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TRAVESURAS DE
RAYOS Y OBUSES
Yo me hacía cruces porque nada ocurriera
pues simplemente para llegar a la carretera asfaltada se tardaba un vehículo,
por rápido que fuese, sus buenos tres cuartos de hora, y de ahí al Hospital
Central Militar una hora más. Nada de helicópteros ni de sangre disponible.
Durante mis seis años de mayor médico
cirujano en el activo sólo supe y enfrenté el caso de una fuerte explosión en
prácticas de tiro que mató a ocho soldados y a un subteniente. Esto sucedió
estando yo aún haciendo mi residencia hospitalaria y fue muy dramático pues los
muertos llegaron como pellejos para el gato habiéndoseles tenido que lavar a
chorro de manguera en el piso del anfiteatro y llenado ocho bolsas de plástico
con restos revueltos de todos ellos para ser entregados a los familiares.
El subteniente estaba alejado y recibió
una esquirla de pequeño tamaño en el pecho quedando muerto sin notársele ni
siquiera sangre por fuera …sólo un pequeño orificio en la bolsa izquierda de la
camisola. Era alto y rubio; sumamente joven.
Me impresionó comprobar lo rotunda y
variada que es la muerte cuando quiere hacer de las suyas en un mismo evento.
Igual que aquella vez cuando en una tarde
de lluvia y truenos cayó un rayo en la explanada de San Esteban entre dos
soldados que esperaban su camión. A uno lo carbonizó totalmente y al otro
solamente le sacó la piel de brazo, antebrazo y mano que quedó como negro
guante de mujer fatal tirado sobre la explanada.
Esto de la electricidad y cuan
caprichosamente ataca merece un pequeño paréntesis.
En el MIG se operó en repetidas ocasiones
por una quemadura de cuello que se hizo retráctil y ameritó repetidos injertos
a una niña, hija de uno de mis pacientes, quien tocó con una varilla metálica
de tipo cortinero un cable que pasaba por delante de la ventana de un segundo
piso a la que estaba asomada bebiéndose un refresco frío en envase de cartón
plastificado.
La corriente pasó por el cuerpo de la
niña, bajó a tierra, rompió el mosaico del piso, reventó la tubería que pasaba
por ahí, de donde empezó a salir el agua a borbotones …y no hubiera pasado nada
más si no se le hubiera incendiado el envase del “tutsi” y el líquido hirviente
no le hubiera quemado el cuello.
¡Qué
horno de micro ondas ni que nada! ¡Eso si que fue calentamiento instantáneo!
Cuando se pueda almacenar la energía
eléctrica de un rayo en una batería artificial bajo tierra podrá proporcionar
iluminación a Las Vegas durante un año entero …eso dicen; pero hasta ahora le
ha arrancado las trancas a toda prisión que le han querido poner.
Los heridos de la explosión del mortero
fueron muchos. Ese medio día se suspendieron las salidas. Todos los médicos nos
vendamos las piernas para aguantar la vara y nos pasamos más de cuarenta y ocho
horas operando de noche y de día en todos los quirófanos.
Meses después recuerdo haber pasado visita
a uno de los soldados que sobrevivieron y que más le valía haberse muerto.
Tenía una enorme escara por decúbito
gangrenada en una nalga, a través de la cual, estando boca abajo, se le veían
los intestinos, cubiertos de peritoneo con sus lentos y solemnes movimientos
peristálticos y sus roncos zurridos ocasionales durante el largo rato que
llevaba hacerle cada curación.
Estas escaras no eran por incapacidad de
nuestras enfermeras, que eran excelentes, sino por escasez de personal
calificado y por la simple razón de estar estos enfermos en una sala de
hombres. En las de mujeres eran raras estas horribles úlceras de decúbito pues
ellas mismas se encargaban a cada rato de mover, limpiar sobar y talquear a sus
compañeras incapacitadas alisándoles amorosamente las sábanas.
Los hombres, manifestándose dignos y
machos, se pudrían llenos de soberbia y silencio.
Me imagino que tuvo una muerte difícil y
una agonía larga.
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