"El propósito del arte no es una quintaesencia intelectual, rarificada
sino la vida, la brillante e intensa vida."

Alain - Arias Misson

domingo, 9 de agosto de 2015

Alma de Cadete (Parte 19)

Además, el quinto año es de hablar de los maestros. Fue el año de conocer a las figuras míticas, consagradas, a las que uno aspira emular… y si es posible ser su ayudante y si uno lo vale, heredar su clientela y su fama.

     Tal vez sea raro que me exprese así. Se me ha preguntado por qué no me uní como oftalmólogo al grupo de Sanatorio Durango. Ni siquiera lo pensé. El hecho de que ahí señoreara el maestro Zertuche en una edad aún de gran fuerza me mantuvo alejado pues no quise ser ayudante de nadie… nunca.

     He dicho que no quería competir con él pero la verdad es que nunca consideré ese asunto. Con los años David Gutiérrez lo hizo y lo hizo bien pues se acercó a comprarle al maestro su consultorio cuando Don Abelardo ya deseaba retirarse.

    Como sé que mis compañeros de generación serán mis lectores (ojalá no los únicos), quiero detenerme en el tema del maestro Zertuche pues fue un hombre exitoso, con dinero, fama y familia. Sin embargo murió en tristes condiciones, hemipléjico y poco atendido en su natal Piedras Negras.

     ¿Por qué sucedió esto si era un hombre maravilloso? Sucedió porque se aisló de sus amigos.

     Creo que la amistad que nos une a los que fuimos cadetes de una misma generación en la Escuela Médico Militar es extraordinariamente fuerte aunque algunos no quieran creerlo. Aunque hayan pasado chingo de años sin vernos y sin hablarnos. Aunque hayamos tenido dificultades unos con otros.  

     Los que la sientan aún débil, si la cultivan, irán viendo que es una garantía de atenta vigilancia y buen trato en la vejez y esto ya es el treinta por cierto de lo que aspira uno de viejo: buen trato, compañía y ausencia de dolor.

     El feudo médico militar era amplísimo cuando fui cadete. Mis maestros dominaban amplios panoramas privados y empresariales en tiempos en que una buena iguala era rara. No se acostumbraban los seguros de gastos médicos. Más del ochenta por ciento de ingresos a hospitales privados eran de pacientes particulares.

     La pediatría era suya, tanto en el Hospital Infantil como en los Hospitales Infantiles de Zona.

     Los grandes centros hospitalarios privados del D. F. como: Durango, Las Américas, Dalinde, Central Quirúrgica y Mocel eran de ellos en tiempos en que no existía Humana (luego Grupo Angeles) ni el Iman ni el Inpi ni la madre que los parió.

     Cardiología pudo haber sido feudo médico militar que, según me dijeron, se perdió por fallas diplomáticas de aquel médico militar mítico por su memoria pero no por su diplomacia: Meneses Hoyos.

     Estos médicos míticos de generaciones muy anteriores a la mía se me hace que estaban medio chiflados. Ahí les va una anécdota cojonuda.

     Meneses Hoyos se sentía gran jugador de ajedrez y se dice que de cadete lo jugaba contra Pico Navarro (¿se acuerdan de aquel maestro neuro psiquiatra que ofrecía llevar paquetitos de agujas para picarnos unos a otros explicando la diferencia entre el sadismo y el masoquismo?) pero verbalmente; tirados cada uno en su catre e imaginando simultáneamente seis partidas que se desarrollaban en cada cara de un cubo imaginario.

     Ya me los imagino: “cara uno: peón a cuatro del rey; cara dos: caballo a tres del alfil del rey: cara tres etc. etc.” dictando seis movimientos por cada jugada.

     Para que se hagan una idea de lo que esto era les diré que hubo por aquellos tiempos jugadores como Miguel Najdorff que ostentaba el record mundial de partidas simultáneas sin ver el tablero, jugando y ganando contra más de cuarenta contrincantes pero nunca en tableros de conformación cúbica que además, dicen algunos, contenían reglas para que las piezas brincaran de tablero en tablero de alguna manera extraña (estas locuras no son imposibles pues a Boby Fisher le encantaba jugar al ‘gana pierde’ en que el ganador era el perdedor y por lo tanto se jugaba a perder en vez de a ganar) (es una locura pero es divertido y se adquiere una mentalidad diferente muy apreciada en este maravilloso juego).

     Si esta locura genial la llevaban a cabo de verdad o nada más eran payasadas no lo sé pero desde luego la fama los acompañaba por donde quiera que iban y pocos se atrevían a enfrentárseles.

     Siendo adjunto, Meneses, de la sala de Cardiología, jugó una partida con un mortal común y corriente (creo que fue con Díaz Gómez) quien andaba por la sala aún como perro sin dueño.

     ….Perdió Meneses Hoyos… y desde aquel día llegaba con el tablero y las piezas bajo el brazo retando al espantado pero gozoso ganador quien nunca le dio la revancha y al que hubo que cambiar a un servicio lejano para que eso no terminara en tragedia.

     A la inversa de los primeros años en los cuales los maestros me parecieron malos en su mayoría, no siéndolos todos. En quinto año los buenos fueron inmensa mayoría. Creo justo decir que todavía figuró en el profesorado alguien quien aparte de mal maestro era detestable como persona. No diré su nombre, sólo recordaré que sólo él poseía llaves de las puertas de su servicio, sólo él decidía. No tenía adjuntos con voz propia. Pasaba visita cortando uñas de los pies de algún paciente por aquí; subiéndose al quicio de una ventana por allá, para enderezar una cortina. Guardaba cubetas con cerebros humanos en un cuarto bajo llave, se peleaba como un plebeyo hostigando con el grado y sus influencias para conseguir una autopsia, operaba de vez en cuando y se le morían en elevado porcentaje (a su paso como neurocirujano en el Hospital Español se ganó el apodo de ‘el vengador de Cuauhtémoc’, no sé si por los muertos o por los vivos atormentados con su cajita de dar electro choques). Bromeaba y reía dizque enseñando clínica mientras provocaba chisguetes de suero que salían por alguna parte del cerebro de una paciente consciente; cobraba consulta privada dando clase, tenía el mejor coche, la mejor casa pero era un culero que se rajaba a enfrentarse como hombre con un residente que, como yo, le llegué a poner el alto por acusarnos de provocar abortos en el Hospital; encabronado porque un día no le pude adjudicar quirófano.

     Un hombre enfermo al que se le permitió mangonear un servicio que debía haber sido maravilloso y que sin embargo nadie quería pasar por él. Con él terminaron mis ilusiones de hacerme neuro cirujano.

     Un enfermo que poco antes de morir, viudo, solitario y demente llegó a hacerse presente con negligeé y rizadores en la cabeza.

     …Y me pregunto: ¿por qué sus amigos y compañeros de generación no lo cobijaron, no lo cuidaron, no lo retiraron a tiempo de una batalla perdida en medio del ridículo y la ignominia? ¿por qué no supieron defenderlo de sí mismo?


     Hasta del éxito tenemos que cuidarnos unos a otros. Esto es parte esencial del alma de un cadete.

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