"El propósito del arte no es una quintaesencia intelectual, rarificada
sino la vida, la brillante e intensa vida."

Alain - Arias Misson

domingo, 24 de abril de 2016

Alma de Mayor (Parte 6)

De las notas que uno dejaba en cada expediente en esas visitas dependía en gran medida la calificación de cada mes, al igual que de la pronta y acertada participación que tuvieras cada mañana en el auditorio durante la presentación y discusión de los casos clínicos recientes interesantes …y ya ni digamos, de tu respuesta inmediata al llamado de los semáforos.

     ¡Hay de ti si no te asomabas a verlos a cada rato! …de estos detalles podía depender tu estancia en el hospital un tercer año más o ir a dar a batallones refundidos en poblados temidos por falta de oportunidades, como Valladolid y Tinguindín, o macabros y espantables como Atoyac de Álvarez en la sierra guerrerense donde campeaba el guerrillero Lucio Cabañas y la muerte abundante …la muerte enamorada; tanto entre civiles como en militares.

     La imagen, el concepto de la muerte enamorada, no me llegó de los grabados de Posada, quien me hizo conocer a la calavera catrina, y hasta graciosa y querible, pero nunca enamorada. Lo sentí por vez primera oyendo a  Juan Manuel Serrat cantar ‘Elegía’.
  
   “Temprano levantó la muerte el vuelo,
                            temprano madrugó la madrugada,
                            temprano estás rodando por el suelo.

   …No perdono a la muerte enamorada,
                            no perdono a la vida desatenta,
                            no perdono a la tierra ni a la nada”.

     Así es como Miguel Hernández le fue componiendo su famosa ‘Elegía’ al amigo muerto en España durante la Guerra Civil. Fusilado por sus mismos hermanos, hijos de una misma madre patria. Así era la sensación de madrugadora y fría neblina que se aposentaba en mi corazón al saber de jóvenes mexicanos, algunos de ellos conocidos, tanto civiles como militares, muertos al amanecer en lejanos tiroteos allá por los montes de Morelos y Guerrero. Todos víctimas de esa eterna locura llamada por unos ‘el orden y la ley’ y por los otros ‘rebelión y justicia’ …frases hermosas y sonoras, pero ya sumamente sobadas y choteadas en nuestro país a través de una historia llena de lemas hermosos; primero ensalzados y luego olvidados como: ‘tierra y libertad’, ‘reforma, libertad, justicia y ley’, ‘constitución y reformas’ y muchas otras que han llegado a deteriorarse tanto a través de su manejo corrupto y disparatado, que ahora campean modernas, prosaicas y pintorescas nuevas frases y oraciones tales como: ‘si México no existiera lo inventaría Walt Disney’ …(más bien lo inventaría Franz Kafka …diría yo …y lo describiría en alguna de sus novelas pertenecientes al mundo del absurdo y la demencia).

     El sistema de calificar consistía en pedir cada mes su calificación al jefe del servicio o sala y al ‘residente’ de tercer año correspondiente. ‘Subresidentes’ les decíamos a éstos como costumbre y equivocadamente, pues todos éramos ‘residentes’, a los cuales en el medio civil se les decía ‘de primer año, de segundo, de tercero, de cuarto y hasta de quinto año’ pero que entre nosotros, por causas que siempre ignoré y sigo ignorando, les decíamos ‘internos’ a los de primero y segundo año, que eran todos los recibidos de cada generación, ‘subresidentes’ a los diez mejor calificados de segundo año y que se echaban un tercer año; ‘residentes’ a los tres mejor calificados de estos últimos, los cuales se quedaban un año más y ‘jefe de residentes’ a quien la superioridad escogía para controlar y dirigir a toda la muchachada un año más.

     Los mismos compañeros, inmediatamente superiores, también emitían sus notas cada mes para los ‘internos’ y cada tres meses para los diez ‘sub residentes’ ya que éstos rolaban por trimestres atendiendo desde tres hasta seis salas simultáneamente. A los tres residentes de cuarto año ya nadie los calificaba; ya eran señores de aquella Acrópolis, sacerdotes de aquel Partenón …dioses de aquel Olimpo.

     Cada tarde antes de la cena toda esta juventud se rendía novedades unos a otros según el puesto de cada quien y de esta convivencia, más que de las calificaciones de los altos jefes, surgían aquellos que iban ocupando tan ansiados puestos año con año.

     Siempre he defendido la idea de que la honra más apetecida y más difícil de lograr es la de los pares a uno mismo. Más que la de los superiores y más que la de los subalternos.

     Los jefes a veces se mostraban equívocos al calificar y había que aconsejarlos, como sucedió en el caso de un magnífico interno de segundo año, quien peleó denodadamente para obtener un lugar entre los diez primeros y lo logró gracias a que, quien era el ‘subresidente’ suyo en aquella ocasión, le hizo ver a un jefe de servicio recién nombrado y proveniente de una lejana unidad de tropa lo absurdo de la calificación que se proponía imponer.

     Este jefe desorientado dijo:

     ---- Como llegué a fin de mes, no conocí bien a este muchacho, así es que en honor a la justicia me atendré al principio del “justum medium” y le pondré una calificación intermedia entre lo mínimo y lo máximo. Le pongo un cinco.

     ¡En la madre mi general!, con un cinco se hubiera ido derechito al último lugar y a un batallón en algún lugar de mierda.

     No se fue, y luego este muchacho y yo fuimos compañeros de cuarto todo ese magnífico año de ‘subresidentes’ (los diez ‘subresidentes’, los tres ‘residentes’ y el jefe de ‘residentes’ gozaban de cuarto separado; para dos juntos en tercer año y para uno solo en cuarto y quinto año).

     También la vestimenta era diferente. Todos de blanco, sin insignia alguna. Los ‘internos’ con filipina, sin corbata; los ‘subresidentes’ con camisa blanca, corbata y bata larga y los de cuarto y quinto igual, pero con saco en vez de bata larga.

     Llegar a andar por el hospital de blanco con saco y corbata se me llegó a presentar ante mis grandes ilusiones tan atractivo como el sueño de verme uniformado de mayor o con gorro y cubre boca cuando fui cadete …o vestido de torero, con traje de luces, durante mi adolescencia.

     …Y lo logré …ya verán, cómo pues al principio por poco y voy a dar a Tinguindín por confiarme en la relación que sostenían aquel magnífico suegro que tuve y su presunto gran amigo general de división que a la mera hora no le respondió con la tan esperada palanca.

     Tal vez me estoy pasando de severo conmigo mismo y no lo hice tan mal.

     Es posible que la causa de todo haya sido la siguiente:

     Una madrugada, estando de guardia en el banco de sangre, se me pidió un cuarto de litro para una cirugía que se estaba llevando a cabo en Obstetricia. Seguramente un embarazo tubario roto a cavidad abdominal o alguno de esos nada raros abortos provocados con aguja de tejer que había perforado la matriz. Quien solicitaba la sangre era un ‘subresidente’ que ya desde cadete de tercer año, estando yo en primero, mostraba cierta animadversión hacia mí (sólo este cabrón y otro cadete de quinto año fueron de esos casos ineludibles e irrechazables de antipatía mutua y espontánea que se presentan en toda vida de conjunto sin saberse nunca a ciencia cierta el por qué).

     Al hacer las pruebas cruzadas para determinar si la sangre disponible era compatible con la de la muestra que se me había proporcionado de la paciente no me sentí seguro de la imagen que me ofrecía la laminilla microscópica y tuve que repetirla un par de veces más para no ir a causar una muerte por shock debido a sangre incompatible (de esto murió Manolete catorce años antes en la plaza española de Linares donde se le metió sangre a pasto de los mismos aficionados y de modo indiscriminado; no muriendo directamente de la cornada en la femoral como se cree. Esta cornada pudo haberle causado la amputación de la pierna conforme los recursos quirúrgicos vigentes en las plazas de toros españolas en 1947, pero pudo habérsele salvado la vida de haberse contado con suficiente sangre compatible).

     Desgraciadamente aquel compañero, dos años por arriba de mí, probablemente estaba pasando miedo y se encabronó por la tardanza (el miedo y el enojo son compañeros habituales) y seguramente su queja me llevó a obtener una baja calificación ese mes. Pienso que eso fue todo pues si hubiera obtenido bajas calificaciones frecuentes no hubiera podido remontar tal atraso durante el segundo año de internado en que, avisado de estar ocupando un lugar bastante alejado de los diez primeros por algún ‘subresidente’ amistoso, logré colarme al lugar número doce al terminar 1962, en que también terminaba mi residencia obligatoria rotatoria de dos años.

     La historia se repetía igual que al entrar a la Escuela Médico Militar, ya que una vez más estaba a punto de naufragar ya casi alcanzada la orilla.

     En esta ocasión logré el décimo lugar al fin de cuentas dado que dos compañeros renunciaron a la ‘subresidencia’; uno, Arnulfo Treviño, por irse a Monterrey, donde su padre, gran médico y político, le tenía ofrecidas muchas oportunidades que Arnulfo, bien preparado, supo aprovechar (no cualquiera sabe luchar, demostrar lo suyo y superar el peso de la fama de un padre tan poderoso); y Manuel López Atristáin, quien orientó su vida no sólo a la medicina, sino a elevados estudios militares que lo llevaron en un momento dado a pertenecer al Servicio Diplomático (al igual que Juan Ángel Núñez Valdés) y ser médico personal del entonces presidente de la república José López Portillo, llegando a figurar como el médico militar con mayores reconocimientos castrenses en toda la historia, antes de ser rebasado únicamente, algo después y no superado por nadie hasta la fecha, por Jaime Cohen Yáñez.

     …Todos ellos de mi generación.


     …Y …va de nuevo …¡ahí queda eso!

lunes, 4 de abril de 2016

Alma de Mayor (Parte 5)

El asunto de inclinarme por la oftalmología me parecía justificado y objeto de buen suceso. Mi decisión se debía al nacimiento de una nieta de Don Pancho (él, al igual que mi padre, no alcanzaron a conocer la disolución de mi primer matrimonio gracias a Dios) la cual nació sin ojitos en España.

     La sala de oftalmología había sido la primera que me tocó en suerte iniciando el internado. La oftalmología española gozaba de prestigio como la mejor del mundo, ostentando  luminosos apellidos como ‘Castroviejo’ en Nueva York, ‘Barraquer’ en Barcelona, ‘Arruga’ en Madrid y ‘Díaz Caneja’ en Santander, que hacían palidecer cualquier otra Oftalmología sobre la superficie del planeta en aquellos años de mil novecientos sesenta y tantos.

     Por cierto que Don Hermenegildo Arruga, no siendo militar, dio al mundo uno de los mayores avances en cirugía  formando parte de un equipo que trabajó con un sistema muy de estilo militar.

     Lo platicaré pues lo aprendí en la primera sala por la que rolé y me hizo enamorarme de una especialidad con cirugía limpia, callada, en penumbra, sentado y con música suave (así son las guerras en Oftalmología).
    
     En 1919, en el Congreso Mundial de Oftalmología; en Ámsterdam, Jules Gonin, oftalmólogo suizo  revolucionó la cirugía del desprendimiento de retina del siguiente modo: presentó resultados suyos y de un grupo de colegas amigos repartidos por el resto del mundo (el correspondiente a España fue Arruga) desarrollando la idea de que el secreto del éxito no era reaplicar la bolsa de retina desprendida sino cauterizar el desgarro que lo acompañaba. Esta presentación contundente sustentada en bases de tipo militar como son: el conocimiento del terreno (conocimiento profundo de la anatomía, fisiología y patología ocular); la elección inteligente del armamento (mini clavos y aparato de diatermia, nunca usado antes en estos menesteres); la liberación de la batalla en los frentes adecuados (diferentes especialistas en diferentes países) y el reforzamiento del éxito (presentación de resultados en un congreso mundial, no solamente un año antes en la comunidad oftalmológica suiza) causaron tal impresión en el mundo oftalmológico que de inmediato se comenzó a practicar el nuevo tipo de cirugía en todo el mundo.

     El índice de curaciones en cirugía del desprendimiento de la retina dio un vuelco estupendo. Un 15% de éxitos y un 85% de fracasos dio un giro de 180° y se estableció el índice completamente invertido: 85% de éxitos …15% de fracasos.

     Desde entonces el “Premio Gonin” es el equivalente al “Premio Nobel” de la Oftalmología.

     En una ocasión, platicando con un ahijado culto, joven e inteligente, conocedor de sus últimos tres mil años de Historia (los que recomendaba Goethe inventariar para no vivir en la ignorancia y morir en la oscuridad) emitió la siguiente frase tremenda y lapidaria:

     --- Doc… yo siento que la humanidad es culera.

     Traté de hacerle ver, entre otras cosas, que la Historia de la Medicina desmentía su frase con creces.

     Espero haberlo conseguido …aunque es difícil hacer notar algo que compense tanta porquería acumulada a través de la Historia y en particular en lo referente a guerras y batallas tan diferentes de las que supieron librar y ganar Gonin, Arruga y tantos otros a los que me traté de sumar sin haberlo nunca logrado.

     Mi único intento de incursionar en la neurocirugía para salvar de su parálisis total a mi primo Manolín, quien, también desde España, me había inspirado para convertirme en médico, había sido cursado y olvidado al comprender que el caso era incurable, que el jefe del servicio de neurocirugía, hacia quien tuve un leve intento de acercamiento, nunca fue de mi agrado ni congeniamos, y a que las operaciones de esa especialidad me parecieron toscas comparadas con las oftalmológicas (que en aquellos años eran bastante toscas también).

     Ese sentido mágico dentro de mis planes y anhelos volvió a presentarse en esta ocasión y dediqué muchas horas de estudio a la oftalmología; cuando debí haber estado aplicando yesos o fórceps pensando en la posibilidad de ir a dar a un batallón cualquiera y no a la Clínica Barraquer de Barcelona.

     Mostrar cierto desapego al trabajo rutinario durante esos dos años era mortal de necesidad. Las décimas de punto se peleaban con saña. Cualquier atraso en un estudio, cualquier contratiempo, era conocido por medio mundo y se decía, algo en serio, algo en broma, que si te echabas un pedo en el sótano del hospital se sabía de él en el sexto piso en cosa de segundos.

     Para mantenernos en contacto con nuestros servicios mientras caminábamos por los pasillos o ingeríamos apresuradamente nuestros alimentos, había que estar constantemente viendo hacia lo alto de las paredes donde había semáforos verticales cuya numeración parpadeante indicaba a quién y desde dónde se le buscaba, así como claves secretas específicas de alarma.

     Los alimentos rara vez los disfruté plenamente; desayuné siempre huevos tibios pues era lo que menos tiempo tardaba  en prepararse …menos de tres minutos …y además …¡se podían beber! Algún compañero me dijo una vez:

    ---- Oye López …a ti te da igual que te sirvan el jamón cocido que arrancárselo a la nalga del puerco ¿verdad? (poco imaginativo era, pues arrancar jamón de la nalga de un puerco no es nada fácil ni rápido, pero la metáfora era, como tantas otras, falsa pero acertada).

     Del desayuno había que irse corriendo a pasar visita.

     Benditas salas de mujeres quienes se quejaban apenas lo justo y todavía, llenas de tubos y conexiones te preguntaban ¿…y usted …como está doctorcito? Benditas ellas quienes a los cinco minutos de cualquier nuevo ingreso ya la estaban cuidando, platicando, consolando.

     Lentas las salas de hombres que se  quejaban de no contar con un curita y de asuntos tales como de que a uno no lo dejaban tocar la guitarra después de las nueve de la noche o que al otro no le pegaba el sol sobre la cama igual que a los demás …y yo con el reflejo gastro cólico post prandial empeorado por la prisa ya que a las siete y media empezaba la junta del personal residente en el auditorio.

     Hubo pacientes en estas salas que jamás cruzaron palabra con internado alguno durante toda su estancia …fueron muchos, muchos … esa calaña de macho a ultranza quien primero se dejaba sacar una muela sin anestesia antes que dejarse introducir un dedo por el trasero para explorarle la próstata.

     No me aguanto las ganas de introducir un chiste al respecto.

     Hubo en un batallón un soldado quien adquirió fama de ventajoso pues siempre ganaba las apuestas que cruzaba. Era insoportable y llegó a causar tantas desavenencias que su comandante decidió transferirlo a otro batallón, advirtiéndole al coronel con quien iba a llegar la clase de sujeto que era el soldado aquel.

     Este otro coronel vio inofensivo al soldado y llamándolo a su oficina le dijo:

     ---- Con que usted es muy listo y se chinga a medio mundo en las apuestas ¿no?

     ---- No mi coronel, para nada, yo siempre me arriesgo. Mire ahorita mismo yo le puedo apostar a usted diez mil pesos a que tiene almorranas.

     Aquel alto jefe, que no tenía hemorroides, se dijo: ‘este es un pobre pendejo’.

     ---- ¡Aceptada la apuesta! Y habiendo puesto ambos sobre una mesa las cantidades apostadas ordenó: ¡llamen al Mayor médico que venga de inmediato!

     ---- ¡Noo mi coronel! Mi mayor puede estar de su lado y chingarme con su opinión. Tengo que ser yo quien lo compruebe.
    
     Asegurándose el coronel de que no había observadores por las cercanías se bajó pantalón y calzones y mostró muy orgulloso la región anal libre de hemorroides.

     ---- ¿Ya lo vió! ¡poor media vuelta! ¡retírese!

     ---- Momentito mi coronel, usted sabe que hay almorranas internas que no se ven …tengo que tocar.
    
     El comandante aquel estuvo a punto de sacarlo a patadas pero el orgullo de poder demostrarle a su amigo del otro batallón lo simple que le había sido destruir el mito del apostador ventajoso ….y los diez mil pesillos …aseguró la puerta, revisó el cierre preciso de la persiana …y se dejó tocar.

     ---- Nooo pues siii… perdí mi coronel. Y saludando marcialmente con chasquido de tacones y briosa sacudida de la mano al retirarla de la ceja, dio media vuelta y se retiró respetuosamente.

     Ese mismo día este coronel se comunicó con el otro y le contó lo ocurrido.

     ---- ¿No que muy listo tu soldadito?... ¡se me hace que tu batallón está lleno  de retrasados mentales!

     ---- ¡Oye, oye!, vuélveme a explicar …¿nada más te vio? ¿no te dijo que tenía que tocar porque había hemorroides internas?

     ---- Pues sí …¡y qué! …había que acabar con la fama de ese tipo de una vez por todas y ponerlo en su lugar.


     ---- ¡¡ Carajo !! ¡ cómo te fuiste a dejar ! ¡ese cabrón me apostó veinte mil pesos al irse de mi batallón que llegando al tuyo, antes de una semana te metería un dedo por el culo!