La piel, la mente, la nariz,
oídos y garganta, los tumores, las materias militares… todo el plan de estudios
se llevó a cabo puntualmente y sin interrupciones durante mi carrera. Nada de
huelgas, ningún movimiento armado, no catástrofes excepto las propias de cada
uno a través de su corazón juvenil y enamorado. Prohibido casarse todavía.
Había mucho que hacer por delante.
Ahora que menciono la piel
quiero dejar constancia de un parte aguas que viví en relación con la
dermatología.
Era una especialidad
relativamente nueva todavía en 1959.
Lo que ahora es una
impresionante montaña de sabiduría, medicina interna e incluso algo ya de cirugía,
era mucho menos que la oftalmología. Era el refugio de todos aquellos venereólogos
que se quedaron sin especialidad con el advenimiento de la penicilina.
Nuestro flamante director de
la Escuela Médico Militar era un imponente general con una pequeña
especialidad… y digo pequeña no por ser pobre en asuntos de dinero sino pobre
en asuntos de prestigio.
Tiempo después, el
advenimiento de la cimetidina casi acabó con la gastroenterología quirúrgica en el sentido de que dejó de ser la reina de
los pizarrones en que se anunciaban las operaciones de cada día. Cuando fui cirujano general
destacaban a montones enunciados tales como: gastrectomía, antrectomía,
vaguectomía, que han desaparecido de los quirófanos pues las úlceras pépticas
ya no se tratan así.
Aquellas opiniones exaltadas
de que la cirugía lo era todo se habían apagado.
Pronto aprendí que fuera de
los quirófanos se luchaba tal vez con menos glamour pero sí con más recursos e
intensidad por la salud del ser humano que mutilando cuerpos.
Afortunadamente la cirugía se
ha vuelto menos mutilante, más minimalista, más protésica y reconstructiva que
mutilante.
En aquellos tiempos un
cirujano operado de catarata daba por terminada su actividad quirúrgica. No se
podía operar nada con unos anteojos de doce dioptrías a los que llamábamos
‘cajas de sorpresas’ porque, ni el vaso para beber estaba donde pensábamos, ni
el coche que se nos venia encima en la calle estaba a la distancia supuesta ni
se podía dar pie con bola cortando y suturando un cuerpo enfermo en el
quirófano.
Seguiríamos así de no haber
habido enorme investigación en lentes de contacto e intraoculares así como en
ingeniería biomédica para los nuevos aparatos, suturas, sustancias
viscoelásticas y medicamentosas que permiten al cirujano lucirse y acaparar tanto
los honores como las demandas.
Los cirujanos pagamos la
factura que nos pasa esa honra al ser mucho más exigidos por el paciente.
Se sabe ya que los resultados
son constantes, precisos, exitosos. Es necesario pagar altas primas por fuertes
seguros que nos protejan durante el ejercicio de nuestra profesión
Ya nadie se asombra de poder
ver al día siguiente de ser operado de una catarata ó de una cirugía
refractiva. Quiere y exige ver... y ver bien.
Los nombres de los cirujanos
exitosos y acertados ya no se graban ni permanecen tanto en las memorias que
sufren y el enfermo elige basándose más en su economía que en su fe.
Lo abogados, muchos de ellos
verdaderos filibusteros que careciendo del botín atracan al galeón, convencen
con relativa facilidad a los familiares y pacientes inseguros de si hicieron o
no buen negocio en asuntos de salud y así magníficos cirujanos competentes y
bien intencionados mueren o se suicidan ante demandas ruinosas ó prolongadas en
que estuvieron mal protegidos.
Curiosamente los malos
cirujanos, los que son una amenaza, casi nunca son demandados. Son unos genios
de la seducción.
Las cosas cambian y hay que
detectar y aceptar o rechazar el cambio oportunamente. La inteligencia se mide
con mucha precisión por el poder de adaptación.
Estos asuntos de comprensión de
valores y criterios son un factor ineludible e inapreciable para el alma de un
cadete
Esta disposición a estar
enterado de la historia y otorgar el beneficio de la duda en su caso. El sano
escepticismo que suaviza la rigidez dogmática de conceptos, heredada de la familia
y la religión; yo se lo agradezco a mi Escuela y no me canso de honrarla y
ensalzarla; entendiendo por Escuela Médico Militar todo… todo lo que llevo escrito
y mucho más que no alcanzaré nunca a exponer ni a explicar en su totalidad y
gloria.
Antes de pasar al sexto y
último año de la carrera debo cumplir con el compromiso que hice de comentar
asuntos relacionados con la cirugía experimental.
Valgan dos fragmentos de
correspondencia entre Ramiro García Reyes y yo muchos años después de
recibidos.
El es urólogo y vive retirado en
San Diego, EEUU y yo oftalmólogo, en México D. F.
Ambos hacemos transplantes.
Ramiro y yo fuimos compañeros
de cuarto casi toda la carrera y como éramos igual de orgullosos nos llevábamos
mal. Llegamos a darnos de golpes.
Después de muchos años de no
saber uno del otro nos reencontramos y este es el estilo de comunicación y
amistad que nos une ahora.
Aprovecho dos correos que
tratan de cirugía experimental para cumplir con mi promesa pero hago ver que nuestra
alma ha cambiado para mejorar. No empeoramos porque la Escuela nos dotó de
buenas herramientas morales, psicológicas y profesionales.
Quienes sufran leyendo asuntos de animales en
desgracia mejor váyanse directamente a la lectura después de la escritura en
cursiva.
Sábado 7 de Marzo del 2009.
Querido Ramiro:
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
etc. etc.---- etc.----
Hoy te voy a contar algo de mi vida
sumamente estúpido pues fue llevado adelante por mi paranoia en el sentido de
llegar a ser algo así como un premio Nobel después de renunciar al ejército.
Pensé que en una especialidad tan pequeña
y doméstica como era la oftalmología en aquel entonces, me sería fácil llegar a
ser un cirujano legendario y fuera de serie.
Lo que se me ocurrió fue desarrollar una
técnica quirúrgica exitosa para transplantar todo el globo ocular.
Mis víctimas fueron conejos grandes,
albinos, que compraba en un criadero. Perros tanto finos como corrientes que me
regalaban y operaba en el cuarto de regaderas de la casa de mis padres ó perros
bastardos que me permitían operar en el
Hospital Central Militar. Monos lechuza (ideales por el tamaño de sus ojos) o
monos ardilla, que compraba en una tienda de mascotas sobre pedido a EEUU pues
en México estaba prohibido su traslado interestatal por motivos sanitarios (los
que encargaba venían de Florida con vacunas y permisos en orden y me salían,
por supuesto, bien caros).
Si hay un cielo con juicio para entrar a
él; pienso que mi mayor problema para entrar va a ser justificar lo que les
hice a esos pobres animales.
Algunos changuitos estuvieron a punto de
morir achicharrados por un radiador calentador que les puse y se incendió una
noche en el cuarto donde los guardaba, adentro de un closet en casa de mis
padres. Otro, que dejé al cuidado de unos amigos cuando fue requerido
para el sacrificio ya se había encariñado con su familia adoptiva y ellos con
él al grado que se resistieron a devolvérmelo y me ofrecieron comprármelo; cosa
que yo no acepté (cuando me hablabas de tus demonios internos yo pensaba en
todas estas cosas).
Los conejos no eran sacrificados
adecuadamente ya que yo queriéndoles dar una muerte dulce los metía en cajas de
zapatos con un agujero que se adaptaba al tubo de escape de mi coche con el
motor andando ¿qué enfermo, no?
Mi plymouth negro se convirtió en zona de
exterminio tipo Auschwitz donde mis conejos perdían la vida después de unas
breves sacudidas.
Los perros que operé en casa de mis padres
me hicieron creer que veían cuando, ya ciegos, recorrían alegre y velozmente el
entorno al cuarto de regaderas y la alberca pues antes de ser operados ya se lo
habían aprendido.
En fin, Ramiro, que entre monóxido de
carbono, regaderas y hospital me desenvolvía como todo un macabro Dr. Mengele.
Mis ideas eran, en un principio, quitar
todo el ojo excepto un pequeño rodete de esclera y membranas internas alrededor
del nervio óptico sustituyendo todo lo demás con un artefacto de silicón
transparente (silicón que le compraba a Down Corning y que sólo se vendía en
grandes cantidades industriales) el cual yo vaciaba en la cavidad orbitaria en
estado líquido y que, recién mezclado con el catalizador correspondiente, se
dejaba fraguar ‘in situ’.
Cuando, después de mis carnicerías
comprendí que esto no funcionaba incursioné en un intento por regenerar el
nervio óptico ya cortado, para luego desarrollar una técnica de recambio de
todo el ojo (vaya: como cambiar un foco).
Dicho nervio se parece más a un churrito
de pasta de dientes que a un verdadero nervio pues carece de vaina de Schwann y
pensé que la degeneración walleriana típica después de ser seccionado era
debida a la carencia de esta vaina.
Pensé en injertar schwannoma en la zona
del corte pero comprendí lo difícil que me iba a ser conseguir schwannoma de
perro (otra cosa sería después en humanos, pensaba yo) y me di a la tarea de
implantar, en vez de un fragmento de tal tumor benigno en la zona del corte, un
trocito de nervio femoral del mismo perro.
Cuando me di cuenta, estudiando los cortes
histológicos en el post operatorio tardío, que había fracasado, pasé con otros
oftalmólogos jóvenes a desarrollar ideas más prácticas y sensatas de cirugía
experimental orientadas al glaucoma.
Quién
nos iba a decir en aquellos tiempos que los medicamentos iban a casi sustituir
la cirugía del glaucoma tal y como sucedió con la cimetidina en la cirugía
gastro duodenal y vagal.
Todavía conservo con cariño una libreta
con dictados de operación de aquellas cirugías
compartidas con Oliver y Hernández Cevallos: sensatos y buenos amigos también
oftalmólogos militares
Bueno querido Ramiro; espero que hayas
disfrutado lo que fuiste leyendo tanto como yo lo sufrí al irlo escribiendo.
Cuídate mucho. Que tengas un buen fin de
semana.
Tu amigo: Eduardo.
________
Wed, Mar 18, 2009
Eduardo.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------etc.
etc. etc.-----
En lo referente al laboratorio de animales
de la Universidad de Minnesota la crueldad es la misma pero en Inglés.
El sistema de la Universidad de Minnesota
en aquella época constaba de cuatro hospitales de los cuales se hacía
investigación sólo en dos: el Hospital Universitario y el Hospital de
Veteranos.
En el primero teníamos aproximadamente diez
mesas de operaciones en una gran sala de cirugía. Ahí se operaban perros y
monos. También había otra sala más pequeña en la cual se operaban ratas.
En el Hospital de Veteranos el complejo
era más grande. Todo un edificio de tres pisos y ahí se hacía cirugía en cerdos
y vacas.
En estos dos laboratorios se hacían
experimentos para tratar de probar cualquier teoría que se le ocurriera al jefe
o a cualquiera de sus ayudantes ya fuera por interés puramente científico o por
la ambición de llevar a cabo un experimento, publicarlo y sumar a su currículum
un artículo más, lo cual aumentaría su fama, su nivel académico y, como
consecuencia, su sueldo.
Se mataban aproximadamente unos
diez perros y unos tres puercos diariamente y Dios sabe cuántas ratas.
Los perros se utilizaban para hacer
transplantes renales y transplantes de páncreas que nunca funcionaban.
La muerte no era inmediata sino que se
dejaba que los animales se fueran desgastando lentamente; sufriendo todas las
complicaciones asociadas a la diabetes y a la insuficiencia renal (se quitaban
el páncreas y los riñones de un perro y se le ponían a otro, que a la larga
rechazaban).
Los cerdos son muy delicados. El 90 %
morían durante la inducción de la anestesia, en fibrilación ventricular. Los
que sobrevivían a la tremenda experiencia de la intubación endotraqueal
(extremadamente difícil en cerdos y practicada por nosotros que nunca habíamos
intubado) sufrían la misma muerte lenta y dolorosa arriba descrita.
Si hice hincapié en “Inglés” es porque el
común americano se considera justo y compasivo. Para probar eso o para
tranquilizar su conciencia inventó el concepto de Derechos Humanos y de la
Sociedad Protectora de Animales, para evitar la crueldad con ellos.
Se les olvida pensar que los animales
estaban sanos y no tenían por qué ser sometidos a una cirugía que no
necesitaban y que no reportaba ningún beneficio cie La piel, la mente, la nariz,
oídos y garganta, los tumores, las materias militares… todo el plan de estudios
se llevó a cabo puntualmente y sin interrupciones durante mi carrera. Nada de
huelgas, ningún movimiento armado, no catástrofes excepto las propias de cada
uno a través de su corazón juvenil y enamorado. Prohibido casarse todavía.
Había mucho que hacer por delante.
Ahora que menciono la piel
quiero dejar constancia de un parte aguas que viví en relación con la
dermatología.
Era una especialidad
relativamente nueva todavía en 1959.
Lo que ahora es una
impresionante montaña de sabiduría, medicina interna e incluso algo ya de cirugía,
era mucho menos que la oftalmología. Era el refugio de todos aquellos venereólogos
que se quedaron sin especialidad con el advenimiento de la penicilina.
Nuestro flamante director de
la Escuela Médico Militar era un imponente general con una pequeña
especialidad… y digo pequeña no por ser pobre en asuntos de dinero sino pobre
en asuntos de prestigio.
Tiempo después, el
advenimiento de la cimetidina casi acabó con la gastroenterología quirúrgica en el sentido de que dejó de ser la reina de
los pizarrones en que se anunciaban las operaciones de cada día. Cuando fui cirujano general
destacaban a montones enunciados tales como: gastrectomía, antrectomía,
vaguectomía, que han desaparecido de los quirófanos pues las úlceras pépticas
ya no se tratan así.
Aquellas opiniones exaltadas
de que la cirugía lo era todo se habían apagado.
Pronto aprendí que fuera de
los quirófanos se luchaba tal vez con menos glamour pero sí con más recursos e
intensidad por la salud del ser humano que mutilando cuerpos.
Afortunadamente la cirugía se
ha vuelto menos mutilante, más minimalista, más protésica y reconstructiva que
mutilante.
En aquellos tiempos un
cirujano operado de catarata daba por terminada su actividad quirúrgica. No se
podía operar nada con unos anteojos de doce dioptrías a los que llamábamos
‘cajas de sorpresas’ porque, ni el vaso para beber estaba donde pensábamos, ni
el coche que se nos venia encima en la calle estaba a la distancia supuesta ni
se podía dar pie con bola cortando y suturando un cuerpo enfermo en el
quirófano.
Seguiríamos así de no haber
habido enorme investigación en lentes de contacto e intraoculares así como en
ingeniería biomédica para los nuevos aparatos, suturas, sustancias
viscoelásticas y medicamentosas que permiten al cirujano lucirse y acaparar tanto
los honores como las demandas.
Los cirujanos pagamos la
factura que nos pasa esa honra al ser mucho más exigidos por el paciente.
Se sabe ya que los resultados
son constantes, precisos, exitosos. Es necesario pagar altas primas por fuertes
seguros que nos protejan durante el ejercicio de nuestra profesión
Ya nadie se asombra de poder
ver al día siguiente de ser operado de una catarata ó de una cirugía
refractiva. Quiere y exige ver... y ver bien.
Los nombres de los cirujanos
exitosos y acertados ya no se graban ni permanecen tanto en las memorias que
sufren y el enfermo elige basándose más en su economía que en su fe.
Lo abogados, muchos de ellos
verdaderos filibusteros que careciendo del botín atracan al galeón, convencen
con relativa facilidad a los familiares y pacientes inseguros de si hicieron o
no buen negocio en asuntos de salud y así magníficos cirujanos competentes y
bien intencionados mueren o se suicidan ante demandas ruinosas ó prolongadas en
que estuvieron mal protegidos.
Curiosamente los malos
cirujanos, los que son una amenaza, casi nunca son demandados. Son unos genios
de la seducción.
Las cosas cambian y hay que
detectar y aceptar o rechazar el cambio oportunamente. La inteligencia se mide
con mucha precisión por el poder de adaptación.
Estos asuntos de comprensión de
valores y criterios son un factor ineludible e inapreciable para el alma de un
cadete
Esta disposición a estar
enterado de la historia y otorgar el beneficio de la duda en su caso. El sano
escepticismo que suaviza la rigidez dogmática de conceptos, heredada de la familia
y la religión; yo se lo agradezco a mi Escuela y no me canso de honrarla y
ensalzarla; entendiendo por Escuela Médico Militar todo… todo lo que llevo escrito
y mucho más que no alcanzaré nunca a exponer ni a explicar en su totalidad y
gloria.
Antes de pasar al sexto y
último año de la carrera debo cumplir con el compromiso que hice de comentar
asuntos relacionados con la cirugía experimental.
Valgan dos fragmentos de
correspondencia entre Ramiro García Reyes y yo muchos años después de
recibidos.
El es urólogo y vive retirado en
San Diego, EEUU y yo oftalmólogo, en México D. F.
Ambos hacemos transplantes.
Ramiro y yo fuimos compañeros
de cuarto casi toda la carrera y como éramos igual de orgullosos nos llevábamos
mal. Llegamos a darnos de golpes.
Después de muchos años de no
saber uno del otro nos reencontramos y este es el estilo de comunicación y
amistad que nos une ahora.
Aprovecho dos correos que
tratan de cirugía experimental para cumplir con mi promesa pero hago ver que nuestra
alma ha cambiado para mejorar. No empeoramos porque la Escuela nos dotó de
buenas herramientas morales, psicológicas y profesionales.
Quienes sufran leyendo asuntos de animales en
desgracia mejor váyanse directamente a la lectura después de la escritura en
cursiva.
Sábado 7 de Marzo del 2009.
Querido Ramiro:
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
etc. etc.---- etc.----
Hoy te voy a contar algo de mi vida
sumamente estúpido pues fue llevado adelante por mi paranoia en el sentido de
llegar a ser algo así como un premio Nobel después de renunciar al ejército.
Pensé que en una especialidad tan pequeña
y doméstica como era la oftalmología en aquel entonces, me sería fácil llegar a
ser un cirujano legendario y fuera de serie.
Lo que se me ocurrió fue desarrollar una
técnica quirúrgica exitosa para transplantar todo el globo ocular.
Mis víctimas fueron conejos grandes,
albinos, que compraba en un criadero. Perros tanto finos como corrientes que me
regalaban y operaba en el cuarto de regaderas de la casa de mis padres ó perros
bastardos que me permitían operar en el
Hospital Central Militar. Monos lechuza (ideales por el tamaño de sus ojos) o
monos ardilla, que compraba en una tienda de mascotas sobre pedido a EEUU pues
en México estaba prohibido su traslado interestatal por motivos sanitarios (los
que encargaba venían de Florida con vacunas y permisos en orden y me salían,
por supuesto, bien caros).
Si hay un cielo con juicio para entrar a
él; pienso que mi mayor problema para entrar va a ser justificar lo que les
hice a esos pobres animales.
Algunos changuitos estuvieron a punto de
morir achicharrados por un radiador calentador que les puse y se incendió una
noche en el cuarto donde los guardaba, adentro de un closet en casa de mis
padres. Otro, que dejé al cuidado de unos amigos cuando fue requerido
para el sacrificio ya se había encariñado con su familia adoptiva y ellos con
él al grado que se resistieron a devolvérmelo y me ofrecieron comprármelo; cosa
que yo no acepté (cuando me hablabas de tus demonios internos yo pensaba en
todas estas cosas).
Los conejos no eran sacrificados
adecuadamente ya que yo queriéndoles dar una muerte dulce los metía en cajas de
zapatos con un agujero que se adaptaba al tubo de escape de mi coche con el
motor andando ¿qué enfermo, no?
Mi plymouth negro se convirtió en zona de
exterminio tipo Auschwitz donde mis conejos perdían la vida después de unas
breves sacudidas.
Los perros que operé en casa de mis padres
me hicieron creer que veían cuando, ya ciegos, recorrían alegre y velozmente el
entorno al cuarto de regaderas y la alberca pues antes de ser operados ya se lo
habían aprendido.
En fin, Ramiro, que entre monóxido de
carbono, regaderas y hospital me desenvolvía como todo un macabro Dr. Mengele.
Mis ideas eran, en un principio, quitar
todo el ojo excepto un pequeño rodete de esclera y membranas internas alrededor
del nervio óptico sustituyendo todo lo demás con un artefacto de silicón
transparente (silicón que le compraba a Down Corning y que sólo se vendía en
grandes cantidades industriales) el cual yo vaciaba en la cavidad orbitaria en
estado líquido y que, recién mezclado con el catalizador correspondiente, se
dejaba fraguar ‘in situ’.
Cuando, después de mis carnicerías
comprendí que esto no funcionaba incursioné en un intento por regenerar el
nervio óptico ya cortado, para luego desarrollar una técnica de recambio de
todo el ojo (vaya: como cambiar un foco).
Dicho nervio se parece más a un churrito
de pasta de dientes que a un verdadero nervio pues carece de vaina de Schwann y
pensé que la degeneración walleriana típica después de ser seccionado era
debida a la carencia de esta vaina.
Pensé en injertar schwannoma en la zona
del corte pero comprendí lo difícil que me iba a ser conseguir schwannoma de
perro (otra cosa sería después en humanos, pensaba yo) y me di a la tarea de
implantar, en vez de un fragmento de tal tumor benigno en la zona del corte, un
trocito de nervio femoral del mismo perro.
Cuando me di cuenta, estudiando los cortes
histológicos en el post operatorio tardío, que había fracasado, pasé con otros
oftalmólogos jóvenes a desarrollar ideas más prácticas y sensatas de cirugía
experimental orientadas al glaucoma.
Quién
nos iba a decir en aquellos tiempos que los medicamentos iban a casi sustituir
la cirugía del glaucoma tal y como sucedió con la cimetidina en la cirugía
gastro duodenal y vagal.
Todavía conservo con cariño una libreta
con dictados de operación de aquellas cirugías
compartidas con Oliver y Hernández Cevallos: sensatos y buenos amigos también
oftalmólogos militares
Bueno querido Ramiro; espero que hayas
disfrutado lo que fuiste leyendo tanto como yo lo sufrí al irlo escribiendo.
Cuídate mucho. Que tengas un buen fin de
semana.
Tu amigo: Eduardo.
________
Wed, Mar 18, 2009
Eduardo.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------etc.
etc. etc.-----
En lo referente al laboratorio de animales
de la Universidad de Minnesota la crueldad es la misma pero en Inglés.
El sistema de la Universidad de Minnesota
en aquella época constaba de cuatro hospitales de los cuales se hacía
investigación sólo en dos: el Hospital Universitario y el Hospital de
Veteranos.
En el primero teníamos aproximadamente diez
mesas de operaciones en una gran sala de cirugía. Ahí se operaban perros y
monos. También había otra sala más pequeña en la cual se operaban ratas.
En el Hospital de Veteranos el complejo
era más grande. Todo un edificio de tres pisos y ahí se hacía cirugía en cerdos
y vacas.
En estos dos laboratorios se hacían
experimentos para tratar de probar cualquier teoría que se le ocurriera al jefe
o a cualquiera de sus ayudantes ya fuera por interés puramente científico o por
la ambición de llevar a cabo un experimento, publicarlo y sumar a su currículum
un artículo más, lo cual aumentaría su fama, su nivel académico y, como
consecuencia, su sueldo.
Se mataban aproximadamente unos
diez perros y unos tres puercos diariamente y Dios sabe cuántas ratas.
Los perros se utilizaban para hacer
transplantes renales y transplantes de páncreas que nunca funcionaban.
La muerte no era inmediata sino que se
dejaba que los animales se fueran desgastando lentamente; sufriendo todas las
complicaciones asociadas a la diabetes y a la insuficiencia renal (se quitaban
el páncreas y los riñones de un perro y se le ponían a otro, que a la larga
rechazaban).
Los cerdos son muy delicados. El 90 %
morían durante la inducción de la anestesia, en fibrilación ventricular. Los
que sobrevivían a la tremenda experiencia de la intubación endotraqueal
(extremadamente difícil en cerdos y practicada por nosotros que nunca habíamos
intubado) sufrían la misma muerte lenta y dolorosa arriba descrita.
Si hice hincapié en “Inglés” es porque el
común americano se considera justo y compasivo. Para probar eso o para
tranquilizar su conciencia inventó el concepto de Derechos Humanos y de la
Sociedad Protectora de Animales, para evitar la crueldad con ellos.
Se les olvida pensar que los animales
estaban sanos y no tenían por qué ser sometidos a una cirugía que no
necesitaban y que no reportaba ningún beneficio científico. Nada más iba a ser
un escalón para que alguien se ganara unos cuantos centavos o algún día el
premio Nobel; o bien la satisfacción de un ego muy difícil de complacer.
A esto me refería cuando te dije que todos
tenemos demonios y que ojalá Dios nos perdone (miserere nobis).
Que tengas buen día y mejor noche.
Ramiro.
________
No reconozco otro signo de superioridad que la bondad.
Soportar… soporto muchos pero sólo este
reconozco.
También reconozco que la
bondad es asunto de elección.
ntífico. Nada más iba a ser
un escalón para que alguien se ganara unos cuantos centavos o algún día el
premio Nobel; o bien la satisfacción de un ego muy difícil de complacer.
A esto me refería cuando te dije que todos
tenemos demonios y que ojalá Dios nos perdone (miserere nobis).
Que tengas buen día y mejor noche.
Ramiro.
________
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