"El propósito del arte no es una quintaesencia intelectual, rarificada
sino la vida, la brillante e intensa vida."

Alain - Arias Misson

sábado, 15 de abril de 2017

Alma de Mayor (Parte 21)

    Comenzando 1963, el año adquirió dimensiones épicas en mi vida no sólo por haber logrado quedarme como ‘subresidente’, sino porque entré de lleno en la categoría de padre (el pequeñín enterrado al pie del árbol me hacía ya sentir padre, pero no reconocido oficialmente).

     Thaida vino al mundo al día siguiente de cumplir yo veintiséis años, en el mes de enero, un viernes antes del domingo en que Paco Camino volteaba patas arriba a la afición taurina de México encerrándose con seis toros berrendos precisamente de la ganadería de Santo Domingo (la inmortal ‘tarde de los berrendos de Santo Domingo’) y yo iniciaba mis faenas en las salas del Hospital Central Militar (de hecho en esos días toreó en la Plaza México Joaquín Bernadó, quien se peinaba igual que yo y era alto y delgado por lo cual, un paciente que lo había visto en la TV un domingo, me miraba desorbitado el lunes siguiente, al pasarle visita con el estetoscopio al pecho y me decía: ‘carajo mi mayor …si yo lo vi a usted torear ayer’).

     Este modo de recordar fechas importantes correlacionándolo con olores, sabores y vivencias ya fueran físicas o espirituales me ha sido natural toda la vida. Perdóname querida hija por hablar de los toros en tu nacimiento pero ¿no te parece bonito? ¿No es mejor que te relacione con eso hermoso y emotivo que disfrutaba en la televisión en blanco y negro del cuarto de tu mamá en el Sanatorio Durango estando tú recién nacida aquella tarde de domingo, con otros miembros de la familia …y no con mis triunfos profesionales, tan asociados a lo que no te pude dar por estar tan ocupado?

     Ese año y el siguiente fueron de locura. Llegaba a casa nada más a dormir y recuerdo muy bien una foto contigo en brazos en que te me estás saliendo de ellos llorando porque casi no me conocías.

     Eso de nuestras dificultades para formar una relación estrecha a través de nuestras vidas no sólo se deben a mi divorcio de tu mamá y toda la parafernalia sub y suprayacente, sino a la entrega total y absoluta que hice de mi vida al Hospital.

     Yo le debo mucho …pero …él también me debe.

     Esta falta de identidad por poco y nos lleva a la muerte de un modo ridículo cuando tenías tres años. Lo platicaré porque mis años de Mayor no fueron sólo de médico sino de padre.

     Quisiste subir al ‘ratón loco’ en una feria cerca de casa. El carrito apenas si me llegaba a media nalga y no había en él cadena ni cinturón ni tirantes.

     Te puse entre mis rodillas y …¡ooórale!, cuando ya íbamos a toda velocidad subiendo y bajando como locos empezaste a llorar, a gritar y a quererte zafar del brazo con que te agarraba (el otro lo llevaba prendido desesperadamente de la orilla del pinche carrito con mi mano lívida y exangüe de tanto apretar). Estando en lo alto estuvimos a punto de irnos al vacío. Empecé a gritar a voz en cuello: ¡¡paren esta mierda hijos de la chingada!! Pero nadie hizo caso y pasamos larguísimos minutos de pánico como nunca pasé hasta diez años después, contigo también, viajando en auto por entre una niebla de terror entre los picos de Europa …pero esto es harina de otro costal.

     ¿Cómo es que mis hijas salieron tan chingonas habiendo tenido un padre tan insuficiente en tiempo para ellas? ...arcanos profundos de mi alma que nunca he podido descifrar.

     Después de esto me cuesta un poco de trabajo seguir hablando de mis años de hospital.

     Dejaré pasar unos párrafos, para que me regrese el orgullo y la enjundia, hablando de un amigo. De ese amigo que todos tuvimos que se quedó en el medio civil y que nos admiraba desde cadetes. Que nos escribía o que nos visitaba y que muchas veces acababa casándose con alguna hermana o con una prima o viceversa. Que siempre nos quiso y que muy probablemente ya haya muerto.

     Hablaré de la amistad con los no condiscípulos.

     Yo tuve un amigo así.

     Se llamó Tomás y aún lo extraño cuando lleva ya varios años de vida en la Gloria de Dios.

     Se apellidaba Rodríguez sin ser familiares uno del otro, pero desde que nos conocimos en cuarto año de primaria dijimos que éramos primos y acabó casándose con mi prima Celsa quien, no teniendo yo hermanas, ha sido en mi corazón la querida hermana que nunca tuve (también desde aquí te saludo y te lleno de besos Celsina querida).

     Le fascinaba el uniforme, pero los míos no le quedaban, y cuando me visitaba en la Escuela Médico Militar conseguía que alguno de mis compañeros le prestara el suyo para acompañarme e irnos por ahí de conquistadores. Hacíamos una pareja perfecta de cabrones ya que yo tenía un aire místico que mucho les gustaba a las mujeres (algo así como ‘el seminarista de los ojos negros’) pero que sólo era el disfraz de mi profunda timidez, ya que, al no haber tenido hermanas, para mí la figura femenina era difícilmente abordable con soltura. El tenía una facilidad de trato maravillosa para con ellas pues había tenido tres, y era un conocedor profundo de la mente femenina juvenil. Era bien parecido y con un extraordinario sentido musical y del humor.

     Muchos amoríos compartimos pero sobre todo …sobre todo, una amistad extraordinaria, sin cortapisas ni condiciones.

     Quien no haya conocido de estas amistades es pobre.


     Desde aquí te saludo querido amigo y te pido que tengas paciencia una vez más, como tantas veces me la tuviste. Ya nos veremos cuando Dios así lo disponga y seguiremos nuestro paseo amistoso por esas ignotas regiones que tú ya conoces y que me iras haciendo disfrutar, en compañía uno del otro como tantas otras veces lo hicimos.