"El propósito del arte no es una quintaesencia intelectual, rarificada
sino la vida, la brillante e intensa vida."

Alain - Arias Misson

domingo, 8 de julio de 2018

Alma en Tránsito Capítulo 14: Pláticas y chistes entre militares


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PLÁTICAS  Y  CHISTES  ENTRE  MILITARES
(PRIMICIAS DE CORRUPCIÓN)

     La plática con esos militares de carrera no se me facilitaba, pero sí los escuchaba con atención; y en una de esas, ya con casi treinta años de edad, escuché por vez primera algo real relacionado con la corrupción a nivel oficial …¡Tiempos aquellos en que estos eran temas para ser platicados con asombro!

     Te lo contaré pues fue primicia para mí y como toda primicia, tiene su encanto.

     El asunto se refería a un retén militar por donde pasaba con frecuencia, recién terminada la Segunda Guerra Mundial (mil novecientos cuarenta y seis o cuarenta y siete), un camión lleno de lechugas manejado por un chino.

     El oficial al mando del retén, deseoso de perfección y cumplimiento, en cierta ocasión hizo revisar una vez más algunas de esas lechugas, pero no nada más entreabriéndolas y quitándoles algunas hojas, sino haciéndolas picadillo.

     ¡Cuál no sería su sorpresa! al descubrir que en el trónculo central venían escondidas y muy bien enrolladas, tapadas con su respectivo tapón en forma de gruesa y apretada rodaja vegetal, un contrabando de medias de seda y cosméticos para ojos y labios.

     Aquél oficial dio parte a sus superiores y …aquí viene lo que a todos, inocentes de nosotros, nos causaba asombro en aquél tiempo: …el oficial fue cambiado de comisión de inmediato.

     Pues esto, no te miento; en mil novecientos sesenta y cinco era tema sabroso, original y sorprendente de conversación entre comandantes de unidad en el campo militar número uno de nuestro México querido, y de total estupefacción para este joven mayor médico cirujano que ansiaba salir franco para írselo a contar a los amigos del medio civil y verles abrir tamaños ojotes mientras él se las daba de vivir entre la gente misteriosa e inalcanzable que sabía de esos recónditos  asuntos y recursos del hampa.

     Si esto se lo cuento hoy a los escuincles de una guardería del IMSS capaz que algunos se mean y otros se caen de la cuna convulsionando de risa.

     Escuchar las pláticas de militares ya viejones tenía su encanto atroz. Su sentido del humor parecía bueno pues era acompañado de sonoras carcajadas de los subalternos, pero …mejor te cuento un par de ejemplos.

     Un general ya viejo decía que su esposa se había enamorado de él al verlo orinar en una fiesta (sin comentarios; dime de que presumes y te diré de que careces).

     Otro hacía una historieta burlona de un compañero de su generación quien fue al Hospital Central Militar a que lo bajaran de peso pues estaba ya muy gordo. El tratamiento le dio buen resultado, pero pronto regresó a consulta; esta vez de psiquiatría ya que al correr escuchaba que le aplaudían siendo que era de madrugada y no había ni un alma más que él en la pista.

     Un psiquiatra que se ofreció a correr con él descubrió que el ‘clap’ ‘clap’ ‘clap’ lo iban haciendo las nalgas caídas del general cuando trotaba.

     No niego que conocí militares sumamente cultos …más bien instruídos. Los verdaderamente cultos los he venido a conocer más bien entre los marinos.

     Yo creo que hay una gran diferencia entre la ‘army’ y la ‘navy’ mexicana. Pienso que el ambiente marinero y las muchas horas de soledad le dan al jefe naval una personalidad característica con rasgos de distinción muy notorios.

   Tuve, siendo cadete, la oportunidad de oír  a dos jóvenes tenientes del ejército bromear entre sí. Elpidio Barrios Tapia, compañero mío en primer año de carrera, acababa de regresar de Argentina donde fue comisionado a no recuerdo qué. Era teniente de infantería egresado del Colegio Militar; alto, moreno, buen tipo, de bigote fino, el cual se usaba en aquellos años al estilo de Clark Gable o Errol Flynn: afeitado de entre la nariz y el bigote, era un pedo tenerlo bien arreglado; había que rasurar esa zona con la hoja de afeitar partida a la mitad, con pulso de cirujano tanto en la mano diestra como en la siniestra (ya que rasurarse la parte izquierda del bigote con la mano derecha …pues …no ves ni madre en el espejo) y paciencia de santo (muy galán tenía uno que querer parecer para tomarse tanto trabajo).

     Me platicaba que en Argentina las chavas le decían “morocho”  y que tenía tanto pegue o más que cualquier rubicundo y germanófilo cadete argentino; a los que les llamaban: “fósforos” por ser la mayoría rubios o pelirrojos. Estos cadetes, al contrario que en México, eran muy bien recibidos y hasta anhelados por las familias pudientes como pretendientes de sus jovencitas de alcurnia.

     Recuerdo también que me enseñó a mentar la madre al estilo argentino: en vez de decirse el mexicanísimo:  “vas y chingas a tu madre” se decía: “veté mucho a la concha de tu madre”.

     Pues mi teniente Barrios era compañero de antigüedad  del también teniente, pero de caballería: Francisco García Peltier, egresado igualmente del Heroico Colegio Militar.

     Era Peltier también alto y de tez clara; más musculoso que Elpidio y de muy buen carácter. Cursaba ya el segundo año de carrera cuando Elpidio y yo estábamos en primero y éramos compañeros de habitación.

     Un día Elpidio le dijo a Peltier:

     ---- Oye mi teniente: ¿quesqués cierto que pa’entrar a caballería en el Colegio hay tres requisitos “de a huevo” aparte de los exámenes?

     ---- Pues hay muchos, mi buen.

     ---- No mano, sólo son tres; tengo entendido que nada más hay que ser: güero, fuerte y pendejo.

     ---- Sí Elpidio pero no sé si sabrás que también las cosas son parecidas, pero más fáciles para las otras armas.

     ---- Pues ha de ser para los de artillería, que ya no necesitan ser güeros

     ---- Exacto mi teniente Barrios; para ser de artillería basta con ser fuerte y pendejo …pero ¿sabes que para entrar a infantería tampoco es necesario ser fuerte?

     Y se carcajeaban de su ingenio. Ambos eran irreverentes en relación a cosas militares que a mí todavía me parecían sagradas y de ellos aprendí que la milicia tiene mucho de verdad pero también ¡cómo no! su buena parte de pose. Me percaté de que las expresiones jocosas hacia temas supuestamente sacrosantos tales como los niños héroes el himno nacional e incluso los emblemas, jamás las escuché en el medio civil; solamente se daban entre militares (bien decía mi madre: “la mucha confianza es causa de menosprecio”).

     Daré un par de ejemplos:

     Cuando alguien se caía no faltaba quien entre risas y aspavientos como de envolverse con el lábaro patrio repetía la estrofa poética aquella de: …”y así cayeron los niños héroes bajo las balas del invasor”.

     Cuando alguien era “muy militar” se le decía que era “piedra”, pero también “masiosare” (por aquello de: …’mas si osare un extraño enemigo profanar con su planta tu suelo’ …etc., etc.)


      Como es natural, el sentido del humor castrense a veces se  contagiaba y llegué a escuchar a un gran maestro médico militar, general y charro, al estar terminando de operar, contar cosas horribles supuestamente chistosas. Hacía reír al anestesista y ayudantes lambiscones contando de aquél cirujano plástico amigo suyo que le quiso estirar tanto la piel de la cara a un paciente, miembro viejo e importante de la charrería nacional, que las suturas se reventaron y le quedaron unas cicatrices blancas, anchas y alargadas por delante de las orejas hasta el cuello “igualitas al barbuquejo del sombrero charro”.

     A propósito de anestesistas …¿sabes lo que se necesita para ser un magnífico anestesiólogo?  ¿No? Se necesita ser las tres ‘ch’:  chingón, chistoso y chismoso.

     Ahí te lo dejo …yo no lo siento así, pero era común oírlo en el medio civil (en el medio militar eran oficiales de sanidad quienes nos daban las anestesias y se guardaban las distancias) cuando, al final de la cirugía, entraba el “relax” y empezaba “la comadre”  (¡aguas! …no dije “el desmadre”). 





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