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LOS
REFUGIADOS ESPAÑOLES
Y
LOS TIBURONES JAPONESES
Este oftalmólogo: Juan Rico Rodríguez, era
español, como Don Antonio Ros, mas no valenciano, sino gallego, nacido ni más
ni menos que en El Ferrol, terruño de Francisco Franco, quien le caía como
patada en los huevos.
A pesar de su carácter sociable y alegre
traía una pena en el alma como tantos otros que fueron niños de guerra. A su
padre se lo fusilaron nada más, según Juan, por ser el alcalde de un pueblo que
por mala suerte le apostó a las fuerzas republicanas durante la Guerra Civil
Española en un momento desfavorable.
Se vino a México como muchos otros
excelentes profesionistas españoles.
Ni te creas que voy a desaprovechar la
ocasión de hablar de algunos de ellos pues el paso del tiempo es cruel y justo
es que de vez en cuando, y siempre que haya oportunidad, se les ensalce para no
olvidarlos del todo (acuérdate cómo en Auschwitz se lucha por no olvidar la
historia para que no se repita, pues si la olvidamos “estamos condenados a
repetirla”; pero la historia de la Medicina y de sus personajes conviene
recordarla tanto para ensalzar valores
como para que encontrar ejemplo e
inspiración).
Grandes oftalmólogos refugiados españoles
fueron Manuel Márquez, Rivas Scheriff y Sadí De Buen. A los dos últimos todavía
los vi trabajar y los pude respetar y querer en vida; al primero solamente lo
conocí a través de sus libros, y su alma la vislumbré a través de algo
sumamente conmovedor que supe que dijo ya viejo y ciego.
Dijo: “He recorrido el camino de la
Oftalmología de un modo completo. Fui su novio enamorado como estudiante, su
esposo fiel como médico y su hijo, dependiente y esperanzado, ahora que soy
ciego”.
De poca madre …me cae.
Rivas Scheriff era ya anciano cuando
entablé plática con él. Venía de recoger un galardón en no recuerdo donde y yo,
joven ambicioso, le hice saber que me parecía muy gratificante eso de ser
galardonado por los compañeros (siempre he dicho que ese es el máximo galardón.
No el de los superiores. No el de los subordinados). Don Manuel (que así se
llamaba, igual que el Dr. Márquez) me dijo que a él le entristecía pues cuando
a uno le empiezan a reconocer méritos es que ya se tiene un pié en la tumba.
Nunca olvidé ese pensamiento y he podido comprobar lo cierto que es. Cuando ya
no se es adversario es fácil que se muestren generosos con nosotros. Eso me ha
servido también para darme cuenta que un buen adversario, aunque no lo
galardonemos, es muy positivo en nuestras vidas.
Acerca de esto me ha gustado recordar el
hecho de que los que más lloraron la muerte de Lawrence de Arabia fueron sus
enemigos, pues se quedaron sin motivo de vida. El era el Deux ex Machina en la
aburrida trama de su arenosa vida beduina.
Este ejemplo no satisface mucho a mis
ahijados cuando tratamos del delicado y difícil asunto de la tolerancia e
intentamos encontrarle algo bueno al cabrón que nos llena los huevos de
piedritas (casi nadie de ellos ha oído hablar de Arabia; algunos piensan que
Oklahoma está en Japón. Su atraso escolar es medieval, hablarles de Lawrence de
Arabia es hablarles en chino. Este es uno de los tributos que se le ofrece a la
droga y al alcohol: en sus aras se acuchillan y sacrifican, igual que los
corazones sangrantes del Templo Mayor, años y años de escolaridad. De educación
que nos es tan necesaria para sacar a México adelante).
El ejemplo que más les gusta, en cuanto a “tolerancia”,
es el siguiente:
Los pescadores japoneses de altura (los
que van lejos en sus barcos) (del Japón mi muchachada sí sabe algo por eso del “sushi”)…
…Aclaración al márgen (perdón mil veces):
yo me he vuelto mal hablado al lado de mis padrinos y ahijados. Yo no era así
…me cae …pregúntenle a mis hermanos y compañeros de escuela …pero me encanta. A
algunos les gusta el shushi pero otros dicen que no, que sabe a “sushingada
madre”. Algún otro me asegura que apenas se recupere me invitará a comer un
pollo “kentuchi” …un pollo “kentuchingada” madre has comido.
Pues volviendo al ejemplo de los barcos
japoneses y su pesca de alta mar; notaron ellos que el consumidor prefería el
sabor de los peces pescados recientemente, por lo que decidieron poner en sus
barcos grandes depósitos de agua donde traían la pesca viva hasta ya la hora
del sacrificio inmediatamente antes de poner la mercancía en venta.
El consumidor seguía prefiriendo el sabor
de los peces pescados en las cercanías, siendo que los de mar adentro eran
igual de frescos …o más
¿Sabes cuál fue la solución?
Fue poner dentro de cada depósito un
pequeño tiburón que trajera en chinga al cardumen.
Estos peces conservaron todo su sabor y
frescura.
Moraleja: pon un tiburoncete en tu vida y
si ya está, toléralo con gusto; un hijo de la chingada que impida que te
vuelvas un seco espiritual, soso e insípido, y agradéceselo a Dios además, por
eso de que te está concediendo acercarte a la sabiduría …¿Te acuerdas de que “sabio”
y “sabor” son palabras primas? (acabo de inventar este término …¿cómo que sólo “números
primos”?)
…Y tal vez tu vida llegue a ser un manjar
para tus: “devórame otra vez”, (es@s que se van a estar muriendo por saborearte
devorarte y ser devorados por ti una vez que vuelvas al hogar libre de
adicciones y con tal vez un nuevo chip insertado dentro de ti por tus
pescadores).
Mil perdones otra vez. Ayer un ahijado que
está a punto de terminar su proceso de tres meses de recuperación me entregó,
escrito a mano, en una hoja de papel cuadriculado, lo siguiente como muestra de
ingenio y sentido del humor (hace tres meses era un ogro intoxicado).
“Casa de Recuperación Carrasco & A.A.
Ltd.” anuncian: “NUEVO CHIP”: “No causa
molestias / hace perdonar inmediatamente / diseñado para servir a uno mismo y a
los demás / se le han borrado todos los resentimientos y las culpas / está
garantizado de por vida contra temblores, huracanes, guerras, tsunamis, hambrunas
y demás desastres naturales / diseñado para la eternidad / desecha
inmediatamente el egoísmo / te hace espiritual / trae una antena más potente
para comunicarte con Dios / tiene una alarma contra la ira, la frustración, el
miedo y la tentación.” “Se requieren tres meses de internamiento para
instalación y dominio de la curva de aprendizaje”.
Ya ustedes me dirán si no es algo
estupendo esto que me ocupa tanta parte de tiempo entre mis santos léperos y
mal hablados.
Haré como Monserrat Caballé, que después
de cantar toda emocionada, abre esos ojos enormes y dulces que tiene y mira
asombrada y parpadeante al mundo que la rodea como no sabiendo dónde se
encuentra. Como si hubiera estado perdida un buen rato adentro de ella misma.
Continúo con lo que dejé pendiente.
El Dr. Sadi de Buen era patólogo, y por
dedicarse a la patología ocular, hizo la especialidad de oftalmología a
sabiendas de que nunca vería pacientes. El sólo veía laminillas de biopsias y
otros fragmentos, y gracias a esa
entrega hacia la especialidad fue el patólogo ocular más reconocido de México
en su época al igual que Don Isaac Costero, otro refugiado español, lo fue en
la histopatología general, figurando como el patólogo estrella en el Instituto
Nacional de Cardiología y fundador de una escuela que formó a muy grandes
patólogos mexicanos
Lo que quiero hacer notar es que esta
gente traía la mística, el espíritu europeo, y lo inoculó en nuestro país.
No son nada más los dineros, son los
espíritus los que mueven a los corazones como el de Don Ignacio Chávez,
fundador de dicho Instituto, quien sin ser cirujano ni patólogo supo rodearse
de una elite de figurones que podrían haberlo opacado y que no solo no lo
hicieron, sino que lo pusieron a brillar de un modo especial por su “ecumenismo”
(valga la palabra) científico.
Lo único malo que yo les notaba a los
textos europeos era que traían demasiada paja; eran muy choreros en comparación
con los norteamericanos. Aunque yo estaba seguro de que aquel axioma de “al pan
pan y al vino vino” era muy español y muy directo, los norteamericanos eran más
directos en sus textos.
Escuchar a Juan Rico dando clase a los de
la UNAM era una hueva. Con él aprendí vivamente (no, no: …mortalmente) lo que
era escuchar a alguien que le gusta escucharse a sí mismo. Sin embargo, en su
charla coloquial, era encantador y hasta fascinante. Daba ejemplos de
antología. Por ejemplo. Decía que Claudia Cardinale era tan hermosa que él se
conformaría plenamente con poder tocarle una chichi que sólo se asomara por el
agujero de una pared. Yo había leído de los “holy holes” con penes asomados a
través de las paredes, pero lo de la chichi me pareció el sumum de la
admiración hacia los encantos de una mujer.
Les llevaba el dinero que recolectaba el
Centro Gallego para tal fin a los ancianitos del asilo oriundos de Galicia (me
gustaba acompañarlo, pero era un coñazo estarlo escuchando charlar las horas en
lengua gallega; se me hace que por eso iba a verlos). Le gustaba el ajedrez
tanto como a mí y me introdujo en el círculo de ajedrecistas de la Casa del
Lago de Chapultepec.
Tenía su consultorio elegante en Polanco,
en Torcuato Tasso, igual que Ros y yo; no sé si le iba bien o mal pero me
propuso que juntos montáramos uno de tipo más económico para gente de pocos
recursos en el que atendiéramos muchos pacientes a bajo costo.
Yo andaba por los treinta años y él tenía
cuarenta y tres, igual que Payró (éste lo tenía en la colonia Roma; en el
Dalinde (o en La Central Quirúrgica; ya no me acuerdo; y le iba muy, pero que
muy bien). Primeramente me convenció de
dejar el consultorio de Hegel con mis compañeros médicos militares haciéndome
ver que yo tenía mucho mejor futuro que
ellos y que no tenía por que compartirlo.
Supongo que vio en mí un asociado enjundioso y solvente. De hecho así
fue durante un año, en el que me harté de trabajar con él, pero sobre todo para
él …y terminamos mal.
Les voy a platicar de este consultorio
porque tuvo éxito inmediato.
Merece capítulo aparte.
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