"El propósito del arte no es una quintaesencia intelectual, rarificada
sino la vida, la brillante e intensa vida."

Alain - Arias Misson

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Alma de Mayor (Parte 15)

     Esto de Petrosian merece comentario aparte porque es sabroso.

     Resulta que, igual que Jimmy Carter, nació en Georgia …sí …en serio …pero la Georgia de la entonces ‘Unión Soviética’.

     Como todos  aquellos que sus apellidos terminan en ‘ian’ o ‘yan’ (Burbulian, Arakelian, Babayan por ejemplo …de mis conocidos) era de sangre armenia.

     Para que lo ubiquen en el tiempo (ya se los ubiqué en el espacio), sería un poco mayor que yo, de principios del siglo veinte y fue el campeón mundial de ajedrez antes que Spassky, aquél otro ruso que perdió ante Bobby Fischer en el famosísimo duelo de Reykjavik allá por los setenta y que tuvo al mundo pendiente y emocionado pues Rusia dejaba de ser la madre del nuevo campeón mundial (perdiendo ante un estadounidense y, para mayor afrenta, en plena guerra fría) por primera vez después de larguísimos años de total y absoluta hegemonía rusa.

     Tigran Petrosian; fortachón, poseedor de una hermosa voz, como muchos otros ajedrecistas rusos. Cantaba bien, pero jugaba feo según muchos georgianos, quienes rechazaban estudiar, disfrutar y presumir sus partidas ya que eran empates, empates …y más empates hasta que daba el zarpazo en las partidas cruciales. A ellos les gustaba el estilo de Miguelito Tahl, letón, débil, de salud precaria, ex campeón mundial, quien jugaba con fascinante fantasía y riesgo, ofreciendo sacrificios escalofriantes para levantarse con triunfos sumamente brillantes y emotivos. Se decía de Miguel Thal que si jugabas contra él y se dejaba ganar una pieza ya las cosas pintaban mal para ti, pero que si sacrificaba una segunda pieza ¡caput! ya te podías dar por muerto irremisiblemente.

     En una ocasión en que Petrosian andaba de gira y el ferrocarril paró en su tierra, desde la puerta del vagón cantó con su bella voz de barítono ante un público supuestamente entregado …pero no tanto, porque de pronto se escuchó una elevada voz femenina que lo increpó gritando:

     ---- ¡Tigran! ...¡cómo te atreves a no ganar!

     A mí me gustan ambos y repaso sus partidas con deleite.

     Siempre pensé que tuve maestros y compañeros médicos militares como Miguel Thal, deslumbrantes, y otros como Petrosian, opacos. Pero en todos ellos abrevé y alimenté mis ansias de saber, y todos ellos me entregaron los recursos con los que he vivido y sacado adelante mi vida y a mi familia.

     ¡Gracias Thales y Petrosianes de mi amado Hospital Central Militar; quienes destaparon los frascos de sus esencias para darme armas gozando y sufriendo en soberbios torneos de vida y de muerte, de salud y enfermedad, a bordo de aquel gran trasatlántico iluminado de mis años mozos!

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