"El propósito del arte no es una quintaesencia intelectual, rarificada
sino la vida, la brillante e intensa vida."

Alain - Arias Misson

lunes, 9 de octubre de 2017

Alma de Mayor (Parte 25)

   Pero antes de pasar a cosas alejadas de los artículos, publicaciones, libros, etc. quiero compartir con ustedes las reflexiones inherentes a un articulazo que leí en ese año de 1963 en el American Journal of Ophthalmology y que se titulaba: “Vietnam a través del oftalmoscopio”.

     Fue escrito por un ‘residente’ como yo, pero ya haciendo su especialidad de oftalmología en un hospital de los Estados Unidos.

     Como a tantos ‘residentes’ allá (por eso muchos se regresaron a sus países y no quisieron quedarse a terminar su especialidad) se le envió a Vietnam por una larga temporada.

     Quedó adscrito al servicio de oftalmología en un barco hospital y hasta sus quirófanos llegaban los heridos en helicóptero. Ya era obsoleto aquel sistema de servicios escalonados en tierra que me fue enseñado durante la carrera.

     Las heridas que involucraban al ojo eran tan serias que por lo general entraban a operar simultáneamente los servicios de oftalmología, otorrino, neurocirugía y cirugía plástica, pues los destrozos casi siempre eran considerables.

     Lo memorable del artículo era que comentaba lo contentos que llegaban estos heridos (cuando estaban conscientes, desde luego) porque ya la guerra  habia terminado para ellos.

     Por esos años tuve un amigo, médico civil diez años mayor que yo que nació en Chicago pues su padre pertenecía al servicio diplomático mexicano.

     Me platicaba que cuando se presentó en la embajada de los Estados Unidos en México y se le ocurrió decir en voz alta que iba para renunciar a su ciudadanía (corría peligro de ser mandado a Corea), hasta las máquinas de escribir quedaron silenciosas y se clavaron en él las miradas estupefactas y rencorosas del personal de oficina. Fue una conmoción.

     Este mismo amigo me platicaba de otro amigo que sí fue y que le contaba de la mierda que es una guerra, con ejemplos inolvidables.

     Les platicaré uno de ellos:

     Recordaba que las películas donde aparece la infantería de marina de los Estados Unidos, con el himno hermoso que tiene ese cuerpo (lo sé tocar en la armónica) como fondo de heroicas maniobras de desembarco, eran pura fantasía orientada a despertar un patriotismo letal (en Estados Unidos cuando empezaban a exhibir películas de John Wayne ya les daba miedo de lo que estaba por venir).

     Ese amigo de mi amigo fue protagonista de uno de esos desembarcos en lanchas que al llegar a la playa abrían una gran compuerta y bajaban trotando airosamente con el fusil cruzado marcialmente ante el pecho un madral de soldados deseosos de pelear.

     ¡Mentira! ¡mentira! En el mar, antes de llegar a la playa ya habían vomitado y cagado casi todos de miedo y del vaivén brutal, y el piso del lanchón era una batea de vómito mierda y proyectiles sueltos caídos de sus propias cartucheras en el que se resbalaban al salir a la playa, cayendo muchos al agua de mala manera y ahogándose enredados unos con otros.

     Esto de los pisos cagados y vomitados en las batallas lo explica magistralmente Pérez Reverte en su novela: “Cabo Trafalgar”, donde describe a los grumetes de nueve a doce años ocupados, entre otras muchas cosas, en cubrir con tierra y aserrín las lagunas de sangre, vísceras y excremento de cubierta para permitir desplazamientos precarios y llenos de peligro.

     Eso es la guerra.

     Años después asistí a una conferencia en el auditorio de nuestro hospital donde un grupo de médicos militares estadounidenses nos pasaron transparencias, no de heridos ni de cirugías, sino de jugadas y estadios de futbol americano y de cómo se habían seguido los lineamientos de este deporte en la asistencia médica durante la guerra del Golfo Pérsico.

     No entendí ni madre y me salí rápidamente de la conferencia a la que habían hecho asistir perfectamente uniformados, cortaditos del pelo y sentados derechitos a todos los cadetes de la Escuela Médico Militar, de la Escuela de Oficiales de Sanidad, de la Escuela Militar de Enfermeras y a todo el personal médico del Hospital Central Militar (yo creo que hasta las cirugías fueron reprogramadas) para darle lucimiento a una conferencia que ningún provecho nos ofrecía (todavía y nos hubieran enseñado logística de Sanidad en Campaña inspirada en el box o las luchas o en el soccer o de perdis en las cascaritas de tochito) pero con fotos de los estadios de los Santos de Nueva Orleáns y esquemas de jugadas de los Acereros de Pittsburgh …ya ni joden; tanto los norteamericanos como nuestros jefes, responsables de ese tan diplomático, presuntuoso y desagradable evento.

     En esto del manejo de la guerra hacia lo sublime fue un genio Goebbels en el partido nazi. Eso de despertar el entusiasmo mortal y suicida de sus juventudes, el fascismo lo supo hacer muy bien y yo caí en ello cuando en España, haciendo mi cuarto año de primaria en 1946 pertenecí a las falanges juveniles de Franco (ningún escolar se escapaba) y, uniformado de ‘flecha’ (boina roja, camisola azul, pantalón corto gris, calcetas blancas y botas negras), desfilaba por las calles de León cantando himnos guerreros y remarcando el cántico con fuertes y sonoras pisadas debidas a los estoperoles que aquellas botas infantiles ya llevaban clavados en las suelas. Nos llevaban al monte San Isidro de paseos campestres en medio de una gran hermandad, servicio y disciplina. Si aquel año me hubieran pedido que diera la vida por Franco, Primo de Rivera, la Falange y la madre que los parió a todos …la hubiera dado.

     Desde aquí te saludo Mohamed Alí que siendo valiente y bueno para los chingadazos de un modo indudable y convincente, sin que nadie te pudiera tachar de cobarde, quemaste tu cartilla militar y renunciaste a la guerra de cara al mundo …con todas sus consecuencias.


     Si alguno de mis lectores quiere darle a la hilacha masoquista y beber hasta la hez de este cáliz  le recomiendo “Sin Novedad en el Frente” de Erich Maria Remarque. Me gustó tanto que lo mandé encuadernar en piel negra, con letras doradas y se lo regalé a la novia como primer regalo.