En el banco de sangre lo único emotivo
eran los donadores.
¡Qué tiempos aquellos! en que, tanto en el
Hospital Central Militar como en el Hospital Español, donde trabajé años
después, se formaban largas filas de indigentes para vender su cuartito de
litro, obteniendo por ello el dinerillo suficiente para comer, alcoholizarse o
drogarse, según sus apetitos.
En este terreno cedo gustoso crédito a la
modernidad y le reconozco que ha venido a modular una locura de castidad
adolescente causante de serios episodios psico patológicos (yo sufrí uno de
ellos, plagado de absurdos escrúpulos religiosos que me duró dos largos años
durante la secundaria) pero que, por otro lado exige una buena dosis de
instrucción y atenta vigilancia.
La información de los medios respecto del
sida es mojigata. Las asociaciones de padres de familia católicas a ultranza
obstaculizan esta información a nivel escolar. Se hace incluso creer que entre
las sexo servidoras hay grandes peligros de contagio, siendo que ellas están
más informadas, sujetas a control y toman mayores precauciones.
Te quiero ver cogiendo con una prostituta
(que no esté drogada ni ebria) sin condón …¡ni de chiste! …ella misma te lo
pone y si no lo hay tampoco hay consumación.
Ahora bien …¡por favor! no permitas que tu
hijo adolescente vaya a una fiestecita sin echarle unos cuantos en la bolsa (yo
siempre lo hice con mi hijo). Un muchacho con copas no se imagina que adentro
de una lindura de buena familia está escondida la muerte.
Y tu hija, si coge con un pendejo sin
condón, sin sospechar que la muerte puede tener un lindo rostro, una cara
angelical, bonita charla y linda ropa …se te va a contagiar …y es para siempre.
Déjense de faramallas. Surtan de condones
a hijos e hijas, nietos y nietas mientras que las agrupaciones de padres de
familia, el gobierno y la Iglesia se deciden a darle un giro educacional a este
problema de un modo serio fuerte y sostenido.
Para dar una idea de lo que un país primer
mundista como Alemania considera una campaña bien hecha al respecto, les voy a
contar de una cápsula informativa en la televisión de ese país.
En cualquier momento de cualquier programa
y a cualquier hora, se interrumpe la transmisión y aparece un baile de gala en
que un joven pasa al baño. Se para ante el espejo, se desabrocha el saco del
smoking, se abre la bragueta, se saca el miembro y lo manipula hasta ponerlo
erecto, luego saca de una bolsa un condón y se lo pone parsimoniosa y
ostensiblemente ante la cámara y por supuesto, ante todo el público
televidente.
El ‘slogan’ es: “vístase para la ocasión”.
¿Cuándo haremos las cosas así en México?
Volviendo a los bancos de sangre: no se
conocía el sida ni el VIH positivo ni preguntábamos por las hepatitis ni
rechazábamos homosexuales o personas
tatuadas. Únicamente se desaprovechaban a aquellos con sospecha de enfermedad
venérea (y no todas, porque la gonorrea no se transmitía ni se transmite por la
sangre hasta donde yo sé después de tantos años dedicado a la oftalmología,
pero enterándome con a veces predecible periodicidad de nuevas teorías estrafalarias,
propias de modas seudo científicas y que han llegado a hacer del culto a la
salud una nueva enfermedad).
¿Podrán las cosas haber cambiado tanto que
nuestras autoridades tengan razón y estén preparadas y autorizadas a
aterrorizarnos no solamente con virus porcinos sino, al rato, con gonococos
mutantes y voladores de origen viral? ¿Estaré tan metido en lo mío que me he
desactualizado en otras ramas de la medicina a tal grado que me parece más
peligroso un pobre mesero armado que me asalta por no tener que llevarle de
comer a sus hijos a las tres semanas de que se cerraron todos los restaurantes
y lo despidieron, que un supuesto virus A1H1 que nadie me supo demostrar ni
como realidad peligrosa ni como causante real de fatales desenlaces?
Los
familiares que se presentaban a donar eran atendidos aparte y con trato
especial, así como los cadetes de la Escuela Médico Militar que ocasionalmente
eran invitados a donar sangre bajo el apetecible señuelo de un buen desayuno en
alguno de los comedores de médicos (a los médicos internos se les daba peor
alojamiento, pero mejores alimentos que en la Escuela… sólo eso nos faltaba).
La consulta externa será el tema final de
esta ya larga exposición de vida y sucesos hospitalarios, sin haber apenas
entrado en materia fuerte como son las grandes y anheladas salas: Cirugía de
Mujeres Norte, Gastro Sur, Obstetricia Norte, las Ortopedias, Cirugía General y
otras a las que ya les daré emocionado y cumplido reconocimiento en esta
narración
Si para un médico interno era una joda
pasarse un mes dando consulta externa perdiéndose de operar y confraternizar
con maestros y compañeros más avanzados; el servicio de consulta externa era el
refugio para uno que otro médico ya cansado y vuelto baquetón que sólo esperaba
que pasase el breve tiempo requerido antes de lograr el retiro y la pensión
correspondiente, dando trámite a pacientes que ya venían diagnosticados de los
hospitales regionales para ser internados y tratados en el Central; extendiendo
o no certificados de esto y lo otro y en fin, todo lo que correspondía a la
burocracia ¡que también la hay en la medicina! ¡como chingados no! ...¿dónde no
…Dios mío? ...¿adónde no?
Se internaba a los pacientes que venían de
provincia para ser operados de cosas que no deberían ameritar internamiento,
como por ejemplo una ‘carnosidad’ en algún ojo. Por no haber servicio de
oftalmología funcionando en los pocos hospitales militares regionales y, dado
que ese militar, estando como estaba en servicio activo, tenía que quedar
acuartelado en algún lugar: quedaba acuartelado en el Hospital Central Militar,
ocupándose una valiosa cama ‘entera’ (porque una cama no es solamente un
mueble, sino un madral de servicios y gastos) durante un par de semanas por lo
menos ya que un soldado se había decidido (¡por fin!) a operarse su
pendejadita, lejos de su cuartel, frecuentemente para esconderse de alguna
bronca, por lo general de faldas, suscitada en su unidad o en sus vecindades.
Este asunto de lo que es una cama de hospital
‘entera’ merece un amplio paréntesis en mi narración.
Siendo presidente Luis Echeverría, allá
por los años setenta, y sintiéndose, como parecía creerse, un ‘iluminado’, era
yo socio fundador y miembro del consejo de administración de un importante
hospital privado del Distrito Federal: el MIG, el cual, de ser un sanatorito
puramente monjil de doce camas, quedó convertido de un chingadazo y en menos de
dos años en un gran hospital que
situamos entre los diez mejores de la ciudad gracias al esfuerzo profesional y
elevado enfrentamiento a riesgos económicos de un grupo de médicos (de los
cuales yo era el más joven) asociado a la congregación religiosa que lo venía
manejando desde que era una mierdita allá por la Basílica de Guadalupe, como
dispensario casi, con el nombre de ‘Concepción Josefa’ y sostenido por la
caridad distribuida por Monseñor Schulemburg, abad de la misma.
De golpe
nos llegó la orden de que el quince por ciento de nuestras camas (y de
todos los hospitales privados del país) se diera gratuitamente a pacientes
pobres.
¿Cómo se atrevía a dar servicio …¡qué digo
servicio! …¡caridad! un gobierno inepto cuyas empresas trabajaban con números
rojos compitiendo innoblemente con la iniciativa privada?
Gobiernos y gobernantes presuntuosos
regalando desayunos escolares y subvenciones (con dinero de los que sí
trabajábamos bien; de los que sí pagábamos impuestos cumplidamente …no con
dinero de ellos) que sólo mostraban al mundo que los papás mexicanos no podían
dar de desayunar a sus hijos y que su gente trabajadora no podía ni sabía sacar
adelante sus asuntos, tanto por poca, mala o nula preparación, como por estar
sujetos a un gobierno paternalista pero también incompetente y corrupto que no
hacía sino competir, estorbar, robar y presumir.
¿Por qué crees tu que el presupuesto para
la educación pública era tan pequeño? ...elemental mi querido Watson …porque un
alto nivel educacional privaría a los gobernantes en el poder de esa enorme
cantidad de votos provenientes de obreros y campesinos incultos e ignorantes.
La pobreza educacional de México fue un recurso electoral sostenido durante
chingos y chingos de años por nuestros …¿qué? ...¿se les puede llamar
gobernantes?
¿Por qué crees tú que el sector salud
estaba dividido (y lo sigue estando) en un sinnúmero de dependencias absurdas:
que si la Secretaría de Salud, que si el IMSS, que si el ISSSTE, que si los
hospitales del DDF …que si la madre que los parió. ¡Por supuesto! ...El día que
un grupo inteligente y bien preparado, capaz de ganarse la vida honestamente
forme un grupo poderoso, un sindicato vertical, único y honrado en algún ramo,
como sería el de la salud …quitan y ponen presidentes …me cae de madre.
En principio aceptamos eso de las camas
pues podíamos soportar tamaña caridad impuesta, pero solicitamos que se nos
explicara hasta donde llegaba el concepto de ‘cama’. ¿Incluía estudios
diagnósticos, inter consultas con otros especialistas de otros hospitales,
servicios de cuna e incubadora al recién nacido de la madre que la llegaría a
ocupar? ¿servicios funerarios inmediatos? ...¿y las cirugías? ¿y la sangre? ¿y
esto y lo otro y lo de más allá?
Nada se nos aclaró. La orden era
terminante.
Los primeros en ampararse fueron los
hospitales privados de Monterrey.
Los regiomontanos no se andan con mamadas.
No le temen a nada cuando de sus intereses se trata. Nosotros estábamos cagados
de miedo ante las posibles represalias a las que nos exponíamos si nos
amparábamos …pero lo hicimos …y no las hubo.
El nuevo y flamante hospital ‘Humana’ en
el pedregal de San Ángel que se levantó con capital extranjero, se puso en
venta rápidamente apenas los accionistas norteamericanos decidieron que tener
inversiones en México era cosa de locura.
La
patria estaba pobre …¿qué raro? …y nadie le entraba a tamaña compra.
¿Recuerdan quien lo compró y lo que
sucedió después?
Lo compraron los dueños de una poderosa
empresa mueblera privada mexicana. Le cambiaron el nombre por el de ‘Ángeles’
por llamarse así la esposa de uno de ellos. Supieron hacer lo suyo, crecer
extenderse por todo el país y hoy en día son el grupo más fuerte de medicina
privada en México, atendiendo, a base de seguros de compañías también privadas
a esa gran parte de mexicanos, tanto pertenecientes a empresas como
particulares a quienes el gobierno quiso abarcar, proteger y no lo supo ni pudo
hacer.
Sin comentarios.
Una de las razones por las que obtuve
buenas calificaciones durante mi residencia hospitalaria fue por el justo
prurito de no tener ocupadas camas innecesariamente; llegando a mover una sala
de treinta camas tres veces en un solo mes; o sea, que esas treinta camas
dieron servicio a noventa pacientes en treinta días. Esto lo lograba
presentándole al jefe y al subjefe del servicio los casos, durante las visitas
diarias, perfectamente estudiados y preparados para que la decisión de
someterlos a cirugía no se retrasara ni un día más de lo necesario; asunto nada
fácil si se considera que estos jefes confiaban más en la enfermera jefa de la
sala que en el médico interno. Mi empeño porque sucediera lo contrario a veces
desencadenaba en ellas odios y celos africanos.
Había algunas viejas y huevonas (una o dos
nada más) que no sólo hacían las cosas mal sino que eran malhumoradas y
groseras.
Otras había que lo hacían bien pero de
manera insuficiente pues eran ‘stoppers’, es decir, bloqueadoras de trámites
que no surgieran de ellas mismas.
Otras excelentes en todos sentidos como
Áurea, la jefa de Gastro Sur, a quien desde aquí manifiesto mi rendida
admiración y aprecio.
Otras buenas y eficientes, cooperadoras,
pero celosas e intrigantes.
Este fue el caso de la jefa de
Ginecología, quien llegó a acusarme de malversación de los bienes de la nación
consistente en hacer mal uso de la tela adhesiva (nunca supe por qué la pinche
tela “agresiva” era tan apreciada; más adelante les contaré de mis sufrimientos
eróticos por culpa de la chica que por las tardes iba a mi cuarto de residente
de cuarto año a solicitar mi autorización ‘para la tela adhesiva’) ya que llené
una gran pared de la sala con pedacitos escritos sobre la misma como una
especie de organigrama ‘sui géneris’ o cuadro sinóptico, con los datos de cada
paciente y anotaciones pertinentes para agilizar sus estudios, tratamiento y
alta del nosocomio.
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