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UN
COMPADRE A TODA
MADRE
Como sólo estaba bien equipado el
consultorio de Hegel, tenía que andar desarmando aparatos, cargándolos en la
cajuela del coche …volviéndolos a armar una y otra y otra vez.
En
Cienfuegos (así se llamaba la
calle donde lo abrí en Lindavista y por eso se me llegó a conocer como “El
Doctor Cienfuegos”) sólo puse, en una recámara, un poste y un sillón reclinable
que le pagaba a una óptica mandándole trabajo de lentes, o sea, recomendándola
a los pacientes a quienes se los graduaba.
Nada más.
Todo lo demás lo llevaba y traía en el
coche de Polanco a Lindavista y de Lindavista a Polanco.
En el de la Calzada México Tacuba no
pusimos poste ni sillón sino una silla para cada uno de nosotros y entre ambas
mi caja de pruebas con su tosco armazón y llena de cristales para graduar
lentes. Al frente de cada silla, en la pared, las letras y ¡ále! …a trabajar
con eso así como con un aparato grande y viejo de mi socio y uno menor
sencillito, pero nuevo, que yo le compré en abonos a Optica Lux. No digo los
nombres de esos aparatos porque no viene al caso ¿o sí?
Aquí también pusimos farmacia y óptica.
Los pedidos de lentes los llevaba yo con
Adam Korder, el cual fue mi compadre (el del M. G. ¿se acuerdan?) quien tenía
varias ópticas en la ciudad y una fábrica de anteojos con taller en Lindavista,
sobre la calzada que va para Ticomán.
Este mi querido compadre que Dios tenga en
su gloria era un fabuloso hombre de negocios y precursor de aquella idea que
popularizó la Kodak de que la letra ‘K’ vendía de maravilla. Adam puso su K de
Korder en todos sus negocios; no sólo fue la ‘Optica K’ sino otra a la que le
puso ‘Koróptica’, otra ‘Optik’ y varias más de las que me da hueva ponerme a
recordar.
También él me hizo los trámites para traer
mi primer equipo de consultorio desde Japón.
Adam de joven estuvo enamoriscado de
Conchi mi primera esposa. Alguna vez me confesó que cuando me conoció en
fotografía se dijo: ¿y este pinche flaco muerto de hambre me la ganó?
El era llenito y bajo de estatura,
rubicundo como lo fue su padre alemán, pero bien ladino, como lo debe haber
heredado de su madre indígena. Fue pobre y se ganaba la vida a las puertas de
la preparatoria nacional, allá por las calles de San Ildefonso vendiendo lentes
para sol puestos en una tabla colgada del pescuezo como esas cigarreras de los
centros nocturnos (otra premonición de los lentes en las banquetas de hoy en
día).
Empezó a estudiar medicina pero se cambió
a la nueva y flamante carrera de optometría en el Poli. Fue miembro de la
primera generación de egresados de esa carrera y se hizo rico pero de verdad
rico en el mundo de la optometría.
Podría escribir un chingo de anécdotas de
él, quien fue un típico loco exitoso, pero sería extenderme demasiado. Baste
para dar una clara idea de lo que fue el padrino de Anaí (y padre de mi ahijado
Vincent; estupendo y laureado oftalmólogo actualmente) lo que les voy a contar.
Estando de viaje en París lo trataron mal
en un hotel de lujo. ¿Saben cómo se vengó? …se fue al mercado más cercano,
compró cien gramos del queso más apestoso que encontró; quitó las placas de los
encendedores de luz de la suite que iba a desocupar, retacó el interior de
queso, volvió a atornillar las placas, limpió todo escrupulosamente y se
regresó a México todo gozoso calculando el tiempo en que en ese lujoso hotel
iban a descubrir el origen de la peste a pies y poder volver a alquilar la
suite.
¡Mucho cuidado si eras su compañero de
viaje! no más por joder y gozar te podía meter a escondidas en tu maleta, ya
hecha y lista para viajar, hojas de lechuga y algunas otras verduras medio podridas no más para ver cómo se lo
explicabas a los aduanales si te abrían la maleta. Le gustaba poner cara
compungida y decirle al guarda
---- Es que el pobre pasa hambre.
Me llevó al box las únicas tres veces que
fui en mi vida.
Fue una ráfaga de gramática parda, locura
y sabiduría en mi vida.
Lástima que no haya muchos como él en el
mundo de la cordura y la prudencia, y los haya tenido que seguir buscando,
disfrutando y queriendo en otros ámbitos de los que ya platicaré largo y
tendido a su debido tiempo.
Por último diré de Adam Korder que me dio
una lección de integridad espiritual que nunca he olvidado.
Cuando le dio el primer infarto y lo
acompañaba yo en la ambulancia al hospital de La Raza del Seguro Social, le
pregunté si quería que llegando, le buscara un sacerdote para confesarse.
El había sido educado en el catolicismo pero
no era practicante activo de ese credo.
Su cara se le veía blanca y afilada.
Respiraba con dificultad. No le hubiera costado ningún trabajo, como hombre de
empresa brillante que era haber negociado la eternidad (por si acaso)
asintiendo con la cabeza.
Sólo me dijo por lo bajo pero con firmeza:
---- No Lalo.
Con esto estaba desechando el
salvoconducto hacia la salvación de su alma del modo como yo en aquel tiempo
creía firmemente que era el único valedero.
En dos ocasiones he sido testigo del hecho
de meterle asuntos religiosos a huevo al moribundo. Siempre me pareció cruel,
pero ahora me parece equivocado. Nadie tiene derecho de hacer que una moribunda
confiese como pecado el vivir años y años con un hombre divorciado con el que
procreó descendencia. Es como hacer que alguien, ante la inseguridad y temor
del más allá, traicione la pureza de sus hijos. No creo que haya Dios alguno
que vea esto con buenos ojos. Si yo fuera San Pedro no la dejo entrar al cielo
ni a madres. No creo que un anciano que ya no toma decisiones importantes tenga
que ser convencido de la necesidad de hacer una confesión cuando todavía no
sabe ni debe saber que se esta muriendo, mientras una monja a la que nadie
llamó se planta a su lado reza que reza en voz alta con una vela prendida en la
mano.
Hace ya mucho tiempo que aprendí que “religión”
y “espiritualidad” no son lo mismo. Para mí las religiones son la burocracia de
la espiritualidad. A quien le guste la burocracia, las jerarquías, los ritos y
liturgias le recomiendo la religiosidad. A mí me hizo daño …pero sólo hablo por
mí y de mí.
La farmacia adentro del consultorio de la
calzada México Tacuba la teníamos con lo
indispensable ¡nada de muestras médicas! Eso era de médicos rascuaches y me di
la ahorrativa puntada de tener colirios “made in home”, por ejemplo: de
pilocarpina para el glaucoma, preparados
por el farmacéutico de la Segunda Compañía, quien también se prestaba para
otros mejunjes y me ofrecía con la sonrisa en la boca (era vaciado) prepararme
polvos excitadores sexuales de cantárida cuando yo quisiera pues la yohimbina
ya estaba fuera del mercado. Afortunadamente nunca recurrí a sus habilidades
más que para la pilocarpina al dos y al cuatro por ciento en frasco de vidrio
ámbar y tapón de gotero.
¡Espérame tantito! …una vez recurrí a sus
servicios especiales encargándole un condón. Fue en esa ocasión cuando
comprendí que eso no era para mí pues el sólo hecho de intentar ponérmelo llevó
al flácido desastre toda la conquista.
Cuando oigo hablar de interacción,
globalización y todas esas madres pienso que son conceptos antiquísimos. Si los
tres mosqueteros decían “uno para todos y todos para uno” ya desde hace un
chingo de tiempo, no sé porqué tanta alharaca ahora con lo mismo. No todos para
uno y uno para todos solamente como personas, sino como recursos …pues ¿Qué? ¿Hay otra manera de hacerlo?
Me siento emocionada y sensible volver a saber del dr. Adam Korder.
ResponderEliminarHoy lo vi en mis sueños y le lloré en mis sueños recordando que el ya no estaba con nosotros y desperté con la sensación de verle y sólo pensé en google y escribí su nombre y apareció si foto, mucho más joven de cuando lo conocí pero con su sombrero compañero de su luck. Me sorprendió ver su foto en el google y me dió mucho gusto. Leer su reseña era como revivirlo tal cual era. Yo fuí su empleada en una de sus ópticas y si me dijo que la Letra K era imponente. Era un hombre muy conocedor y muy interesante. En septiembre visitaré cdmx después de más de 25 años que ya no regresé y desearía poder visitarle en su tumba. Sabrías tú cómo guiarme hasta ella? Gracias por tu reseña y por volverlo a poner en mi camino. Muchas gracias