"El propósito del arte no es una quintaesencia intelectual, rarificada
sino la vida, la brillante e intensa vida."

Alain - Arias Misson

jueves, 3 de diciembre de 2015

Alma de Cadete (Epílogo)

E  P  I  L  O  G  O


     Era el once  de diciembre de 1960 y la Escuela Médico Militar estaba de prácticas de Campaña en Cacahuamilpa al pie de la serranía.

     Yo era capitán primero y formaba parte de un hospital móvil de campaña.

     Me acababan de entregar ahí mismo los escritos que me reconocían como Mayor Médico Cirujano.

     Poco antes del toque de silencio platicábamos algunos jefes y oficiales con el General Hernández Vela; viejo médico militar con mucha vocación castrense, cuando se empezaron a escuchar retumbos por los montes y mi general quiso presumir de conocedor aseverando que eran obuses o no se que madres de tantos y tantos milímetros o pulgadas ó no se qué más.

     En eso estábamos cuando aparecieron los causantes del retumbante y rugiente sonar.

     Eran  numerosos campesinos que bajaban por la montaña en fila india, tirando cohetes y espantando las sombras de la noche con velas en las manos, protegidas por sus sombreros.

     Bajaban  para velar haciendo guardia en algún templo, y en pocas horas dar las mañanitas a la Virgen de Guadalupe.

     Estaba por comenzar el día de su santo.

     Ya de madrugada me desperté  y así, vestido con el uniforme y botas de campaña con que dormíamos todos, salí de mi sueño y de la tienda de campaña al campo abierto para orinar.

     En eso estaba cuando levanté la vista…

     ¡¡ Coooooño !! ¡¡ Caraaaaajo !! ¡¡ Madre de Dios !!

     …..El firmamento, todo, todo, todo, era  un manchón de estrellas. Por arriba, a los lados, adelante atrás. No eran sólo estrellas sino el verdadero, luminoso y solemne trazo lechoso de la vía láctea que se disolvía en millones de estrellas y regiones pulverulentas en que apenas se podían distinguir unas de otras

     Me sentí envuelto por el universo.

     …. Y me sentí  parte eterna de él.

     En algunos momentos difíciles y oscuros de mi vida le he dicho a Dios que, aunque no la esté viendo, esa bóveda bien sé que está ahí… y le he pedido que me conceda la gracia de sentirme envuelto y protegido por ese manto como aquella madrugada en Cacahuamilpa… sintiendo que mi alma era una chispa de Su hoguera, una gota de Su océano en espera de reintegrarse a El una vez cumplido mi deber.

    
                                            
                                                                                                                                            
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F   I   N




                                                                                        Ciudad de México
                                                                                             
Septiembre del 2009


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