"El propósito del arte no es una quintaesencia intelectual, rarificada
sino la vida, la brillante e intensa vida."

Alain - Arias Misson

jueves, 26 de julio de 2018

Alma en Tránsito Capítulo 16: Las Mises Universo y los álbumes de estampitas


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LAS  “MISES  UNIVERSO”
Y  LOS  ÁLBUMES  DE  ESTAMPITAS


     Desde ahí me di cuenta que para mí tratar de destacar en el medio castrense iba a ser una lucha estéril pues me faltaba esa chispa amorosa hacia los superiores (superiores en grado militar nada más …por supuesto).

     Ese amor por la superioridad me pareció siempre indispensable para alcanzar grandes alturas en el ejército y un caso claro al respecto es el de Bernardo Bidart Ramos quien ha alcanzado grandes alturas castrenses.

     El me platicaba en cierta ocasión que tuvo que interrumpir todas sus actividades médicas una temporada por haber sido comisionado como médico responsable del certamen Miss Universo que se celebró una vez en Acapulco.

     Compartiendo una sabrosa charla comiendo él y su esposa con Asun y conmigo en el Centro Gallego, nos contó anécdotas interesantes de todo tipo (Bernardo es un mago no sólo de la prestidigitación –es su hobbie y pertenece al Círculo de Magos Mexicanos– sino del arte anecdótico) referentes al certamen y de lo difíciles que eran de controlar algunas de esas beldades, neurotizadas severamente algunas de ellas. Finalmente nos platicó que en el banquete de fin de fiesta él tomó la palabra y dijo:

     ---- Le estoy profundamente agradecido al ejército por haberme permitido conocer y tratar a las mejores “viejas” y a los mejores “viejos” del mundo.

     Sin comentarios.

     Muchos critican a Bidart por su meteórico ascenso en el ejército diciendo que si es un seductor, que si la magia, que si sus trucos.

     Bernardo es hijo de un muy querido almirante y el amor a su padre (con frecuencia me platicó de él siendo cadetes) lo siguió sintiendo por los superiores. Su simpatía y amor hacia todo lo castrense no sólo se reflejaba en su comportamiento sino en el de los otros militares hacia él.

     Baste un ejemplo:

     Siendo él mayor médico (creo que de Guardias Presidenciales) y yo de la Segunda Compañía de Sanidad, me mostró tres álbumes completamente llenos con cubiertas de cajetillas de cerillos “Clásicos” que representaban  pinturas famosas.

     Los tres álbumes los había completado él con las cajitas que le regalaban sus pacientes, subordinados y superiores, ya que él no fumaba.

     Yo fumaba como chacuaco, compraba cerillos a lo idiota para poder llenar ese album (siempre quise llenar aunque fuera uno sólo en mi vida …desde niño) y no llené ni la mitad.

     Durante el internado en el Hospital Militar era muy deseado pasar un mes por la “sala de generales” en el quinto piso (el famoso: “cementerio de las águilas”). Todo el que pasaba salía con algún regalo, desde una pistola cuarenta y cinco con cachas de oro hasta un juego de placas para un taxi. Yo no saqué más que alguna leve amonestación de nuestro director por no ser más cortés con ellos.

martes, 17 de julio de 2018

Alma en Tránsito Capítulo 15: Enojos castrenses, frases hirientes, caprichos femeninos



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ENOJOS  CASTRENSES,  FRASES  HIRIENTES,  CAPRICHOS  FEMENINOS.


     Otro asunto del carácter militar que me afectaba era cuando un comandante que al parecer ya era tu amigo y respetaba todo lo relacionado con Sanidad Militar te salía con un domingo siete de lo más desagradable.

     Fue el caso de uno de ellos después de un simulacro del desfile del dieciséis de septiembre.

     El general Crisóforo Mazón Pineda estaba de mal humor y nos hizo recordar que él era el manda más de la Primera Zona Militar y comandante en jefe del Campo Militar Número Uno haciendo que nuestra Compañía desfilara innumerables veces alrededor de la enorme explanada de San Esteban bajo el ardiente sol del mediodía.

     Nos acompañó en el calvario el Cuarenta y Uno Batallón de Infantería y el Segundo Escuadrón de Armas de Acompañamiento (algo le habrían hecho al chaparrín general Mazón Pineda. Papá me dijo una vez: “ten cuidado con los chaparros cuando tienen mando y no confíes en quienes se ven más feos cuando se ríen”;  a don Crisóforo nunca le conocí risa ni sonrisa).

      No era raro resentir los malos humores de los jefes y eso no era lo peor. Lo “pior de lo pior” era ser sujetos a los caprichos de la esposa de alguno de ellos, como lo fue aquel año en que tuvimos que desfilar en las fiestas patrias con unos pinches tubos de cartón en las perneras, entre las rodillas y las botas, por debajo del pantalón de campaña porque “los pantalones se nos veían feítos con los pliegues”, ¡hazme el chingado favor! …muchas le debía seguramente aquel general a su “vieja” para darle tantas atribuciones, tantas concesiones …me cae de madre …y esto también se reflejaba en el modo de pintar los vehículos y en las solicitudes de consulta a cualquier hora y a cuanto familiar político se les ocurría a las ñoras …eso sí, con todo y medicinas… “cómprelas usted mi mayor, yo luego se las pago”  (¿crees en los Santos Reyes? …¡ah! ¿sííí? …entonces …sí, sí las pagaban).

     Luego les platico de una de estas consultas en las que por poco y me meto en una situación potencialmente mortal. Primero quiero acabar con lo que empecé de las salidas por peteneras de algún jefe aparentemente amigo y agradecido (los agradecimientos podían ser provocados desde muchas trincheras¸ desde el apoyo incondicional en una cirugía de cerebro para un hijo hidrocéfalo hasta por la redacción de una carta).

      En aquella ocasión estuvimos marche y marche, horas y horas como estúpidos, en redondo (bueno, en cuadrado) alrededor de la explanada central del Campo Militar.

     En algún momento nuestra compañía se rezagó (se “colgó”, como se dice en el argot militar) unos pocos pasos del contingente que iba por delante de nosotros, causando la ira del General Mazón quien, en vez de ordenar simplemente “acortar” momentáneamente el paso a las unidades precedentes, como se hacía en todos los desfiles oficiales en que participé siendo cadete; recrudeció el calvario ordenando “paso veloz” a todas las unidades una vuelta …y otra vuelta …y otra vuelta.

     Cuando aquella tarde algunos jefes comentaban el gran esfuerzo desarrollado innecesariamente, uno de aquellos comandantes dijo: …”y Sanidad Militar siempre como los huevos del puerco …atrás y colgando”.

     Ese coronel  estuvo sufriendo alguna vez un calvario quirúrgico y tuvo también a un ser querido en el quirófano. Les aseguro que ningún médico militar dijo nada despectivo al comentar las dificultades del procedimiento.

domingo, 8 de julio de 2018

Alma en Tránsito Capítulo 14: Pláticas y chistes entre militares


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PLÁTICAS  Y  CHISTES  ENTRE  MILITARES
(PRIMICIAS DE CORRUPCIÓN)

     La plática con esos militares de carrera no se me facilitaba, pero sí los escuchaba con atención; y en una de esas, ya con casi treinta años de edad, escuché por vez primera algo real relacionado con la corrupción a nivel oficial …¡Tiempos aquellos en que estos eran temas para ser platicados con asombro!

     Te lo contaré pues fue primicia para mí y como toda primicia, tiene su encanto.

     El asunto se refería a un retén militar por donde pasaba con frecuencia, recién terminada la Segunda Guerra Mundial (mil novecientos cuarenta y seis o cuarenta y siete), un camión lleno de lechugas manejado por un chino.

     El oficial al mando del retén, deseoso de perfección y cumplimiento, en cierta ocasión hizo revisar una vez más algunas de esas lechugas, pero no nada más entreabriéndolas y quitándoles algunas hojas, sino haciéndolas picadillo.

     ¡Cuál no sería su sorpresa! al descubrir que en el trónculo central venían escondidas y muy bien enrolladas, tapadas con su respectivo tapón en forma de gruesa y apretada rodaja vegetal, un contrabando de medias de seda y cosméticos para ojos y labios.

     Aquél oficial dio parte a sus superiores y …aquí viene lo que a todos, inocentes de nosotros, nos causaba asombro en aquél tiempo: …el oficial fue cambiado de comisión de inmediato.

     Pues esto, no te miento; en mil novecientos sesenta y cinco era tema sabroso, original y sorprendente de conversación entre comandantes de unidad en el campo militar número uno de nuestro México querido, y de total estupefacción para este joven mayor médico cirujano que ansiaba salir franco para írselo a contar a los amigos del medio civil y verles abrir tamaños ojotes mientras él se las daba de vivir entre la gente misteriosa e inalcanzable que sabía de esos recónditos  asuntos y recursos del hampa.

     Si esto se lo cuento hoy a los escuincles de una guardería del IMSS capaz que algunos se mean y otros se caen de la cuna convulsionando de risa.

     Escuchar las pláticas de militares ya viejones tenía su encanto atroz. Su sentido del humor parecía bueno pues era acompañado de sonoras carcajadas de los subalternos, pero …mejor te cuento un par de ejemplos.

     Un general ya viejo decía que su esposa se había enamorado de él al verlo orinar en una fiesta (sin comentarios; dime de que presumes y te diré de que careces).

     Otro hacía una historieta burlona de un compañero de su generación quien fue al Hospital Central Militar a que lo bajaran de peso pues estaba ya muy gordo. El tratamiento le dio buen resultado, pero pronto regresó a consulta; esta vez de psiquiatría ya que al correr escuchaba que le aplaudían siendo que era de madrugada y no había ni un alma más que él en la pista.

     Un psiquiatra que se ofreció a correr con él descubrió que el ‘clap’ ‘clap’ ‘clap’ lo iban haciendo las nalgas caídas del general cuando trotaba.

     No niego que conocí militares sumamente cultos …más bien instruídos. Los verdaderamente cultos los he venido a conocer más bien entre los marinos.

     Yo creo que hay una gran diferencia entre la ‘army’ y la ‘navy’ mexicana. Pienso que el ambiente marinero y las muchas horas de soledad le dan al jefe naval una personalidad característica con rasgos de distinción muy notorios.

   Tuve, siendo cadete, la oportunidad de oír  a dos jóvenes tenientes del ejército bromear entre sí. Elpidio Barrios Tapia, compañero mío en primer año de carrera, acababa de regresar de Argentina donde fue comisionado a no recuerdo qué. Era teniente de infantería egresado del Colegio Militar; alto, moreno, buen tipo, de bigote fino, el cual se usaba en aquellos años al estilo de Clark Gable o Errol Flynn: afeitado de entre la nariz y el bigote, era un pedo tenerlo bien arreglado; había que rasurar esa zona con la hoja de afeitar partida a la mitad, con pulso de cirujano tanto en la mano diestra como en la siniestra (ya que rasurarse la parte izquierda del bigote con la mano derecha …pues …no ves ni madre en el espejo) y paciencia de santo (muy galán tenía uno que querer parecer para tomarse tanto trabajo).

     Me platicaba que en Argentina las chavas le decían “morocho”  y que tenía tanto pegue o más que cualquier rubicundo y germanófilo cadete argentino; a los que les llamaban: “fósforos” por ser la mayoría rubios o pelirrojos. Estos cadetes, al contrario que en México, eran muy bien recibidos y hasta anhelados por las familias pudientes como pretendientes de sus jovencitas de alcurnia.

     Recuerdo también que me enseñó a mentar la madre al estilo argentino: en vez de decirse el mexicanísimo:  “vas y chingas a tu madre” se decía: “veté mucho a la concha de tu madre”.

     Pues mi teniente Barrios era compañero de antigüedad  del también teniente, pero de caballería: Francisco García Peltier, egresado igualmente del Heroico Colegio Militar.

     Era Peltier también alto y de tez clara; más musculoso que Elpidio y de muy buen carácter. Cursaba ya el segundo año de carrera cuando Elpidio y yo estábamos en primero y éramos compañeros de habitación.

     Un día Elpidio le dijo a Peltier:

     ---- Oye mi teniente: ¿quesqués cierto que pa’entrar a caballería en el Colegio hay tres requisitos “de a huevo” aparte de los exámenes?

     ---- Pues hay muchos, mi buen.

     ---- No mano, sólo son tres; tengo entendido que nada más hay que ser: güero, fuerte y pendejo.

     ---- Sí Elpidio pero no sé si sabrás que también las cosas son parecidas, pero más fáciles para las otras armas.

     ---- Pues ha de ser para los de artillería, que ya no necesitan ser güeros

     ---- Exacto mi teniente Barrios; para ser de artillería basta con ser fuerte y pendejo …pero ¿sabes que para entrar a infantería tampoco es necesario ser fuerte?

     Y se carcajeaban de su ingenio. Ambos eran irreverentes en relación a cosas militares que a mí todavía me parecían sagradas y de ellos aprendí que la milicia tiene mucho de verdad pero también ¡cómo no! su buena parte de pose. Me percaté de que las expresiones jocosas hacia temas supuestamente sacrosantos tales como los niños héroes el himno nacional e incluso los emblemas, jamás las escuché en el medio civil; solamente se daban entre militares (bien decía mi madre: “la mucha confianza es causa de menosprecio”).

     Daré un par de ejemplos:

     Cuando alguien se caía no faltaba quien entre risas y aspavientos como de envolverse con el lábaro patrio repetía la estrofa poética aquella de: …”y así cayeron los niños héroes bajo las balas del invasor”.

     Cuando alguien era “muy militar” se le decía que era “piedra”, pero también “masiosare” (por aquello de: …’mas si osare un extraño enemigo profanar con su planta tu suelo’ …etc., etc.)


      Como es natural, el sentido del humor castrense a veces se  contagiaba y llegué a escuchar a un gran maestro médico militar, general y charro, al estar terminando de operar, contar cosas horribles supuestamente chistosas. Hacía reír al anestesista y ayudantes lambiscones contando de aquél cirujano plástico amigo suyo que le quiso estirar tanto la piel de la cara a un paciente, miembro viejo e importante de la charrería nacional, que las suturas se reventaron y le quedaron unas cicatrices blancas, anchas y alargadas por delante de las orejas hasta el cuello “igualitas al barbuquejo del sombrero charro”.

     A propósito de anestesistas …¿sabes lo que se necesita para ser un magnífico anestesiólogo?  ¿No? Se necesita ser las tres ‘ch’:  chingón, chistoso y chismoso.

     Ahí te lo dejo …yo no lo siento así, pero era común oírlo en el medio civil (en el medio militar eran oficiales de sanidad quienes nos daban las anestesias y se guardaban las distancias) cuando, al final de la cirugía, entraba el “relax” y empezaba “la comadre”  (¡aguas! …no dije “el desmadre”).