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MEGA
PEDA INDÍGENA
Otro servicio que tuve como médico de la
Segunda Compañía de Sanidad fue de apoyo sanitario al Segundo Escuadrón
Blindado de Armas de Acompañamiento en prácticas de campaña.
No hubo accidentes gracias a Dios, pero sí
cosas interesantes que platicar.
La primera noche un puerquito del poblado
cercano llegó hasta las inmediaciones de nuestro acantonamiento y los soldados
ni tardos ni perezosos le dieron callo con un marrazo y se lo comieron asado.
A la mañana siguiente los del pueblo nos
cortaron el agua.
¡Bien hecho! …bola de mílites cabrones.
Pues ahí tienes al coronel comandante
llamándonos al teniente coronel sub comandante y a mí, mayor médico de la
unidad, para ir los tres a dar una satisfacción al patriarca del pueblo.
Era éste un viejo lindo de unos ochenta
años; pequeño, curtido, delgado, arrugado pero muy derecho y de viva mirada
quien mandó llamar a varios de sus hijos quienes le besaban la mano al
acercársele, doblando ligeramente la rodilla ¡en serio! ¡maravillosamente
medievales! …y recibían órdenes acerca
de en dónde y con quién acudir para recoger y traer agua miel y pulque de lo
mejor, para la comida que nos iba a ofrecer.
…En la torre …a mi el pulque me sabe
amargo de a madres (igual que el champán) y el agua miel me encanta, pero desde
que me fue enseñado un tinacal en el que se hacía a un lado la espuma llena de
natas y moscas para sacar el agua miel con largos cucharones, mi facultad para
deglutirlo mermó seriamente. Además, los curados del pulque, sabía yo, a veces
se hacen con caca de perro (el famoso “curado de muñeca”) envuelta en trapo
(como las muñecas de trapo de mis ahijados, pero éstos hacen sus “monas” sin
caca de perro; solamente las empapan en thinner el cual huelen con fruición y
obtienen un cerebro humano de cagada en
poco tiempo) y aunque como médico entendía bien que el proceso estaba
justificado desde el punto de vista enológico, no lo podía convertir en una
justificación que inhibiera mi náusea.
Más aún, sospechaba que, dada la gran
cantidad de encargos que hacía aquel patriarca, había planes para ponernos una
briaga mayúscula.
Es de suponerse que dentro de esa sutil
diplomacia indígena alguno de nosotros debería de quedar ultrajado (pero no
ofendido) …y así fue. Aquel teniente coronel sub comandante quedó para el
arrastre; el comandante no sé cómo le hizo y yo salí adelante poniéndome una
empanzonada brutal de refrescos de grosella y tamarindo que se refrescaban
acostados en una gran tina de lámina llena de hielo.
Al rechazar la bebida alcohólica tuve
miedo de que me fueran a mirar feo y me derramaran el pulque en los pies, como
había oído que acostumbraban hacer, por lo que me apresuré a pedir un Titán de
grosella diciendo que los felicitaba pues era una bebida excelente que me
encantaba y no sé que tanta mentira más; cosa
que afortunadamente los enorgulleció y me perdonaron la beberecua del
tinacal pero, eso sí, a costa de mucho refresco muchos Jarritos y Titanes …pero
muchos.
Mi hermano Ángel, quien hizo un posgrado
en España, me platicó una vez cómo llegó
a tener más de diez bebidas alcohólicas junto a él en un bar. Eran invitaciones
para “el mexicano”. Estaba obligado a recibirlas, pero no a beberlas.
En esa casita de adobe donde se nos
ofreció el ágape vi con inquietud y sorpresa que en un buró había una lámpara
de mesa “‘made in home” cuya base era un enorme proyectil de obús.
Cuando comenté esto con el coronel
comandante me dijo que precisamente por eso iba a suceder algo muy interesante
que yo presenciaría al finalizar cada sesión de práctica y que consistía en la
destrucción de los proyectiles, cuidadosamente registrados por vigilantes con
binoculares, que no habían explotado, para así evitar que, al retirarse el
ejército del lugar, llegasen los
habitantes de los poblados vecinos a recoger proyectiles intactos para ser
usados precisamente como adorno en sus casas.
Ya
no me acuerdo cómo los destruían; creo (pero no me hagan mucho caso) que los
ametrallaban desde muy lejos sin embargo en mi recuerdo flotan escenas de
estopa, diesel y llamas. No me acuerdo ¡carajo! ¡Nunca me acuerdo de esos
asuntos!
…Sin comentarios …como decía Gabriel
García Márquez en “El Otoño del Patriarca”: ‘pobres e ignorantes siempre los
tendremos con nosotros (esto parece texto evangélico, pero la continuación, en
boca de aquel dictador, es terrible) y cuando la mierda valga algo, los pobres
nacerán sin culo’ …y agrego yo: …y los niños seguirán perdiendo por aquí una
pierna, por allá las dos o los brazos con todo y cabeza, ya sea haciendo
lámparas o explorando a pisotadas en el sudeste asiático para saber si quedaron
minas enterradas después de la guerra (allá, apenas en el siglo veinte, como
los teotihuacanos en tiempos de Cristo, sacrificaban a sus niños, pero no por
la sequía del cielo descuidado por sus dioses, sino por el fragor de la tierra
vulnerada con explosivos escondidos por los hombres).
¿Qué frase dominguera te gusta para esto?
¿…algo así como: ‘las guerras son una mierda y cuando las guerras se acaben los
adultos seguirán mandando a sus hijos a
dar las nalgas’?