"El propósito del arte no es una quintaesencia intelectual, rarificada
sino la vida, la brillante e intensa vida."

Alain - Arias Misson

miércoles, 15 de marzo de 2017

Alma de Mayor (Parte 20)

La sangre conquistada, dulce y fatalista del indígena, yo ya no la vi aparecer en mis años de Mayor más que en ciertos elementos de tropa. La poca que aparecía en otros niveles castrenses estaba ya tan diluida que yo siempre noté más defectos y virtudes españolas que aztecas en el ejército mexicano, así como en mí mismo he notado siempre más virtudes y defectos árabes que godos.

     Vamos a ver …simplemente un ejemplo: las palabras que el idioma español heredó de los árabes son: azul, alhelí, alcohol, almohada, ajedrez, álgebra y tantas y tantas bellas expresiones de artes, ciencias, colores y otros asuntos muy de mi gusto.

     Las palabras de origen godo son: tregua, yelmo, galardón, espía, estribo y tantas y tantas otras de guerra y labranza que no me hacen ‘tilín’ para nada.

     ¿A quienes me parezco más, a los tan alabados guerreros de Pelayo y la reconquista o a los sarracenos y sus ocho siglos de dominación árabe? (puesto que me metí voluntariamente al ejército …quiere decir que …tal vez a ambos por partes iguales)

     Quien se empeñe en lo contrario y niegue los siglos de impregnación de otras razas en uno mismo está jodido, sufriente y haciendo sufrir de balde a los demás.

     Curiosamente mi ascendencia gachupina fue aceptada e incluso vista con aprecio mucho más en el ejército mexicano que en todas las escuelas  privadas por las que pasé antes de iniciar la carrera en la Escuela Médico Militar.

     Esto no es ninguna paradoja. Los militares somos mejores que aquellos niños y niñas (y maestros que lo toleraban con beneplácito) quienes por las fiestas patrias le gritaban a mi esposa ‘mueran los gachupines’, “muérete Ásun, muérete”, y la hacían tirarse al suelo cuando esa criatura tenía cinco o seis años y acababa de llegar a México desde un país deshecho por una guerra fratricida esperando encontrar ayuda y consuelo.

     Y al decir “somos”, después de cuarenta años fuera de las fuerzas armadas, es porque digo y sostengo que ser médico militar es para siempre …no como dijo un equívoco compañero también oftalmólogo, algo posterior a mí pero encumbrado en el nivel castrense, al presentarme con un general en la sala de Oftalmología estando yo en situación de retiro:

     ---- Mi general. Le presento al Dr. López Rodríguez. ‘Ex médico militar’.

     ---- Permíteme aclararte Fulano, que no soy ‘ex médico militar’. Soy médico militar; Mayor M. C. en situación de retiro.

     Aquel general, quien debe de haber sido alguien importante por el modo en que mi compañero lo procuraba, sonrió complacido y apoyó mis palabras.

     Ser Médico Militar es una unción irrechazable e insoslayable. Queda uno ungido en un sitio de honor para toda la vida y con ello se me dio una sensación de pertenencia a la patria muy pero muy diferente que la que recibí en primero de secundaria cuando aprendí en clase de civismo que por ser hijo de españoles no podría ser nunca presidente de México.

     ¿¡Qué poca madre, no!? Que porque no queriendo que Limantour desplazara a Porfirio Díaz, el Legislativo haya permitido semejante pendejada durante tantísimos años …y que se entere de ello en el aula un adolescente mexicano brillante y sensible que va “a por todas” en la vida.

     Como se me hace que ya me pasé de rollo con toda esta filosofía patriótica y racial, y temo haber caído en un patriotismo sombrío, me saldré rápidamente hacia la fiesta brava (refugio luminoso de muchas de mis más profundas meditaciones) para recordar que tal vez quien mejor y más emotivamente ha dicho todo lo que yo he tratado de decir en estos largos párrafos anteriores fue Don Agustín Lara en su pasodoble “Silverio” cuando le canta y le dice:

     “Monarca del trincherazo, …torero, …torerazo, …azteca …y español.


     Y pasemos a otro asunto.