El asunto de inclinarme por la
oftalmología me parecía justificado y objeto de buen suceso. Mi decisión se
debía al nacimiento de una nieta de Don Pancho (él, al igual que mi padre, no
alcanzaron a conocer la disolución de mi primer matrimonio gracias a Dios) la
cual nació sin ojitos en España.
La sala de oftalmología había sido la
primera que me tocó en suerte iniciando el internado. La oftalmología española
gozaba de prestigio como la mejor del mundo, ostentando luminosos apellidos como ‘Castroviejo’ en
Nueva York, ‘Barraquer’ en Barcelona, ‘Arruga’ en Madrid y ‘Díaz Caneja’ en
Santander, que hacían palidecer cualquier otra Oftalmología sobre la superficie
del planeta en aquellos años de mil novecientos sesenta y tantos.
Por cierto que Don Hermenegildo Arruga, no
siendo militar, dio al mundo uno de los mayores avances en cirugía formando parte de un equipo que trabajó con
un sistema muy de estilo militar.
Lo platicaré pues lo aprendí en la primera
sala por la que rolé y me hizo enamorarme de una especialidad con cirugía
limpia, callada, en penumbra, sentado y con música suave (así son las guerras
en Oftalmología).
En 1919, en el Congreso Mundial de
Oftalmología; en Ámsterdam, Jules Gonin, oftalmólogo suizo revolucionó la cirugía del desprendimiento de
retina del siguiente modo: presentó resultados suyos y de un grupo de colegas
amigos repartidos por el resto del mundo (el correspondiente a España fue
Arruga) desarrollando la idea de que el secreto del éxito no era reaplicar la
bolsa de retina desprendida sino cauterizar el desgarro que lo acompañaba. Esta
presentación contundente sustentada en bases de tipo militar como son: el
conocimiento del terreno (conocimiento profundo de la anatomía, fisiología y
patología ocular); la elección inteligente del armamento (mini clavos y aparato
de diatermia, nunca usado antes en estos menesteres); la liberación de la
batalla en los frentes adecuados (diferentes especialistas en diferentes
países) y el reforzamiento del éxito (presentación de resultados en un congreso
mundial, no solamente un año antes en la comunidad oftalmológica suiza)
causaron tal impresión en el mundo oftalmológico que de inmediato se comenzó a
practicar el nuevo tipo de cirugía en todo el mundo.
El índice de curaciones en cirugía del
desprendimiento de la retina dio un vuelco estupendo. Un 15% de éxitos y un 85%
de fracasos dio un giro de 180° y se estableció el índice completamente
invertido: 85% de éxitos …15% de fracasos.
Desde entonces el “Premio Gonin” es el
equivalente al “Premio Nobel” de la Oftalmología.
En una ocasión, platicando con un ahijado
culto, joven e inteligente, conocedor de sus últimos tres mil años de Historia
(los que recomendaba Goethe inventariar para no vivir en la ignorancia y morir
en la oscuridad) emitió la siguiente frase tremenda y lapidaria:
--- Doc… yo siento que la humanidad es
culera.
Traté de hacerle ver, entre otras cosas,
que la Historia de la Medicina desmentía su frase con creces.
Espero haberlo conseguido …aunque es
difícil hacer notar algo que compense tanta porquería acumulada a través de la
Historia y en particular en lo referente a guerras y batallas tan diferentes de
las que supieron librar y ganar Gonin, Arruga y tantos otros a los que me traté
de sumar sin haberlo nunca logrado.
Mi único intento de incursionar en la
neurocirugía para salvar de su parálisis total a mi primo Manolín, quien,
también desde España, me había inspirado para convertirme en médico, había sido
cursado y olvidado al comprender que el caso era incurable, que el jefe del servicio
de neurocirugía, hacia quien tuve un leve intento de acercamiento, nunca fue de
mi agrado ni congeniamos, y a que las operaciones de esa especialidad me
parecieron toscas comparadas con las oftalmológicas (que en aquellos años eran
bastante toscas también).
Ese sentido mágico dentro de mis planes y
anhelos volvió a presentarse en esta ocasión y dediqué muchas horas de estudio
a la oftalmología; cuando debí haber estado aplicando yesos o fórceps pensando
en la posibilidad de ir a dar a un batallón cualquiera y no a la Clínica
Barraquer de Barcelona.
Mostrar cierto desapego al trabajo
rutinario durante esos dos años era mortal de necesidad. Las décimas de punto
se peleaban con saña. Cualquier atraso en un estudio, cualquier contratiempo,
era conocido por medio mundo y se decía, algo en serio, algo en broma, que si
te echabas un pedo en el sótano del hospital se sabía de él en el sexto piso en
cosa de segundos.
Para mantenernos en contacto con nuestros
servicios mientras caminábamos por los pasillos o ingeríamos apresuradamente
nuestros alimentos, había que estar constantemente viendo hacia lo alto de las
paredes donde había semáforos verticales cuya numeración parpadeante indicaba a
quién y desde dónde se le buscaba, así como claves secretas específicas de
alarma.
Los alimentos rara vez los disfruté
plenamente; desayuné siempre huevos tibios pues era lo que menos tiempo
tardaba en prepararse …menos de tres
minutos …y además …¡se podían beber! Algún compañero me dijo una vez:
---- Oye López …a ti te da
igual que te sirvan el jamón cocido que arrancárselo a la nalga del puerco
¿verdad? (poco imaginativo era, pues arrancar jamón de la nalga de un puerco no
es nada fácil ni rápido, pero la metáfora era, como tantas otras, falsa pero acertada).
Del desayuno había que irse
corriendo a pasar visita.
Benditas salas de mujeres
quienes se quejaban apenas lo justo y todavía, llenas de tubos y conexiones te
preguntaban ¿…y usted …como está doctorcito? Benditas ellas quienes a los cinco
minutos de cualquier nuevo ingreso ya la estaban cuidando, platicando,
consolando.
Lentas las salas de hombres
que se quejaban de no contar con un
curita y de asuntos tales como de que a uno no lo dejaban tocar la guitarra
después de las nueve de la noche o que al otro no le pegaba el sol sobre la
cama igual que a los demás …y yo con el reflejo gastro cólico post prandial
empeorado por la prisa ya que a las siete y media empezaba la junta del
personal residente en el auditorio.
Hubo pacientes en estas salas
que jamás cruzaron palabra con internado alguno durante toda su estancia
…fueron muchos, muchos … esa calaña de macho a ultranza quien primero se dejaba
sacar una muela sin anestesia antes que dejarse introducir un dedo por el
trasero para explorarle la próstata.
No me aguanto las ganas de
introducir un chiste al respecto.
Hubo en un batallón un soldado
quien adquirió fama de ventajoso pues siempre ganaba las apuestas que cruzaba.
Era insoportable y llegó a causar tantas desavenencias que su comandante
decidió transferirlo a otro batallón, advirtiéndole al coronel con quien iba a
llegar la clase de sujeto que era el soldado aquel.
Este otro coronel vio
inofensivo al soldado y llamándolo a su oficina le dijo:
---- Con que usted es muy
listo y se chinga a medio mundo en las apuestas ¿no?
---- No mi coronel, para nada,
yo siempre me arriesgo. Mire ahorita mismo yo le puedo apostar a usted diez mil
pesos a que tiene almorranas.
Aquel alto jefe, que no tenía
hemorroides, se dijo: ‘este es un pobre pendejo’.
---- ¡Aceptada la apuesta! Y
habiendo puesto ambos sobre una mesa las cantidades apostadas ordenó: ¡llamen
al Mayor médico que venga de inmediato!
---- ¡Noo mi coronel! Mi mayor
puede estar de su lado y chingarme con su opinión. Tengo que ser yo quien lo
compruebe.
Asegurándose el coronel de que
no había observadores por las cercanías se bajó pantalón y calzones y mostró
muy orgulloso la región anal libre de hemorroides.
---- ¿Ya lo vió! ¡poor media
vuelta! ¡retírese!
---- Momentito mi coronel,
usted sabe que hay almorranas internas que no se ven …tengo que tocar.
El comandante aquel estuvo a
punto de sacarlo a patadas pero el orgullo de poder demostrarle a su amigo del
otro batallón lo simple que le había sido destruir el mito del apostador ventajoso
….y los diez mil pesillos …aseguró la puerta, revisó el cierre preciso de la
persiana …y se dejó tocar.
---- Nooo pues siii… perdí mi
coronel. Y saludando marcialmente con chasquido de tacones y briosa sacudida de
la mano al retirarla de la ceja, dio media vuelta y se retiró respetuosamente.
Ese mismo día este coronel se
comunicó con el otro y le contó lo ocurrido.
---- ¿No que muy listo tu
soldadito?... ¡se me hace que tu batallón está lleno de retrasados mentales!
---- ¡Oye, oye!, vuélveme a
explicar …¿nada más te vio? ¿no te dijo que tenía que tocar porque había
hemorroides internas?
---- Pues sí …¡y qué! …había
que acabar con la fama de ese tipo de una vez por todas y ponerlo en su lugar.
---- ¡¡ Carajo !! ¡ cómo te
fuiste a dejar ! ¡ese cabrón me apostó veinte mil pesos al irse de mi batallón
que llegando al tuyo, antes de una semana te metería un dedo por el culo!
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