La sangre conquistada, dulce y
fatalista del indígena, yo ya no la vi aparecer en mis años de Mayor más que en
ciertos elementos de tropa. La poca que aparecía en otros niveles castrenses
estaba ya tan diluida que yo siempre noté más defectos y virtudes españolas que
aztecas en el ejército mexicano, así como en mí mismo he notado siempre más
virtudes y defectos árabes que godos.
Vamos a ver …simplemente un ejemplo: las
palabras que el idioma español heredó de los árabes son: azul, alhelí, alcohol,
almohada, ajedrez, álgebra y tantas y tantas bellas expresiones de artes,
ciencias, colores y otros asuntos muy de mi gusto.
Las palabras de origen godo son: tregua,
yelmo, galardón, espía, estribo y tantas y tantas otras de guerra y labranza
que no me hacen ‘tilín’ para nada.
¿A quienes me parezco más, a los tan
alabados guerreros de Pelayo y la reconquista o a los sarracenos y sus ocho
siglos de dominación árabe? (puesto que me metí voluntariamente al ejército …quiere
decir que …tal vez a ambos por partes iguales)
Quien se empeñe en lo contrario y niegue
los siglos de impregnación de otras razas en uno mismo está jodido, sufriente y
haciendo sufrir de balde a los demás.
Curiosamente mi ascendencia gachupina fue
aceptada e incluso vista con aprecio mucho más en el ejército mexicano que en
todas las escuelas privadas por las que
pasé antes de iniciar la carrera en la Escuela Médico Militar.
Esto no es ninguna paradoja. Los militares
somos mejores que aquellos niños y niñas (y maestros que lo toleraban con
beneplácito) quienes por las fiestas patrias le gritaban a mi esposa ‘mueran
los gachupines’, “muérete Ásun, muérete”, y la hacían tirarse al suelo cuando
esa criatura tenía cinco o seis años y acababa de llegar a México desde un país
deshecho por una guerra fratricida esperando encontrar ayuda y consuelo.
Y al decir “somos”, después de cuarenta
años fuera de las fuerzas armadas, es porque digo y sostengo que ser médico
militar es para siempre …no como dijo un equívoco compañero también
oftalmólogo, algo posterior a mí pero encumbrado en el nivel castrense, al
presentarme con un general en la sala de Oftalmología estando yo en situación
de retiro:
---- Mi general. Le presento al Dr. López
Rodríguez. ‘Ex médico militar’.
---- Permíteme aclararte Fulano, que no
soy ‘ex médico militar’. Soy médico militar; Mayor M. C. en situación de
retiro.
Aquel general, quien debe de haber sido
alguien importante por el modo en que mi compañero lo procuraba, sonrió
complacido y apoyó mis palabras.
Ser Médico Militar es una unción
irrechazable e insoslayable. Queda uno ungido en un sitio de honor para toda la
vida y con ello se me dio una sensación de pertenencia a la patria muy pero muy
diferente que la que recibí en primero de secundaria cuando aprendí en clase de
civismo que por ser hijo de españoles no podría ser nunca presidente de México.
¿¡Qué poca madre, no!? Que porque no
queriendo que Limantour desplazara a Porfirio Díaz, el Legislativo haya
permitido semejante pendejada durante tantísimos años …y que se entere de ello
en el aula un adolescente mexicano brillante y sensible que va “a por todas” en
la vida.
Como se me hace que ya me pasé de rollo
con toda esta filosofía patriótica y racial, y temo haber caído en un
patriotismo sombrío, me saldré rápidamente hacia la fiesta brava (refugio
luminoso de muchas de mis más profundas meditaciones) para recordar que tal vez
quien mejor y más emotivamente ha dicho todo lo que yo he tratado de decir en
estos largos párrafos anteriores fue Don Agustín Lara en su pasodoble
“Silverio” cuando le canta y le dice:
“Monarca del trincherazo, …torero,
…torerazo, …azteca …y español.
Y pasemos a otro asunto.
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