"El propósito del arte no es una quintaesencia intelectual, rarificada
sino la vida, la brillante e intensa vida."

Alain - Arias Misson

lunes, 22 de junio de 2020

El alma de Eduardo, mi alma




Alguien dijo que el genio consiste en la capacidad de ser niño a voluntad. Yo creo que ese fue el caso de mi papá y lo que lo salvó de muchas cosas, sobre todo de sí mismo.


En sus memorias siempre repite que él era un muchacho bueno y lleno de talentos y que fueron las drogas las que lo metieron en problemas. Yo creo que las drogas ciertamente facilitaron mucho sus problemas pero gracias a su escritura y al profundo auto análisis que se dio a la tarea de realizar a través de ella, fui encontrando pistas que me hacen pensar que el núcleo de sus broncas fue precisamente ese: ser demasiado bueno, demasiado talentoso y virtuoso, y exigirse tanto para cumplir con esas expectativas que sintió que necesitaba un extra, una ayuda externa para llegar tan lejos y tan alto como "debía" llegar. Creo que en ese "deber" se esconde la clave de ese largo y complejísimo camino que Eduardo López tuvo que transitar.

Mi papá vivió una vida intensa, luminosa en muchos momentos pero muy turbulenta. No sólo se cayó: se derrapó, se batió, se embarró y se fracturó muchas veces. Y se levantó y se restauró, una tras otra. Cuando lo pienso todavía me desguazo de tristeza, deseando que no hubiera tenido que sortear esa batalla auto impuesta y haber usado toda la energía y la inteligencia que tenía para su gozo y su creatividad, y no para estarse salvando de la muerte y arrancando de las cenizas para reemprender el vuelo a cada rato. Pero así fue, y lo bueno es que sus heridas nos dejaron este maravilloso legado. Honesto, valiente, lleno de detalles asombrosos y de anécdotas fabulosas, con un sentido del humor brutal, producto de una mente trepidante, veloz, llena de recuerdos vívidos y con una narrativa desbordada y rebosante de vida.

En estos cinco tomos se narran más de cincuenta años de la historia de un muchacho y un hombre ávido, sensible, que lo absorbió todo como una esponja; también es la historia de un México en plena transformación, de España, de migraciones y pérdidas, del mundo de la medicina, de los contrastes abismales de este país, de los sabores y sinsabores de formarse en la milicia, de la vocación, de la ambición y de vivir con una adicción; del amor y sus múltiples facetas, de la música.


Yo soy una novelista bastante novata pero he sido devoradora de novelas y les puedo asegurar que este es un novelón sin desperdicio.

La experiencia de acercarme a la biografía de mi papá a través de estos libros no fue fácil. Me los dejó a mí, fui su cómplice en el quehacer literario cuando decidió emprenderlo, y aún así, me tardé dos años en animarme a retomarlos después de su muerte, y cinco en terminar de publicar su obra en este blog. 

En parte fue porque lo hice sin prisa, y en parte porque había contenidos que sabía que serían duros de roer, y que me resistí un poco antes de afrontar.  

Los tres primeros tomos, que abarcan su tránsito por la carrera de medicina y sus primeros años como practicante (Alma de Cadete, Alma de Mayor y Alma en Tránsito), los tenía leídos casi del todo. Pero cuando llegué a Alma en Caída sabía que me iba a encontrar cosas muy fuertes, por eso preferí leerlo completo antes de subirlo al blog.

Y sí, fue fuerte. Muy. Pero gracias a la honestidad de mi padre, que me dio la confianza de estar ante un punto de vista veraz, pude mirar de frente su historia y comprender muchas cosas, despejar muchos signos de interrogación y sanar muchas heridas.

Esa fue mi experiencia en la lectura como su hija, pero no me cabe duda que el viaje de estos libros puede ser igual de intenso y disfrutable para cualquier lector externo que se aventure con sus palabras.  

Los cinco tomos están disponibles en este blog, que quedará abierto para quien quiera acercarse a él. Para encontrar el contenido completo basta con bajar hasta el final de la página, donde se encuentra el archivo del blog, con cada entrega fechada. La primera data de febrero del 2015, con una introducción mía, única intervención que hice además de ésta.

Los cinco libros están transcritos íntegramente, sin edición, nada más con uno que otro dedazo corregido. También encontrarán partes en negritas, esas sí son mías (son cosas que resalté para mí y así se fueron, supongo que sin querer queriendo).

Sé que a él le hubiera gustado mucho que sus compañeros del grupo de Alcohólicos Anónimos lo leyeran. Espero que este texto los alcance en algún momento. Sobre todo el último libro, que es un canto de agradecimiento para ellos. Desde aquí yo también les agradezco a todos esos compañeros y padrinos que en su día conocí, porque ayudaron a que mi papá se diera la oportunidad de restaurarse y vivir sus últimos seis años cerca de sus seres queridos, trabajando y preparando este testimonio invaluable para nosotros.

Esa es la magia de los libros: que son una puerta abierta al alma de quien los escribe, y creo que el alma de Eduardo López es una digna de conocerse.

Antes de cerrar este blog, quiero dedicarle unas palabras a esta alma cuyo código genético aún habita la mitad de mi ser.

Gracias, papá, por equivocarte. Mucho. Muchas veces. Garrafalmente. Y así enseñarme que está bien no ser perfecto, y que no hay nada que no se pueda enderezar. 

Gracias porque siempre fuiste tan derecho y tan neto, que puedo saber que todo lo que dices ahí, es verdad. Sé que es sólo un punto de vista entre muchos, pero al menos sé que en TU versión no hay engaños ni endulcorantes. 

Gracias por lo mismo de siempre: por quererme mucho, por hacerme sentir lo máximo, por jugar mucho conmigo, por enseñarme a manejar y a dibujar, por mostrarme que escribir es una senda maravillosa (aunque no te dedicaste nunca a eso seguramente lo hiciste sin decirlo, a través de las cartas extensas, divertidísimas y llenas de chistes, debrayes y anécdotas que intercambiamos a lo largo de nuestra vida).

Gracias por reconocer. Gracias por tocar fondo. Gracias por sacarte de ahí. Por redimirte.

Por tener siempre la actitud de quien estaba más dispuesto a aprender de mí que de enseñarme algo.

Gracias por ser tremendo feminista sin jamás tener que patentarlo.

Gracias por siempre, siempre, siempre leer mi blog y siempre comentarme algo chido, clavado y sentido.

Gracias por invitarme tantos exquisitos desayunos en el Sanborn's.

Gracias por confesar todas esas cosas horribles que te pasaban con la religión, con el sexo, con tus momentos de violencia, con tu atascadez con las drogas, con el miedo y con la culpa.

Gracias por tener los huevos para todo lo que los requeriste, bueno o malo.  Sensato o loco. Desde cortar un ojo con un bisturí o andar en moto a toda velocidad, meterte 600 pastas de una sentada o entrenarte para cinta negra. Desde casarte con una mujer lleno de dudas, o decidirte unir tu vida con otra, prohibida y en medio de un desmadre. (Pero como tú lo dijiste: hacerlo te salvó).

No sé qué vaya a pasar con esos libros, papá. No sé si se publiquen en una editorial "formal" o qué chingados. Pero una cosa te aseguro: a mí me han hecho mucho bien. A mí me han sanado mucho y creo que eso te daría gusto saberlo.

Gracias por tu buena memoria, por tu imaginación, por tu mente imparable y galopante, juguetona y obsesiva.

Gracias por todo lo que llevo de ti y por todo lo que de ti veo en mi hijo. 

Gracias por haber sido fiel a las cosas que realmente amabas.

Por haberte buscado actividad obsesiva y media y hacerte aprendiz de todo y maestro de nada, como tú decías, para pasar periodos "limpio": entretenido en alguna clavadez sin meterte madres. 

Gracias por tus abrazos apretados y tus muchos besos seguidos, por tu afecto siempre claro, abierto, dispuesto, y que jamás se sentía como un "quiéreme". Siempre era un "te quiero". Te adoro, como tú decías.

Por tu voz ronquita y ceceada, sonriente. Por meterle una anécdota divertida o un chiste a cualquier conversación. 

Gracias por decir las cosas, papi. Por ser verbal, expresivo, claro, honesto con las palabras. Generoso con las palabras.
  
Gracias por siempre estar arreglado, pulcro, oliendo rico, con tus chinos muy bien peinaditos. Por presentarte en tu consultorio no importando lo mal que anduvieras. Y por ser tan trabajador.

Gracias por amar la música.

Gracias por hacerme llorar de emoción con tus historias de amor, por equivocadas y dolorosas que me hayan parecido por mucho tiempo.

Gracias por darme la oportunidad de entenderte.  

Gracias por este legado. 

Te amo con todo mi corazón.



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