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LAS
“MISES UNIVERSO”
Y
LOS ÁLBUMES DE
ESTAMPITAS
Desde ahí me di cuenta que para mí tratar
de destacar en el medio castrense iba a ser una lucha estéril pues me faltaba
esa chispa amorosa hacia los superiores (superiores en grado militar nada más
…por supuesto).
Ese amor por la superioridad me pareció
siempre indispensable para alcanzar grandes alturas en el ejército y un caso
claro al respecto es el de Bernardo Bidart Ramos quien ha alcanzado grandes alturas
castrenses.
El me platicaba en cierta ocasión que tuvo
que interrumpir todas sus actividades médicas una temporada por haber sido
comisionado como médico responsable del certamen Miss Universo que se celebró
una vez en Acapulco.
Compartiendo una sabrosa charla comiendo
él y su esposa con Asun y conmigo en el Centro Gallego, nos contó anécdotas
interesantes de todo tipo (Bernardo es un mago no sólo de la prestidigitación
–es su hobbie y pertenece al Círculo de Magos Mexicanos– sino del arte
anecdótico) referentes al certamen y de lo difíciles que eran de controlar
algunas de esas beldades, neurotizadas severamente algunas de ellas. Finalmente
nos platicó que en el banquete de fin de fiesta él tomó la palabra y dijo:
---- Le estoy profundamente agradecido al
ejército por haberme permitido conocer y tratar a las mejores “viejas” y a los
mejores “viejos” del mundo.
Sin comentarios.
Muchos critican a Bidart por su meteórico
ascenso en el ejército diciendo que si es un seductor, que si la magia, que si
sus trucos.
Bernardo es hijo de un muy querido
almirante y el amor a su padre (con frecuencia me platicó de él siendo cadetes)
lo siguió sintiendo por los superiores. Su simpatía y amor hacia todo lo
castrense no sólo se reflejaba en su comportamiento sino en el de los otros
militares hacia él.
Baste un ejemplo:
Siendo él mayor médico (creo que de
Guardias Presidenciales) y yo de la Segunda Compañía de Sanidad, me mostró tres
álbumes completamente llenos con cubiertas de cajetillas de cerillos “Clásicos”
que representaban pinturas famosas.
Los tres álbumes los había completado él
con las cajitas que le regalaban sus pacientes, subordinados y superiores, ya
que él no fumaba.
Yo fumaba como chacuaco, compraba cerillos
a lo idiota para poder llenar ese album (siempre quise llenar aunque fuera uno
sólo en mi vida …desde niño) y no llené ni la mitad.
Durante el internado en el Hospital
Militar era muy deseado pasar un mes por la “sala de generales” en el quinto
piso (el famoso: “cementerio de las águilas”). Todo el que pasaba salía con
algún regalo, desde una pistola cuarenta y cinco con cachas de oro hasta un
juego de placas para un taxi. Yo no saqué más que alguna leve amonestación de
nuestro director por no ser más cortés con ellos.
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