benigno en la zona del corte, un trocito de nervio femoral del mismo perro.

     Cuando me di cuenta, estudiando los cortes histológicos en el post operatorio tardío, que había fracasado, pasé con otros oftalmólogos jóvenes a desarrollar ideas más prácticas y sensatas de cirugía experimental orientadas al glaucoma.

      Quién nos iba a decir en aquellos tiempos que los medicamentos iban a casi sustituir la cirugía del glaucoma tal y como sucedió con la cimetidina en la cirugía gastro duodenal y vagal.

     Todavía conservo con cariño una libreta con dictados de operación de aquellas  cirugías compartidas con Oliver y Hernández Cevallos: sensatos y buenos amigos también oftalmólogos militares

      Bueno querido Ramiro; espero que hayas disfrutado lo que fuiste leyendo tanto como yo lo sufrí al irlo escribiendo.

     Cuídate mucho. Que tengas un buen fin de semana.

     Tu amigo: Eduardo.
      ________


Wed, Mar 18, 2009

     Eduardo.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------etc. etc. etc.-----

     En lo referente al laboratorio de animales de la Universidad de Minnesota la crueldad es la misma pero en Inglés.

     El sistema de la Universidad de Minnesota en aquella época constaba de cuatro hospitales de los cuales se hacía investigación sólo en dos: el Hospital Universitario y el Hospital de Veteranos.

     En el primero teníamos aproximadamente diez mesas de operaciones en una gran sala de cirugía. Ahí se operaban perros y monos. También había otra sala más pequeña en la cual se operaban ratas.

     En el Hospital de Veteranos el complejo era más grande. Todo un edificio de tres pisos y ahí se hacía cirugía en cerdos y vacas.

     En estos dos laboratorios se hacían experimentos para tratar de probar cualquier teoría que se le ocurriera al jefe o a cualquiera de sus ayudantes ya fuera por interés puramente científico o por la ambición de llevar a cabo un experimento, publicarlo y sumar a su currículum un artículo más, lo cual aumentaría su fama, su nivel académico y, como consecuencia, su sueldo.

Se mataban aproximadamente unos diez perros y unos tres puercos diariamente y Dios sabe cuántas ratas.

     Los perros se utilizaban para hacer transplantes renales y transplantes de páncreas que nunca funcionaban.

     La muerte no era inmediata sino que se dejaba que los animales se fueran desgastando lentamente; sufriendo todas las complicaciones asociadas a la diabetes y a la insuficiencia renal (se quitaban el páncreas y los riñones de un perro y se le ponían a otro, que a la larga rechazaban).

     Los cerdos son muy delicados. El 90 % morían durante la inducción de la anestesia, en fibrilación ventricular. Los que sobrevivían a la tremenda experiencia de la intubación endotraqueal (extremadamente difícil en cerdos y practicada por nosotros que nunca habíamos intubado) sufrían la misma muerte lenta y dolorosa arriba descrita.

     Si hice hincapié en “Inglés” es porque el común americano se considera justo y compasivo. Para probar eso o para tranquilizar su conciencia inventó el concepto de Derechos Humanos y de la Sociedad Protectora de Animales, para evitar la crueldad con ellos.

     Se les olvida pensar que los animales estaban sanos y no tenían por qué ser sometidos a una cirugía que no necesitaban y que no reportaba ningún beneficio cie     La piel, la mente, la nariz, oídos y garganta, los tumores, las materias militares… todo el plan de estudios se llevó a cabo puntualmente y sin interrupciones durante mi carrera. Nada de huelgas, ningún movimiento armado, no catástrofes excepto las propias de cada uno a través de su corazón juvenil y enamorado. Prohibido casarse todavía. Había mucho que hacer por delante.

     Ahora que menciono la piel quiero dejar constancia de un parte aguas que viví en relación con la dermatología.

     Era una especialidad relativamente nueva todavía en 1959.

     Lo que ahora es una impresionante montaña de sabiduría, medicina interna e incluso algo ya de cirugía, era mucho menos que la oftalmología. Era el refugio de todos aquellos venereólogos que se quedaron sin especialidad con el advenimiento de la penicilina.

     Nuestro flamante director de la Escuela Médico Militar era un imponente general con una pequeña especialidad… y digo pequeña no por ser pobre en asuntos de dinero sino pobre en asuntos de prestigio.

     Tiempo después, el advenimiento de la cimetidina casi acabó con la gastroenterología quirúrgica  en el sentido de que dejó de ser la reina de los pizarrones en que se anunciaban las operaciones  de cada día. Cuando fui cirujano general destacaban a montones enunciados tales como: gastrectomía, antrectomía, vaguectomía, que han desaparecido de los quirófanos pues las úlceras pépticas ya no se tratan así.

     Aquellas opiniones exaltadas de que la cirugía lo era todo se habían apagado.

     Pronto aprendí que fuera de los quirófanos se luchaba tal vez con menos glamour pero sí con más recursos e intensidad por la salud del ser humano que mutilando cuerpos.

     Afortunadamente la cirugía se ha vuelto menos mutilante, más minimalista, más protésica y reconstructiva que mutilante.

     En aquellos tiempos un cirujano operado de catarata daba por terminada su actividad quirúrgica. No se podía operar nada con unos anteojos de doce dioptrías a los que llamábamos ‘cajas de sorpresas’ porque, ni el vaso para beber estaba donde pensábamos, ni el coche que se nos venia encima en la calle estaba a la distancia supuesta ni se podía dar pie con bola cortando y suturando un cuerpo enfermo en el quirófano.

     Seguiríamos así de no haber habido enorme investigación en lentes de contacto e intraoculares así como en ingeniería biomédica para los nuevos aparatos, suturas,   sustancias viscoelásticas y medicamentosas que permiten al cirujano lucirse y acaparar tanto los honores como las demandas.

     Los cirujanos pagamos la factura que nos pasa esa honra al ser mucho más exigidos por el paciente.

     Se sabe ya que los resultados son constantes, precisos, exitosos. Es necesario pagar altas primas por fuertes seguros que nos protejan durante el ejercicio de nuestra profesión

     Ya nadie se asombra de poder ver al día siguiente de ser operado de una catarata ó de una cirugía refractiva. Quiere y exige ver... y ver bien.

      Los nombres de los cirujanos exitosos y acertados ya no se graban ni permanecen tanto en las memorias que sufren y el enfermo elige basándose más en su economía que en su fe.

     Lo abogados, muchos de ellos verdaderos filibusteros que careciendo del botín atracan al galeón, convencen con relativa facilidad a los familiares y pacientes inseguros de si hicieron o no buen negocio en asuntos de salud y así magníficos cirujanos competentes y bien intencionados mueren o se suicidan ante demandas ruinosas ó prolongadas en que estuvieron mal protegidos.

     Curiosamente los malos cirujanos, los que son una amenaza, casi nunca son demandados. Son unos genios de la seducción.

     Las cosas cambian y hay que detectar y aceptar o rechazar el cambio oportunamente. La inteligencia se mide con mucha precisión por el poder de adaptación.

     Estos asuntos de comprensión de valores y criterios son un factor ineludible e inapreciable para el alma de un cadete

     Esta disposición a estar enterado de la historia y otorgar el beneficio de la duda en su caso. El sano escepticismo que suaviza la rigidez dogmática de conceptos, heredada de la familia y la religión; yo se lo agradezco a mi Escuela y no me canso de honrarla y ensalzarla; entendiendo por Escuela Médico Militar todo… todo lo que llevo escrito y mucho más que no alcanzaré nunca a exponer ni a explicar en su totalidad y gloria.

     Antes de pasar al sexto y último año de la carrera debo cumplir con el compromiso que hice de comentar asuntos relacionados con la cirugía experimental.

     Valgan dos fragmentos de correspondencia entre Ramiro García Reyes y yo muchos años después de recibidos.

     El es urólogo y vive retirado en San Diego, EEUU y yo oftalmólogo, en México D. F.

     Ambos hacemos transplantes.

     Ramiro y yo fuimos compañeros de cuarto casi toda la carrera y como éramos igual de orgullosos nos llevábamos mal. Llegamos a darnos de golpes.

     Después de muchos años de no saber uno del otro nos reencontramos y este es el estilo de comunicación y amistad que nos une ahora.

     Aprovecho dos correos que tratan de cirugía experimental para cumplir con mi promesa pero hago ver que nuestra alma ha cambiado para mejorar. No empeoramos porque la Escuela nos dotó de buenas herramientas morales, psicológicas y profesionales.

     Quienes  sufran leyendo asuntos de animales en desgracia mejor váyanse directamente a la lectura después de la escritura en cursiva.

Sábado 7 de Marzo del 2009.


Querido Ramiro:


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     Hoy te voy a contar algo de mi vida sumamente estúpido pues fue llevado adelante por mi paranoia en el sentido de llegar a ser algo así como un premio Nobel después de renunciar al ejército.

     Pensé que en una especialidad tan pequeña y doméstica como era la oftalmología en aquel entonces, me sería fácil llegar a ser un cirujano legendario y fuera de serie.

     Lo que se me ocurrió fue desarrollar una técnica quirúrgica exitosa para transplantar todo el globo ocular.

     Mis víctimas fueron conejos grandes, albinos, que compraba en un criadero. Perros tanto finos como corrientes que me regalaban y operaba en el cuarto de regaderas de la casa de mis padres ó perros bastardos  que me permitían operar en el Hospital Central Militar. Monos lechuza (ideales por el tamaño de sus ojos) o monos ardilla, que compraba en una tienda de mascotas sobre pedido a EEUU pues en México estaba prohibido su traslado interestatal por motivos sanitarios (los que encargaba venían de Florida con vacunas y permisos en orden y me salían, por supuesto, bien caros).

     Si hay un cielo con juicio para entrar a él; pienso que mi mayor problema para entrar va a ser justificar lo que les hice a esos pobres animales.

     Algunos changuitos estuvieron a punto de morir achicharrados por un radiador calentador que les puse y se incendió una noche en el cuarto donde los guardaba, adentro de un closet en casa de mis padres. Otro, que dejé al cuidado de unos amigos cuando fue requerido para el sacrificio ya se había encariñado con su familia adoptiva y ellos con él al grado que se resistieron a devolvérmelo y me ofrecieron comprármelo; cosa que yo no acepté (cuando me hablabas de tus demonios internos yo pensaba en todas estas cosas).

     Los conejos no eran sacrificados adecuadamente ya que yo queriéndoles dar una muerte dulce los metía en cajas de zapatos con un agujero que se adaptaba al tubo de escape de mi coche con el motor andando ¿qué enfermo, no?

     Mi plymouth negro se convirtió en zona de exterminio tipo Auschwitz donde mis conejos perdían la vida después de unas breves sacudidas.

     Los perros que operé en casa de mis padres me hicieron creer que veían cuando, ya ciegos, recorrían alegre y velozmente el entorno al cuarto de regaderas y la alberca pues antes de ser operados ya se lo habían aprendido.

     En fin, Ramiro, que entre monóxido de carbono, regaderas y hospital me desenvolvía como todo un macabro Dr. Mengele.

     Mis ideas eran, en un principio, quitar todo el ojo excepto un pequeño rodete de esclera y membranas internas alrededor del nervio óptico sustituyendo todo lo demás con un artefacto de silicón transparente (silicón que le compraba a Down Corning y que sólo se vendía en grandes cantidades industriales) el cual yo vaciaba en la cavidad orbitaria en estado líquido y que, recién mezclado con el catalizador correspondiente, se dejaba fraguar ‘in situ’.

     Cuando, después de mis carnicerías comprendí que esto no funcionaba incursioné en un intento por regenerar el nervio óptico ya cortado, para luego desarrollar una técnica de recambio de todo el ojo (vaya: como cambiar un foco).

     Dicho nervio se parece más a un churrito de pasta de dientes que a un verdadero nervio pues carece de vaina de Schwann y pensé que la degeneración walleriana típica después de ser seccionado era debida a la carencia de esta vaina.

     Pensé en injertar schwannoma en la zona del corte pero comprendí lo difícil que me iba a ser conseguir schwannoma de perro (otra cosa sería después en humanos, pensaba yo) y me di a la tarea de implantar, en vez de un fragmento de tal tumor benigno en la zona del corte, un trocito de nervio femoral del mismo perro.

     Cuando me di cuenta, estudiando los cortes histológicos en el post operatorio tardío, que había fracasado, pasé con otros oftalmólogos jóvenes a desarrollar ideas más prácticas y sensatas de cirugía experimental orientadas al glaucoma.

      Quién nos iba a decir en aquellos tiempos que los medicamentos iban a casi sustituir la cirugía del glaucoma tal y como sucedió con la cimetidina en la cirugía gastro duodenal y vagal.

     Todavía conservo con cariño una libreta con dictados de operación de aquellas  cirugías compartidas con Oliver y Hernández Cevallos: sensatos y buenos amigos también oftalmólogos militares

      Bueno querido Ramiro; espero que hayas disfrutado lo que fuiste leyendo tanto como yo lo sufrí al irlo escribiendo.

     Cuídate mucho. Que tengas un buen fin de semana.

     Tu amigo: Eduardo.
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Wed, Mar 18, 2009

     Eduardo.

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     En lo referente al laboratorio de animales de la Universidad de Minnesota la crueldad es la misma pero en Inglés.

     El sistema de la Universidad de Minnesota en aquella época constaba de cuatro hospitales de los cuales se hacía investigación sólo en dos: el Hospital Universitario y el Hospital de Veteranos.

     En el primero teníamos aproximadamente diez mesas de operaciones en una gran sala de cirugía. Ahí se operaban perros y monos. También había otra sala más pequeña en la cual se operaban ratas.

     En el Hospital de Veteranos el complejo era más grande. Todo un edificio de tres pisos y ahí se hacía cirugía en cerdos y vacas.

     En estos dos laboratorios se hacían experimentos para tratar de probar cualquier teoría que se le ocurriera al jefe o a cualquiera de sus ayudantes ya fuera por interés puramente científico o por la ambición de llevar a cabo un experimento, publicarlo y sumar a su currículum un artículo más, lo cual aumentaría su fama, su nivel académico y, como consecuencia, su sueldo.

Se mataban aproximadamente unos diez perros y unos tres puercos diariamente y Dios sabe cuántas ratas.

     Los perros se utilizaban para hacer transplantes renales y transplantes de páncreas que nunca funcionaban.

     La muerte no era inmediata sino que se dejaba que los animales se fueran desgastando lentamente; sufriendo todas las complicaciones asociadas a la diabetes y a la insuficiencia renal (se quitaban el páncreas y los riñones de un perro y se le ponían a otro, que a la larga rechazaban).

     Los cerdos son muy delicados. El 90 % morían durante la inducción de la anestesia, en fibrilación ventricular. Los que sobrevivían a la tremenda experiencia de la intubación endotraqueal (extremadamente difícil en cerdos y practicada por nosotros que nunca habíamos intubado) sufrían la misma muerte lenta y dolorosa arriba descrita.

     Si hice hincapié en “Inglés” es porque el común americano se considera justo y compasivo. Para probar eso o para tranquilizar su conciencia inventó el concepto de Derechos Humanos y de la Sociedad Protectora de Animales, para evitar la crueldad con ellos.

     Se les olvida pensar que los animales estaban sanos y no tenían por qué ser sometidos a una cirugía que no necesitaban y que no reportaba ningún beneficio científico. Nada más iba a ser un escalón para que alguien se ganara unos cuantos centavos o algún día el premio Nobel; o bien la satisfacción de un ego muy difícil de complacer.

     A esto me refería cuando te dije que todos tenemos demonios y que ojalá Dios nos perdone (miserere nobis).

     Que tengas buen día y mejor noche.

     Ramiro.
     ________

   
     No reconozco otro signo de superioridad que la bondad.

     Soportar… soporto muchos pero sólo este reconozco.

     También reconozco que la bondad es asunto de elección.
ntífico. Nada más iba a ser un escalón para que alguien se ganara unos cuantos centavos o algún día el premio Nobel; o bien la satisfacción de un ego muy difícil de complacer.

     A esto me refería cuando te dije que todos tenemos demonios y que ojalá Dios nos perdone (miserere nobis).

     Que tengas buen día y mejor noche.

     Ramiro.
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domingo, 9 de agosto de 2015

Alma de Cadete (Parte 19)

Además, el quinto año es de hablar de los maestros. Fue el año de conocer a las figuras míticas, consagradas, a las que uno aspira emular… y si es posible ser su ayudante y si uno lo vale, heredar su clientela y su fama.

     Tal vez sea raro que me exprese así. Se me ha preguntado por qué no me uní como oftalmólogo al grupo de Sanatorio Durango. Ni siquiera lo pensé. El hecho de que ahí señoreara el maestro Zertuche en una edad aún de gran fuerza me mantuvo alejado pues no quise ser ayudante de nadie… nunca.

     He dicho que no quería competir con él pero la verdad es que nunca consideré ese asunto. Con los años David Gutiérrez lo hizo y lo hizo bien pues se acercó a comprarle al maestro su consultorio cuando Don Abelardo ya deseaba retirarse.

    Como sé que mis compañeros de generación serán mis lectores (ojalá no los únicos), quiero detenerme en el tema del maestro Zertuche pues fue un hombre exitoso, con dinero, fama y familia. Sin embargo murió en tristes condiciones, hemipléjico y poco atendido en su natal Piedras Negras.

     ¿Por qué sucedió esto si era un hombre maravilloso? Sucedió porque se aisló de sus amigos.

     Creo que la amistad que nos une a los que fuimos cadetes de una misma generación en la Escuela Médico Militar es extraordinariamente fuerte aunque algunos no quieran creerlo. Aunque hayan pasado chingo de años sin vernos y sin hablarnos. Aunque hayamos tenido dificultades unos con otros.  

     Los que la sientan aún débil, si la cultivan, irán viendo que es una garantía de atenta vigilancia y buen trato en la vejez y esto ya es el treinta por cierto de lo que aspira uno de viejo: buen trato, compañía y ausencia de dolor.

     El feudo médico militar era amplísimo cuando fui cadete. Mis maestros dominaban amplios panoramas privados y empresariales en tiempos en que una buena iguala era rara. No se acostumbraban los seguros de gastos médicos. Más del ochenta por ciento de ingresos a hospitales privados eran de pacientes particulares.

     La pediatría era suya, tanto en el Hospital Infantil como en los Hospitales Infantiles de Zona.

     Los grandes centros hospitalarios privados del D. F. como: Durango, Las Américas, Dalinde, Central Quirúrgica y Mocel eran de ellos en tiempos en que no existía Humana (luego Grupo Angeles) ni el Iman ni el Inpi ni la madre que los parió.

     Cardiología pudo haber sido feudo médico militar que, según me dijeron, se perdió por fallas diplomáticas de aquel médico militar mítico por su memoria pero no por su diplomacia: Meneses Hoyos.

     Estos médicos míticos de generaciones muy anteriores a la mía se me hace que estaban medio chiflados. Ahí les va una anécdota cojonuda.

     Meneses Hoyos se sentía gran jugador de ajedrez y se dice que de cadete lo jugaba contra Pico Navarro (¿se acuerdan de aquel maestro neuro psiquiatra que ofrecía llevar paquetitos de agujas para picarnos unos a otros explicando la diferencia entre el sadismo y el masoquismo?) pero verbalmente; tirados cada uno en su catre e imaginando simultáneamente seis partidas que se desarrollaban en cada cara de un cubo imaginario.

     Ya me los imagino: “cara uno: peón a cuatro del rey; cara dos: caballo a tres del alfil del rey: cara tres etc. etc.” dictando seis movimientos por cada jugada.

     Para que se hagan una idea de lo que esto era les diré que hubo por aquellos tiempos jugadores como Miguel Najdorff que ostentaba el record mundial de partidas simultáneas sin ver el tablero, jugando y ganando contra más de cuarenta contrincantes pero nunca en tableros de conformación cúbica que además, dicen algunos, contenían reglas para que las piezas brincaran de tablero en tablero de alguna manera extraña (estas locuras no son imposibles pues a Boby Fisher le encantaba jugar al ‘gana pierde’ en que el ganador era el perdedor y por lo tanto se jugaba a perder en vez de a ganar) (es una locura pero es divertido y se adquiere una mentalidad diferente muy apreciada en este maravilloso juego).

     Si esta locura genial la llevaban a cabo de verdad o nada más eran payasadas no lo sé pero desde luego la fama los acompañaba por donde quiera que iban y pocos se atrevían a enfrentárseles.

     Siendo adjunto, Meneses, de la sala de Cardiología, jugó una partida con un mortal común y corriente (creo que fue con Díaz Gómez) quien andaba por la sala aún como perro sin dueño.

     ….Perdió Meneses Hoyos… y desde aquel día llegaba con el tablero y las piezas bajo el brazo retando al espantado pero gozoso ganador quien nunca le dio la revancha y al que hubo que cambiar a un servicio lejano para que eso no terminara en tragedia.

     A la inversa de los primeros años en los cuales los maestros me parecieron malos en su mayoría, no siéndolos todos. En quinto año los buenos fueron inmensa mayoría. Creo justo decir que todavía figuró en el profesorado alguien quien aparte de mal maestro era detestable como persona. No diré su nombre, sólo recordaré que sólo él poseía llaves de las puertas de su servicio, sólo él decidía. No tenía adjuntos con voz propia. Pasaba visita cortando uñas de los pies de algún paciente por aquí; subiéndose al quicio de una ventana por allá, para enderezar una cortina. Guardaba cubetas con cerebros humanos en un cuarto bajo llave, se peleaba como un plebeyo hostigando con el grado y sus influencias para conseguir una autopsia, operaba de vez en cuando y se le morían en elevado porcentaje (a su paso como neurocirujano en el Hospital Español se ganó el apodo de ‘el vengador de Cuauhtémoc’, no sé si por los muertos o por los vivos atormentados con su cajita de dar electro choques). Bromeaba y reía dizque enseñando clínica mientras provocaba chisguetes de suero que salían por alguna parte del cerebro de una paciente consciente; cobraba consulta privada dando clase, tenía el mejor coche, la mejor casa pero era un culero que se rajaba a enfrentarse como hombre con un residente que, como yo, le llegué a poner el alto por acusarnos de provocar abortos en el Hospital; encabronado porque un día no le pude adjudicar quirófano.

     Un hombre enfermo al que se le permitió mangonear un servicio que debía haber sido maravilloso y que sin embargo nadie quería pasar por él. Con él terminaron mis ilusiones de hacerme neuro cirujano.

     Un enfermo que poco antes de morir, viudo, solitario y demente llegó a hacerse presente con negligeé y rizadores en la cabeza.

     …Y me pregunto: ¿por qué sus amigos y compañeros de generación no lo cobijaron, no lo cuidaron, no lo retiraron a tiempo de una batalla perdida en medio del ridículo y la ignominia? ¿por qué no supieron defenderlo de sí mismo?


     Hasta del éxito tenemos que cuidarnos unos a otros. Esto es parte esencial del alma de un cadete.