"El propósito del arte no es una quintaesencia intelectual, rarificada
sino la vida, la brillante e intensa vida."

Alain - Arias Misson

jueves, 2 de abril de 2020

Alma en Caída (Completo)



                     


      A L M A    E N

          C A Í D A










     Eduardo  F.  López  Rodríguez.
                                                                                              


    



                            Í  N  D  I  C  E 
                             



       PRÓLOGO ………................................................   3


I    DEL  CONTACTO  Y  DEL  USO …….................   4


 II    DEL  ABUSO  Y  DE  LA  INTOXICACIÓN ….   56


III    DE  LOS  BROTES  PSICÓTICOS   Y  DE                           
        LOS  INTERNAMIENTOS …………………… 123


        EPÍLOGO ………………………………………  153




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                          P R Ó L O G O


      

     Cuando se cae en la drogadicción ó en el alcoholismo, o en ambos, es inútil toda justificación. Se acepta el problema como una enfermedad y se le busca solución a sabiendas de que no es diferente porque seas hombre o mujer, joven o viejo, guapo o feo, religioso o no, rico o pobre, blanco o de color.

     Siempre es la misma mierda y mientras no aceptas que estás metido en ella hasta los ojos no sales.

     Hasta que no aceptas que necesitas ayuda, no sales …te digo que no sales. La voluntad está enferma y no le puedes pedir más que cierto grado de fortaleza.

     Y no es que debas andar por los baldíos con el costal a cuestas y rodeado de  perros para estar de mierda hasta los ojos. Basta con que el consumo te esté creando problemas.
                                                
     Este libro es la historia de mis problemas y de cómo me fui metiendo en ellos siendo un joven bueno y exitoso, como lo son todos nuestros hijos; todos nuestros sobrinos; todos nuestros nietos …hasta que caemos en la droga, en el alcohol y lo que es más frecuente, en ambos (los alcohólicos puros ya son una especie en vías de extinción) para volvernos, tarde o temprano,   unos  hijos de puta (con perdón de las madres que poco o nada  -           aunque a veces mucho -  tienen que ver con el asunto).
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                                 I
             







                 DEL   CONTACTO   Y   DEL   USO




                                                 













                                                   1




     A los diecisiete años yo ya estaba  hasta la madre del miedo y del  cansancio. Dos veces por año se venían encima los exámenes finales de la Escuela Médico Militar y, en particular en anatomía, era imposible estudiar todos los temas de examen. Estos eran, a grandes rasgos: músculos, huesos, sistema nervioso, aparato circulatorio y vísceras.

     Todo en seis meses en los cuales, durante las clases teóricas, apenas si se alcanzaba a ver músculos y huesos y en las de disección de cadáver lo mismo, junto con el trayecto de algunos grandes nervios periféricos y sus vasos acompañantes (los famosos: “pa que te vas culo nervioso” que dicho sin afán de chistosear se dice “paquete  vasculo nervioso” y mejor aún: “paquete neuro vascular” como lo eran, en la axila: el plexo braquial,  en la corva: el hueco poplíteo y en la ingle el paquete femoral. Majestuosos conjuntos de grandes nervios con sus arterias y venas de enorme importancia y fácil identificación que todos sabíamos disecar en nuestro resecos muertitos pero que a muy pocos les tocaba en suerte tan fácil y lucidora región a la hora del examen final).
   
     Había regiones del cadáver típicas de disección como lo eran la axila, la corva, la planta, la palma, la nuca, los genitales externos, las mejillas y su famosa ‘bolsa grasosa de Bichat’ (tan ‘reforzada’ ahora con silicones en los rostros demacrados);  la nariz y para de contar.

     Las demás regiones, todas ellas superficiales, quedaban al arbitrio y fantasía momentánea del maestro  y de esa manera te podía poner un día a disecar los músculos de la espalda, otro los del muslo,  otro los de la nalga y otro día alguno de la frente o de arriba de las orejas.

     Los pobres muertitos quedaban deshilachados del modo más caprichoso que te puedas imaginar y no tan elegante y solemne como el famoso cadáver de ‘La lección de Anatomía’ de Rembrandt.

     Cuando disecaba uno los músculos de la espalda, sobre todo ya cerca de la cintura, me llamaba  la atención lo aceitosos que se ponían los guantes (a veces hasta goteaban) a pesar de que el cadáver estuviera chiquito, flaco, seco y medio momificado. Esto era más notorio en las mujeres.

     De meterte a cavidades, jamás. Ahí todo era un mazacote apelmazado según la posición en que a ese cuerpo le había tocado  permanecer durante los primeros días después de su tránsito. Podías encontrar los intestinos todos de un lado o todos del otro ya secos, arrugados y afianzados a su nueva posición.

     Abrir tórax o cabeza …nunca. Los compañeros que presumían años después de que en el examen final de anatomía les habían ordenado disecar la caja del tímpano o la roca del hueso temporal o los agujeros de la base del cráneo; mentían. No había equipo para tamañas disecciones de gran finura (a menos que supieran disecar estructuras milimétricas con cincel y martillo de albañil).

     Sin embargo tú te tenías que saber todo …pero todo el cuerpo humano, todo lo del cerebro, la médula, las vísceras, los nervios periféricos y los vasos sanguíneos además de lo poco que hubieras podido aprender en los seis meses que duraba la materia.

      Era de locura.

     No alcanzaban los días ni las noches para estudiar y tratar de memorizar cosas complicadísimas en el papel a las que tenías que darles en tu fantasía volumen y relación unas con otras. No teníamos las bellas maquetas luminosas y electrificadas junto con preparaciones de cortes tridimensionales que muchos años después conocí en la bella e impresionante necroteca de Ciudad Universitaria (por cierto que no está cerrada a todo el público y puedes hacer una solicitud de visita en el cuarto piso de la facultad de medicina, entrando por cerca del metro Copilco).

     Si a esto le agregas las horas perdidas sufriendo novatadas la cosa era para morirse de preocupación.

    



























                                                      2




     La noche que un compañero  de segundo año que había traspasado exitosamente ese ‘Rubicón’ y me había heredado su cajón de huesos me dijo:

     ---- Echate un sulfato de bencedrina  

     Entré a una dimensión desconocida de la vida.

     Seguro estoy que mi química  era la indicada para recibir con los brazos abiertos al tal sulfato y esta relación me pareció maravillosa en aquel momento.

     El matrimonio “Química de Eduardo” con “Sulfato de Bencedrina” fue una explosión.

     Desapareció el miedo, la inseguridad, la confusión. Me sentía nadar en un mar de poder. Dormí solamente un par de horas ya cerca del toque de diana y así lo hice en las dos siguientes noches.

     Al tercer día presenté  el examen y, curiosamente, no me tocó nada de lo que había estudiado …y tal vez fue mejor pues casi todo se me estaba ya olvidando. El cerebro con las anfetaminas absorbe como esponja pero retiene menos que una placa de teflón. Lo que me preguntaron en teoría y en cadáver lo saqué adelante a base de fantasía, memoria lejana y rollo.

     Me saqué un seis; pasé Anatomía y también pasé la primera etapa de la drogadicción a la que llamaré: “El Contacto”.

     En los exámenes de los semestres subsecuentes en los cuales se requería un esfuerzo mayor que el habitual también las consumí, incluso ya en años no tan difíciles.

     A esta etapa del consumo la llamaré: “El Uso”.

     Creo que hasta aquí no me distinguía gran cosa de la mayoría de los compañeros.

     Así terminé mi carrera, ya sin consumir la famosa bencedrina  y me eché cuatro años más de residencia en el Hospital Central Militar sin acordarme de ella.

     De la vuelta al uso y la entrada a “El Abuso” voy a platicarte en este libro …y más aún pues después del abuso sigue “La Intoxicación” y sus horrorosas consecuencias.

     No quiero hacer un relato moralista. Simplemente real. Es un relato de guerra y las verdaderas historias de guerra no promueven la virtud, ni sugieren actitudes a seguir. No son morales y quien diga lo contrario …pues miente. Las conclusiones sentimentales y bellas, como en el arte, salen de quien las contempla desde afuera cuando son bien y honestamente expuestas, pero para los que somos ó fuimos combatientes, hablar de ello tiene utilidad y hasta …¿por qué no decirlo?: encanto. Somos como los veteranos de un naufragio o de una guerra que, ya seamos viejos, ya casi niños, nos sentamos a platicar y no tenemos para cuando acabar. Es más, al compartir nuestra experiencia, fortaleza y esperanza nos ayudamos unos a otros de una manera que ni la ciencia, ni la religión, ni la familia logran.

     Volví al uso del sulfato de bencedrina a principios de  mil novecientos sesenta y ocho, muchos años después, recién cumplidos los treinta y un años,  debido a la inseguridad y el miedo de tipo profesional asociados a situaciones vitales desgastantes algunas y mal resueltas otras que ya iré exponiendo en el transcurso de mi relato.

     El ‘contacto’ lleva al ‘uso’ y el ‘uso’, tarde o temprano al ‘abuso’. Esta es una secuencia prácticamente inexorable. Quienes la niegan son por lo general quienes todavía no viven lo suficiente para comprenderlo dolorosamente. Defienden el uso de la marihuana y el alcohol como algo inofensivo, útil, positivo, inspirador  y hasta bendito. ¡Cuántos de ellos hay llenan nuestras casas de recuperación! ¡cuántos de ellos son mis ahijados extendiendo ambas manos en súplica doliente!
    
    



























                                                    3




     Habiendo llevado una carrera y vida hospitalaria modelo hice una especialidad a medias. Me hice oftalmólogo durante el cuarto año de residencia hospitalaria de cirugía general en mis ratos libres por no haber conseguido la oportunidad de ir a Barcelona y por haberle prometido a Conchi, cuando era mi prometida, que yo iba a curar a la Tatina.

     La cosa fue así:

     Era yo capitán primero pasante de medicina y le escribí a Conchi que se viniera de España para casarnos.
   
     Estando ambos en una cena en casa de unas amistades de su familia alguien habló de la desgracia de Carmenchu, hermana de Conchi, casada hacía poco con un médico en Alicante.

     Acababan de tener a su primera criatura (la ‘Tatina’) y ésta había nacido sin ojos.

     Cuando Conchi oyó esto, dicho sin preámbulos, se soltó llorando de un modo conmovedor. La abracé, la besé y le hice la promesa de hacerme oftalmólogo y curar a esa niña.

     Así se decidió mi especialidad, entre luces de bengala de romanticismo, igual que decidí la de hacerme médico para curar la cuadriplegia irreversible de mi primo Manolín en Asturias,  tras romperse el cuello cuando era poco más que un chaval.

     La decisión de casarnos yo la tomé al recibirme de médico en noviembre del sesenta. Terminé dolorosamente mi romance con Maye, dejé de escribirle a Anitko a Estados Unidos y le escribí a Conchi  para que se viniera pues me puse celoso una noche en que fui a visitar a sus padres y la abuelita Mercedes me soltó la  noticia de que en España la andaba  pretendiendo un tal Pepe Tony.

      José Antonio …quién sabe qué. Nunca te conocí pero te hago responsable de mi ataque de celotipia (hasta entonces desconocida) que me llevó a tomar una decisión más emocional que inteligente (como todas las de ese tipo …para que me hago buey) (cuando uno se casa por motivos “inteligentes” casi siempre es la mamá de uno quien lo casa).

     Desde el seis de Agosto del año anterior, ya estando yo en quinto año de medicina y por motivos que nunca entendí (ya finalizando la carrera del novio las chicas no tenían por costumbre romper el noviazgo así no más) ella se había ido a vivir con Carmenchu a Alicante. Esa fecha no la olvido pues fue la de la  primera bomba atómica en Hiroshima en mil novecientos cuarenta y cinco …y catorce años después  la primera también, pero esta vez sólo para mí.

     Me dijo que si nos seguíamos queriendo yo la hiciera venir y yo no acababa de entender. Era guapa (‘paraba el tráfico’ …decía uno de mis hermanos), tierna e inteligente y yo estaba enamorado profundamente de ella.

     Nunca habíamos hecho el amor a pesar de que nuestros fajes llegaron a ser de antología …con ardientes humedades desencadenadas por mis tropas seminales incandescentes.

     Tal vez ese fue mi error. Seguro estoy que la huella que hubiera dejado en mi vida la consumación de uno de esos fajes hasta sus últimas consecuencias hubiera sido más fortalecedora en mi vida que la primera en una noche de fatiga inmensa de ambos, con tan solo un jugo de naranja debido a lo avanzado de la hora,  después de larguísimas horas antes, durante y después de la ceremonia nupcial.

     La flamante esposa no aguantaba los pies, y al marido se le cerraban los ojos después de luchar de noche con un auto prestado y desconocido ¡Cómo irse de luna de miel con mi opelito! ¡había que irse con el flamante Peugeot del hermano mayor! …aunque se hubiera bebido y no se supiera ni por donde se le prendían las luces o se echaban a andar los limpiadores

     Durante ese año y un tercio de soltería que se me impuso ‘de a huevo’, conocí a  Anitko  que era una lindura  de orígen Bohemio radicada en  Nueva York y luego a Maye; hermosa y dulce criatura de Acámbaro (por cierto que siempre la consideré de Michoacán, estado tradicionalmente cristero y religioso; por ser Acámbaro palabra purépecha; enterándome, mucho después y cuando ya de nada servía en la formación de mi criterio amoroso que era de Guanajuato, donde ‘la vida no vale nada’ ). Siempre vi en Maye la personificación de aquella bellísima y respetable “Carmiña” de la novela y película: “La Casa de La Troya” de Pérez Galdós, siendo que tal vez ella se sentía Madame Butterfly (que, aunque ambas fueron  tiernas y adorables, la relación amorosa que desencadenaron fue muy diferente)

     A Conchi, por supuesto, no le faltó pretendiente hispano, supongo que tanto bien como mal intencionado pues eran notorias las pasiones que  despertaba entre los señores con quienes trabajaba de soltera (incluso al principio de nuestro noviazgo me pedía que la dejara antes de llegar a la puerta de su trabajo pues yo me veía muy niño) (esto de mi juventud causó comentarios jocosos entre sus amigas y enojosos de su padre mientras las cosas no se prolongaron y hasta que comprendieron que el asunto iba en serio).

   






                                                    4




     Como en mis libros anteriores me han criticado el poco espacio que le dedico a las mujeres me detendré a platicar de Anitko y de Maye pues las conservo en el alma como partes luminosas  de mi vida y siempre las he relacionado con mis dudas de si orienté bien o no mi vocación matrimonial (si es que alguna vez la tuve).

     Yo no estaba nada seguro de querer casarme a los veinticuatro años pero siempre me gustaron endemoniadamente las mujeres.

     Recuerdo años más adelante, cuando estaba en la época del abuso de las anfetaminas sentir desesperación en alguna playa llena de mujeres buenas y guapas por no poder coger con todas …de veras …en serio …así son las anfetaminas o por lo menos lo fueron conmigo; desencadenantes de un impulso sexual intenso, desordenado y confuso.

     A Anita (ella me enseñó que en Checo el modo cariñoso de decirle a las Anitas era ‘Anitko’) la conocí, traté y enamoré sin ayuda de nadie ya que por lo general mis andanzas eran en compañía de mi gran amigo Tomás quien se las pintaba solo para esos menesteres.

     Fue una noche en que yo regresaba de un aburridísimo baile en el Centro Gallego al que acudí solo y en el que no encontré modo de ambientarme. En una gasolinera en que paré estaban dos lindas mujeres jóvenes que se notaban confundidas, hablando con un despachador. Me ofrecí a ayudarlas y me dijeron en un inglés sencillo y claro (eran inteligentes) que deseaban llegar a su hotel en la zona rosa y no sabían bien cómo hacerlo. Las llevé y quedamos de comer los tres al día siguiente.

     Invité a un compañero de la Médico Militar y comimos los cuatro.
   
      Una de esas dos bellezas era miembro del ejército israelí y presumía de que podía matar a un hombre en menos de un minuto ¡en la madre! ¡pobre Abdul! ¡en la que lo metí! …menos mal que en aquel año de mil novecientos sesenta todavía no se andaban matando israelíes y árabes con la enjundia con que lo comenzaron a hacer pocos años después.

     La otra criatura era Anitko y era una beldad. Lo único que se le podría encontrar para quitarle el diez era un lunarcito diminuto en lo blanco de un ojo el cual me encantaba. Iba a concursar en un programa de aficionados cantando ‘Granada’ de Agustín Lara y era absolutamente musical y alegre.

     Ella me quitó de golpe y porrazo dos complejos que yo tenía. El primero fue al hacerme sentir bien hablando Inglés pues me dijo:

     ---- Edouardo: háblame solamente en Inglés. Me encanta lo mal que lo hablas.

     El segundo fue cuando ya en pleno romance en Taxco después de un par de noches en Acapulco me dijo:

     ----Me gusta ser delgado de tu cuerpo …pareces a un Cristo.

     Ya una noche antes me había propuesto descansar diciéndome con una sonrisa asombrada:

     …Listen Edward: tú debes comprender que no erres  foente inagotable.

     Yo, que siempre tuve apodos relacionados con mi flacura y dudas con mi capacidad amatoria, me sentí tan bien y la quise tan fuerte en esos momentos, que me es difícil darle forma escrita.

     Quien lo haya vivido me entenderá.

     Esto de las dudas de mi capacidad sexual se basaba grandemente en escrúpulos religiosos y timidez que me alejaban del sexo natural y cuando tuve mi primera experiencia, a los diecinueve años, fue con una dama sexo servidora añosa, cansada y de mal talante, que se fastidiaba ante mis requerimientos de desnudarse toda (aún no caía yo en la cuenta de los refinamientos de la conservación de  prendas, máxime a ciertas edades y sentía que practicar el sexo en cueros totales era lo máximo). Para esa edad ya la masturbación se había hecho mi forma de desahogo hormonal y el manejo de este desahogo me parecía cómodo y perfectamente adecuado a uno mismo sin depender de exigencias ni expectativas del sexo opuesto. La masturbación …el amor propio en su grado más específico no era tan exigente …pero la mujer de carne y hueso, no de papel, no de celuloide, no en la imaginación nada más, era totalmente deslumbrante y apetecible …pero complicada …a veces exigente …otras veces impredecible …muchas veces frustrante o insuficiente.

     Anitko no solamente me enseñó las delicias del sexo (fue la primer mujer no profesional que me lo brindó), también me enseñó a cantar en checoslovaco.

     Ahí te va la letra (ponle música como de Cri Cri).

     “Shvadlena Brushena tolie molie llena / ona mne bisheka as budé prodeva / ¡¡u ya yá u yaya!! / ¡¡u ya yá u yaya!! / one mne bisheka as budé prodeva.

     Supongo que lo habré escrito mal pero así me sonaba y Anita me dijo que era una canción muy simple, como de la tropa. Que contaba de una tal  señora Brushena quien barría la puerta de su casa y amenazaba con la escoba a los soldados que se acercaban …o algo así.

     Estas cantadas las hacíamos manejando en carretera y yo le cantaba canciones de los pueblos de mis padres como aquella de: “debajo del molino nació el romero leré” ó “eres alta y delgada como tu madre, morenaaa y saladaaa, …cooomo tu madre; pero tienes bigote como tu padre”.

     Manejar en carretera, reir y cantar …como lo hacían mis padres.
    
     Precisamente en una de las últimas manejadas, de Cuernavaca  al D.F. nos cayó un aguacero tremendo que fui sorteando por la carretera vieja con gran audacia (¡faltaba más!) mientras otros autos se estacionaban en las orillas por lo cual esta linda mujer tuvo para mí todavía una última levantada de ánimo buenísima:

     ---- You are an excellent driver.

     Y yo jamás lo fui, ni lo soy, ni lo seré …es más, detesto bastante el manejo.

     Anitko trabajaba para la ONU y se ofreció y me propuso con insistencia hacer todos los arreglos necesarios para que me fuera a los Estados Unidos a vivir con ella trabajando para la Organización de las Naciones Unidas.

     Una tarde grisácea y lluviosa la acompañé al aeropuerto, fui uniformado de capitán (la única vez que me había visto uniformado y muy elegante fue cuando la llevé a Xochimilco a pasear en chalupa ¡házme el favor!) por lo cual conseguí que se me diera autorización de entrar hasta la escalerilla pues le iba ayudando a cargar todas esas enormes cosas mexicanas que acostumbran llevar las mujeres extranjeras vivaces a sus tierras de origen, tales como sombreros de charro,  jarrones de barro y banderillas taurinas.

     Nos escribimos una temporada y cuando dejé de hacerlo por considerar que mi vida no iba por ahí me siguió escribiendo larga y frecuentemente.

     Fue a París. Desde ahí me escribía diciéndome que esa era la capital del amor; que teníamos que ir juntos algún día y me aseguraba que aunque yo nunca le volviese a escribir ella lo seguiría haciendo pues no le cabía duda alguna de que yo era para ella y ella para mí.

     Pasaron los meses y los años y al fin desistió.    
   
    
























                                                    5




     Tiempo después de haberse ido Anitko; asistiendo con Tomás al ‘Corral de la Morería’; centro nocturno flamenco muy en boga, vi subirse al estrado a un par de chicas una de las cuales era absolutamente deslumbrante. Haciendo alarde de una simpatía bárbara dieron unos pasos de baile flamenco, palmearon y cantaron, bajándose después y yéndose felices a su mesa, hasta la cual  hice llegar un papelito que recorté de unos apuntes que traía doblados en una bolsa con las constantes de la química sanguínea (para memorizarlos con frecuencia). Le escribí una nota en la que  decía ‘a la de los ojos verdes’ no se cuantas lindezas junto con el número de teléfono de casa de mis padres (yo ahí viví ese año excepto las noches en que me tocaba de oficial de cuartel en la Escuela Médico Militar).

     Para mi gran sorpresa y tremenda emoción me habló pues le gusté y le inquietó  tanto lo que escribí como lo que iba escrito a máquina, cosas tales como los parámetros de glucosa y potasio que debería haber en la sangre.

     Acababa de romper con el novio, buscaba nuevos horizontes y trabajaba en un negocio familiar en Polanco ¡cerca de la Escuela Médico Militar! …no hasta Ermita Ixtapalapa por donde tuve que andar de exploración tras de otra jovencita cuyos encuentros eran un pedo pues había que esperar en la baqueta ‘hasta que su papá se durmiera’ y luego sólo diez minutos de manita sudada para dar la vuelta a la manzana. Ya en sexto año no era como en primero en que me eché un noviazgo lejanísimo y breve con una chaparrita linda que me cortó por ser yo muy alto para ella y porque una bruja se lo aconsejó.

     La de Ixtapalapa me sorprendía con bobadas tales como decirme, mirándome fíjamente a la cara:

     ---- ¡Ya te caché!

     Y yo me arrugaba pues en aquellos días me empezaba a dejar mi incipiente bigote y me lo había retocado un poquitín.

     ---- ¡Te enchinas las pestañas!

     Cosa que nunca hice pues ya desde niño todas las mujeres me traían jodido diciéndole a mi madre:

     ---- Y …con esos ojos …¡¿dice que quiere ser cura?!

     Entre la lejanía y las bobadas lo de Ermita Ixtapalapa duró solamente dos mini citas.

     Pues esta bellísima dama de la química sanguínea y el Corral de la Morería era Maye.

     Era de Acámbaro, rubia, alta y de ojos verdes. Era una de esas bellezas que te hacen pensar en el amor platónico antes que en el sexo.

     Estar con ella, reir con ella, cantar con ella …porque también era musical hasta la pared de enfrente …era un deleite asombroso.

     Una mañana en que le llegué con una guitarra que  compré para ella en Paracho por poco y muere del júbilo. Me abrazó, me besó y se lanzó corriendo a la peluquería de ahí junto a que el maestro peluquero, que sabía de eso, se la  afinara (yo todavía no sabía ni madre de guitarra). Luego me lo agradeció cantándome un tango que  sabía cantar de un modo que mucho me gustaba ..y me sigue gustando: “Mi barrio reo …mi viejo amor …soy tu (no me acuerdo qué) …soy tu cantor”

     La foto de Maye con sombrero cordobés y aquella su mirada gitana de ojos verdes al igual que la de Conchi con su mirada a  la Sarita Montiel en “fumando espero” las traía yo espalda con espalda en la cartera. Unos días estaba una por delante de la otra y luego las cambiaba de lugar.
   
      Manolo, mi hermano, un buen día me sustrajo la cartera un rato no más para andar de cabrón enseñando las fotos a la familia y después me comentó que papá dijo:

     ---- ¡Vaya! ¡Ya era hora que éste diera color!

     …Sin comentarios (papá en esto de conocer los intríngulis sexuales y amatorios de sus hijos no sabía ni madre …y mamá tampoco).

     La verdad yo tenía serias dudas de si debía casarme o no con Conchi pero me creía en deuda porque era dos años mayor que yo y sentía “que le había hecho perder varios años de su vida”.

     Les pregunté a quienes no debía: compañeros y maestros y no lo hice con mis padres pues daba por hecho que mamá se opondría y que papá la apoyaría. Mamá veía con malos ojos tres cosas de Conchi: que fuera casi dos años mayor que yo, que fumara y que a veces se pusiera pantalones. Incluso el primer día en que me autorizaron mis padres a llevarla al hogar a comer, y a presentarla como mi novia, mamá la regresó a su casa y le dijo que volviera vestida con falda (los pantalones en esos años de los sesentas no eran para ‘mujeres decentes’) (poco sabía mamá que toda su vejez se la iba a pasar  usando abrigados pantalones de lana)

     Así eran mis mayores.

    



                                                     6




     Me pareció que, aunque no estuviera preparado económicamente muy bien para casarme (sólo contaba con el magro sueldo del ejército y no había ahorrado nada pues todo el sueldo del año de capitán me lo había gastado en cosas del coche) hacerlo era el siguiente paso  natural como ciudadano útil, exitoso y responsable ante una mujer que mucho me gustaba y a quien, siendo mayor que yo, había hecho esperar  durante un largo noviazgo de cuatro años. Sí: casarme y formar una familia era el siguiente paso por lo tanto le escribí que se viniera de España para casarnos.

     Llegó al aeropuerto una noche de diciembre y la fui a recibir uniformado de capitán …echando tiros pero no de pistola sino de tipo.

     Ella llegó muy guapa. Con un mechón rubio al frente, hablando como levantina y soltando frases alicantinas como “fotre ché” “follón” y otras  por el estilo que me eran desconocidas y disgustantes. Ya no era mi Conchi, la tierna, la vulnerable. Era una mujer  fuerte y sabia …y sentí una punzada desagradable que apagué  de inmediato. ¡Esa era mi decisión! ¡yo no me equivocaba! …y, además, …¿cómo retractarse si su regreso había sido promovido por mi promesa?

     Nos casamos unos meses después, siendo yo ya Mayor Médico Cirujano; por lo civil en su casa y por la Iglesia en una boda por todo lo alto. Al estilo de los ricos y encumbrados de la Colonia Española, con banderas de México y España cruzándose una con la otra a los acordes de la Marcha Real Española durante la misa y banquete de órdago en los salones reales del Casino Español. Nos casó mi querido tío Eduardo el sacerdote bien amado y yo iba uniformado de ‘media gala’: pantalón negro con vivos amarillos a lo largo de las perneras, camisa blanca, corbata negra y saco blanco con galones y botonadura dorada. Este uniforme no tenía madre para cosas de tipo social. El de gala completa, todo negro con vivos amarillos y  cuello duro, cerrado y alto era para servicios militares tales como vallas y desfiles más que sociales pero se usaba para ambas cosas.

     Como paréntesis sabroso te explicaré que eso de los colores de los vivos en los uniformes de gala tiene su por qué: el amarillo es el de Sanidad Militar, el guinda es del Colegio Militar, el azul es de Transmisiones, el verde es de Justicia y así …pero ya no me acuerdo de más

     Nos fuimos de luna de miel una semana: tres días a Cuernavaca y cuatro a Cozumel. Nada de un mes por Europa como lo había hecho Manolo mi hermano mayor y luego Raúl y Felipe y Pedro …y de Angel nunca supe cómo fue  porque todo lo hizo misteriosamente como era su costumbre.

     Siempre he pensado que eso que parecía una chinga por parte del ejército al no concederme más tiempo para la luna de miel fue una bendición. Echaba de menos a mi familia, le encontraba defectos a mi esposa, me quemé horriblemente las patas la primera mañana en Cozumel dizque yendo a la pesca del pez espada por poner estúpidamente los pies sobre la barandilla de cubierta por si el animalazo picaba no me fuera a agarrar desprevenido.

     Volvimos al D.F. y estuvimos viviendo en casa de mi tío cura que andaba por España. El creyó, con gusto, que iba a ser para siempre y yo también. Me felicitaba por considerar que esa magnífica casa de dos pisos de la esquina de San Rafael y Santa Gertrudis en la colonia Industrial ya sería nuestra. 

     No fue así y creo que eso estuvo bien pues era una casa austera, colindante con la que fue de mis padres y la cual conocí de niño cuando el hijo de su antigua dueña entró a estudiar medicina y tenía un esqueleto de verdad colgando en su cuarto.

     Tenía también una gran biblioteca con unos dos mil libros.
    
     Yo me sentía a gusto viviendo en ella pero solamente iba cuando estaba libre de mis guardias hospitalarias, que eran muchas y mi temperamento parecía ser acorde con todas esas sobriedades espirituales.

     Tío Eduardo tenía en aquellos tiempos el hobby de los canarios y en una terraza descubierta guardaba unos treinta en una enorme jaula.

     No tenía patio ni jardín. Solamente una cochera y arriba, en amplio espacio abierto, plantas y bancas adornadas con mosaico de talavera representando paisajes de Soto y Amío que era la aldea perdida donde había nacido tío y mamá y habían vivido y muerto los abuelos.

     El tío se había hecho la ilusión de que viviéramos juntos ya para siempre. En los pueblos españoles es bien frecuente conocer sacerdotes viejos viviendo con sobrinos jóvenes y yo creía que eso estaba muy bien pero…
    
     Como te será fácil adivinar, apenas regresó el tío de España mi mujer me sacó de ahí en volandas y pusimos departamento. Ya estaba bien de solemnidades austeras, aunque yo, en nuestro primer departamento, de terco todavía, a la entrada, en una mesa grande y alta puse un gran ajedrez como ornato principalísimo.

     La neta es que ya era un viejo en muchos aspectos  …y tenía apenas veinticuatro años.

     Se estaba fraguando en mí otro “Don Fulgencio” el de las caricaturas del Excélsior …el ‘hombre que no tuvo infancia’ y quien tras una solemnidad impresionante, era un verdadero desmadre.
   
     Tal vez Conchi por seguirme la muy aparente (aunque no muy real) corriente de formalidad me decía que yo iba a ser premio Nobel, un Jaime el Conquistador, etc.

   






























                                                   7




     Cuando me sorprendí una mañana en casa de mis padres viendo las fotos de los ‘estrenos de la semana’ me sobresalté y pasé a otra sección de inmediato no fuera a ser que en la comparación se me antojara alguna diferente a  mi mujer.

     Dichos estrenos se les decía jocosamente a las fotos de las novias que se habían casado el último domingo. Solamente había bodas los domingos y la primera página de la sección de sociales del Excélsior era un desplegado de todas ellas.

     Así llegué al matrimonio, así lo enfrenté y así lo viví hasta mi primera infidelidad cerca de cinco años después.

     Ambos lo tomamos muy en serio; como un trabajo intenso para toda la vida. Yo estaba dispuesto a ser el mejor esposo del mundo así como me consideraba el mejor de mis hermanos y el mejor de mis compañeros. Conchi también …y no solo esposa sino colaboradora, compañera, confidente.

     Pero algo se introdujo en nuestras vidas en forma de una pinche mierdita de un gramo de peso. Una pastillita color de rosa y en forma de corazoncito. Una tableta de sulfato de bencedrina que me eché a la boca una mañana, a los cinco años de recibido para enfrentar una junta médica en que tenía que opinar del estado de salud de  doña Magdalena Cossío.

     Sentía miedo pues el caso era difícil y los familiares muy encopetados. El cirujano que la había operado por desprendimiento de la retina en el Sanatorio Español se había ido de vacaciones y me la había encargado pensando que yo sabía mucho del asunto.

     Todavía sentía miedo ante la gente rica y bien vestida. Prefería la gente del Hospital Central Militar y del anexo del Sanatorio Durango, donde me había desplazado profesionalmente durante los últimos años.

     Ojalá y para este entonces hubiera oído hablar a mamá, como la oía años después, hablar de cuando papá se la pasaba dando vueltas en la banqueta sin atreverse a entra a ver a un cliente, a ofrecer algo, a cobrar una deuda y mamá le decía ya en casa:

     ---- Manolo, no seas bobo, imagínate a esos señorones gordos y fofos ó escuálidos y pellejudos en traje de baño en la alberca de agua hedionda en Cuautla

     Yo creo que en aquellos tiempos de sus inicios matrimoniales era la única alberca que conocían y a donde nos llevaron por muchos años de niños a mis hermanos y a mi.

      ¡Ah! ¡Cuautla! el Hotel ‘El Vasco’, el balneario ‘Agua Hedionda’ con sus aguas sulfurosas apestando a huevo podrido y yo flaco y tembloroso parado junto a ellas. Mis padres chapoteando llenos de hijos alborotados.

     ¡Cuántas albercas conocí después y sólo a esta añoro!

     Era yo aún tan pequeño que la orden paterna de ir a dormir la siesta con mis hermanos después de comer no la relacionaba con los ardores amorosos de mis progenitores (en casa jamás se dormía la siesta).

     Esta decisión mía de ayudarme con un fármaco sucedió en un momento en que yo vivía ciertas  crisis que vale la pena apuntar.

     Una de ellas era la de aparentar un nivel profesional muy elevado siendo que la especialidad de Oftalmología la había hecho en mis ratos libres durante el cuarto año de residencia en cirugía general en el Hospital Central Militar. Yo fui la punta de flecha que abrió la especialidad en dicho hospital y como todo pionero estuve rodeado de  carencias en tiempo y elementos.

     Mi padre estaba hospitalizado con su tercer infarto a cuestas y sus cardiólogos me habían dicho que su miocardio era muy pobre y sus días muy contados (y yo no se lo decía a nadie).

     Recorría largas distancias cargando con el equipo necesario para atender tres consultorios particulares ya que solamente uno tenía equipado.

     Acudía como asistente voluntario al Español y al Militar y tenía puesto como oftalmólogo en el Hospital Infantil de San Juan de Aragón.

     Estaba adscrito y daba consulta diariamente a la Segunda Compañía de Sanidad en el Campo Militar Número Uno.

     O sea que diariamente circulaba extensamente por  el Norte, el Oriente y el Poniente de nuestra gran urbe. El Sur por causas curiosas se me negó en la juventud siendo que ahora es  zona querida y predilecta para mí, sin abandonar las otras (no más que ahora ando en una limosina bajo tierra, de cien metros de largo, con chófer y de color anaranjado que me resuelve maravillosamente mis enormes desplazamientos).

     La sensación de fuerza y seguridad con aquella anfetamina fue diferente a la ya conocida. No era ya para estudiar y pasar un examen. Era para enfrentarme a la vida …y prendió la vacuna.

    






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     Así como ahora muchas personas piensan que la marihuana no es droga, que es inofensiva, que se puede manejar, que es inspiradora y hasta necesaria …asi a mediados y fines de los sesentas no se consideraban droga a los psicotrópicos.

     Muchos pensábamos que eran una bendición, como llegó también Freud a pensar de la cocaína cuando la conoció, muchos años antes, llegando incluso a suponer que era el gran regalo de la naturaleza para la humanidad.

      Así sucede a cada rato en la historia. Aparecen las grandes catástrofes como bendiciones primeramente y hasta se les abren los brazos. Dígalo si no el tercer Reich …por mencionar uno de ellos de tipo socio político …o los aerosoles, o los transgénicos …por mencionar otros tipos de calamidades  Hay para todos los gustos.

     Creo que por esto decía Goethe que quien no ha hecho inventario de sus últimos tres mil años vive en la oscuridad y muere en la ignorancia.

     Como tranquilzante se conocía solamente el Largactyl sustituyendo al  bromural y al te de tila. Las diazepinas, benzodiacepinas y toda su descendencia, sólo hasta mil novecientos ochenta y uno se reconocieron como adictivas y eso varios años después de haber aparecido, cuando ya habían invadido avasalladoramente el mercado. Un pinche tranquilizante de los sesentas  que fue espantoso fue la talidomida por sus alteraciones congénitas en que nacían los bebés con manitas o piececitos como de foca pegados al hombro o a la cadera y por eso se le llamó ‘focomielia’.

     Bueno …el caso es que yo hasta presumía del consumo de mis ‘chochos’ y como me los vendían de dos en dos adentro de una bolsita de papel celofán, yo los compraba de seis en seis para guardarlos en una caja pequeña de plástico redonda y rígida de esas para pastillitas de menta y que van saliendo de una en una al ir girando una de las tapas.

     Recuerdo habérselas ofrecido a colegas, amigos y hermanos con aire de superioridad y dándome importancia. ¡Vaya! yo creo que así se empezó a compartir el rapé y el tabaco en sus momentos iniciales …pero no eran psicotrópicos, aunque desde luego que sí adictivos …y en qué forma.

     Hoy en día se considera el tabaquismo como una de las adicciones más difíciles de combatir tanto por tener un componente genético como por no tener un fondo de sufrimiento moral  similar al del alcoholismo y/o la drogadicción.

     De esto del fondo de sufrimiento hay mucho, muchísimo que hablar y ya le tocará su turno en el próximo libro cuando escriba acerca de las herramientas que usé para mi recuperación porque tal vez el sufrimiento sea la ‘piedra de toque’ para la misma.

    













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     La primera desventaja que le noté a la bencedrina fue un ligerísimo temblor en los movimientos finos de las manos al operar que  resolví parcialmente buscando acomodo a mis antebrazos durante el acto quirúrgico. Incluso leí artículos de otros cirujanos en que explicaban sus recursos para no temblar operando. El no temblar es importante tanto para los resultados como para la imagen que aparece en pantalla cuando se filma o se transmite la cirugía por circuito cerrado ya que un temblor insignificante se magnifica espantosamente en la pantalla.

     Hubo una ocasión, cuando se iniciaba la costumbre de pasar operaciones por circuito cerrado  en que un cirujano oftalmólogo poco conocido y no muy bueno se entusiasmó y auto promovió para que le transmitieran una cirugía de catarata  y desde entonces le pusimos de apodo: ‘el rayo’ pero no por la velocidad con que operaba sino por los amplios trazos temblorosos y relampagueantes que aparecieron en la pantalla ya que ese amigo a última hora se puso  nervioso. Vale aclarar que el paciente quedó bien a pesar de todo pues la cirugía oftálmica en aquellos años era tosca comparada con la de ahora.

     Hoy en día casi todo se hace con microscopio y hay programas de adiestramiento de cirugías y sus complicaciones simuladas por computadora en aparatos adecuados en que el oftalmólogo novel aprende a operar y a salir de apuros con la misma precisión o más que un cosmonauta en un simulador.

     En mis tiempos la práctica era con ojos de puercos y yo tuve reconocimiento y cierto éxito al practicar con una máscara en la que sujetaba el ojo del puerco con cuatro resortitos de bolígrafo en cada uno de los cuatro puntos cardinales que lo mantenían suspendido y flotante en el cuenco orbitario.

     Pronto apareció el siguiente inconveniente del sulfato de bencedrina y fue la falta prolongada de sueño.

     Fue esto el primer paso en la disfunción matrimonial ya que para subir a dormir me tardaba las horas haciendo cosas en el consultorio que al principio tenían que ver con mi profesión pero que poco apoco empezaron a desbarrar por otros territorios hasta venir a zozobrar en una hiper erosia desenfrenada que no era de fácil resolución pues estaba plagada de fantasía y supuesta creatividad muy ajena a una relación de pareja normal.

     El efecto erótico de las anfetaminas es algo que aparecerá constantemente en este libro pues estoy convencido de que en mi caso esta substancia le pegaba con tubo a mi núcleo amigdalino.

     Te voy a explicar.

     En el cerebro los changos y los humanos tenemos un conglomerado de células oscuras especiales que forman el núcleo amigdaloide …o amigdalino o…como quieras llamarle y es porque se parece a una almendrita (las ‘anginas’ de la garganta  se llaman también ‘amígdalas’ por este parecido).

     Hace muchos años leí de un experimento en que a un macaco rhesus se le extirpó el núcleo amigdalino y el resultado fue que el pobre animalito no podía dejar de fornicar. Cogía hasta con las paredes y acabó por morir cohabitando con un tubo de la jaula hasta el consumo total por fatiga y olvido de atender a otras necesidades como el comer,  el beber y el dormir.

     Bueno pues en mi caso por ahí iban las cosas …ya te imaginarás que para poder dormir y descansar el cerebro y los genitales externos recurrí a los barbitúricos que era lo que se usaba con efectividad y se conseguía también sin  dificultad.

     Las mismas cápsulas amarillas de nembutal con que dormíamos a los perros para cirugía en animales pasaron a formar parte de mi arsenal así como las coloradas de seconal  y luego, para encontrar la vigilia pronta y necesaria, también las de dexedrina que era anfetamina más fuerte que la bencedrina y luego una cuyo nombre no recuerdo que combinaba la anfetamina con el barbitúrico.

     Se iniciaba el alud pues las anfetaminas no producen  el efecto deseado al repetir la misma dosis. Hay que multiplicarla en cada toma. La progresión se hace geométrica y acaba uno consumiéndolas a puños si no quiere entrarse a dificilísimos períodos de supresión con depresión profunda y fantasías suicidas.

     Esto que estoy diciendo no es mamada. Yo muchos años después llegué a consumir cantidades exorbitantes de lo que ya platicaré en el momento en que lo considere apropiado y didáctico pues son temas que me resisto a dejar en manos del morbo novelado.

     Mi recuperación se atrasó grandemente y durante largos años por culpa de un pendejo al que oí hablar en tribuna de Alcohólicos Anónimos presumiendo  de su consumo. Decía este animal,  que trabajaba en una empresa cervecera y que, tirado en una tarima, junto a una paila, sus amigos le acomodaban la punta de una manguera en la boca y abrían la espita de la paila hasta que tanta cerveza le abombaba la panza y le empezaba a salir por las narices. Lo decía como presumiendo de un record Guiness y yo me alejé de A.A. por veinte años perdiendo una gran oportunidad de conocer una comunidad maravillosa de la que también hablaré ampliamente en mi próximo libro ya que tiene sus bemoles si no se le aborda adecuadamente.

    


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     Otro asunto desafortunado que me alejó de conocer el programa de A.A ya desde mil novecientos ochenta y seis (lo vine a conocer y a estudiar veinte años después, hasta el dos mil seis) fue que en la primera junta a la que asistí abrí desgraciadamente  por la página menos afortunada para mí el libro ‘grande’ el famoso ‘libro azul’ la ‘biblia’ de A.A. en donde habla del alcoholismo como “una alergia cerebral”. Para mí, como médico, me pareció una estupidez . ¿Adónde estaban las ronchas? ¿las secreciones?  Me imaginé al cerebro hinchado, enronchado y moqueante  …y hubiera soltado la carcajada de no haber andado tan triste y jodido, aparte de la pena que me daba aquel padrino que llegaba somnoliento a coordinar la junta, con marcas de costal de yute en la mejilla y alguna pluma de gallina incursionando por su calvicie incipiente.

    Oír a ese campesino hablar de “Bildobleú” (Bill W, nuestro  co fundador) me parecía tragicómico.

     Poco y mal sabía yo.

     El esfuerzo de ese padrino humilde por desplazarse de noche hasta  mi sin remuneración alguna era el maravilloso doceavo paso del que mucho hablaré. El término ‘alergia’ acuñado por el Dr. Silkworth en mil novecientos treinta y cinco, año en que se fundó A.A. era perfectamente adecuado por significar: ‘alos’ y ‘ergos’ (‘diferente’  ‘fuerza’) y aún no había sido popularizado por la medicina en el sentido que se le viene dando ahora, fuertemente ligado a manifestaciones clínicas específicas pero por demás arbitrarias.  

     Es por eso que sostengo que el primer contacto con A.A. debe ser cuidadoso y bien orientado, para ahorrarle al adicto muchos años de sufrimiento alejado de ese maravilloso programa al cual se han adherido como tabla de salvación todos los tipos de  adicción, independientemente del alcoholismo.

   































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     Se iba formando poco a poco ese botiquín que por temporadas desaparecía, se modificaba, aumentaba, disminuía pero que ya hacía  acto de presencia  como parte integral de mi vida.

     Empezaron a aparecer otros estimulantes como la codeína y las metanfetaminas que consumía por parecerme más suaves y finalmente los barbitúricos desaparecieron de mi arsenal para ser sustituidos con tranquilizantes no barbitúricos.

     Si al hablar de la hiper erosia te entusiasmaste pensando que era algo agradable y funcional, te equivocaste pues el asunto era más mental que físico y  hacer bajar a la entrepierna todo lo que había en la cabeza era misión casi imposible. ¡Cuántos fracasos! ¡cuántas mentiras para explicar tanta incapacidad amatoria! …mucha verba, mucha pérdida de tiempo y muy pero muy poca efectividad.

     Esto me recuerda aquel viejo chiste de dos amigos en que platicaban de las dificultades eréctiles y eyaculatorias de uno de ellos.

     ---- Creo que tengo que ver un urólogo o a un psiquiatra para que me ayuden en mi vida sexual.

     ---- ¡Ay mano! Eso está todo en la cabeza.

     ---- Por eso, por eso …quiero que me lo bajen de la cabeza a donde yo quiero que esté.

     Si es cierto aquello de que quien comete adulterio con la mente ya lo cometió en su corazón (¿ó es que quien lo comete con el corazón ya lo cometió en la realidad?) …yo lo cometí un montón de veces antes de la primera vez real. Pero en esto creo que pertenezco al montón de casados y casadas.

     Con los psicotrópicos era un drama. Un verdadero drama pues me empujaban fuerzas irrefrenables a un asunto que por lo general terminaba mal.

    





























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     Tal fue el caso con Gisselle; caso, ya andando yo empastillado, en que la duda y la confusión me hacían decaer la autoestima al desarrollarse de la siguiente manera.

     Giselle era una enfermera bonita  y la conocí una mañana operando en un hospital privado muy pequeño de Lindavista.

     Me gustó y esa tarde decidí buscarla con la disculpa de algún instrumento que supuestamente se me había olvidado en el quirófano. Ahí estaba ella y la invité a un paseo que terminó en un motel de las afueras de la ciudad por los Indios Verdes. Esto no fue esa misma tarde sino una mañana en que llegué a recogerla más de una hora tarde por estar componiéndole un verso que no me acababa de salir. Por poco y me pierdo la cita pero así andaba yo de apendejado. Me llevé además la guitarra (yo no sabía tocar más que tres o cuatro pisadas) y un cancionero. Creo que también la gorra de militar …¡carajo! …’Sueños de un seductor’ se quedaba chiquito.

     Ya en el cuarto …toque y toque; …cante y cante …los dos hechos unos idiotas indecisos. Yo tenía un miedo cerval a embarazar a una enfermera pues sabía que los médicos éramos presa altamente cotizada por ellas.

     De que había mujeres que manejaban hábilmente el asunto del embarazo real o supuesto no me cabía la menor duda pues fui protagonista de un pequeño drama que te platicaré antes de continuar con Giselle.

     Resulta que estando ya para terminar la carrera sonó el teléfono en casa de mis padres y contesté yo.

     Voz de mujer:

     ---- ¡Ay que bueno que contesta usted joven Lalo!

     ---- Dígame en que puedo servirle.

     ----Es que no se ni como decirle.

     ---- ¿¿¿¿ ----  …pues trate y dígame.

     ---- Es que yo sé que su mamacita está malita del corazón y no quiero darle un disgusto, sólo quiero que me ayuden  porque tengo un bebé de uno de sus hermanos.

     ¡En la madre mi general! …en esos días todos esperábamos con enorme ilusión la llegada del primer hijo de mi hermano Manuel, el mayor, que sería la punta de lanza de una nueva generación y ahora resultaba que mi primer sobrino; el primer nieto de mis padres, supuestamente ya estaba en el mundo.

     ---- Dígame donde podemos vernos.

     Y ahí fui una tarde a la entrevista en la banqueta enfrente del teatro Insurgentes donde me esperaba una mujer joven no guapa ni fea (más bien feúca) de aspecto económicamente bajo quien me dijo que había estado empleada en casa de mis papás y que ahí la había embarazado  mi hermano Angel.

     ¡Ni madre! pensé yo …todavía Manolo que era medio pito loco pero ¿Angel? Todo timidez disimulada en críticas hacia la mujer de tipo mestizo, de quienes decía que traían la credencial en la cara mientras metía la lengua por abajo y atrás del labio inferior.

     Fui a ver al enano a un departamento de la Colonia del Valle en que trabajaba la mamá. Le había puesto: Raúl.¡Coño! que desmadre con el barajeo del nombres de mis hermanos y estaba hermoso: de cerca de un año, paradito en su corral, bien derechito, blanquísimo y risueño.

     La que también estaba hermosa era la patrona …y yo que iba con mi maletín nuevecito de médico que nos acababan de regalar en los Laboratorios Pfizer, uniformado de capitán y con veintitrés años a cuestas …para que te cuento. Ella en bata de baño e insinuante y yo preguntando que en qué sanatorio había nacido Raulito sufriendo para no dejar clavada la mirada en los muslos monumentales de la patrona.

     Sostuve que si era mi sobrino no serían los cinco mil pesos que pedía la madre sino su educación y carrera pero que si no …nada.

    El sanatorio casi no tenía documentación médica del parto pero sí fechas y por ellas e interrogando acerca del embarazo a la mamá y sabiendo que había sido todo normal, llegué a la conclusión de que el embarazo había sucedido en los meses en que Angel estudiaba en el Tecnológico de Monterrey (no existía más que ese en aquel tiempo: el de Monterrey) y al hacérselo notar a la cuñada en ciernes se soltó llorando y me dijo que Raulito era hijo de un piloto aviador militar que había muerto  en un accidente de aviación. Que por favor la ayudara.

     La ayudé firmando como aval para una máquina tejedora de Liverpool que valía muchas veces mi sueldo mensual pero que ella fue pagando religiosamente y, al final de mucho tiempo, se presentó en el Hospital Central Militar a mostrarme  la factura ya pagada. Ya era yo médico y ya había nacido Thaida o sea que fue tres o cuatro años después de recibido y me regaló una perlita engarzada que le regalé precisamente a Tahidina, la Yayi querida; mi primera hija.

     Pues el miedo al embarazo (en esa época los condones eran una quimera) y a cualquier tipo de represalia (culero de mi) me hizo preguntarle a Giselle ya tumbaditos una al lado del otro que si era virgen a lo que me contestó con un “sí” tímido con una media sonrisa que me llenó de pánico. No sería la primera vez que yo renunciaría a una relación sexual de un modo quijotesco. Ya lo había hecho y lo hice después creyendo que agradaba a la dama sin imaginar siquiera que estaba haciendo el oso.

     El caso es que una vez más quedé con la idea de que el sexo y sus avatares eran cosa complicada que nunca iba a dominar, ni antes de la toxicomanía y menos ya náufrago en ella.

     Tal vez tampoco me sentía muy seguro de mi potencia pues ya empezaba a darme cuenta que las anfetaminas podían enloquecer el cerebro pero desolar al pene, aunque la cosa era por demás rara; como las intermitentes del gallego: ‘a veces sí ..a veces no’.

     ¿Te sabes el chiste? …te lo voy a contar aunque hay quien me critica diciendo que mis libros están plagados de chistes muy ‘rodados’ ¿ …y si me traducen al Pakistaní?

     Resulta que  le dicen al gallego de los cuentos (que más bien era andaluz de Lepe pues ahí nacen estos chistes).

     ---- Por favor Rudesindo bájate del auto y dime si están funcionando las luces intermitentes.

     Se baja Rudesindo y después de un rato de silencio, meditación y reflexión de su parte el del auto le grita:

     ---- ¡Qué pasa! ¡funcionan o no!

     ---- Pues que quieres que te diga: …a veces sí y a veces no

     Ya contaré otras experiencias pero la neta es que nunca se podía estar seguro de cómo iba uno a funcionar.

                                                    


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     El conflicto sexual sobrevino como un torbellino. No se vendían revistas pornográficas en México, solamente algunas de desnudos como el ‘Vea’ y el ‘Vodevil’ cuya compra me causaba enormes conflictos de conciencia.

     Ahí te va:

     El condenarme al infierno era asunto mío y sabía que con la confesión y la comunión me salvaría si la muerte no me agarraba desprevenido lo cual nunca iba a suceder pues yo ya había comulgado los nueve primeros viernes de mes y, trayendo puesto el escapulario de la Virgen del Carmen no moriría sin confesión conforme lo prometido en una de las apariciones de la Virgen de Fátima (creo) y lo cual en el Colegio Tepeyac, donde hice parte de la primaria y toda la secundaria se me inculcó tenazmente a tal grado que todos los jueves primeros el pleno del alumnado era llevado a confesar con los mismos padres benedictinos del profesorado y al día siguiente se nos impartía la comunión en ayunas pasando luego a un par de horas deliciosas de asueto en los patios del colegio, desayunando, charlando y jugando hasta que pasábamos a las aulas donde se nos entregaban las calificaciones mensuales.

     Como yo con mucha frecuencia era el primero o el segundo lugar de mi grupo …pues ese día era fascinante ya que con el alma en paz y satisfecho de mi mismo tenía el día libre por delante y la entrega de calificaciones a mis padres a la hora de comer era un momento pleno de orgullo para ellos y para mi.

     Mi peligro de condenación sabía más o menos manejarlo. Por eso digo que el miedo no resuelve nada para la recuperación del alcoholismo y/drogadicción. Si yo era capaz desde la adolescencia de jugarme la salvación de mi alma también el adicto se lo juega todo y así como yo ‘pecaba’ el adicto sigue consumiendo ante cualquier peligro. 

     …Pero eso de que yo le comprara una revista de mujeres desnudas a otra persona …era hacerla pecar …según yo …y si esa persona era menor de edad …putísima madre …del infierno nadie me salvaría pues claramente decían los evangelios que quien escandalizare a un menor más valdría que le amarraran una piedra de molino al pescuezo y lo tiraran al mar ¿o qué? ¿no dice así?

     Me hacía pendejo todo lo que podía antes de comprar una revista de esas. Perdía el tiempo a lo idiota dando vueltas por las cercanías del puesto hasta que algún hombre ya mayor lo estuviera atendiendo.

     Cuando reparo en las facilidades tan grandes que hay actualmente para satisfacer las ansias solitarias pienso cómo hubiera sido mi desarrollo sexual de joven sin tanta represión ¿más normal?

     De no haber intervenido los psicotrópicos probablemente hubiera sido un marido normal con mis desahogos sexuales eventuales pero no lo sé ni lo sabré nunca. Detenerse en el ‘si hubiera sido’ ‘si pudiese haber sabido’ y todas esos pluscuamperfectos, dice uno de mis padrinos que es ‘conjugar en pluscuanpendejo’.

   








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      Conchi era toda una dama de la Colonia Española y mi relación sexual con ella fue la de todo un caballero. En los casi cinco años de matrimonio antes de mi adicción resultó embarazada tres veces y de esos embarazos el primero terminó en aborto cuyo cuerpecito quedó enterrado junto a un árbol en los jardines del Hospital Central Militar (¿leíste el segundo libro de esta saga: “Alma de Mayor”?), el segundo y el tercero trajeron a la vida a esas dos luminarias que son Thaida y Dunia López Pérez  Lamero  . Anai vino once años después durante una buena época mía de la que ya te platicaré cuando le toque el turno a ese suceso maravilloso.

     Esto del apellido compuesto materno ‘Pérez Lamero’ fue asunto de la mamá en la que nos enredó a todos ya que ella se apellidaba Pérez Noriega (en su trabajo, cuando yo la conocí todos le decían ‘señorita Noriega’ y su firma siempre consistió en un ‘Noriega  disimulado’).

     Pues recién nacida Thaida yo era esclavo del Hospital Central Militar y ella la llevó a registrar junto con una amiga. Ahí la registró y le puso: Thaida Paula María López Pérez - Lamero.

     Pa’la madre …más largo que una semana sin pan, digno de aparecer con letras de oro en el ‘Hola’ o en el ‘Vanidades’.

     Yo había aceptado lo de los tres nombres por eso de que uno fuera raro, el otro no usual y el otro ‘de batalla’ para que cuando fuera mayor usara el que le diera la gana ..pero de los apellidos no me había pasado por la cabeza que ‘López Pérez’ se oyera pinche ni mucho menos.

     Además que ni Pérez ni López son los más choteados en este País. Son Hernández y Cruz …según la encuesta que se hizo en las elecciones en que Fox salió presidente, lo cual me parece muy natural siendo el primero proveniente de Hernán, el conquistador armado y el segundo, del signo de la conquista evangélica de México.

     Por lo que luego leí en el acta, los testigo fueron, aparte de Maru, la gran amiga de Conchi, hija de los dueños del restaurant y centro de eventos sociales ‘El Cisne’ tan solicitado por la Colonia Española, un mecánico y un hojalatero que se ve que andaban por ahí haciendo algún trámite para sus respectivos mongoles.

     Thaida de muy pequeñita me decía, cuando empezaba a mal conjugar verbos, que ‘le gustaría ser bolería’ ó sea, lustradora de zapatos. Le encantaba la gente de paliacate y sombrero de petate y nos decía a su mamá y a mí en son de reproche que por qué no le habíamos puesto ‘Lupita’ de nombre. Luego cambió y en alguna ocasión en que la note medio alzadilla le recordé el par de testigos que figuraban en su acta de nacimiento para que nunca anduviera presumiendo por ese lado.

     Cuando los registros de Dunia y de Anaí fui yo y fue un pedo pues no querían poner el apellido materno como el de la primera hermana. Como no se podía ya cambiar el de la primera las otras dos quedaron igual: Dunia Alejandra María y Anaí Mónica María ambas con los ahora consabidos ‘Lopez Pérez - Lamero’ 

     Así era mi mundo en lo familiar y en lo profesional por el lado del Sanatorio Español pero en lo demás era yo bastante sardo. Me gustaba la gente pobre no como objeto de caridad sino como representante genuina de mi humilde origen labrantío campestre y cerril.

    



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     No quiere decir esto que me sintiera ajeno a la erudición y a la cultura. Para mí la cultura siempre ha sido el único vínculo real con la libertad. Se puede ser profesionista muy chingón siendo inculto …y muy rico, pero siempre será uno esclavo de otros si no se es culto.

     Ahora bien; en honor a la verdad y para que no cunda el pánico quiero recordar que se es siempre esclavo de algo. Que la única libertad consiste en poder escoger uno su esclavitud.

     En la esclavitud de la drogadicción y del alcoholismo hay libertad. Ni duda cabe pero con un nombre diferente: ‘libertinaje’.
    
     La terminación ‘aje’ siempre pinchifica a la palabra y exactamente por eso la uso en este caso. El alcohol y las drogas proporcionan  una sensación de libertad y poder (por lo menos al principio) que no corresponden a una libertad real sino a una libertad ‘pinche’; falsa.

     Pero la gente puede confundirla o no identificarla y el adicto se vuelve un triunfador temporal. Tal fue mi caso.

     Mis lapsos de sobriedad eran largos, mi salud física buena, mi juventud pujante y la gente me empezó a buscar. La clientela no se hizo esperar y pronto mi libro de citas era de ocho pacientes al medio día y doce en la tarde, de lunes  a sábado y lleno por tres meses. Las citas se daban a  partir del cuarto mes de solicitadas …y esto era en el consultorio de Lindavista. Vendí mi parte del de Tacuba y traspasé el de Polanco pero para cuando me quedé con el de Lindavista como único centro de trabajo privado ya necesitaba de mucha ayuda farmacológica para sostenerme.

     Para acabarla de joder mi madre se presentó una tarde y me pidió que atendiera los ranchos Jalapango y San Rafael; parte importante de la herencia de Papá que ya ningún hermano podía atender. Manolo había pedido y obtenido su parte y se le dieron ochocientos mil pesos (de mil novecientos sesenta y nueve) con los que se separó de los asuntos financieros familiares y se instaló por su cuenta. Angel de deshizo de su rancho: el famoso ‘Cantarranas’ de Cuautitlán y con Felipe se entregaron al negocio principal de la familia que era ‘Grasas y Harinas Industriales’ allá por San Pedro el Chico, en el D.F . Raúl fue destinado a manejar las bodegas de la Industrial Vallejo y los ranchos estaban siendo manejados por un administrador español al que mi madre quiso fiscalizar.

     Pedro estaba estudiando la carrera de Leyes y yo era quien llevaba los asuntos bancarios de mamá, que se reducían al manejo de un talonario de cheques que nunca usaba.

     Acepté ¡cómo chingaos no! y yo …don pendejo empecé a ir de madrugada a Jalapango y a San Rafael para hacer cuentas con aquel administrador.

     No tenía ni idea de lo que era un ‘libro de diario’ ni un balance, ni un pagaré, ni una letra de cambio ni sabía lo que eran los ‘intereses’ y menos aún los ‘moratorios’. Apenas si intuía el significado financiero de ‘capital’ ajeno al nombre de las ciudades capitales de estados y provincias.

     Estaba como personaje del chiste en que la nenorra no se quería casar y le decía a su madre  que a ella no la movía ningún ‘interés’ para casarse con ese ‘viejo judío’ que la pretendía.

     ...Y la mamá  le respondió:

     ---- Pues si no te quieres casar con él por el interés …¡cásate por el capital!

     Pero nunca he sido lento para aprender y en pocas semanas me di cuenta que el negocio agropecuario que papá había levantado con gran orgullo, asegurando que en aquellas tierras suyas había más pastura que la que se recogía en todo su pueblo y transformando la pequeña granja de dos hectáreas y diez vacas con las que inició tan complicado hobby quince años antes, en cien hectáreas y quinientas cabezas de ganado; estaba en picada.
    
     Aquel administrador fue liquidado con otros ochocientos mil pesos.

     El socio inútil que tenía papá en Grasas y Harinas con otros ochocientos mil.

     Mamá era un desastre. No hacía más que promover juntas y juntas con abogados y más abogados para acabar despilfarrándolo todo en aras de un espíritu de nobleza y justicia desenfrenado.

     ¡Qué falta nos hizo Pedro, el menor de los hermanos! …era estudiante aún pero de haber sido mayor, pudo ser la cabeza financiera de la familia que nos faltó y que, cuando años después tomó mi puesto como hombre fuerte del clan ya era demasiado tarde.

     Alcanzó a salvar la vejez de Mamá y de tío Eduardo del que también se hizo administrador y hasta la fecha sigue siendo auxiliar firme de los hermanos, quienes hicimos honor al famoso axioma de: “padre con dinero, hijo caballero …y lo de nieto pordiosero” …eso sí que no; porque la nietiza a papá le ha salido extraordinaria.

     Yo llegaba empastillado al rancho y me ví tan enérgico que el buen administrador terminó internado en el Sanatorio Español con un problema circulatorio serio.

     La producción de leche debía de ser de tres mil litros al día y andaba por los mil quinientos. Había numerosas vacas tuberculosas a una de las cuales maté de un balazo en la frente delante de todos y la mandé tirar a la montaña de abono en el campo para que se supiera que las vacas tuberculosas no iban a ser vendidas al rastro ni iban a ser ordeñadas. Que nadie iba a consumir ni su carne ni su leche …y que si alguien dudaba de quién era el que mandaba ahí …que me lo fuera diciendo.

     Quien había sido el veterinario del rancho pidió de inmediato su liquidación y mi nombre corrió de boca en boca por todo Texcoco a tal grado que yo tenía público de ranchos vecinos que se acercaban y sentaban por ahí estratégicamente para verme actuar y saber como criticarme y atacarme ya que el administrador eliminado era su gran cuate y hasta socio en algunos aspectos.

     Llevar adelante exitosamente los  tres años de ranchero me hundieron en las anfetaminas pues tuve que robarle tiempo al tiempo para viajar por refacciones a Estados Unidos, estar presente en las ordeñas para nos ser robado tanto en el producto como en la salud del ganado y sacar valor de donde se pudiera para meterme en grandes compras, enormes deudas y fuertes enemigos.

     Afortunadamente los vendí en un precio justo.

     Hasta la fecha hay quienes iban a pasar ahí los fines de semana y se sorprenden si les cuento estas andanzas pues lo pasaban estupendamente y creían que todo era miel sobre hojuelas.

     Indudablemente nadie sabe lo que pesa el muerto hasta que lo carga.

     Le tuve que inyectar dinero de mi pecunio y cuando andaba saliendo de ello, allá por mil novecientos setenta, se me ofreció ser socio fundador del Sanatorio Mig que en aquel entonces era un hospitalito de doce camas al cual iba con cierta frecuencia a operar.

     ¡Puta madre! ¡tras de que éramos pocos …parió mi abuela!

    
                                                  































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     Tuve que aceptar, pues el duplex en donde vivíamos Conchi, Thaida Dunia y yo (Anaí aún no nacía) y donde estaba insertado mi consultorio ocupando el hall de entrada, la sala y parte del comedor me lo estaba pidiendo el dueño para instalar ahí a un hijo que acababa de terminar su carrera de medicina rural (o de homeopatía …no me acuerdo bien) en el Poli.

     Era el tal dueño un anciano rico, introductor de pulque proveniente del Estado de Hidalgo, al D.F. quien tal vez pensó que aquel duplex en el culo de la propiedad que él y su familia habitaban (se llegaba a él por un largo pasillo que se iniciaba en la cochera, junto a la calle, pasaba por un patiecito con césped y columpios y terminaba en la puerta del hall de nuestra entrada) y al que nunca nadie de su familia (seguro estoy) lo hubieran considerado negociable de otra manera que no fuese casa habitación; era el lugar ideal para un consultorio exitoso.

     Hasta donde yo sé nunca lo volvió a ser. Les faltó el pinche loco de los chochos.

     Bueno, bueno, bueno, el terreno estaba dado para una adicción larga y persistente.

     Esto del terreno sembrado y listo para una adicción no necesita de una profesión de por medio ni de un padre amado recién muerto ni de una fortuna por conservar ni de un matrimonio cargado de entrega, ni de una sexualidad mal canalizada.

     Cada ser humano es un territorio complejo donde asuntos a simple vista triviales son enormemente complejos.

     Yo no tuve miembros de la familia encarcelados ni fui violado por un familiar ni presencié la prostitución de mi hermana ni el asesinato de un hermano ni la infidelidad de mi madre. Yo no viví cosas realmente escalofriantes que son el pan nuestro de cada día en las tribunas de A.A. o en la intimidad de los apadrinamientos ni escuchados en las desgarradoras confesiones privadas del quinto paso. Yo no maté ensartando por el cuello  a mi bebé en el gancho de la carnicería creyendo que era un monstruo escalofriante en un ataque de delirio ni maté a cuatro niños por quedarme dormido  y subir mi auto a la banqueta una madrugada manejando (esto sí lo hice pero no atropellé a nadie porque eran las cuatro de la mañana) (no haber cumplido condena en un  reclusorio es cosa nada más de suerte entre nosotros).

     Lo que quiero decir es que la vergüenza, el dolor profundísimo, la tocada del fondo, es diferente para cada quien. He oído llorar en tribuna tanto por haber matado a un hijo como por tener que vender la casa de campo y hasta por haberse visto obligada una compañera a usar calcetines blancos a huevo por órdenes del amante. 

     Yo seguiré hablando de mi caso pues es buena costumbre entre nosotros atenerse a eso nada más. Claro que lo que estoy haciendo no es una tribuna ni una catarsis de diez minutos en una junta tradicional de hora y media.

     Decía uno de nuestros co - fundadores, el Dr. Bob que nadie se salvaba por hablar más de quince minutos seguidos y yo lo entiendo muy bien. Cuando alguien toma tribuna y habla más de diez minutos empieza a repetirse (casi siempre la repetición empieza a los cinco minutos) y a veces los ojos se entornan y pareciese que el cerebro ya no está en la bóveda craneana sino en las profundidades de la garganta. Que el cerebro dejase de funcionar y que la lengua tomase su lugar de un modo alocado y conmovedor. …A veces hay que violentar seriamente al parlante para que encuentre reposo y deje de hablar, gritar,  manotear y llorar.

     Creo que la boca y la garganta forman un todo con el cerebro en las enfermedades psiquiátricas.

     No solo me refiero a las típicas fijaciones orales tales como el comer compulsivamente, fumar o beber en exceso. He visto intervenir a la garganta en manifestaciones de índole psiquiátrica tales como a un hombre mayor arrebatar, día tras día, la jarra del agua en la mesa del comedor de la clínica San Rafael y beber de ella hasta terminarla con los ojos entrecerrados, escurriéndole por las comisuras y haciendo con la mano libre movimientos característicos de un bebé siendo amamantado.

     Llegué a ver, siendo residente del hospital central militar una película presentada por Valencia Salazar, querido compañero psiquiatra pocos años mayor que yo, titulada por quienes ya la habían visto: ‘El chicharronero’ en la cual Valencia se sentaba en las piernas a un troglodita adulto quien era su paciente y a quien le daba el biberón mientras este hombre, familiar de un militar y cuya actividad era vender chicharrón, hacía todos los movimientos típicos de un bebé en tal trance.

     Valencia decía que así logró en él una regresión a partir de la cual pudo desarrollar una terapia psicoanalítica satisfactoria.

   












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     Quiero volver a mis primeros años de adicción ‘exitosa’ pero aclarando que así como hay psicópatas exitosos, no conozco drogadictos ni alcohólicos exitosos.

     El ‘caso Hemingway’ es uno que me han traído a colación para sacarme de mi error. Se me ha hecho ver que este escritor fue laureado con el Nobel de literatura y que simplemente su novela “El Viejo y el Mar”  vendió siete y medio millones de ejemplares durante la primeras cuarenta y ocho horas de emitida a nivel mundial. Que si, para no complicarte, calculas que se vendió a diez dólares ejemplar, fueros setenta y cinco millones de dólares en dos días y que si Heminway se ganó un dólar en cada uno se metió a la bolsa, siendo alcohólico ya en declive más de setenta y cinco millones de pesos …por una sola novela en los primeros dos días de venta.

     Como no me gusta discutir a lo pendejo me chuté la biografía de Ernest Hemingway y me dí cuenta de que no fue exitoso.

     No quiero escarbar en su vida, si la quieres leer rápido y a bajo precio la encuentras en la colección “Los Grandes” de Grupo Editorial Tomo en cualquier puesto de libros cercano o adentro de las estaciones del metro.

     Ahora que si prefieres tener tu nombre inscrito con letras de oro en los anales del arte como Gaugin o Modigliani o Kerouak o Hemingway o Edith Piaf a costa de no llegar a conocer una vida serena y feliz ¡adelante! ¡te espero en Carrasco! O si eres rico, en Oceánica o en Monte Fénix. O si estás no muy de  la chingada en la San Rafael pero si estás de la verga …en el Fray Bernardino.

     ...Y eso si no te volaste la cabeza de un pistoletazo o no te encorbataste con un lazo cortinero o no te metiste un trapo en el gaznate hasta morir asfixiado por no tener para morir más que la ayuda de un paliacate lleno de tierra y mocos secos tirado en un baldío.

   

































                                 





                                II






      

    DEL  ABUSO  Y  DE  LA  INTOXICACIÓN

                                                  










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     El ‘uso’ se convirtió en ‘abuso’. Fue cosa de años pero llegó …y me vi envuelto no ya en momentos glamorosos como el manejo violento y millonario de un rancho o la atención exhuberante de una consulta sino en asuntos feos, torvos, peligrosos.

     Me vi estacionado dentro de mi coche en la madrugada más de dos horas junto a un baldío esperando que un minusválido que manejaba un puesto de periódicos en la zona rosa me consiguiera una revista pornográfica.

     Era éste un hombre a quien le faltaba un brazo por habérselo destrozado un tren cuando él dormía borracho junto a la vía con el brazo encima de ella. Fuimos  amigos y me ayudó todo lo que pudo, que no fue mucho pero cuyo recuerdo me ha sido siempre  fiel y motivador.

     Yo abandonaba mis territorios de familia y trabajo en las noches con cualquier disculpa. La profesión se prestaba y no faltaban amigos y conocidos que me hacía el paro con llamadas teatrales.

     Aunque lo más teatral corrió de mi cuenta en una ocasión en que para poder irme a Estados Unidos unos días mandé hacer en una imprenta medio millar de programas e invitaciones a un congreso falso, de las cuales solamente utilicé una.

     Mi conocido y luego amigo atendía por las noches un puesto grande de periódicos y revistas en la Zona Rosa. En el brazo amputado lucía un artefacto con tenaza que abría y cerraba a través de los movimientos de contracción o aflojamiento de unas correas que le iban hacia el cuello y la espalda. Lo manejaba magistralmente, casi más que la mano buena pues con la tenaza se servía leche (que siempre tenía a mano en un envase de cartón, ‘para estar bien alimentado’ según él me presumía
), entregaba mercancía, cobraba y se peinaba largamente mientras sostenía el espejo con la mano. Tenía un pelo negro, brillante, abundante y ensortijado y el hombre se sentía bien galán. Tenía compañera con quien vivía en un edificio abandonado y aspiraba a manejar un taxi lo cual me lo proponía como un buen plan de ayuda mutua ‘cuando yo me compusiera’ pues me miraba a las comisuras de la boca todas cuarteadas y me decía:

     ---- Estás todo cuarteado del hocico amigo. Ya deja de tragar esas chingaderas.

     ---- Poco a poco …poco a poco.

     ---- ¡Qué poco a poco ni que una chingada! ¡Ya! ¡tíralas todas!

     Y mandaba conmigo a un chiquillo para que me cuidara y se quedara conmigo en cuclillas recargado toda la noche en mi cuarto del Hotel Brasilia que es adonde estaba viviendo pues esto que te cuento fue en alguna época en que me quedé sin casa ni adonde dormir.

     El se daba cuenta de mi necesidad de sexo y algo parecido al calor humano pero no tenía modo ni medios para proporcionármelo y todo lo que podía hacer era conseguirme una de esas revistas tan prohibidas en México cuando el sexenio de Luis Echeverría.

     Hacía a su manera lo que hizo la novia con el cuate aquél de “Expreso de Media Noche” cuando lo visita ya estando él todo idiotizado y sin iniciativa encerrado en un cuchitril y separados por un cristal al que ella acerca sus pechos desnudos para que el se masturbe y luego le pasa una revista en la que hay escondido dinero.

     Esa noche el despertó a la vida y se escapó de la prisión de un modo que no te voy a contar porque si no la has visto tienes que verla .

     Esto de masturbarse llorando no fue extraño para mí.

     Cuando hice mi quinto paso por primera vez y le conté a otro ser humano, en la presencia de Dios todas mis aberraciones sexuales, que han sido muchas y variadas …y el me contó las suyas como es costumbre entre nosotros para hacernos ver que la falta de calor y compañía (por haberle entregado nuestra vida a una substancia) nos lleva a búsquedas muchas veces aberrantes, sentí una paz intensa, tan  grande como cuando era estudiante y soltaba en el confesionario mis pequeñas faltas de la infancia y adolescencia.

     Pero todo esto fue muchos años después, cuando perdí al hogar.

     Las mentiras para faltar a la casa y para irme a Estados Unidos eran por asuntos de mujeres …siempre y si no eran mujeres físicamente hablando lo eran gráficamente.

     El irse a encerrar a un departamento o a un hotel con literatura pornográfica no fue raro para mí.

     Ahora no es necesario cargar con un maletín lleno de libros eróticos y revistas con mujeres desnudas que van luchando contra tu aplanamiento psico peniano desde las páginas pasadas lenta y repetidamente o a veces recortadas minuciosamente y pegadas en la pared. Ahora la televisión o la computadora te quita de broncas que para mi eran un martirio.

     Poseer toda esa carga culposa, esconderla, destruirla, recuperarla, era labor agotadora.

     Mi formación religiosa enfermiza me hacía destruir todo aquello minuciosamente donde nadie más que yo pudiera pecar o haber pecado.

     Los excusados, las alcantarillas, los incineradores, eran lugares perfectamente ubicados en mis itinerarios de madrugada y me pasaba las hora desmenuzando papelería, tirándola en alcantarillas callejeras de lugares oscuros y remotos, quemándolas en el incinerador de mi hospital con riesgo de ser descubierto por alguna monja en maitines o de guardia nocturna ó, como lo hice una mala noche en un departamento en que llené la tina del baño de revistas, les eché alcohol y le prendí fuego armando una humareda que hizo llegar alarmadísimos a los vecinos y que, por el calor, abombó y tiró muchos  mosaicos del baño cercanos a la tina.

     No me daba miedo morir pero me aterrorizaba la idea de morir con aquello en mi poder.

     Siempre he recordado a un soldado  que murió en el Hospital Militar de Irapuato tras un acceso de vómito de sangre estando solo en su cuarto.

     Lo encontré muerto, tirado en un enorme charco de su propia sangre y tenía en su poder una pequeña colección de fotos pornográficas viejas y sobadas. Me pareció una muerte terrible no ya por el vómito; no ya si había sido por várices esofágicas rotas bruscamente  consecutivas a cirrosis; no ya si por la cirrosis era alcohólica, sino porque se había ido al infierno con toda seguridad.

     Así era yo y así lo seguí siendo durante muchísimos años.

     Ya no …afortunadamente.

     La religión, el pecado y la droga. Tema chingón.

    
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     ¿Pueden las religiones salvar a unos y hundir a otros?
   
     Creo que sí.

     El ser humano profundamente religioso víctima del alcoholismo o de la drogadicción o de ambas no es raro.

     Conocí a un sacerdote en la Clínica San Rafael, internado como yo y que nos confesaba sentado en el columpio. Tal vez no era su religiosidad  la que la tenía ahí por alcoholismo pero tampoco lo estaba salvando.

     Conocí a otro sacerdote a quien traté con hipnosis por  contracturas del maxilar y tics que no se quería tratar con psiquiatra alguno por no tener que hablar de su sexualidad ya que eso era pecado. Tampoco supe si su problema estaba desencadenado por asuntos relacionados con su religiosidad pero le estaban impidiendo acercarse a una buena atención profesional.

     De lo que estoy seguro es que el miedo a un Dios justiciero hace daño.

     Nada más.

     No quiero profundizar en este tema pues en el próximo libro, en que hablaré de mi recuperación habré de tratarlo ampliamente.

     Ahora trato de hablar de mi caída y, aunque me está costando trabajo parece que lo voy logrando sin tener que meterme en asuntos delicados que por ahora están de más.

   
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     Al cumplir los treinta y cinco años entré en una etapa de ansias de recuperación. Dejé de fumar bruscamente y sufrí como perro sin dueño.

     El tabaco …mi gran amor. Mi compañía constante desde la secundaria, en las buenas y en las malas, en los días, en las tardes y en las largas noches de guardia y estudio.

     Era yo un fumador empedernido y todavía me encabrona que se me recuerde en mis años de cadete sólo por este hábito ya que en la oscuridad de las listas de diana sólo se veían dos que tres lucecitas y una era la de mi cigarro. Mi primera cajetilla de ‘Alas’ terminando la primaria, que me espantaba por el gran bulto que hacía en cualquier bolsa. La secundaria de Casinos, la prepa de Delicados y la carrera al principio de Faros (peligroso era fumar cigarros caros en primer año) y luego de Raleigh. La vida hospitalaria con lo que hubiera (‘Lukies’ les decíamos pero era por: ‘luquies traigas’).

     Viéndolo bien yo tengo personalidad de adicto. Para que me hago pendejo.

     Antes de seguirle con el tabaco y su brusca supresión (pero no la última) a los treinta y cinco años me quiero detener en eso de si se nace o no adicto.

     Me parece fuera de toda duda que habemos quienes tenemos una química interior neurológica y endocrina que nos hace propensos a las adicciones psicotrópicas. Y al decir psicotrópicas me refiero desde el tabaco hasta la heroína, pasando desde luego por el alcohol, los inhalantes y cuanta madre se te ocurra.


     Esta es diferente incluso entre hermanos.

     Recuerdo aquella pastilla de sulfato de bencedrina que le di a Angel, mi hermano, en el velorio de papá y que por poco  le revienta la cabeza de dolor siendo que en aquellos años  el alcohol a él le caía bien y a mi me fastidiaba grandemente la más tenue sensación de embriaguez (cosa que luego cambió pero después te cuento) y a él mucho le agradaba (cosa que también cambió pero que ya no te contaré pues no sé cómo le hizo) (se me hace que el suyo fue un caso típico de recuperación a base de echarle huevos nada más y nada menos pero conservando un cabreo vital casi permanente al que en A.A. le llamamos ‘borrachera seca’).

   






















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     La enfermedad de los mecanismos transmisores neuro endócrinos puede haberse producido desde la vida fetal.

     Yo he regresado mi caset averiguando cómo fue la vida emocional de mamá durante el embarazo que me correspondió y he llegado a la conclusión de que fue de la chingada.

     Resulta que entre abril de mil novecientos treinta y seis, en que fui concebido y enero del treinta y siete en que fui parido estalló y dio comienzo la guerra civil española, encontrándose los abuelos maternos viejos, pobres y solos en una pueblín español.

     Mamá; la única hija que no se metió de monja enclaustrada, los dejó para venirse a México con papá quien fue a buscarla y la desposó allá en mil novecientos treinta y uno.

     De los hijos hombres uno era el tío Eduardo, sacerdote, en México, otro el tío Felipe desaparecido durante cuarenta años y el tercero y más jóven: tío Angel recién regresado de México a España y enrolado como ‘voluntario’ en la séptima bandera de León de las fuerzas nacionalistas (por cierto fue el único sobreviviente de dicho grupo, desarrolló una neurosis de guerra gruesa y sus charlas al respecto eran escalofriantes) (si les encuentro acomodo luego te las platico).

     Mamá sentía adoración por sus padres y en particular por el abuelo. Tanto que se puso a llorar cuando le notó las primeras canas en la cabeza.

     Aquella guerra civil española (que no fue la única en su historia) ha sido una de las guerras fratricidas más crueles de que se tiene memoria y lo fue tanto que las fuerzas del eje (Alemania, Italia y Japón) respetaron su neutralidad para abstenerse de participar en la segunda guerra mundial iniciada en mil novecientos treinta y nueve y finiquitada en mil novecientos cuarenta y cinco, llevándose también el trofeo del mayor número de muertos en guerra alguna de nuestra  humana historia, y con el ‘pilón’ de que el sesenta por ciento de ellas fueron de gente ‘no combatiente’.

     ¡Qué a toda madre! …como para morirse de risa.

     Mamá debe haber tenido las catecolaminas, la dopamina, la adrenalina  y todas esas substancias neurotransmisoras que intervienen en los estados de ánimo hechas un desmadre. Esas substancias sin las cuales en cantidades justas y adecuadas no pasan los impulsos nerviosos correctamente de una neurona a otra.

     El tremendismo, la tristeza y la preocupación, a las cuales siempre fue proclive, deben haber predominado durante los meses en que yo fui alimentado por su sangre, sus hormonas y sus neurotransmisores.

     Es un hecho que en el embrión ya hay funciones antes de estar terminados los órganos. La circulación ya es un hecho en forma de minicharcos de intercambio de fluídos desde antes de que existan los vasos sanguíneos. La función hace al órgano aunque haya determinismo genético de fondo.

     Quiero pensar que nací con tendencia a la tristeza y a la preocupación; al debe ser, al miedo, a los sentimientos de culpa y a todo aquello que hace que una anfetamina haga sentirse a uno que entra en el paraíso.

     Pero como no puede hacerse uno la madrectomía hay que aprender a vivir con ello.

    
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     Lo malo es que nadie le enseña a uno  de una manera individual sino sujeto a parámetros generales y es ahí donde la puerca tuerce el rabo. Es ahí donde todas esas almas sensibles caen en el canto de las sirenas y por sentirse un poco bien terminan sintiéndose un mucho mal.

     Todos quienes pasamos por eso acabamos consumiendo ya no para sentirnos bien sino para no desfallecer de malestar. La vida se vuelve un tormento sin la droga en unos, sin el alcohol en otros, sin el exceso de comida en los de más allá. Aquella supuesta libertad feliz se convierte en esclavitud e infelicidad tenaz para nosotros y para quienes nos quieren.

     Desarrollamos la enfermedad más contaminante del mundo pues enferma a todos quienes nos rodean. La más detestable del mundo pues se nos considera no enfermos sino viciosos y vivimos y morimos miserablemente, sin cariño y sin la ayuda emocional que cualquier otra enfermedad despierta y obtiene fácilmente, incluso enfermedades deformantes, ulcerantes y hediondas …¡vaya! como la de Job en el baldío …se ven favorecidas hasta con caricias y besos que nosotros ya nunca recibiremos …a menos que nos recuperemos …y eso con reservas pues siempre habrá descolones y sorpresas desagradables e inesperadas

     Que nadie se crea que la recuperación garantiza el reconocimiento indiscriminado. Ese lo encontraremos entre nosotros mismos al ayudarnos mutuamente.
    
     Es un pésimo negocio al cual no podemos renunciar ni resolver sin ayuda.

     Ayuda de quienes lo hemos vivido y estamos dispuestos a entregar toda nuestra experiencia y fortaleza en aras de quienes sufren la horrible enfermedad de una toxicomanía sin otro reconocimiento ni remuneración que devolver la dádiva.

     Pues en el caso del tabaquismo la cosa también es durísima y ahí  todo se basa en la fuerza voluntad, cosa insuficiente en otros tipos de adicciones en que se necesita de un alto desarrollo espiritual para salir adelante.

     Le eché huevos y dejé de fumar por siete años.

     A los dos años de haberlo logrado decidí que ya mi respiración era suficiente para aprender un arte marcial y a los treinta y siete años me inscribí en una escuela de Tae Kwon Do donde estudié y practiqué durante cuatro años y medio hasta obtener la cinta negra primer dan.

     Pareciera que fueron cuatro o cinco años de abstinencia después de cuatro o cinco de consumo (‘actividad’ es la palabra reconocida por nosotros) pero era cosa de todos los días echarme unos tragos de algún jarabe para la tos con codeína y un par de tabletas de algún analgésico no opiáceo pero fuerte. Esto lo hacía dos  o tres veces al día y me parecía que todo andaba bien pero ahora que recapacito en ello caigo en la cuenta que una abstinencia absoluta: no psicotrópicos, no tabaco, no alcohol; llevo apenas cuatro años de vivirla en el transcurso de los últimos cuarenta.

     La caída de nuevo en las anfetaminas fue al terminar el cuarto año de Tae Kwon Do y fue por miedo. Hacía siete años que no las probaba. Las últimas que había tomado ya no eran anfetaminas sino metanfetaminas con el nombre de Ritalín pues ya no había de otras con receta médica común y corriente (ya no se vendían sin receta).
    



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     El tal Ritalín fue el actor principal durante los siguientes muchos años. Ya no recuerdo cuántos. Procuraré hacerlo conforme vaya escribiendo acerca de mi caída. Pero fue tan protagónico que hasta a un perrito que me encontré en la calle una madrugada le puse por nombre “Ritalín”.

     Este pobre animalito sufrió conmigo estúpidamente pues me lo llevé en brazos a donde vivía yo solo (que era un departamento  abandonado) y entre mis chucherías (los adictos perdemos todo pero compramos y guardamos chingo de pendejadas) me encontré una pequeña arracada de esas no de broche sino de meter por un orificio de la oreja. Nunca he podido recordar dónde la conseguí. Tal vez era de alguna dama de la noche y de la droga, olvidada en mi cama; cosa muy posible pues no faltó alguna de estas mujeres que me trató de enseñar a fumar marihuana para que me olvidara de consumir a montones el peligroso producto que acostumbraba. Tal vez fue por eso que me quiso enseñar (no me acostumbré pues no sentí nada al fumarla ya que estaba mi cuerpo impregnado de otra manera …menos mal que no hubo cruce …de esos cruzamientos mortales o de los que ya nunca sales) (conozco muy de cerca a alguien que por poco y muere asfixiada al engordarle la lengua y amoratársele a un grado tal que le obstruyó totalmente la garganta fumando marihuana por primera vez) pero tal vez sólo fue un recursos para conseguir lo necesario para fumarla ya que me llevó a un lugar lejano y misterioso (al menos para mi) para conseguir cierto implemento (creo que un librillo de papel).

     Decidí que sería fácil perforarle una orejita a Ritalín y ponerle la arracada pues se les hacía sin mayor anestesia a las bebés de los cuneros pero no sabía lo correosa que es la oreja de un perro por pequeño que sea.

     El pobre se retorció, aulló y mordió entre mis brazos hasta que se me escapó y salió corriendo al patio del fregadero de donde jamás lo pude hacer salir por las buenas. Sólo salía no estando yo presente y dejaba todo el piso lleno de caca y orines. Yo, con la culpa a cuestas, no lo dejaba encerrado esperando que se encariñara con otras regiones lejos del fregadero.

     Puedo decir que viví como cualquier teporocho en cuanto a eso del perro. Sólo me faltó andar por las calles con el costal al hombro …pero en cuanto a olor a perro y sus excretas, mi vida supo lo que era como aroma preferencial y como única compañía sentimental.


     Este producto, el metilfenidato, cuyo nombre de patente era el mismo que el de mi perro, se prescribía en niños y ancianos para fijar su atención: en aquellos por ser hiperactivos y en éstos por estar adormilados.

     Como se ve era un medicamento aparentemente paradójico pero a mi me producía un estado de euforia muy similar a la bencedrina y a la dexedrina.













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     Una mañana, preparándome, para obtener la cinta negra, corriendo la pista en el deportivo Miguel Alemán en Lindavista, sede de los Pieles Rojas del futbol americano juvenil, mientras me recuperaba del aliento perdido me vino a la cabeza la idea de presentar el examen para cinta negra bajo el efecto de media tableta de Ritalín.

     No me parecía del todo descabellada la idea pues en  los exámenes  previos para obtener las cintas  amarilla, verde, azul de primer grado, azul de segundo, marrón de primero y marrón de segundo; algunas veces en la escuela se percibía olor a marihuana y alcohol que hacía suponer que no era raro encontrarse con compañeros impregnados para ‘darse valor’ a la hora de hacer combate libre.

     En el examen para negra se hacía combate libre de uno contra uno, contra dos y contra tres adversarios, todos contra uno y era en serio, sin protección más que en las espinillas y en el suspensorio. Había que hacerlo todo con mucha energía y hasta en el combate simulado salía uno lastimado pues las caídas eras soberanos batacazos que podían muy bien ser sobre concreto como lo fue en el último examen para negras que presencié en el deportivo  ‘Héroes de Padierna’ en que por cierto reprobaron a un grandulón barbudo por no arrearle con ganas a una chica marrón que le tocó en combate libre (así era mi escuela: Moo Duk Kwan …nada de mamadas).

     Este grandulón me tocó a mi en el examen para negra seis meses después y venía con unas ganas enormes de sacarse la espina.

     Decidí que tenía derecho de hacerlo y me presenté al examen con media tableta entre pecho y espalda y otras tres mitades  pegadas en la espinillera con un pedacito de tela adhesiva por si me sobrevenía le depresión post anfetamínica antes de terminar el examen.

     El examen se prolongó por seis horas. Éramos muchos y acabé comiéndome las tres mitades. Pasó todo y en la tarde tuve un violento dolor en la boca del estómago que yo achaqué a úlcera de estrés. Nada de sentirme invadido de felicidad.

     Cuando en los días previos al examen veía en televisión los comerciales anunciando el mundial de futbol del setenta y ocho estaba convencido que esos días, ya pasado el examen serían felices pero no fue así. Prendió en mi la depresión, el malestar y mi cuerpo me exigía otra metanfetamina, otras dos, otras cuatro, otras ocho …otras ¿cuántas? Llegué a tener conmigo, en alguna época imposible de ubicar en el tiempo ni en el espacio, veinte cajas de treinta tabletas cada una: seiscientas tabletas que me duraron pocos días.

     Si no morí es porque Dios me quería escribiendo esto para ti (y no estoy buscando un record Guiness, te lo aseguro).

   













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     La recaída fue tremenda y fulminante. Yo creo que pasa como cuando se pone por segunda vez sangre incompatible. La primera vez puede no haber shock por estarse formando apenas los anticuerpos contra ese antígeno agresivo y potencialmente mortal …pero la segunda …pa’ la madre …ya tienes el cuerpo lleno de anticuerpos dispuestos a luchar contra el agresor que si penetra en tu organismo desencadena una reacción mortal. Algo de esto es la famosa ‘alergia’ de que te hablaba antes. La reacción del organismo es diferente a la de otros individuos y no puedes jugar ni con una tacha ni con una copa ni con una fumadita de piedra, ni con una respiradita de activo de  ni con un LSD en forma de papelito bajo la lengua, ni con un pedacito de hongo ni con media línea de cocaína …porque te lleva la chingada. La reacción inicial no es debida a la cantidad, basta con que tu cuerpo pruebe no más el producto al que está preparado malamente a recibir y caes en esa vorágine de consumo que puede iniciarse  una linda mañana durante el  bautizo de tu hijo y despiertas tres días después quién sabe donde y acostado con quién sabe quién todo sucio, cogido, meado, cagado, vomitado y aterrorizado sin dinero en la bolsa, sin puta idea de donde estás y sin  nadie que te quiera ayudar.

     Creer que esto sucede por puro gusto me parece irracional. Por esto debemos recuperarnos, simplemente para dejar de ser tan vulnerables pues algunos tenemos la suerte de despertar en un centro de tratamiento a donde nos meten a huevo los familiares pero muchos otros despiertan en los reclusorios o con San Pedro …o en lugares horrendos donde quedan atrapados como enfermos mentales por años mientras se les arrebata una casa, una herencia o una familia, o se les hace víctima de una cruel venganza de las que con tanta frecuencia nos hacemos merecedores.

     Se me podrá decir que para eso está ‘Derechos Humanos’, para evitar estas cosas. Ya te diré yo como se hacen dentro y fuera de la ley si me sigues leyendo en esta saga hasta llegar al libro próximo en que el tema estelar será el internamiento y la recuperación.

     Te aseguro que esto es apasionante pues algo especial, curioso y desesperante del asunto es que el miedo no sirve para resolverlo, que quienes lo sufrimos lo superamos por inspiración …no por terror.

     Si yo ya desde niño sentía pavor por el infierno, con la certeza de que si moría sin confesión sufriría de un modo indecible por toda la eternidad …y si dudaba de lo que era la eternidad se me había enseñado que si a un condenado en el infierno se le dijera que un pajarillo cada cien años pasaría rozando con su ala una piedra y que lo seguiría haciendo así …cada cien años, hasta que acabara con la tierra entera. Si se le dijera que cuando el pajarito terminara con el planeta él, el condenado, saldría del infierno. Ese, al oír esto, daría brincos de júbilo y se sentiría todo lo feliz que podía alguien sentirse en el averno, sabiendo que algún día saldría; que no sería por toda la eternidad su condena.

     Yo sabía esto, entendía esto, comprendía esto y lo creía a pies juntillas …y sin embargo me masturbaba creyendo que era el peor pecado que podía yo hacer según mi edad y mi condición.

     ¿Tú crees que alguien así cambia su modo de vida por miedo? …si podía condenarse por una puñeta …y se aventaba …¿se iba a privar de un puñito de pastillas que si no le iban a producir un bello orgasmo (la ‘petit morte’ le dicen los franceses) por lo menos le iban a dar fuerzas para seguir viviendo?

     Si tú que me estás leyendo eres adicto, créeme que te comprendo y te amo: …mi hermano, …mi hermana. Si no lo eres espero que esto te ayude a enfocar el camino de la recuperación de tus conocidos, de tus seres queridos, de tus ahijados esperanzados por un camino más de inspiración y espiritualidad que de amenazas, rechazo y castigo.

    

































                                                   
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     ...Y lo que hace uno estando drogado; estando pedo …pa’ su madre …pa su pinche  madre.

     El caso pintoresco es el del Dr. Jekyll y Mr. Hyde pero el monstruo aparece no porque lo tengamos ya  escondido sino porque adentro de nosotros existe información nefasta acumulada desde los cuentos de la infancia y en el crisol de nuestra mente se aglutinan, bajo el efecto catalizador de la sustancia nociva los elementos para hacer surgir un bicho raro que puede ser simplemente un absorto contemplador de la belleza y sentirse cerca de Dios, así  como un asesino, violador y torturador. Nadie tiene la patente. Nadie te proporciona la droga adecuada. Nadie sabe como va a salirte ese día o esa noche tu ‘otro yo’, tu hombre lobo o tu Juana de Arco ni lo que va a hacer.

     En mi caso yo solamente sabía que el erotismo se me iba a disparar hasta cualquier nivel. Sabía que me iba a convertir en el español bestia que conocí quien decía medio en serio, medio en broma:

     ---- Después de las once de la noche para mi, hombre mujer o bestia me da igual.

     Sabía también que me podía morir de un paro cardio respiratorio pues llegué a consumir cantidades tales que llegué a estar semi inconciente tirado en una cama viendo el reloj despertador pensando que si la manecilla larga llegaba a tal lugar de la carátula (cinco minutos más adelante) y yo aún la estaba viendo tal vez no moriría  …esa noche.

     Una bronca …o tal vez una ventaja …durante mi ‘actividad’ fue que  la desarrollé en solitario, una vez ya sabido que el asunto no era normal ni digno de saberse por los demás.

     El miedo a que se supiera de mi adicción fue torturante durante muchos y muy largos años aunque seguro estoy que era conocido por muchos más de los que yo suponía a pesar de trucos tales como ponerme algo de rubor en las mejillas, tratar de hablar menos y despedir a los pacientes lo más rápidamente posible.

     Mi extrema delgadez, la mirada desorbitada, el modo de hablar inagotable pero no fluído fueron siendo las pistas que, cuando se empezaron a notar, me comenzaron a hacer perder clientela.

     Era paradójico que algo que inicié practicando para trabajar más y mejor se fue convirtiendo en la caída vertical de mi clientela, máxime que cuando me sentía mal y quería estar unas horas o días sin consumir cogía el teléfono:

     ---- Margarita: ¿cuántos pacientes tengo esperando?

     ---- Catorce doctor.

     ---- Cancélelos a todos.

     Nunca tuve con quien hablar de mi problema y cuando Conchi me dijo un día toda temerosa:

     ---- Lalo …¿por qué no consultas con un psiquiatra?

     Me molesté y argumenté no sé que idiotez.

     Nunca más intentó insinuarlo. Creo que me llegó a tener miedo y se fue refugiando en una adicción reactiva. Empezó a beber más de la cuenta.

     No conocía a nadie que me aconsejara ni que compartiera conmigo su experiencia.

     Sabía que entre médicos y conocidos no faltaban los oráculos pendejos que decían:

    ---- Los pastilleros nunca ‘salen’.

    ---- Es una adicción cíclica …va a recaer ‘de todas todas’.

     Y así: etc., etc. pero nadie se atrevía a acercárseme, tanto por ignorancia del manejo del problema, como por temor a enfrentárseme.

     Si uno es tonto: malo. Si uno es listo: malo. La gente bien intencionada puede ser melindrosa, mojigata, prepotente, ignorante, miedosa …y equivocan el camino con mucha facilidad.

     El terreno de las adicciones es pantanoso y sólo quien las ha vivido lo conoce y sabe ayudar de un modo efectivo y valiente.

     En alguna ocasión, haciendo honor a la verdad, un querido amigo médico que cargaba en su haber con ocho años en psicoanálisis, me dio un buen consejo: escuchándome pacientemente los planes de tratamiento y superación que traía yo entre manos, que abarcaban un amplio plan de ayuda para otros (ya intuía yo que por el lado del servicio estaba la salvación), me dijo:

     ---- Eduardo: lo que tienes que hacer primero es volverte un  “Eduardólogo”. Ningún náufrago salva a otro si no se salva primero a sí mismo.


     De un modo pintoresco me estaba tratando de meter en el imprescindible “conócete a ti mismo” del que mucho y bonito te platicaré en “Alma Recuperada” que será el quinto y último libro de esta saga.
    
     A través de mis cuarenta años de calvario consulté once psiquiatras, estuve internado tres veces en una clínica psiquiátrica y no salí adelante hasta que Asun me encerró en una casa de recuperación de veinticuatro horas a puerta cerrada  bajo el programa estricto de A.A. …pero esto es harina de otro costal …no hay que comer ansias.

   





























                                                  
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     Cuando me cambié de la calle de Cienfuegos, donde tenía mi primer consultorio de Lindavista al Sanatorio MIG llevaba menos de cuatro años de ejercer la oftalmología en plan privado y sin embargo ya me llevé alrededor de tres mil expedientes.

     Había que apoquinar  ciento cincuenta mil pesos para ser socio fundador del nuevo hospital que se planeaba hacer y yo no los tenía en efectivo. Papá al morir no había dejado casi dinero contante y sonante y aunque yo calculo que su fortuna al morir en mil novecientos sesenta y nueve era algo mayor a los catorce millones de pesos en bienes raíces, el testamento estaba en proceso y no había disponibilidad a corto ni a mediano plazo de la suma que se me pedía.

     Conchi los consiguió. Una prima de su mamá estaba casada con un hombre muy rico y eran administradores de la hacienda El Rosario (¡si hombre! todo lo que es ahora el fraccionamiento ‘El Rosario’ en Azcapotzalco). Era éste sobrino de la dueña, doña Josefina Oyamburu quien era la viuda de quien fue con otros tres pro  hombres, dueños de toda Lindavista, gran parte de Azcapotzalco, Ixtacala y posteriormente (esta vez ya de uno sólo de ellos: Cervecería Modelo).

     Este gran hombre y gran amigo: Martín Zubiri lo era de mi suegro en aquel entonces, el para mí, queridísimo: Don Francisco Noriega, y de Norberto González, el dueño del restaurante ‘El Cisne’ de Chapultepec, tan buscado para los festejos de la Colonia Española. Los tres de vez en cuando se escapaban unos días a pescar lejos de sus preocupaciones y trajines y se querían entrañablemente.

     El cariño que siempre le tuve a Don Pancho Noriega y a su familia así como el apoyo de Conchi en esta situación tan difícil y delicada de conseguir y aportar una fuerte cantidad para entrar de socio al MIG son  cosas (entre muchas otras) que muy fuertemente me carcomieron  el corazón por haberles fallado. Menos mal que Don Pancho (al igual que mi padre) falleció antes de saber de mi caída. Desde aquí le rindo sentido homenaje a la familia Pérez Lamero y en particular a quien fue mi esposa.

     Muchas han sido las cualidades de esta mujer pero no puedo entregarme a un muy sentimental desglose de las mismas pues estoy casado nuevamente. Amo y respeto a mi esposa actual y no deseo en lo más mínimo herirla.

     No quiero tampoco minimizar la imagen de mi primera esposa por ningún motivo.

     Ambas han sido extraordinarias, fuertes  y heroicas  mujeres.

     El desmadre fui yo y, como no me siento culpable pero sí responsable: respondo ante ellas y ante quienes lo merezcan o simplemente lo ameriten a través de esta saga literaria  y de mi recuperación profundamente entregada al servicio a los demás …que es el único modo de reparar el mal hecho durante los largos años de actividad.

     Esto de la reparación de daños: el bello noveno paso, es una bronca porque a mi edad ya muchas personas dañadas han muerto. Vaya desde aquí la expresión de mi anhelo.

     En año y medio junté para devolver esa cantidad, que me fue prestada sin intereses de ninguna especie.

    
                        
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     La tarde en que fuimos Conchi y yo a devolver el préstamo estaba sola Covadonga, la esposa de Martín, alta, guapa y distinguida quien nos recibió en una de las muchas salas de la hacienda. Le llevamos, aparte del cheque, un juego de copas checoslovacas que según Conchi eran uno de los mejores regalos que nos habían hecho en nuestra boda (y mira que los hubo, tantos que hubo que hacer tarimas altas y aterciopeladas en una gran habitación  de la casa de mis padres para guardarlos …y presumirlos ¡cómo chingaos no!). Yo solo me acuerdo de esas copas y de dos lámparas de prismas, de esas de araña, que mandó Don Pablo Diez y que por su gran tamaño creo que la secretaria al cargo de esos menesteres ha de haber pensado que íbamos a vivir en una  catedral.

     También le llevamos de regalo mi medalla de Etiopía, enviada por el emperador Haile Selassie a cada uno de los que fuimos compañeros de mi generación y la cual: grande, de oro, con grabados especiales para la ocasión y encerrada en un bello estuche de piel negra, recibió Covadonga conmovida prometiendo devolvérnosla apenas tuviéramos un hijo hombre. …qué tontería.

     Nunca lo tuvimos (más que el que ya habíamos perdido en un aborto) pero tuvimos tres hijas cada una de ellas más valiosa que tres hombres juntos.

     El hijo  de mi vida me lo regaló Asun muchos años después, ya de doce años …pero eso, vuelvo a repetir …es harina de otro costal y merece grandes parrafadas pues forma parte importante de mi toque de fondo y de mi impulso hacia la recuperación.

     Tiempo después le compré su casa a Don Pancho para que se regresara a pasar su vejez y muerte a esa España que nunca pudo poner en segundo lugar en su corazón (mi padre sí supo poner a México en primer lugar) …y esa bella casa, donde Conchi vivió desde niña, donde nos casamos por lo civil, donde se casó luego Pancho, su hermano y Elvi, la hermana de Asun, un veinticinco de enero en que era el santo de Elvira y mi cumpleaños (nada más que lo de mi cumpleaños no se le dijo a nadie para no restarle protagonismo a la boda). Esta casa; digo: la pagué bien, la viví mal y la dejé en manos de Conchi ya separados de un modo hasta cierto punto generoso (sí, sí, ya sé que la casa siempre es para la madre y la prole pero pude haber peleado otros bienes y no meter en el reparto la herencia de mi padre).

     El divorcio me fue solicitado por un  abogado que se me presentó una tarde en el consultorio. Lo platicamos ella y yo tomando un café otra tarde en que ella me trató como si fuera yo un niño … y en el reparto de bienes me fue de la chingada.

     Espero haber cumplido mi cuota de responsabilidad al menos en lo económico …aunque nunca se me reconoció …hasta la fecha …y hasta la fecha hay quienes me consideran un perfecto e irresponsable cabrón.

     No te hagas ilusiones mi adicto amigo. Un reconocimiento pleno nunca lo obtendrás y en el primer desliz o problema legal que tengas se te restregará en el rostro que eres un vicioso, un alcohólico, un drogadicto, un irresponsable, un delincuente, un ex convicto, etc. etc. …y si no estás dispuesto a enfrentar la vida amorosa y generosamente a pesar de esto, estarás siempre jodido, a merced de los demás y de tu propio resentimiento. Lejos de una recuperación plena y feliz.
    





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     Soy socio fundador del MIG nuevo. Renuncié a ser general pero presumo de haber sido eminente civil y piedra fuerte en el levantamiento de un gran hospital privado (incluso le facilité importante cantidad a la empresa en sus comienzos, cosa que me trajo resentimiento de Conchi quien ya estaba a punto de cambiarla por dólares. Pinches montones de dólares y de centenarios destinados a salir del país y que nunca volví a ver en la vida excepto unos que le exigí para comprarme mi córdoba 1980. Bello e impresionante coche en el que ‘se metió el chamuco’ pues fue teatro de grandes ´pecados’ (¿te gusta el término? …yo ya lo deseché …ahora los llamo ‘defectos de carácter’) y acabó siendo robado años después apareciendo deshuesado en las oscuras y escondidas callejuelas donde hoy en día se levanta ‘Parque Lindavista’.

     Eso de ver el despojo, la violencia, la rapiña en lo que uno aprecia es algo que nunca había compartido en todo su lúgubre y amargo esplendor. Es algo que deja huella y ayuda a no perpetrarlo uno mismo.

     Una de las muestras de cómo una adicción puede en un principio hacer brillar  tiene que ver con la inauguración del nuevo MIG.

     Se inauguró sin teléfonos todavía en los consultorios ni en las oficinas pero ya este gitanillo se había trepado, por las azoteas con un empleado de mantenimiento y se había traído una línea telefónica de mi consultorio del hospital antiguo que caía horrorosamente por el frente del nuevo hospital y entraba al mío por un agujero hecho junto a mi ventana, que daba hacia la avenida principal.

     Durante una larga temporada este fue el único teléfono del edificio y todo mundo, hasta las monjitas me pedían permiso para usarlo.

     Igualmente, mi nuevo consultorio ya estaba alfombrado de un color mamey subido y tenía  gruesos cortinajes de terciopelo color verde musgo. Era el único que ya tenía placa con mi nombre y especialidad en la puerta y la noche de la inauguración, con el Cardenal Miranda pasando y bendiciendo  todas las instalaciones yo creí descubrir miradas de envidia y admiración entre algunos colegas …así como una actitud de indiferencia del tío Eduardo hacia monjas y cardenal que mucho me gustó (si quieres fascinarte con un personaje que refleja la actitud de tío Eduardo hacia sus superiores y la mía hacia los míos te sugiero que leas una deliciosa novela de Pérez Reverte titulada “La piel del tambor” y te enamores del padre Ferro)


     Así es el abarrote …como dice Asun. Así se deja uno llevar por el canto de las sirenas. Así es como las adicciones engañan.

    















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     Pero volvamos al Tae Kwon Do en cuyo mundo me introduje bastante ‘limpio’.

     El primer día de clase comprendí que las recuperaciones tienen un factor psicológico y otro real que a través de largos y difíciles años he venido a comprender y a comprobar una y otra vez.

     Nada más con los ejercicios de calentamiento sentí que me moría y me salí del entarimado para desplomarme en las sillas que había ahí afuerita para las visitas. El profesor me hizo una indicación severa de que regresara a las filas de los miserables cintas blancas que reptaban por el entarimado pero al ver mi cara, mi jadeo y mi gesto digital de ‘¡espéreme tantito!’ se conmiseró  y dejó de hacerme caso hasta que yo solito me arreglé mi do bok todo suelto y me incorporé al do chang ante aquel gran espejo, bajo las banderas de México y Corea que durante más de cuatro años iban a ser testigos y escenario  de una franca recuperación mía tanto  física como   emocional.

     Estos años fueron totalmente llenos de inspiración. Lo más parecido a los que llevo ahora tratando de ser cinta negra primer dan no ya de Moo Duk Kwan sino de Casa Carrasco.
   
      Fue siendo  ya  cinta negra cuando Anaí hizo su luminosa aparición en el mundo. Ya andaba yo otra vez en malos pasos pero su concepción fue siendo yo cinta marrón y mi salud pasaba por una prolongada época de bienestar en ese entonces.

     Mis tres hijas llevan mis genes bastante limpios …por lo menos en lo que a mis malas costumbres respecta …ya del código inscrito con anterioridad en ellos no respondo pues un solo gen humano es una síntesis de toda la humanidad.

     Yo comparo la genética con las teclas de un piano. Según cuales toques saldrá algo bueno o algo pésimo y las combinaciones son infinitas …pero infinitas en serio.

     Decía Carl Sagan que: teniendo el cerebro, como tiene, diez mil millones de neuronas, si a esta imponente red, a esta majestuosa computadora, le pides que te de tan sólo un ‘si’ ó un ‘no’ cada vez, y que haga todas las posibles combinaciones de esos dos ‘bits’ te dará un número …¿estás preparado para saberlo? …¡superior al de todos los electrones ¡si señor! ¡electrones! del  universo!
    
     Y te quiero recordar que los electrones son mucho pero muchísimo más pequeños que un átomo.

     Si a todas las variantes helicoidales del ADN le agregas las casi infinitas variaciones combinatorias neuronales del cerebro es fácil comprender que una criatura es un albur físico y mental. Sorprende que la mayoría salgan bien o al menos ‘pasaderas’.

    














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     Llevo  años sin consumir ni una copa, ni un psico estimulante, ni un cigarrillo y aún tengo uno que otro calambre por alteraciones del magnesio y otras sales y electrolitos que han tardado, debido a mi edad, un rato largo en volver a encontrar su equilibrio.

     Mis extrasístoles tardaron largos meses en desaparecer (me refiero a unos ‘racimos’ nocturnos de extrasístoles ventriculares que aparecieron en el ‘Holter’ que anduve cargando por veinticuatro horas) de las que obligan a cateterismo cardiaco …y que nunca me hice hasta no determinar si desaparecían o no con la abstinencia prolongada de tóxicos. Las auriculares ahí siguen y seguirán hasta mi muerte por los estragos que causó un tabaquismo de casi toda una vida pero esas no matan. Las ventriculares desaparecieron totalmente. Me la jugué, me decían que podía tener un paro cardiaco pero no tenía posibilidades de salir económicamente adelante si suspendía mi consulta por más de una semana. Calculé que una muerte por  paro cardiaco era una opción favorable siempre y cuando no trataran de salvarme … y menos de resucitarme. Como dije: me la jugué una vez más y ‘la hice’.

     Sostengo que el miedo es una constante para entrar en las toxicomanías pero que sirve de pura madre para salir de ellas. Ya cuando se es combatiente activo o veterano separado de las trincheras, el miedo pasa a segundo término. Ya no le tememos a la muerte …pero muchas veces le seguimos temiendo a la vida.

     Pues Anaí ya no fue traída al mundo por un médico conocido mío, lo escogió la mamá, su familia y sus amistades, nació en el Santa Mónica, para mí totalmente desconocido y hago notar esto para enfatizar algo que se pierde con las adicciones tóxicas:   la confianza de la familia.

     Aquél médico militar joven cuya palabra era ley en cualquier tipo de asunto médico familiar, tanto de jóvenes como de viejos: tanto de criterio como de aplicación …dejó de ser confiable.

     Esto me valía madre y andaba yo para arriba y para abajo en mi motocicleta, haciendo el oso buscando nuevas amistades, visitando a los hermanos en sus casas para ver si algún sobrino quería dar un veloz y peligroso  paseo conmigo.

     Me rodeaba de gente pero me iba quedando solo. En una soledad tanto física por mis frecuentes aislamientos y rechazo al compromiso social, como espiritual al no tener ya  voz ni voto en asuntos antes totalmente sujetos a mi arbitrio.

     Esto del aislamiento es importante. Recuerdo haber rechazado importantes puestos directivos por no confiar en mi estado de ánimo en un momento determinado. Recuerdo haber dejado de asistir a la boda de familiares queridos por estar encerrado en el coche; estacionado en un paraje poco frecuentado, dedicado a un erotismo enfermizo durante horas y horas.

     Recuerdo haber visto con asombro y envidia a algún compañero médico, contestar en su consultorio el teléfono y concertar una cita para comer con alguien de un modo fácil, rápido y seguro.

     Las adicciones causan otra pérdida enorme pero intangible también: la de tu tiempo.

     Perdemos nuestro tiempo, la confianza, el prestigio, el respeto, el honor, el dinero, el empleo, la clientela, los electrodomésticos, la ropa, los muebles, los coches, las casas, la colegiatura de nuestra  prole, la libertad, la alegría, la salud y hasta la vida.

   
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     ¿Qué no perdemos los toxicómanos?

     Por eso yo digo, poniéndome imaginariamente las máscaras griegas de la comedia y  la tragedia que ser miembro de A.A. es pertenecer a  un club con la membresía más cara del mundo.

      Pero también digo y lo digo aquí, antes de entrar a la historia de mi recuperación pues no quiero espantar a nadie: que lo recuperamos todo.

     No exactamente lo perdido tal vez pero algo mejor. Mucho mejor.

     Yo te aseguro: compañero drogadicto, hermana alcohólica,  si me estás leyendo que:

     Vamos a conocer una libertad y una felicidad nuevas.

     No nos lamentaremos por el pasado ni desearemos cerrar la puerta que nos lleva a él.

     Comprenderemos el significado de la palabra serenidad y conocemos la paz.

     Sin importarlo bajo que hayamos llegado, percibiremos cómo nuestra experiencia puede beneficiar a otros.

     Desaparecerá ese sentimiento de inutilidad y lástima de nosotros mismos.

     Perderemos el interés en cosas egoístas y nos interesaremos en nuestros compañeros.

     Se desvanecerá la ambición personal.

     Nuestra actitud y nuestro punto de vista sobre la vida cambiarán.

     Se nos quitará el miedo a la gente y a la inseguridad económica.

     Intuitivamente sabremos manejar situaciones que antes nos desesperaban.

     ¿Te gustó? ¿verdad que es hermoso? ¿ verdad que nadie te había prometido cosas así? …pues son las promesas del programa da A.A. plasmadas en la para mí muy amada página setenta y ocho de nuestro libro azul y las cuales te aseguro que se cumplen cabalmente, como se vienen cumpliendo en mí.

     Esto de sacar a relucir párrafos, versículos y cosas así nunca me gustó de las religiones …pero A.A. no es una religión.

  
  …Ya hablaremos de eso largamente.

   











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     La música siempre fue para mi descanso y tormento …siempre …siempre.

     Si era de niño: oír cantar mi madrina; esa mujerzaza con su voz cálida y ligeramente ronca aquello de “Ya se ocultó la luna; luna lunera / y ha abierto su ventana la piconera, la piconera madre …y el piconero va a la sierra cantando: ‘por ti me muero’, ‘por ti me muero’

     Y luego eso de que: “Ay que me diga que sí, hay que me diga que no. Por tu culpa culpita yo tengo negro negrito mi corazón”

     Eso me llenaba de dulzura y de inquietud. Yo no sabía ni madre de piconeros ni de piconeras ni de qué era tener el corazón negro pero sentía que amaba a mi madrina como mujer desde antes de tener uso de razón.

     …Luego lo flamenco ¡Ay madre de Dios! ¡qué ganas de saber tocar la guitarra y cantar aquello de: “Callaíto que nadie se entere. Callaíto que no puede ser” ó acompañar lo de “Centinela centinela: tú has tenío la curpita que pase la noche en vela”.

     Desde bien mocoso ya mi abuela, estando en España me había regañado por andar cantando una canción que me encantaba sin entenderla y que hablaba de “dormir con la molinera y ole y olé”.

     Por lo visto la música debía ser española y de letra dulce, apasionada, misteriosa y culposa para que pronto en mi vida penetrara la esencia de la pasión …que pasión no es otra cosa que amar con sufrimiento.

     La armónica pasó a ser parte de mis ratos libres desde la secundaria y luego el acordeón.
    
     Uno de mis intentos de encontrar una actividad absorbente que me alejara del ritalín fue la guitarra flamenca.

     Tenía yo por aquel entonces, una recepcionista elegante y añosa relacionada con el mundo de la música quien, platicando acerca de ello, me dijo poder ponerme en contacto con un buen maestro de guitarra flamenca. Acepté la oferta pero se pasó mucho tiempo y cuando vino el telefonazo del maestro yo ya estaba en actividad y malditas las ganas que tenía de adaptarme a una disciplina cualquiera. Sin embargo tomé la llamada y concertamos una cita en la casa, más que otra cosa por curiosidad y por tener a un tocaor tocando para mi un ratito ya que desde que papá llevó muchos años atrás a David Moreno a casa quedé prendado de la simbiosis casa / toque flamenco.

     ¡Carajo! ¡ya apareció el gran paréntesis otra vez! …pero te platicaré algo conmovedor antes de seguir con Urbano que así se llamaba el maestro de guitarra, quien luego fue uno de los mejores y más grandes amigos que he tenido.

     Ahí te va:

     Carmenchu y su marido Eduardo, al tener una niña sin ojos pasaron por grandes crisis de actuación ante la vida para salir adelante. Una de ellas fue viajar largamente en busca de aquellas niñas de Garabandal en Cantabria que caminaban de espaldas por los montes de noche y que, con los ojos cerrados, alzaban la cara al cielo entre aquellos peñascos y abrían la boca para recibir la comunión que la Virgen María supuestamente depositaba sobre sus lenguas. Otra consistió en viajes y compras compulsivas de souvenirs costosos con los que llenaban una enorme habitación – museo instalada en su casa de Alicante.

      Pero la que viene al caso es lo de una larga temporada en que abrieron las puertas de su casa a todos los gitanos de las vecindades y estos se pasaban día y noche tocando, bailando, tronado los  dedos y echando palmas. Jaleándose unos a otros, cantando y bailando mientras comían cacahuates y naranjas cuyas cáscaras invadían todos los rincones de la casa. Se tiraban a dormir en cualquier parte y despertaban de cualquier manera para incorporarse al jaleo.

     Yo amo la cultura gitana española pero …¡ya ni chingan! …meterlos en casa …¿y a toda una tribu?

     Pues Urbano se presentó un medio día, me tocó unos fandangos y llegamos a un acuerdo.

     Durante año y medio cada semana me daba clases y yo aprendía todo lo que mi mucho sentimiento pero mi poca y tóxica  coordinación digital me permitía. En otro de mis arrebatos recuperativos dejé de consumir y apenas me sentí algo bien lo invité a viajar juntos a España para comprar una buena guitarra flamenca pues la que él me había pasado de su hijo tenía un cerdeo desagradable en la sexta cuerda.

     De todo se agarra uno ¡carajo! cuando se enciende la lucecita de la esperanza.

     Me puse a leer acerca de guitarras y guitarreros flamencos y me volví un erudito con la ilusión de tener algo magnífico que me siguiera manteniendo en la línea salvadora de los toques por sevillanas, por granaínas, por tientos, por verdiales , por bulerías y por todo lo que me pudiera dar la sensación de estar avanzando por un camino nuevo y deslumbrante acorde con mi acendrado espíritu bohemio tantos y tantos años restringido y pospuesto.

     Una vez un españolito rico y pendejo de la familia lejana, durante una navidad en que yo intentaba tocar algo junto con Urbano dijo (sin que nadie le preguntara):

     ----Yo no necesito aprender a tocar. Cuando quiero le pago a alguien para que toque .

     Y yo me dije:

     ---- Este tío es un pendejo. Qué falto de sensibilidad y de tacto …no hacía ninguna falta decirlo en ese momento.

     Muchas veces pensé que gentes así jamás se hacen drogadictos ni alcohólicos. Siempre tendrán a un pendejo en la familia para que lo haga gratis para ellos y así tendrán un bote humano de la basura a donde echar toda la mierda familiar.

     Estos son los ‘prácticos y funcionales’ que necesitan saber que hay alguien peor que ellos para ser felices.

     Me lo he llegado a imaginar diciendo:

     ---- Yo no necesito drogarme ni alcoholizarme. Cuando lo deseo le pago a alguien para que lo haga por mí.

    En cuántas familias de mis ahijados he detectado a este tipo de personas que orillan a la recaída disfrazadas de razón, poder y buenas intenciones.

     Pues nos fuimos a España Urbano y yo y compramos lo que yo quería, una magnífica de los Hermanos Conde en Madrid y una de Gerundino Fernández en Almería que nos costó más trabajo lograr que nos la vendiera que sacarle un pedo a la Diana Cazadora .

     En Sevilla visitamos a un maestro sevillano pues Urbano tenía sus recovecos interiores ya que él era santanderino. Ambos sabíamos que el excelso David Moreno era Asturiano y que no era necesario ser andaluz ni gitano para dominar esa lira…pero allá fuimos. Recuerdo que me pidió que le tocara algo y así lo hice. Al terminar me miró largamente y me dijo algo que yo ya bien sabía:

     ---- Tiene usté gran sentimiento pero naíta de dedos.

     ¡Sí señor! El sentimiento sin dedos de poco sirve. De buenas intenciones se me dijo desde muy joven que está empedrado el suelo del infierno.

     Y Santiago en su epístola bien dice que la fe sin obras es fe muerta.

     Este es otro aspecto de la adicción: unas inmensas ganas de volar sin alas.

     En aquel viaje no consumí estimulantes psicotrópicos. Tomaba dos o tres tabletas de prodolina al día, que era un analgésico medianamente potente y para dormir me echaba un valium.

     Manejé muchos kilómetros por España pues conocimos toda Andalucía y luego fuimos hasta Levante a visitar a la familia política de Alicante  y a la niña ciega causante de mi especialidad (que ya era toda una mujer con un profundo retraso mental) para volver a pasar por Madrid rumbo a León, Santander y Asturias que son la cuna de nuestros ancestros.

     Me asomaron algunas lagrimillas ante la tumba de Don Pancho en Colombres, su pueblo asturiano bien amado y regresamos a México un veintiuno de Junio de mil novecientos ochenta y uno por la noche.








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     Conchi nos recibió en el aeropuerto igual que yo a ella veinte años antes.

     Ella tenía un catarro fenomenal y yo traía intenciones muy serias de rehacer mi vida familiar (la profesional todavía estaba fuerte aunque maltratada).

     Esa noche hicimos el amor (no lo diré de otra manera menos chocante y eufemista pues creo que en esta ocasión esa era la intención …aunque, más que ‘hacer’, era ‘rehacer’ el amor) por última vez en nuestras vidas.

     Veinte años habían pasado del primer al último acercamiento sexual. Cuatro embarazos y un chingo de vicisitudes.

     Poco sabíamos que estábamos a punto de terminar para siempre.

     Yo había terminado una tormentosa relación con una profesionista casada y habíamos salvado un enorme escollo en que también me enredé con el personal doméstico de la casa llevando a mi esposa a un estado de alcoholización constante para olvidarse de todo …no saber nada de nada.

     Así lo hizo y no la juzgo pero creo que la separación vino a salvar incluso algunas vidas.

     Te voy a dar un ejemplo:

     Una tarde llegué a casa después de una ausencia  de más de cuarenta y ocho horas y ella estaba tirada en cama durmiendo.    Thaida tenía de novio a Hector Margelí quien era mi ayudante siendo apenas interno de pregrado en el Mig y Anaí era una bebita ardiendo en fiebre. La tenían, Thaida y Hector, cubierta de bolsas de hielo y no sabían que más hacer.

     Entré al cuarto todo intoxicado, aventé las bolsas, abracé a Anaí contra mi pecho y la besaba llorando como si con eso se resolviera todo. No recuerdo más.

     Cómo se curó Anaí. Cómo se salvó Conchi de morir una vez que se estaba asfixiando con un trozo de alimento, cómo no me morí yo, como no maté a nadie en una de esas noches de droga y pistola es algo que sólo Dios sabe cómo le hizo.

     Llegando de España comencé a tragar chochos. Ya ni recuerdo por qué.

     Una tarde, cuando todavía no se me notaba mucho y aparentaba la recuperación llevé a Conchi a consulta de otrorrino al Español con mi amigo López Atristáin quien acababa de regresar de agregado militar de México en París (siendo luego médico de confianza de López Portillo).

     Como siempre: ¡lo mejor de lo mejor! …aunque nos estábamos desmigajando a ojos vistas.

      Después pasamos a visitar al Dr. Francisco Pérez Lamero, querido colega radiólogo hermano de ella, a la clínica Eugenio Sué y ahí él nos invitó a ir a su departamento a tomar un café con Elvi su esposa y “su cuñada” que estaba de visita.

     Pongo entre comillas esto de ‘su cuñada’ porque se trataba de Asun (por quien él, además de ser mi cuñado pasó a ser mi concuño años después, al casarme yo con ella: la hermana de su esposa, en segundas nupcias) a quien apenas si había conocido la noche de la boda de Pancho y Elvi uno o dos años atrás y en quien no puse mucha atención esa vez pues iba acompañada y además yo andaba metidísimo con Patsy la amante casada y buenísima con quien mantenía una relación intensa y muy peligrosa.

   

































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     Con esta bella y ardiente mujer desencadené todos mis demonios interiores, fantasía y locura. Me solazaba presumiendo mujer y coche estacionando mi flamante Chrysler Córdoba del año color sangre de toro muy cerca del Mig para entablar tremendos fajes ante todo aquel socio y colega que quisiera pasar por la banqueta.

     Además se ponía una gran flor en el pelo y entre los tres: el mejor coche del Mig, el médico más exitoso del mismo y la mujer más llamativa que te pudieses imaginar, dábamos un show que todavía me interrogo acerca de los profundos motivos del mismo.

     Desde luego que yo fui un verdadero cabrón y que con eso no demostraba otra cosa que inseguridad y resentimiento contra todos los valores que se me habían inculcado y que tan poca felicidad (suponía yo) me habían proporcionado…lo acepto. Lo doy por hecho. Aún no sabía  que la felicidad no es algo que otros te regalen.

     Incluso Dunia me vio una mañana con ella en plan ‘deportivo’ pues yo no andaba intoxicado y nos íbamos a correr al Poli.

     Esto de que yo no andaba intoxicado lo recuerdo porque sucedió durante una temporada en que suspendí mi trabajo los miércoles para dedicárselos a Conchi como un intento de componer nuestra relación. Uno de esos miércoles fue la visita a casa de Pancho.

     …¡Cuán poco duró el intento! …a los pocos miércoles ya andaba yo en la infidelidad total en la ciudad, en carretera, en provincia, en Estados Unidos.

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     Esa tarde de la consulta con el otorrino, ya en casa de Pancho conversé con Asun. Deseaba ella usar lentes de contacto pues tenía, como toda su familia, una fuerte ametropía y le ofrecí verla en mi consultorio al día siguiente.

     La relación con Conchi, aunque parecía ir de gane iba de pierde. Se notaba claramente que algo se había roto y que ya no se iba nunca a arreglar. Había pasado ya casi un mes de mi regreso de  España y un acercamiento sexual parecía ya cosa del pasado. Ni se pensaba en ello.

     Había tristeza, resentimiento, cansancio …inmensos, por parte de ella y yo ya estaba otra vez en actividad.

     Aquella mañana lo que entró por la puerta de mi consultorio no fue una mujer sino un fogonazo. Un torrente de vida inquieta que no dejaba de quitarse unos cabellos imaginarios de sobre los ojos.

     Estaba  nerviosa.

     Le hice interrogatorio extenso y la pasé por todos los aparatos que tenía. No quería terminar la consulta y ya cuando se fue no lo pude evitar e  hice algo que nunca había hecho en mi vida: correr tras de una mujer.

     Salí y la encontré en la esquina esperando un taxi. Ya no era ‘un plan’, no era la atractiva cuñada de Pancho de la tarde anterior ni la guapa señora acompañada de un hombre canoso vestida de guinda de la noche de la boda en mi casa dos años antes Era una mujer con nombre y apellidos, de treinta y nueve años de edad, con domicilio y teléfono en Reynosa, delgada y vulnerable, hermosa y apetecible, nerviosa y expectante.

     Le dije pura tontería: …que por ahí pasaban pocos taxis, que la llevaría a donde sí pasaran muchos. La llevé frente al Sanborn’s de Lindavista y le propuse que acabando mi consulta pasaría por ahí y que si no había encontrado taxi la invitaba a comer a casa con mi familia.
  
     Una serie de sandeces.

     Yo también estaba muy nervioso.

     Por supuesto que ya no estaba cuando pasé, una hora después.

     Me sentía un estúpido y mi recepcionista aquella tarde me preguntó que qué me pasaba.

     Antes de platicarte mi coloquio al respecto con aquella mi recepcionista legendaria y querida, te hablaré de ella misma pues con su contestación y recomendación se estaba suicidando emocionalmente, como siempre lo hizo por mi.
    
   














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     Era esta Margarita un personaje como ‘la secretaria’  de la canción de Serrat del que debo hablar un amoroso rato antes de seguir pues creo que nos amamos cada quien a su manera desde que la conocí siendo ella recepcionista de otro médico, antes de la ‘era Mig’ hasta que murió años después por cirrosis ya que nunca pudo salir de su alcoholismo.

     Era morena y gorda, …bueno, luchó contra el sobrepeso durante los  primeros años de conocencia, en que diariamente se pesaban ella y una dizque prima muy buena, medio ayudante, medio recepcionista, medio no sé qué cuantas otras cosas,  de otro médico bien cojelón (yo todavía lo disimulaba en aquel entonces) de mi piso; pero ya después no salía de sus pantalones, sus zapatones y su bata.

     Nunca faltaba; no se le iba ni un paciente; me cuidaba, me defendía, me disculpaba, se sostenía hasta que terminaba yo la consulta vespertina …aunque terminara  hasta las tres o las cuatro o hasta las cinco de la madrugada. Y si le hubiera dicho que no se fuera a su casa, que se tirara  a dormir a la puerta del consultorio …lo hubiera hecho.

    Ella conocía mi adicción y yo su alcoholismo y, una vez que la regañé por hablarme de espaldas, se volteó con los ojos llorosos y el aliento alcohólico, como diciéndome:

     ---- ¿Qué no ve grandísimo pendejo por las que estoy pasando? ¿qué no se da cuenta de que no quiero que me note el aliento?

     A veces me hablaba de su grupo de alcohólicos anónimos pero siempre en plan de grilla. No le sirvió ni madre. A.A. no es para andar en trifulcas.
   
     Sus vacaciones las hacía con un grupo místico en Mazatlán de donde regresaba radiante y más morena que de costumbre.
    
     Tenía un Datsun de segunda o tercera mano y siempre fue una fiel vigilante de mis pasos. La que avisaba a mis hermanos cuando yo no aparecía, la que me llevó a comer a su casa viéndome sumamente desmejorado, a conocer a todos sus sobrinos en quienes tenía depositada toda su confianza para su vejez. Me llevó a sitios que ya no recuerdo pues andaba yo todo empastillado pero eran lugares para reposar o para obtener cierto respiro en mi vorágine adictiva.

     Llegué a pensar, cuando ya no tenía esposa ni hijas, ni casa, ni amor alguno, en proponerle que fuera mi compañera.

     Mago murió antes de cumplir cincuenta años. Así: alcohólica, gorda y desarreglada fue piedra fundamental en mi éxito, en la formación y conservación de mi numerosísima clientela y en la salvación de mi vida.

     Desde aquí te saludo y te envío los besos que nunca te dí querida Margarita, dechado  de carisma, ejemplo de entrega, maravilla de mujer.

   









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     Mago supo el por qué de mi azoro, no era la primera vez que le hablaba de mis inquietudes  emocionales ni la primera en que ella les buscaba solución.

     Me dijo que no fuera tonto, que le hablara a la culpable ‘derecha la flecha’.

     Le marqué al teléfono que figuraba en el expediente pero nadie me contestó. Me aceleré y le hablé a Elvi su hermana diciéndole que necesitaba confirmar ese teléfono para puntualizar algo relacionado con los lentes de contacto que se le iban a hacer.

     ¡Se armó un desmadre que para qué te cuento! pues Elvi, que es una santa mujer tenía un concepto demoníaco de mi y le habían mentido diciéndole que yo era un mujeriego atroz y que les pegaba a las mujeres.

     En aquel tiempo no gozaba yo de simpatía alguna de parte de los Pérez Lamero, máxime que después de la boda de Elvi y mi cuñado, en un arranque de ‘no se qué’ vacié en el caño todas las muchas botellas de licores caros que habían quedado almacenadas en casa después de la fiesta. También le había estropeado una guitarra a Pancho y le había regalado a una amiga un libro que él mucho apreciaba y me había prestado como algo especial.

     Mi cuñado / concuño es un alma pura y tierna. Yo creo que me veía como al demonio mas no creo que mintiera en cuanto a eso de mi comportamiento con las mujeres pero el caso es que su mujer estaba aterrorizada y se apresuró a hablarle por teléfono a Asun a Reynosa para que volviera con …¿qué crees? …¡ya se me olvidó el nombre! …quien había sido su apoyo sentimental por diez años pero de quien ya estaba harta y recién rota toda relación.

     Asun tenía muchos y pudientes pretendientes.

     Aquella noche me contestó el teléfono a pesar de estar advertida en contra mía …y se inició una relación que va para treinta años la cual me llevó al fondo del abismo pero finalmente al paraíso de la recuperación …muchos años después.

     Te voy a platicar …tenme paciencia porque la cosa va para largo.

    
























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     En Reynosa todo mundo le  decía (y le siguen diciendo) ‘Griera’, que es su apellido pero que le quedaba perfecto pues parecía una Desdémona, una Aspasia o, para que me entiendas: una Barbie griega de piernas largas y delgadas, espalda airosa, cabello corto y negro y una cara extraordinariamente bella …de esas que los hombres se quedaban mirando alelados  con una expresión de dolor en la mirada.

     Lo mejor de ella era, y sigue siendo, su modo de andar.

     Era tal su buen acomodo a mi paso caminando por la calle y tanta su elegancia desplazándose por los ‘molls’ de Mac Allen tocando displicente, al pasar por entre los ‘stands’ las telas de las ropas expuestas, que le compuse en la guitarra una falseta por soleares que titulé: “Asun caminando vista desde atrás’. No llevaba letra, solamente la música acompasada que yo sentía en el corazón al verla.

     Todo mundo la quería y yo debería de haber sentido miedo de ser tan intruso pues no faltó quien me dijo antes de traérmela a México:

     ---- ¡Cuidado! Se anda queriendo usted llevar a la Paloma de Reynosa.

     No sabía yo que tenía un hijo de doce años el cual estaba en un campamento de verano adventista y de cuya existencia supe cuando ya Cupido me había roto la madre.

     Este hijo era su adoración …y lo sigue siendo.

     La despojaron de él cuando tenía tres años y su vida con su primer esposo era insostenible. Movió cielo y tierra, acudió a noticieros de televisión y al fin se lo devolvieron. Ya con él y temerosa de volverlo a perder se fue a vivir a una zona fronteriza donde brincar en caso necesario. Pensó en el sureste y en el norte.

     De esta manera llegó a Reynosa y pasó las de Caín. Por ahí anda una foto de ella en la primera comunión del niño de una de sus primeras amistades y de veras parecía un esqueleto; todo ojos y huesos.

     Cuando me tuve que enfrentar con el mío a éste su gran amor, las cosas empezaron a ir mal pues para mí Alex me reflejaba vivamente a las hijas que estaba abandonando y me costó mucho trabajo quererlo como él empezó a quererme a mí, tanto que me hizo saber que sería médico como yo pero a los pocos meses ya sus inclinaciones eran otras. Nos fue muy difícil avenirnos uno al otro y yo, dentro de mis pésimos ratos de adicción llegué a decirle pocos años después:

     ---- Te necesito tanto como un tumor en el cerebro.

     Esto no se le dice a un chaval inocente nunca …pero se lo dije …a él …a quien cuando le pregunté que deseaba para su cumpleaños número trece me dijo:

     ---- que me lleves a  Chapultepec a conocer al oso panda

     Me enamoré de su madre pero tarde muchos años en enamorarme de él. Ese morochito alto, delgado y de pelo quebrado era juguetón y travieso. No se le notaba el menor signo de congoja en una relación que para mí era terrible. Asun lo notaba y aceptó que lo hiciéramos entrar a secundaria al Instituto Centro América que era internado.

     Me los traje a vivir conmigo al D.F en un departamento en la unidad habitacional Juan de Dios Bátiz después de largas temporadas de vivir en hoteles.

     Asun me seguía por donde yo dijera. Me hacía sentir querido y respetado y yo mucho necesitaba eso pero al mismo tiempo la sensación de estar perdiendo a mis hijas y mi hogar se volvía algo imposible de asimilar como no fuera bajo el efecto de los estimulantes. Cuando los suspendía deseando tomar decisiones en estados de cierta salud mental me entraba pánico y depresión. Rezaba por que se cayera el avión donde volaba, deseaba que se muriera Asun, deseaba morir yo, deseaba que se muriera Conchi. Deseaba que se acabara el pinche mundo y sus alrededores.

    






















                                                   
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     Años después estando en consulta con uno del los once especialistas que consulté en el ramo de la salud mental y uno de los pocos  que me supo ayudar: el Dr. Roberto Risch López que en aquel tiempo era el presidente de la Asociación Mexicana para la Prevención del Suicidio y tenía su consultorio adjunto al  Hospital Mocel me dijo:

     ---- Doctor: no satanice tanto al Ritalin. Gracias a él  no se ha colgado usted de un árbol.

     Esa es la gran, la grandísima bronca de las toxicomanías …que se vuelven indispensables para seguir vivo.

     Mayor esclavitud es difícil de imaginar. Es como querer seguir viviendo sin aire.

     Sustituir al tóxico es fundamental. No es cosa nada más de suprimirlo y el lograrlo es todo un arte.

     Yo lo logré sin sustitutos químicos pero eso es harina de otro costal de la que hablaré largo y tendido en mi próximo libro si Dios me lo permite pues, como lo he dicho y repetido en ocasiones anteriores: no se mueve la hoja del árbol ni se escribe la página de un libro si no es por Su voluntad.

    






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     Ese departamento se lo había  comprado, a sugerencia y petición de Conchi a una profesora amiga suya y ella lo consideraba algo propio (como finalmente lo fue; pero durante algunos años estuvo utilizado por familiares en épocas difíciles de sus vidas, tanto de su familia como de la mía).

     Esta toma indiscriminada de bienes de todo tipo para disponer de ellos a mi antojo fue una constante en mi enfermedad que mucho, muchísimo debe haber lastimado a la que todavía era mi esposa, pero jamás paré mientes en eso …ni cuenta me daba.

     Cuando uní mi vida a la de Asun lo habitaba un hermano mío viudo con dos hijas pequeñas.

     Una mañana que llegó ‘Griera’ de Reynosa por autobús y que la recogí, como siempre que por esa vía venía, en la terminal de autobuses del norte, me encontraba yo en tan mal estado que al sacar el coche del estacionamiento de la terminal lo golpeé contra los tubos de la salida y me sentía tan mal que me llevé a Asun al departamento de Bátiz, del cual yo tenía llave, para descansar ahí una o dos horas a ver si me componía un poco, suponiendo que a esas horas no habría nadie.

     Desgraciadamente llegó mi hermano y al ver ahí a Asun armó un pedo descomunal como si se le estuviera ultrajando su hogar.

     Tal vez así fue porque a pesar de mis explicaciones se dio a la tarea de desocuparlo lo cual en el fondo fue una bendición para mí pues ahí nos quedamos a vivir Asun, Alex y yo un par de años.

     Se terminó la vorágine de hoteles o los departamentos amueblados. A uno de éstos, muy lindo, en la Av. Veracruz de la colonia Condesa una noche, esperando que llegara de Reynosa, la llené de rosas rojas, blancas y amarillas …bueno, yo creo que si metí cien docenas fueron pocas.

     Así se las gasta uno en la locura eufórica cuando no se siente morir: gastando a lo pendejo y consumiéndose en actividades febriles poco sensatas.

     Pero esta insensatez se confundía con el amor apasionado y, entre esto y la cantidad de tóxico que había en mi saliva la buena de Asun andaba a veces bien hiperactiva y eufórica.

    























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     La música … Como decía Lolita en su bellísima canción: “No renunciaré” …yo tampoco renunciaré al recuerdo mágico de la música en aquellos años en que me enamoré una vez más ya de cuarenta y cuatro años. Habré estado intoxicado pero la música se quedó en mi alma y es algo totalmente rescatable. No renuncio a ella. Comenzó con ‘Mujer Enamorada’ De Bárbara Streisand, siguió con las cintas que compraba Asun … y luego yo, de Emanuel, de Rafael, de Camilo Sesto, de José Luis Perales, de Mocedades, de Carlos Lico, de Nelson Ned y de tantos y tantos compositores e intérpretes que tendría que enumerar a todos los que se oían durante los ochentas y que dejaron huella profunda en mi alma para bien o para mal. El regreso pertinaz al tango, a la zarzuela, al flamenco.

     La música ha sido siempre un trasfondo de mi vida entera al que  nunca renunciaré, aunque me haga sufrir, como cuando escucho el ‘Callaíto’ de mi primer amor a los doce años, ‘La Dolorosa’ de mi segundo amor en preparatoria, la ‘Siempreviva’ de Rocío la chaparrita de primer año de Medicina la ‘Granada’ de Anitko, ‘Mi barrio Reo’ de Maye, el ‘Rayando el Sol’ de Giselle, ‘Las Hojas Muertas’ de Conchi  …el ‘Amar y Vivir’ de Asun.


     Quien crea que la música no forma parte trascendente en la vida de una persona aunque no se dedique a ella, quiero contarle lo siguiente.

     La canción ‘Amar y Vivir’ cantada por Rosa Escobedo cambió mi vida y la hizo dar un giro de ciento ochenta grados (hay quienes dicen que de trescientos sesenta grados pero estos pendejos no se dan cuenta que por exagerar lo mandan a uno al lugar de partida).

     Fue una noche sin estrellas y sin luna en Reynosa. Estábamos Asun y yo sentados con un grupo de amistades de ella en un jardín y yo le acariciaba la tibia y el peroné de un modo que sin darnos cuenta se volvió una costumbre en las reuniones.

     Rosa era una señorona que cantaba muy bonito y en aquel tiempo era la directora del aeropuerto de Reynosa. Fue a la primera que le oí decirle ‘Griera’ a Asun y se soltó cantando eso de: “Por qué no han de saber que te amo vida mía” y luego  “no quiero arrepentirme después de lo que no pudo haber sido y no fue”. En ese momento, que no era la primera vez ni mucho menos que iba a visitar a Asun, lleno de dudas y de pastillas, tomé la decisión de unir mi vida a la de ella.

     Eso del pluscuamperfecto: ‘lo que pudo haber sido’  ‘de haber sabido’ ‘si hubieras venido’ ‘si me hubieran avisado’ se llama para mi: “conjugar la vida en pluscuampendejo”. Lo transformé en presente con participios activos …como lo he hecho siempre.

     Por poco y me cuesta la vida pero finalmente fue lo que me salvó.










                                                     


                
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     Ahora que dije de cuando visitaba a Asun lleno de pastillas te quiero platicar de los avatares agotadores para lograr estar surtido, ya fuera del tóxico, ya fuera de los sustitutos …y de sus consecuencias.

     Siempre he considerado que la historia de un adicto es igual en su fondo pero muy diferente en su forma. Simplemente mi caso por no haber tendido que andar escondiendo botellas ni grapas ni envases es muy diferente a otros pero solamente en el sabor detallado de su relato.

     Cuando el fundador  más importante de A.A. subía a tribuna y trataba de “dar la clase”, de “pontificar” le decían desde el auditorio que no les hablara de ‘qué hacer’ o de ‘qué no hacer’ ; que les platicara de cómo escondía las botellas y de sus ‘fondos de sufrimiento’. Eso de esconder botellas entre el carbón, o colgadas de la ventana o arriba de las lámparas, ha sido y sigue siendo tema sabroso y conmovedor de la literatura de A.A. y de películas relativas al alcoholismo.

     En mi caso la historia del ocultamiento me pudo haber metido en serios problemas legales pues llegué a introducirme en el extranjero con más de quinientas pastillas de Ritalin en el forro de una chamarra. Si  me hubieran descubierto me hubiera pasado lo que al joven de ‘Expreso de Medianoche’ (vela …es una película tremenda de un caso real de un chico que por traer droga pegada al cuerpo lo agarran en el extranjero en época de malas relaciones  diplomáticas con su país y lo someten a un encierro largo, violento, sodomizante y cruel del que sale de un modo especialísimo y conmovedor en el que la vuelta a la vida la logra su novia en una escena desgarradora de masturbación y llanto …que, desgraciadamente no es rara entre nosotros.)

     En otra ocasión obtuve (ya no recuerdo cómo) un cinturón de cuero ancho y hueco.  Creo recordar, por su tamaño, que debe haber sido para guardar centenarios en la época de López Portillo y llevárselos al extranjero. Me encontraba sentado en el piso  del consultorio, rodeado de cientos de pastillas que iba introduciendo en él, cuando se abrió bruscamente la puerta y apareció Asun bien alarmada,  proveniente de Reynosa a donde la habló Mago para que viniera por mí  porque ‘me veía muy mal’. Me tiró todo, me abrazó, me besó, pidió café con mucha sal que me lo metió a huevo en mi boca con su boca haciéndome vomitar  y me metió en un camión adonde fui dormido sobre sus rodillas excepto al pasar por una parada  lejana (no recuerdo cual) en que todavía bajo cierto efecto euforizante traté de hacerme el chistoso robándome unos dulces.

     Ese era el brillante Dr. López Rodriguez preso en el mundo de los psico estimulantes. Perdida totalmente la brújula. Metiéndose a viajar con pistola (todavía no se instalaban los ‘herpes’), en avión ó en autobús, lo que saliera primero, con maletines llenos de pastillas y una cobija que perdía en cualquier lugar. Comprando los asientos de ‘a dos’ para poder tragarse algo para dormir y llegar a Reynosa sin darse cuenta.

     Antes de  conocer a Asun todavía me echaba larguísimas manejadas bajo el efecto de ‘los chochos’. Recuerdo haber manejado día y noche desde México hasta Chicago y regresar, todo en una semana y de haber ido una noche, terminando la consulta, manejando a Taxco, bajo un aguacero feroz nada más para pasar la noche con una recién ‘conquistada’ chica norteamericana y regresar al D.F. antes del desayuno.

     Por esa misma fascinante criatura cometí una de las imprudencias más estúpidas y fue la de llevarme a Thaida y a Dunia de pequeñitas  ‘a pasear’ un sábado por la tarde y no parar hasta Taxco, en donde me alojé con ellas en un hotel y las dejé solas por la noche para irme de ‘don Juan’.

     Así pone uno en peligro la seguridad física de los hijos  y les arrea madrazos en su salud mental y el compartir esto en tribuna años después es el único modo de aprender a vivir con ello en la conciencia sin recaer en la adicción y el olvido pasajero.

     Recuerdo (y perdónenme por invadir momentáneamente el tema de la recuperación) una vez que hablé de esto en junta de catarsis haciendo un parangón con el cuadro de Goya en que aparece Saturno devorando a uno de sus hijos. Lo menciono porque fue la primera vez que mezclé el arte con mis intervenciones; en un bendito domingo por la mañana, de inspiración luminosa, participando en el Grupo San José de la Colonia del Valle en una junta de ‘onceavo paso’ (“Buscamos a través de la oración y la meditación mejorar nuestro contacto consciente con Dios, como nosotros los concebimos, pidiéndole solamente que nos dejase conocer su voluntad para con nosotros y nos diese la fortaleza para cumplirla”) Intervención que me abrió ante los ojos un amplio mundo de recuperación y servicio.

     Como no estoy seguro de vivir lo suficiente para terminar mi saga literaria y como es también probable que no leas  mi próximo libro (si es que Dios me permite escribirlo), referente a mi recuperación; quiero adelantarte un concepto fundamental en esto del arte y el dolor, su comprensión y el manejo del mismo:

     La obra de arte, de cualquier índole, al igual que la filosofía, proporciona una visión de la lucha, del dolor, del sufrimiento tanto del artista como de quien la recibe mostrada de un modo que sólo el artista sabe plasmar …y no porque sea bella (no tiene por qué serlo a la fuerza) sino por lo que despierta en ti. Un gran artista, pongamos de la poesía, no es quien dice cosas bien estructuradas y bonitas sino quien te dice algo que tú ya sentías conocer pero que nadie te había sabido enseñar. Y si aprender es, en última instancia, descubrir que algo es posible, el arte te hace ver de un modo especial y único que es posible que no seas el único cabrón del universo  y te reconcilie contigo mismo no por eso de que ‘mal de muchos consuelo de tontos’ sino porque te sabes y aceptas humildemente como un ser humano cualquiera …y comienzas a perdonarte …y a socializar …y a compartir …y a salvarte y a ayudar a otros a lograr su salvación …que esa nadie te la da más que tú mismo cogido de la mano de Dios, caminando por el ancho camino de la recuperación en esta vida y del universo entero cuando ya te veas libre de tu singularidad …de tu cuerpo.

     Al convertir el dolor en conocimiento, el arte y la filosofía cumplen un papel maravilloso en la vida del hombre.

     No quiero terminar este capítulo sin mencionar otros escondites chocheros para quitarle solemnidad al asunto.

    Uno de ellos eran los huecos en las paredes ocupados por los apagadores de la luz, lo malo era cuando andaba muy urgido y tembloroso. Desatornillar y atornillar placas de baquelita era un coñazo en mis condiciones. Estropear alguno era barato pero significaba delatarme. Aún así llegué a romper a base de golpes de desarmador la chapa de algún mueble super caro suponiendo que ahí se escondía alguna cajita de mis anhelos.

     Una pluma Mont Blanc bien buena y cara tronó cuando la quise cerrar apretando la tapa de rosca  fuertemente para que le cupieran dos pastillas más de las ocho o diez que cabían en su cuerpo vacío de todo implemento. Ya luego solamente usaba pluma chonchas y metálicas para guardar chochos, que no para escribir en papel alguno sino en el libro de la historia de mi caída como lo estoy haciendo ahora (qué bueno que en la computadora no puedo meter nada más que mis palabras …bueno, habría que checar en   el ‘cidi room’ pero ¡qué hueva! y que alivio que ya me libré de tanto secreto …de tanta mentira …de tanta pendejada agotadora). Me cae que en otros años me hubiera cargado no una sino varias computadoras con tal de guardar mis porquerías donde nadie me las encontrara. Solamente me faltó esconderlas metiéndomelas por el culo en un tubo de puros Montecarlo (no lo hice pero lo pensé seriamente y no lo llevé a cabo porque nunca pude aguantar una lavativa sin echar pa’ fuera todo de inmediato).
   

































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     Muchos, muchísimos intentos hice para suspender el consumo de Ritalin. Los basé fundamentalmente en la codeína que venía en el jarabe Histiacil de adulto, el de antes, el que venía con esta sustancia y con el metamizol que no era más que un analgésico fuerte con el nombre de Prodolina. Esto de los analgésicos en alguna ocasión lo consulté con Risch pues andaba yo saliendo de mi adicción a base del común y corriente Magnopyrol y del más corriente todavía chile serrano del cual traía pedacitos envueltos en una servilleta de papel en la bolsa del pantalón (házme el chingado favor, flaco, desarreglado y oliendo a sudor y chile serrano) (lo increíble es que mi clientela me seguía buscando). 

     Este querido y buen psiquiatra me dijo que eso tal vez me ayudara con cosas imaginarias pero no reales, sin embargo yo creo y sostengo que quienes tenemos personalidad adictiva nos enviciamos hasta con la aspirina y con el bicarbonato o sal de uvas. Yo conocí adictos al Alka Seltzer y lamedores compulsivos de sal de uvas Picot y hasta la fecha todavía me refugio en el paracetamol un poco más allá de lo que me exigen mis dolores reumáticos.

 ¡Lo que yo he metido en mi boca! Y no para drogarme pues de eso no fue tanta la variedad, sino para dejar de hacerlo. Todavía tengo vademecums subrayados por todos lados, libros de psico farmacología llenos de anotaciones.

     El sustituto no se mete por la boca. Ni por inyección ni por inhalación ni por vía rectal. Entra por los ojos y por los oídos, tanto del cuerpo como del alma.



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     Si nunca has llegado a tu casa y la has encontrado vacía …no te lo deseo …es horrible. Pero no por que hayan entrado los ladrones sino porque se te fueron los seres queridos y sólo quedaron tus enseres, alguna recámara y las huellas de los muebles en las alfombras.

     Esto me sucedió después de darle una regañiza al pobre de Alex …y eso que no fue en época de consumo franco sino del disimulado; de ese  del Histiacil  y la Prodolina.

     Fue un cuadro de ‘borrachera seca’, en que tu humor anda de la puta madre aunque no estés pedo.

     Reconquistar el cariño y la aceptación de Asun y Alex no fue cosa fácil y hube de andar de limosnero de amor y alojamiento primero en la calle de Ingres en Mixcoac, a donde ella se fue a vivir con el hijo. Después a Kansas en la Nápoles …y yo hecho un pendejo en el departamento tan lindo de San Bartolo Atepehuacán cerca de Lindavista a donde nos cambiamos después de Bátiz y en donde Alex conoció a esa casi niña vecina, Claudia, quien ahora es su esposa y mi querida nuera.

     En Kansas nos agarró el sismo del ochenta y cinco. Estábamos a punto de cambiarnos a un lujoso penthouse que le había yo regalado a Asun en la colonia Condesa, en un décimo piso, sobre la Avenida México y con vista al parque.

     Esto no fue un despojo a la sociedad conyugal porque lo compré con el producto de la venta de un terreno en la calle de Arequipa en la Lindavista (pero que el pendejo de mi abogado y yo, el idiota de su cliente, dejaron que formara parte de los bienes a distribuir en el divorcio).

     Compañero alcohólico y drogadicto: ¡nunca te divorcies estando en malas condiciones! ¡la recuperación es todavía más difícil después! ...presa de penurias económicas indebidas, propiciadas por tus muchos sentimientos de culpa.

     Familiares y amigos de los mismos: ¡cuídenlos!¡cobíjenlos!¡no los dejen solos en ese trance! …aunque no se dejen.

     Esa chulada, como dije, la compré vendiendo el único bien que me tocó de la que fue cuantiosísima herencia de mi padre y que era un terreno en Lindavista, el cual lo tuve muchos años sin usufructuar por no serme necesario hasta que se me despertó el ansia de comprar el penthose y hube de venderlo.

     Costó muchos millones de pesos y se cuarteó todo con el sismo. Ya le habíamos metido chingo de cosas pero eran dos pisos para amueblar con lujo y antes de terminar de hacerlo vino la tronada grande entre Asun y yo.

     Lo estábamos habitando desde hacía un par de meses pues los daños no fueron cuantiosos, sin embargo los gastos de reparación y de mantenimiento eran enormes. Mi clientela ya había disminuído de manera importante y yo había recaído, a tal grado que una noche llegué al departamento en pésimo estado, sufriendo pesadillas horribles durante la noche y dando de gritos a tal grado que Asun se espantó y volvió a tomar las de villadiego con Alex y su ropa.

     Yo me subí en el potro de la cólera y la locura, busqué un cerrajero, cambié todas las cerraduras  me tragué todo lo que encontré y me tiré a morir encima de la cama.

     Nunca he sabido bien cuánto tiempo pasó pero recuerdo ver la cara de mi hija Dunia encima de la mía, llorosa, diciendo:

     ---- ¡Está vivo!

     Mago …la querida Mago, volvió a avisar de mi desaparición prolongada. Esta vez no a Asun pues ésta, espantada no había dejado datos para localizarla. Avisó a mis hijas y éstas, creo que con la madre, forzaron puertas y entraron.

     Se juntó la familia López y me llevaron a vivir con mi  hermano Felipe, quien habitaba un departamento que había dejado desocupado mamá en las calles de Salaverry en la colonia Lindavista cuando, después de mucho tiempo de insistir, había logrado acomodo en una linda y elevada suite de la Residencia Mater allá por el Angeles del Pedregal.

     Pero mi hermano Pedro, el abogado y un socio de él decidieron hacer las cosas a su manera. Permitieron que se me llevara la televisión para que yo estuviera distraído (lloraba yo como una magdalena) y quitaron de en medio cosas de Asun y Alex por motivos que solo los abogados entienden bien.

     El caso es que me llevaron un notario para que yo cediera un poder amplio y suficiente al licenciado asociado de mi hermano y, después de una crisis de llanto (el psiquiatra que consultaron había ordenado que se me diera, disuelto en forma que yo no lo notara, Sinogán, un potente tranquilizante que no hizo sino acentuar mi mortal depresión) sucedió el comienzo de una larga y dolorosa serie de internamientos de los que te hablaré en el siguiente gran capítulo.

     Se suponía que cruzar esta raya era ingresar al país de ‘nunca jamás’.

     ¿Regresó Eduardo de ese país? ¿valía la pena seguir apostándole a la vida?











                                               III





       

       DE  LOS  BROTES  PSICÓTICOS  Y  DE  LOS

                        INTERNAMIENTOS








                                          






                                              46




     Pidieron opinión de varios psiquiatras de primera línea cuyos nombres omitiré pues todos, fracasaron …y fueron muchos. Yo presumía de ‘bailármelos’ a todos y de consumir sin que ellos se dieran cuenta. Me sentía superior a pesar de haber manifestado ya comportamientos francamente psicóticos. No me daba cuenta. Pensaba que todo era parte de un proceso que yo sabría superar. Por algo era yo tan inteligente y había estudiado tanto.

     Pero esta vez me valió para una chingada, desperté con un cabrón de blanco en cada esquina de mi cama y una morocha, también de blanco, que me acariciaba la mano diciéndome que todo iba a salir bien y que en un par de días estaría de regreso  con mi familia.

     Me llevaron a la Clínica San Rafael en aquel año de mil novecientos ochenta y seis en que yo ya me había internado voluntariamente unos días pendejamente en mi hospital pero sin ponerme en manos de nadie. Aquel año del mundial de futbol en México y, …sobre todo aquel pinche año en que todavía un joven frenopático no incendiaba su cama con malas intenciones y por ello no se había tomado la decisión en esa clínica de abrir diferentes estabulaciones mejor controlables con un pabellón sólo para adictos al que sólo le faltaría la estatua de ‘San Adictín’ en sus jardines para hacernos sentir artistas o banqueros de los internados en Monte Fénix (hasta la fecha no que santo es ese de dicha clínica …pero así le dicen mis conocidos que estuvieron bajo su manto).

     Fui a dar entre todos los enfermos mentales que te quieras imaginar y si Torcuato Luca de Tena pudo escribir su: “Los Renglones Torcidos de Dios” metiéndose de cachirul y haciéndose pasar por enfermo mental en un manicomio yo podría escribir acerca de los de Dios y los del diablo; pero con hablar de mi y sólo uno que otro compañero para ambientar  mi relato deberá ser suficiente sin caer en ambiciones literarias mal habidas.

     Menos mal que las mujeres quedaban bastante alejadas con capilla  y gran patio de visitas de por medio pues daba miedo por las noches escuchar sus llantos y gritos.

     Me pusieron en cuarto individual y con cuidador pues temían que me suicidara. Era este un joven risueño empeñado en jugar dominó conmigo, cosa que no consiguió. Después  de un par de semanas lo pasaron a cuidar a otro paciente y una tarde me di cuenta, con sorpresa, que no era tan buena onda como yo pensaba pues se lió a golpes con otro joven enfermo que así como era una gran ladilla era un gran ignorante del arte de la defensa personal.

     Cuando recibí la primera visita, que fue de mi hermano Manuel, el mayor, se espantó porque  tenía hinchada la frente y creyó que había sido golpeado. Para quienes  entraran en crisis violentas había una  cama de cemento con correas a las que llamaban ‘la bartolina’ en un cuartucho sotanero. Ese lugar, así como la puerta por donde llevaban a los que les iban a poner electrochoques me atemorizaban grandemente, me parecían la entrada al verdadero mundo de la locura al que yo todavía aspiraba a no haber ingresado.

     Esto no fue haber sido iluso. El aferrarme a una imagen de salud mental recuperable plenamente a pesar de todo me sostuvo en pié. Mi psiquiatra, después de conocer el resultado de mis pruebas psicométricas me dijo:

     ---- Usted tiene muy buena madera. No sé porque ha llegado hasta esta situación.

     Pero también decía tonterías como la siguiente:

     ---- ¿Por qué cuando se siente usted deprimido no vuela lejos del país, a un lugar interesante como Nueva York?

     Este facultativo, a pesar de ser psiquiatra prestigiado,  no tenía la más puñetera idea de lo que es la depresión. Esa situación terrible y ominosa en que levantarte de la cama ya es una labor hercúlea, buscar unos calcetines una titánica, salir de casa una quimera colosal y salir de viaje una ilusión, máxime en los tiempos en que tenías no sólo que tener pasaporte y visa en orden sino comprar travel checks, llevar algunos dólares …en fin, una recomendación totalmente quimérica pues hasta los ruidos lejanos de los claxons y los motores de los autos afuera de tu ventana te parecen señales lóbregas de tristeza y grave peligro inminente. En que morir te parece una maravillosa solución.

     Un compañero de mesa, cubano, me preguntó un día:

     ---- Y tú chico ¿Qué vas  hacé cuando salga tú de aquí?

     ---- Pues  volver a mis pacientes.

     ---- ¡Qué te pasa! ¿¡qué no te has dado cuenta en dónde estas!? ¡esto es  el fin del mundo!

     Pues Manolo me encontró así porque me había puesto a asolearme con un deseo feroz de verme mejor pronto y lograr salir de ahí lo más rápido posible, de tal manera que se me hinchó parte de la frente arriba de un ojo …pero nada más. Probablemente no me lo creyó pues yo arrastraba una historia reconocida de actitudes violentas.





















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     Lo más atroz fue la sensación de pérdida. ¿Cómo era posible que también hubiera perdido a Asun si por ella dejé  lo que yo más quería que eran mis hijas?

     En aquel tiempo todavía no sabía yo distinguir entre la cantidad y la calidad del amor. Todavía era de los que pensaban que un gran amor se podía fincar en su enormidad, igual que si un aspirante a pintor pusiera un enorme lienzo en el caballete y se lanzara a pintar una supuesta obra maestra sin haber practicado antes.

     El amor requiere práctica previa. Hay que saber amar a los demás, a los animales, a las plantas. Esos amores en que los enamorados dan la espalda al mundo y buscan una en los ojos del  otro un gran amor, solamente encuentran una gran soledad. Se debe mirar en la misma dirección, sí y con una gran derrama de amor.

     Y me encontré con que no encontraba cariño ni sonrisa ni alegría.

     Llegó a mis manos una revista con caras de mujeres hermosas pero ninguna me gustaba pues no tenía lunares como los de Asun.

     Se contaba algún chiste y me sorprendía dolorosamente notar que otros se reían y yo no podía.
     Se escuchaban a lo lejos risas de niños y me sentía morir de nostalgia.

     Cantaba Amanda Miguel por el sonido local aquello de “y me engañó” y me sentía ruin y confundido.

     Entre los compañeros no encontraba a nadie parecido a mí en su adicción, incluso un muchacho con vestimenta de guerrero aviador me preguntó:

     ---- ¿Y por qué estás aquí?

     ---- Por culpa del Ritalin

     ---- ¿Cómo del Ritalin? ¡si eso es algo bendito! ¡eso no hace daño! ¡eso salva!

     …Y cuando se enteró que yo era médico me daba la tabarra con que ya afuera le extendiera alguna recetas del mismo.

     Muchos años tardé en conocer el término “pensamiento fétido” que es un modo de pensar engañoso  blandido por muchos alcohólicos y drogadictos para permanecer clavados en alguna adicción alegando argumentos según ellos totalmente justificados y justificables.

     Ví muchas cosas y casos dramáticos pero tal vez el que más me conmovió en ese mi primer internamiento fue el de un hombre ya mayor, tirarse en el suelo a llorar y patalear como un niño por no haber recibido visita de sus familiares.

     El manejo del tiempo era fatal. No había programa alguno más que esperar a ver si el psiquiatra a mi cargo  llegaba a visitarme y a platicar un rato.

     El caminar para arriba y para abajo fue toda mi terapia asomándome a cada rato a las puertas de vidrio del comedor para ver un reloj de pared grande en el interior y calcular cuánto tiempo faltaba para el próximo alimento.

     Me consolaba saber que lo mismo hacían los internos del ‘Fray Bernardino’ pero hacinados en un pasillo corto y estrecho.

     Había campo de futbol y ¡cómo no! quienes ya estaban habituados al encierro y lo llevaban alegremente jugando y riendo; yo lo más que lograba era acercarme a unos columpios cercanos y mecerme viéndolos y viendo como el padre Poncho, también internado confesaba a quien se lo solicitaba.

     Había un ingeniero añoso traqueotomizado que deambulaba con una toalla alrededor del cuello, un ministro de la Suprema Corte, un arquitecto que según las afanadoras ‘era un santo’ y multitud de enfermos mentales algunos con ya más de cinco y de diez años de encierro.

     Salí después de cinco semanas y me alojé en el mismo departamento del que me habían sacado los enfermeros y la ‘doctora’ (que luego me enteré  no pertenecían a la clínica sino que formaban parte de una empresa dedicada a esos menesteres del traslado de enfermos mentales difíciles).
     El licenciado socio de Pedro y cuyo nombre no diré pues no tengo cosa buena que decir de él me advirtió que el penthouse de la colonia Condesa no estaba ya en su poder y cuidado pues se le metió gente a los cuidadores que puso y que además había una orden de aprensión por robo en mi contra pero que no me preocupara pues estaba amparado …y me dio unos papeles que me sirvieron para pura madre pues a los pocos días llegó una combi con judiciales por mi al ir llegando al consultorio y me llevaron a las calles de López, donde consultaron con un grandulón empistolado  y de ahí a una  delegación que está en Viaducto y Avenida Cuahutémoc

     Aquí me dijeron que me quitara las agujetas de los zapatos (no llevaba corbata sino filipina) y cuando ya el abogado me decía con cara compungida que ‘ni modo Lalo’ y que tendrás que meterte tras unas pinches rejas donde se movían ominosamente, en las sombras, otros enjaulados, otro abogado que yo poco conocía pero que acompañaba al socio de Pedro dio un manotazo en la mesa del ministerio público y dijo que yo no iba detenido sino solamente presentado, por lo que  dijeron que ¡ah bueno! pues que se ponga allá atrás, entre esos lockers …y ahí me tuvieron las horas hasta que ya al anochecer me sacaron y nos fuimos a comer unas tortas que yo pagué aparte de los ochenta mil pesos que hubo que darle a no se quien.

     Esto de los abogados es una cosita de la chingada.

     Tanto Asun como Conchi se convirtieron en un momento dado en panteras y pusieron las cosas en manos de sus abogados y estos no se miden. Avientan con todo y ¡aguante la vara señora! porque sólo así se resuelven favorablemente las cosas en México …o si no mejor no le entre.

     Y así me la pasé un día en la séptima delegación y años después una tarde con otro abogado, esta vez de Conchi, levantándome embargo en mi consultorio cuando por no poderle pagar los estudios universitarios a Anaí montó en cólera, se agarró de una cláusula y me trajo varios años por las salas de los tribunales defendiendo los pocos centavos que había podido rescatar de un divorcio nefasto en que, por andar empastillado, no revisé con cuidado y firmé todo a lo pendejo.

     Todo esto que parece truculento es el pan nuestro de cada día en el mundo de los compañeros que frecuento hoy por hoy y lo escribo aquí para que quien lo lea le saque provecho si aún no está curado de espanto.

     Y digamos que me fue a toda madre por no haber pisado un reclusorio ya que una madrugada me dormí manejando, me subí a la banqueta en una gran avenida y de no haber sido las cuatro de la mañana quién sabe a cuanta gente pude haber matado.

     Sí ¡ya sé!, estás esperando mi chiste de costumbre pues los abogados jalan hacia los chistes como la miel a las moscas.

     Bueno ahí te va uno viejo,  para conocedores.

     ---- ¿Sabes qué son veinte abogados encadenados y sumidos en el fondo del mar? …¿y doscientos? …¿y dos mil?

     ---- Son algo bueno …¡algo estupendo! …¡¡algo maravilloso!!

     Como te será fácil imaginar, pronto estaba yo tragando psico estimulantes pero eso sí, yendo a consultas periódicas para taparle el ojo al macho con el psiquiatra que me habían puesto mis hermanos hasta que me harté y le dije que: cómo no se daba cuenta que seguía consumiendo, que qué buey era y dejé de verlo.

     También ese año me cayó una auditoría en el consultorio.

     Fue un año inolvidable.

     Para fines de él ya estaba internado de nuevo en la San Rafael.

     Ahí te va.













      
                                             48




      A los pocos meses me dí un agarrón horroroso con un hermano. Con gritos, lanzamiento de vaso al espejo y todas esas cosas por lo cual decidí internarme voluntariamente otra vez en la misma clínica.

     Esta vez creí que nadie me iba a sacar y que me iba a quedar ahí indefinidamente como muchos otros en mis circunstancias.

     Mis recuerdos en esta etapa están muy confusos pues ya andaba yo con brotes psicóticos gruesos. Pero me acuerdo  que mamá me visitó para cagarme y que Angel lo hizo, para sacarme gracias a un cheque firmado que le había yo dado a Dunia no me acuerdo cuándo ni dónde.

     No recuerdo si me interné voluntariamente una sola vez o dos.

     Recuerdo que por esos días tuve un brote consistente en romper todo lo que veía: televisión, muebles, cuadros, fotos, igual que lo había hecho unos años antes cuando aún vivía con Conchi. Fueron dos especies de destrucción encarnizada de cosas para no matar a nadie o no matarme a mi mismo.

     Recuerdo otro brote consistente en pasarme una noche desprendiendo de los zoclos los alambres del teléfono y luego clavar las alfombras en el techo y recuerdo también una madrugada en que inicié todavía oscuro la búsqueda de supuestas pastillas perdidas entre los coches del estacionamiento de mi edificio y me pescó el día de rodillas entre los arbuustos, sobre la tierra húmeda escarbando en busca de ellas.

     Un ultimo brote que voy a platicar y que considero el más fuerte y peligroso me sobrevino de la siguiente manera.

     Fui a consulta con un psiquiatra muy recomendado, fundador de los centros de integración juvenil quien después de escucharme dijo que me fuera y me tragara todas las pastillas que quisiera como despedida antes de la próxima cita.

     Yo estaba viviendo en un hotel al norte de la ciudad pues ya nadie quería saber de mí.

     Aún tenía para pagar hotel pero ya andaba buscando  cuarto en una casa de pensión por Acueducto de Guadalupe.

     Recuerdo que aquella noche soñé que manejaba hasta la casa de ese psiquiatra en Polanco y que siendo tarde y oscuro le toqué y le toqué hasta que se asomó y desde lejos me dijo que no y que no.

     Luego, en ese mismo sueño, soñé que andaba a gatas por los prados del Instituto Politécnico Nacional en Zacatenco.

     Finalmente desperté dando gracias a Dios por que todo había sido un sueño. En eso voy viendo mis pantalones encima de una silla con las rodillas todas verdes de pasto. Mi reloj, mi medalla y mi coche, desaparecidos.

     El día de la cita ese sujeto me dijo que yo no era solamente un adicto, que estaba loco, que había ido a su casa a molestarlo en altas horas de la madrugada y que en vez de verme dos veces por semana me tenía que ver a diario. Que eso eran malas noticias para mí pero buenas para él.

     Marqué una raya más en la pared de mis fracasos y seguí por mi calvario sin saber a quien acudir.

     Fui con un hipnólogo que había sido mi maestro, con un homeópata, con fulano, con mengano hasta que logré suspender el Ritalin cuando ya mi vida era un desastre, mi clientela estaba espantada y huyendo en desbandada pues llegué a descubrirme riendo y hablando solo mientras veía a un paciente.

     Estuve sin  metamfetamina alguna durante diecisiete largos años pero eso sí, con el jarabe con codeína al cual yo no le daba categoría de droga (¡qué estúpido!).

     La verdadera recuperación se basa en la supresión total de todo psicotrópico. Jamás, pero jamás …ni una probadita porque se  desencadena esa: ‘alos ergos’, esa fuerza …pero yo no lo sabía. Esa ‘alergia’ tan sabiamente mencionada y descrita por el Dr. Silkworth antes de mil novecientos treinta y cinco y que yo había rechazado tonta y presuntuosamente en mil novecientos ochenta y seis por sentirme más médico y más sabio que aquel doctorcito chaparrín de pelo blanco, de un hospitalito gringo e ignoto, que estaba sentando uno de los tres grandes pilares del manejo y la recuperación en las adicciones: aceptar que es una enfermedad.

     Los otros dos grandes pilares son: que el enfoque terapéutico debe tener una base espiritual más que científica y que la intercomunicación entre pacientes es indispensable, son asuntos que trataré ampliamente en mi próximo libro …si Dios no dispone otra cosa.

     Yo no tenía ninguno de esos tres pilares para  sostenerme. Me consideraba un vicioso abyecto, mi espiritualidad andaba por los suelos y no conocía a nadie que tragara pastillas como yo, para platicar.

     A.A. y similares (Neuróticos Anónimos, Narcóticos Anónimos, Comedores Compulsivos y la madre que los parió me parecían una pendejada para nacos o por lo menos para ilusos e ignorantes).

     Estaba convencido de que la fuerza de voluntad era lo único que funcionaba. Echarle huevos …¡Qué equivocado estuve  y por cuantísimos años!









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     Cuando me dí cuenta ya estaba yo bebiendo más de la cuenta.

     Esto se inició cuando llegué al departamento en que vivíamos Asun, Alex y yo y  lo encontré vacío.

     Pensé  no comprar  Ritalín pero sí una botella de tequila pensando que un par de tragos me ayudarían …y lo malo fue que sí me ayudaron.

     Desde aquel día  y por muchos años bebí al medio día y por la noche. Al principio moderadamente. Tan poco que me decía que si pudiera fumar del modo como bebía sería magnífico para mi salud.

     Pero llegó el momento en que bebí alcohol de farmacia y que bebí al despertar por la mañana.

     De  mala leche me  fui encontrando con un librito que hablaba de cómo disfrutar de los estupefacientes sin mayor peligro a base de conocerlos.

     Antes de continuar quiero hacer dos reflexiones al respecto. La primera es enfatizar  lo poco que se necesita para que un adicto recaiga y lo segundo es el grave error de creer que se es adicto a una sola sustancia aunque así parezca.

     Algunos A.A. ‘puros’ sienten rechazo en mayor o menor grado al drogadicto porque piensan que el problema es diferente pero es exactamente el mismo. En sus causas, en sus efectos, en su manejo, si hablamos de la búsqueda y sostén de la recuperación.

     Si lo vemos desde afuera parece haber diferencias notorias; tanto que en los reclusorios, por ejemplo, el consumo del alcohol está sumamente restringido y sin embargo el de la droga es favorecido.

     Esto se debe a que el alcohólico puede  comportarse agresivo durante el consumo pero no así el drogadicto. Este se pone agresivo en la abstinencia. Mientras lo tengas consumiendo no quiere saber más que de ese mundo artificial, no se mete con nadie a menos que sienta amenazada la propiedad de la droga, puede encuerarte a la fuerza nada más porque sospecha que le escondes o que quedó entre tu ropa un pedacito insignificante de ‘piedra’ (cocaína dura, cocinada) e inclusive a cada rato anda buscando donde esconderse por entrar en ‘apanicamiento irracional’ pero el manejo de su problema sin estar bajo el efecto del tóxico es similar en ambos casos.  Es por eso que soy partidario convencido de que el inicio del manejo de las toxicomanías debe hacerse es condiciones que permitan la abstinencia total, por difícil que sea su obtención, en centros de recuperación ni ‘cachondos’ ni violentos.  En los que la austeridad y cierto grado de sufrimiento sean aparentes y hagan valorar lo que se ha perdido.

     La alegría irá llegando por sí sola y en abundancia.        
                                              

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     El susodicho librín decía algo que me llamó la atención. Al hablar de los anfetamínicos sostenía que pudieran ayudar en la cura del alcoholismo. La eterna idiotez de sacar de un tóxico a base de otro. Recordé que en mis años de consumo de anfetaminas y metanfetaminas no bebía más que ocasionalmente y con moderación y me asaltó la idea de tomarme media tableta de Ritalín cada doce horas, como lo había visto hacer con ancianos para mantenerlos despiertos sin irles aumentando la dosis para alcanzar el efecto deseado.

     Lo intenté y a los pocos días ya estaba con dosis mayores pues sostener dosis bajas  me hacía entrar en franca depresión. Días más adelante ya estaba llenando papelitos con horarios y dosis los cuales perdía, así como la idea terapéutica razonada. Solamente obedecía a mis ansias y depresiones (la depresión y la ansiedad conforman una serpiente que se muerde la cola).

     Una vez más fui a dar a la Clínica San Rafael. Esta vez fue Asun quien llamó a los guaruras con filipina de la combi y esta vez hice el ridículo tratando de resistirme pues no era más que un esqueleto viejo debatiéndose y agarrándose de los barandales y tubos de las escaleras con brazos y piernas, entre morenazos jóvenes y musculosos con sonrisas benévolas y condescendientes.

     Esta condición de salud y fuerza fue una nostalgia frecuente y un anhelo de recuperación durante mis años de adicción pues fui un deportista cabal hasta los treinta años.

     Tuve sueños en los que veía con tristeza e impotencia que otro me sustituía  en la portería donde tuve tantos éxitos y tuve ratos, internado en un Octubre de no recuerdo qué año, de feroz envidia viendo por televisión a los jugadores de la serie mundial de béisbol rozagantes de salud.

     Este tercero o cuarto ingreso a la San Rafael, con los hermanos Juaninos y sus nobles intentos de ayuda inspirados en su fundador, aquél santo portugués tildado de loco e internado en Granada por lo mismo, San Juan de Dios, quien es uno de los muchos santos militares que me han inspirado en mi camino hacia la salvación. Estos hermanos, decía, al principio me caían como patada en los huevos pero poco a poco se fueron ganando mi corazón. Pensé seriamente solicitar el ingreso a su orden y terminar mis días como uno de ellos.

     Ya desde mucho antes intuía yo que la ayuda a los demás era el camino ancho y luminoso de la recuperación pero antes tenía que ayudarme a mi mismo …y no me dejaba. Era orgulloso e ignorante.

     En este último ingreso a la San Rafael ya había pabellón para adictos y no éramos más que tres o cuatro gatos separados del tumulto de frenopáticos diversos.

     Este término de ‘frenopáticos’ me gusta ya que ‘phrenós’ en griego significa: inteligencia, alma, espíritu y ‘pathos’ enfermedad …pero también suena a que algo anda mal en los frenos …y con eso que dicen de que el ochenta por ciento del cerebro está al servicio de normas y preceptos represivos de toda índole; pues andar por la vida sin frenos es grave.

     Aquí quiero detenerme en algo que mucho me toca en lo profundo y es que esa falta de freno, esa tendencia a volar sin alas, ese anhelo de espiritualidad confuso y desorganizado está presente en muchísimas toxicomanías si no es que en todas y a quien me diga que entes supuestamente ‘diabólicos’ y drogadictos o alcohólicos no son espirituales le quiero recordar que los cultos diabólicos así como el vampirismo, la santa muerte, los darketos, los cholos, los emos, los zetas, los sicarios, las reinas, los pachucos, los punketos, los maras y tantos  similares, no están exentos de anhelos poco relacionados con los bienes materiales, al menos en sus raros y peligrosos pero conmovedores códigos éticos  originales.

     A mi  me conmueven, a pesar de sus, a veces, terroríficas acciones  …no puedo evitarlo. 
    
     Finalmente acudí a numerosas juntas de A.A. (Alcohólicos Anónimos) y de N.A (Narcóticos Anónimos) que la clínica favorecía, sin ser obligatorias pero no me convencieron para nada y en ese internamiento oí a una dama internada hablar de “los anexos”.

     Era tan espantoso lo que contaba que me juré a mi mismo nunca ir a dar a uno de ellos …pero fui, …me sucedió …y ahí me recuperé …pero de eso tratará mi quinto y último libro de esta saga.

     En la San Rafael conocí a un chico que quiero describir pues me parece importante dar a conocer su tipo ya que es frecuente entre los círculos de personas  que leerán esto.

     Era joven, atento bien parecido y encantador. Un verdadero ángel. Tan lindo que jamás había tenido que gastar un centavo para conseguir droga ni alcohol. Siempre lo invitaban a las fiestas, las chicas lo adoraban y le regalaban droga sin tener ni que pedirla, no como los adictos empobrecidos y con poca gracia   que tienen que mamársela al ‘bueno’  para que les regalen una pinche grapa  o como  el borrachito que por andar quien sabe dónde y con quién sabe quien para seguir el pedo despierta vomitado, meado cagado y con el culo adolorido e infectado de VIH en cualquier tendajón de cartón comprimido en las cercanías del gran canal.

     El VIH, la hepatitis, la cirrosis, los paros cardio respiratorios, las muertes por ahogamiento dormidos en un miserable charco, las septicemias, la muerte en delirium tremens dando alaridos, el ahorcamiento voluntario, los ojos vaciados, los miembros amputados ¿…qué más quieres qué te diga? …todo lo he visto sufrir en buenas personas enfermas de un solo padecimiento  llamado ‘Personalidad Adictiva’

     …¿Y la depresión?

     La depresión es algo tan terrible que una vez escuché a una mujer decir: no tengo nada más que depresión y me siento enferma de todo. Quisiera saber que tengo un cáncer en el hígado, algo visible, algo tratable.

     El suicidio en depresión aguda no existe. Para suicidarse hay que desarrollar un enorme caudal momentáneo de energía, por eso es muy importante que cuando veas que alguien profundamente deprimido se ‘cura’ de pronto sin causa aparente ¡aguas!, probablemente ya decidió dejar de sufrir y se te va a matar de modos clásicos o inverosímiles, con lo que tenga, con una mascada metida en el gaznate, con un cinturón amarrado en los pies de la cama ¿verdad que hace falta mucha energía y muchas ganas de morir para dejarse ahorcar acostado en el suelo y con la cabeza a pocos centímetros del mismo? ó con un balazo en el corazón y otro en la boca al ver que no te habías caído con el primero.

     Yo tuve serias fantasías suicidas pero me faltó algún ingrediente para llevarlo a cabo. Tal vez el conocimiento de que el suicidio contamina a las familias y de que luego se desencadenan otros suicidios así como el no querer dejar a mis hijas con el estigma del padre suicida.

     Pensé seriamente en irme a carretera y dejar ir el coche por un desfiladero pero el miedo a no morir y quedar cuadripléjico me detuvo.

     Durante este último encierro pude haber muerto y dejar de sufrir pues me sucedió lo siguiente:

     Ya cerca de salir me llevaron un pijama limpio de casa y en la bolsa de la pechera me encontré siete ritalines. ¡Puta madre! a calcular cómo los distribuía entre los pocos días que me faltaban de encierro. En esos días andaba cuando, al levantarme de una junta de N.A. que estábamos sesionando al aire libre perdí bruscamente el conocimiento y caí como tabla. Me dijeron que pasó mi oreja a un par de centímetros de la esquina de una banca de cemento.

     Estos cruzamientos bruscos de sustancias  no era la primera vez que se me presentaban. Ya unos años antes estuve grave por mezclar antidepresivos tricíclicos con inhibidores de la mono amino oxidasa en un intento de consumir cosas no tan adictivas para no sentirme tan deprimido durante la supresión, habiendo perdido el control de qué cosa consumía y cual era el plan previsto.























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     La salida fue no tan mala como aquella en que mi hermano Angel me llevó a  un hotel pero sí tan mala como cualquier salida de un centro de recuperación sin el convencimiento de que era impotente contra el tóxico y de que mi vida ya estaba totalmente fuera de  control de mi parte (solamente otros la podían controlar y yo no estaba dispuesto a permitirlo).

     Como siempre, salí a enfrentarme a una clientela casi desaparecida, a un ambiente profesional hostil que luchaba por hacerme desaparecer de mi centro de trabajo y a competidores no ya alejados sino metidos en mi propio hábitat  pues algunos  ayudantes se volvieron en mi contra.

     Además tenía miedo de haber adquirido el VIH pues antes de ese internamiento y después de más de veinte años de fidelidad a Asun me había ido de putas y travestis dos o tres veces y cuando, ya despejada mi mente, recapacité en ello, recordé con pánico no haberme protegido adecuadamente en toda ocasión.

     Decidí no hacerme análisis. Simplemente abstenerme de toda relación sexual para no contagiar a Asun ni a nadie si volvía a enloquecer (yo creo que por estas cosas algunos se capan a sí mismos y mueren desangrados). Estaba seguro que de salir portador desencadenaría el Sida rápidamente pues ya Dunia muchos años antes me había dicho que eso sucedía con los pacientes que ella atendía en el hospital donde hizo su servicio social.

     Fui varias veces a consulta con un buen psicólogo que conocí en la clínica. Lo hice nada más para que Asun viera que le estaba echando ganas al asunto pero sin la decisión de continuar por mucho tiempo pues era un gasto difícil de enfrentar y ya iba saliendo poco a poco de la adicción …según yo.

     Pensaba hacerme los análisis pertinentes a los siete meses, en que consideraba era ya una distancia casi segura de que el resultado fuera el real pero unos días antes de la fecha, estando comiendo en casa un domingo, sentí debajo de la lengua que algo me estorbaba. Me levanté y en el espejo de un baño me noté un quiste translúcido como del tamaño de un chícharo debajo de la lengua. Pensé que era un quiste salival por alguna obstrucción de los conductos debida a una pequeñísima piedrita que a veces se forman en esas regiones y que al día siguiente, que era lunes, pasaría a ver al dentista pero que por mientras lo puncionaría para acabar de comer a gusto la rica fabada que me estaba empacando.

     Busque en los cajones una jeringa con aguja estéril y, a la hora de quitar la aguja de la jeringa, aquella se me cayó.

     ¡Bueno! me dije, no hay pedo, la boca y el ano son los lugares del cuerpo más contaminados y los que mejor se defienden de los microbios. Recordé que incluso el sexo oral no es tan peligroso como el anal o genital siempre y cuando no se hayan cepillado los dientes para no haber dejado micro erosiones en las encías …y me puncioné el famoso quistecito que, efectivamente, era de saliva pues salió bruscamente un chorrito que dejó su reguero en el espejo.

     Acabé de comer y como a la hora Alex me dijo:

     ---- Oye Eduardo, se te está formando papada.

      Se me formó un absceso submaxilar que bajó al cuello y estuvo cerca de llenar de pus el mediastino, ese socket oscuro y grasoso, esa jaula donde vive y aletea el gran pájaro rojo … donde late el corazón.

     Antes de veinticuatro horas ya me habían operado. Al intentar hacer la traqueotomía salió pus al cortar piel por lo tanto no se me hizo lo cual me llevó a un post operatorio penosísimo pues me sujetaban fuertes manos mientras otras  no menos fuertes me aspiraban la vía aérea en medio de verdaderos espasmos, lágrimas y forcejeos, tantos que me provocaron una gran hernia inguinal ya que mi pared abdominal era de celofán después de años de mala alimentación.

     Me cuentan  que no se me distinguía la punta de la barbilla del esternón, que parecía un sapo, que no daban un cachuate por   mi vida. Que a Asun la empezaron a aconsejar para la viudez (ya llevábamos siete años de casados).

     En fin, que los horrores de morir por asfixia, a los que tanto miedo tuve siempre se hicieron presentes cada vez que me sacaban de la sedación profunda y el resucitador para sopletearme por la garganta.

     Así estuve varios días …pero no fue por VIH. Quién sabe que puto microbio se festejó con mi cuerpo y mi sangre como borrego trasquilando en campo de pasto inglés; como cuchillo caliente en mantequilla …pero no acabó conmigo.

     Salí y cuando me vi al espejo no me reconocía, era una calavera con una gran deformidad máxilofacial (me tuvieron que luxar la mandíbula para llegar profundamente, por cuello, a tórax) y una limitación importante de la masticación. Con un tubo metido por el brazo hasta el corazón, otro por el pito hasta la vejiga, otro por la nariz hasta el estómago, acabé por arrancarme uno de ellos: la sonda nasogástrica …y no hubo modo de reistalarla pues mi esófago estaba tan cerrado e inflamado que no lo permitió por lo que tuvieron que meterme una sonda de gastrostomía; tubo directo al estómago a través de la pared abdominal, donde ¡a huevo! se me formó otra hernia.

     Estuve tres meses sin probar nada por la boca pues los intentos iniciales de alimentarme por la boca, arrancada la sonda, me provocaban tos convulsiva  y asfixia  por pequeñas fístulas bronco esofágicas.

     Asun me introdujo directamente  alimentos licuados  por la gruesa sonda (la cicatriz que me quedó parece un balazo de calibre treinta y ocho) a la panza y dí consulta con pañales y sonda; durante tres meses.

     En otra ocasión ya había operado con el pecho lleno de cables como aquel Fermín Rivera toreando una noche a puerta cerrada en la plaza de cuatro caminos mientras sus cardiólogos lo vigilaban.   

























                                          






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     Con esta maravilla de cuerpo que Dios me dio (no cualquier cuerpo aguanta lo que aguantó el mío), me volvía a enfrentar a la vida. Aposté una vez más por ella y poco después ya estaba bebiendo de nuevo.

     ¿Por qué lo hacía?

     Nunca lo sabré con exactitud. Ni me interesa ya saberlo.

     En este asunto. En esta enfermedad, el manejo es diferente que en la medicina clásica. Se debe tratar el síntoma. La etiología, la causa es totalmente secundaria. Se debe tratar en lo posible una vez eliminado el síntoma. Jamás se resolverá atacando a la causa sin haber removido el síntoma …y mira que te lo digo yo que soy médico …y tan exitoso que ni yo mismo, que soy tenaz y necio hasta la pared de enfrente, me he podido quitar de encima a mi clientela.

     …Pero para saber más del asunto tendrás que chutarte el “Alma Recuperada” que es el libro que sigue.

     Lo último que quiero agregar es que el tratamiento del síntoma: el desarrollo de la espiritualidad y el servicio, debe ser  persistente y constante …para toda la vida.

     …Y con una gran ambición: la de vivir útilmente y caminar con humildad al amparo de la gracia de Dios.






                                           F  I  N



                                                        
                                                          




















                           E  P  I  L  O  G  O


     Tenía miedo de escribir este libro. Miedo de lastimar a otras personas y de lastimarme a mi mismo; pero una vez comenzado y después de que misteriosamente se me borró todo, cuando iba por la doceava página; me lancé de nuevo dispuesto a reconocer la voluntad   de Dios y dejar el resultado en sus manos.

     Thaida, Dunia, Anaí, y Alex terminaron sus carreras. Tomaron sus rumbos en la vida, formaron familias en México y en el extranjero. Han brillado en sus áreas con gran fuerza propia y no he hablado mucho de ellos pues sus vidas me son absolutamente respetables e independientes de mi problemática vital.

     Espero que este libro les ayude a apagar esa mirada húmeda y asombrada que parecía decir en silencio “¿por qué?”
   
      Así  lo dejo   …el esfuerzo está hecho …el resultado depende de Dios …que sabe de esto un rato largo.



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                                                                           Ciudad de México

                                                                              Mayo del 2010