Decía que era difícil para alguien no
perteneciente a la tribu médica y para–médica imaginar una de nuestras
autopsias como un alto sacrificio llevado a cabo sobre un altar dedicado al
saber.
El sacrificio de un cuerpo ya sin alma; de
un cuerpo en el que una chispa de Dios transitó, como lo hace siempre, por
entre sus entenados de un planeta llamado Tierra.
Proceso sacramental ofrecido por unos
familiares llorosos y oficiado por mayores médicos sacerdotales asistidos por
sacristanes de tropa.
Los altos jerarcas se aparecían
brevemente, a menos que fueran casos muy sonados, haciendo después lo que mejor
hacen siempre: ‘se aconsejan y se van’, como las mujeres del corrido de Juan
Charrasqueado.
Los cadáveres sujetos a la autopsia de ley
por haber muerto debido a causas violentas no eran tantos como en el Servicio
Médico Forense de la medicina civil.
Los casos violentos en tiempos de paz no
son tantos entre los militares como entre los civiles, pero no faltaban de vez
en cuando; como aquel cuerpo sin vida y sin mandíbula inferior por el disparo del mosquetón máuser de quien
lo cazó mientras se comía un taco …llegando con el taco a medio masticar entre
la lengua y el paladar; o aquel que traía un zapapico clavado por su hijo
psicótico en la cabeza; o aquellas grandes bolsas llenas de pedacería humana
correspondientes a ocho soldados muertos al explotar un mortero y que tuvieron
que ser lavadas con manguera en el piso del anfiteatro para entregar otras ocho
bolsas, esta vez ya sin tierra, sangre, yerbajos, pedruscos ni hilachos de
uniforme a las ocho familias que tuvieron que aceptar como suyos estos
despojos.
Estos cuerpos despedazados …más bien …esta
pedacería que fueron cuerpos, no me dejaban ninguna enseñanza más que el
profundo rechazo hacia la muerte violenta.
Muchos años después tuve que acompañar al
cuerpo de un joven amigo de mi familia que murió trágicamente en funciones
contra el narcotráfico.
Tuve que esperar en un pasillo aledaño al
lugar en que lo estaban autopsiando en el Servicio Médico Forense de la Ciudad
de México (el tristemente célebre ‘SeMeFo’) y en ese breve lapso sacaron ya
autopsiados a un par de jovencitos cuyas caras mostraban una enorme paz y casi
una sonrisa.
Siempre me ha conmovido el contraste
pavoroso entre el dolor de la familia y la indiferente manifestación del
semblante del muerto joven.
Tal vez sea por eso, entre tantos otros
motivos, que hay que procurar morir ya viejo …¡no hay que ser!
Una última consideración antes de
despedirme de tanto muertito y que, al estar escribiendo acerca de ellos la
acabo de inventar o de descubrir o como quieran decirle. La llamaré “la teoría
de los opuestos como fascinación”, y que me ha venido a descubrir cosas que me
parecían misteriosas y que ahora veo muy claras (¿ya ves que Marguerite
Yourcenar tiene razón al esperar que, escribiendo, pueda uno descubrir más de
sus propios y hasta entonces ocultos ‘pensamientos’?).
Ahí les va:
¿Por qué un muerto es más macabro, más
terriblemente fascinante cuando se le queda un pedazo de taco entre la lengua y
el paladar, indiferente, sin intentar tragárselo ya nunca jamás, descansando
así acostado boca arriba, uniformado y sin mandíbula inferior en una plancha
del anfiteatro? ¿Crees que es porque se le ve un rostro feo? ¿Un macizo facial
mutilado y horroroso? ¡No! …es porque aparece brutalmente representado ese
momento preciso, misterioso, insondable y temido del tránsito entre la vida y
la muerte. Nunca sucede ante el cadáver entero y totalmente desnudo pero sí
cuando aún lleva alguna prenda de vestir.
Esto ya lo había yo notado al ver una
película titulada ‘Perro Mundo’ en que aparecen unos leones que tiran al suelo,
destrozan y devoran, en un lugar parecido al ‘African Safari’ de Puebla a un
padre de familia que imprudentemente se baja del coche para tomarles película.
Cuando está con una rodilla en tierra
haciéndolo, le llega una leona por detrás y lo tira con un zarpazo leve que
casi parece un cariño. Al verlo caer se le van encima los demás (un paciente
que tuve, domador de leones y perteneciente a la dinastía de los circos
‘Hermanos Fuentes Gasca’ me decía en mi consultorio que el domador debe tener
muchísimo cuidado de no caer al suelo; que mientras esté de pie está
relativamente seguro entre fieras no hambrientas).
Las escenas de aquella carnicería quedaron
grabadas en esta película por la cámara que quedó tirada y funcionando. Se ve a
la familia dando de gritos y llorando adentro del coche, abriendo las
ventanillas y una pequeñina sacando la mano tratando de ahuyentar a los
animalazos. Estos abriendo en canal al incauto y …lo más dramático, ver como se
sacude una pierna en el aire al estar siendo cercenada por las fauces de una
leona mostrando el calcetín verde que se puso ese hombre hacía apenas unas
horas …una linda mañana, antes de salir a pasear con la familia. Estas escenas
son terribles y, antes de surgir la secuencia, aparece en pantalla un aviso
previniendo al público de su crudeza. Sin embargo lo más crudo no me pareció el
tórax abierto mostrando sus blancas costillas sanguinolentas, ni los intestinos
desparramados por el pasto ni el hocico de una leona saliendo de la cavidad
torácica chorreando sangre … lo más terrible …lo insoportable de seguir mirando
fue el calcetín verde.
Nunca lo he podido olvidar, como tampoco
puedo olvidar que después de ver estas escenas le cogí un odio carnicero al
reino animal y un amor a los humanos que tardé varios meses en modular y hacer
volver a la normalidad.
Esta teoría de la fascinación y
complemento de los opuestos no se demuestra nada más con el contraste de vida y
de muerte. También es notoria en lo sexual (no siempre), pero en asuntos mucho
más finos que la simple diferencia de caracteres sexuales primarios. Es
claramente notorio para mí cuando veo a una mujer totalmente desnuda como
imagen despertadora de erotismo ¡cuánto más erótica es una imagen de ese tipo
con alguna prenda femenina! El cuerpo humano no es tan diferente entre ambos
sexos como cuando uno de ellos luce un collar de perlas o unos zapatos de tacón
(ya saben a cual cuerpo me refiero …no se hagan los chistosos) …y creo que esto
no es totalmente fetichismo.
De esto mucho saben los japoneses y sus
corbatas con temas eróticos dibujados atrás de ellas y por culpa de las cuales
un amigo mío pasó gran bochorno.
Les contaré pues es muy bueno:
Después de un viaje que hizo a Japón y a
los postres de una comida de bienvenida que le dieron sus muy religiosos y
refinados suegros, sacó, muy orgulloso de su belleza y finura, los regalos que
traía para el suegro y los cuñados. Eran unos cuantos paquetes lujosamente
envueltos que contenían corbatas japonesas que pronto se hicieron famosas como
‘souvenirs’ …pero que aún no lo eran.
En eso estaba la sobremesa cuando empezó a
notar risitas primero, carcajadas después y abrazos de felicitación por parte
de sus cuñados, exclamaciones escandalizadas de la suegra, murmullos exultantes
pero apagados de las damas del convite mientras los caballeros se ponían
gozosos las corbatas al revés. En ese momento mi amigo se percató de esas
bellas imágenes dibujadas finamente en la seda blanca de atrás de las corbatas mostrando
japoneses y japonesas cogiendo …pero con algo de ropa, a veces tanta que cuesta trabajo ver lo verdaderamente
interesante, pero sin dejar lugar a dudas y dejando, sabiamente, cierta parte a
la imaginación.
Y ya no diré del inmenso atractivo y
fascinación de los opuestos entre las parejas, matrimonios, amigos y colegas.
En conclusión, que aquella teoría ‘del
espejo’ (sacada de Giovanni Papini por mi hermano Manolo en su adolescencia,
leyendo sus libros prohibidos como ‘El Diablo’ y ‘Palabras y Sangre’; y que me
hacían suponer que Manolo se iba a ir derechito al infierno) …era una teoría
certera a pesar de tantas opiniones en contra.
Manolo me habló presuntuosamente siendo
casi niños (era más payaso y faceto que yo aunque cueste trabajo creerlo), de
la teoría de los espejos y del rechazo que provoca lo parecido. Luego vine a
recordar algo como eso, recordé haberlo escuchado llevando clases de
psiquiatría, pero lo había olvidado y ahora …escribiendo mi libro, surge con
deleite.
Recuerdo con sorpresa que aquellas clases
de psiquiatría hablaban de la homosexualidad como una tendencia ‘opuesta a la
de los opuestos’.
También algún maestro nos dijo que los tan
presumidos galanes, rompe corazones, grandes fornicadores heterosexuales como
Don Juan Tenorio y Giacomo Casanova, son portadores del ‘Síndrome de Don Juan’
asociado con la homosexualidad latente, al pánico homosexual y a un afán
neurótico de mostrarse a si mismos lo contrario de lo que late ominoso en su
calenturiento subconsciente.
Me parece importante descubrir y reconocer
que yo ya sabía eso de que lo parecido no es a huevo atractivo, que de hecho la
fascinación por lo opuesto es una constante natural que no hay que temerla,
pero tampoco aceptarla a lo tarugo.
Esta temática me parece de gran
importancia cuando vengo a reflexionar, al irlo escribiendo, que la educación
imperante durante mis años formativos no concordaba en gran manera con la
aceptación de la natural fascinación por los opuestos, sino con su rechazo
indiscriminado y muchas veces tachado de mortalmente pecaminoso si no se sabía
controlar con una austeridad y sacrificio irracionales antes del matrimonio.
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