"El propósito del arte no es una quintaesencia intelectual, rarificada
sino la vida, la brillante e intensa vida."

Alain - Arias Misson

viernes, 16 de febrero de 2018

Alma en Tránsito: Prólogo y Capítulo I


P  R  Ó  L  O  G  O


     Estos son recuerdos y reflexiones de tres años de vida.

     Sucedieron entre 1965 y 1967, de mis veintisiete a mis treinta años de edad, en que cumplí el contrato con el Ejército Mexicano y me reincorporé a la vida civil.

     Años de transición; de tránsito desde una vida protegida por las instituciones hasta otra abierta, de libertad y de riesgo.

     Son años de triunfo, pero que terminaron con mi entrada al mundo de las adicciones y al desencuentro, arrullado por el engañoso canto de las sirenas.

     Durante todo su escrito tuve presente en mi memoria a nueve compañeros médicos militares que coincidieron conmigo como estudiantes y que no pudieron salir airosos de esa transición. Dos de ellos murieron por suicidio, otro de sida, uno asesinado, otro terminó purgando larga condena por homicidio pasional, dos quedaron incapacitados en instituciones psiquiátricas y dos viven con problemas importantes debidos al alcoholismo.

     Para los pocos que éramos …fuimos demasiados …y muchos los que se quedaron en el tránsito.

     No es fácil escribir de un modo ordenado y ecuánime sobre estos años de transición. Es difícil determinar y seguir un cauce. Tiende a desbordarse la escritura y a filtrarse todo tipo de anécdota, de reflexión, de broma y de tragedia como el agua abundante sobre un terreno sediento.

     Quisiera ser leído por quienes lo han vivido en primera o en segunda o como cualquiera de las muchas terceras personas que  saben de estos tránsitos; de su aparente gloria y de su real catástrofe. Yo lo ofrezco tanto como un intento de encontrar una explicación para mí, como para ofrecer consuelo y aliento a quienes aún lo estén viviendo o para quienes lo vivieron o convivieron y nunca le encontraron sentido …tan sólo dolor y vergüenza.

     Como es mi costumbre, he ido entretejiendo el recuerdo anecdótico con la reflexión. No me he preocupado gran cosa por la forma ni por el lenguaje, suponiendo que el fondo es lo suficientemente interesante y ameno como para olvidarse de lo demás. A veces mezclo tiempos por dar fuerza y sabor.

     No necesito decir a quiénes está dirigido de un modo especial, pues leyéndolo lo sabrán.

     Este libro forma parte de una saga que aún no termina; es el tercero y toda ella es parte de mi contribución al mundo de quienes luchamos contra la drogadicción y el alcoholismo.

     Se me ha dicho:

    ----“Sí, … tú has hecho de la debilidad, virtud. Te has vuelto una especie de apóstol, pero apóstol de drogadictos y borrachos”.

    ...Y yo les he contestado:

    ----“Sí cabrón ...¿y qué?”; ¿tienes algo mejor que ofrecer?


                                                                                            El autor.


***


ALMA  EN  TRÁNSITO


1

MIEDOS,  AMORES  Y  CAMPOSANTOS.


     La Segunda Compañía de Sanidad en el Campo Militar Número Uno era un bonito lugar. Me recordaba al casco de las viejas haciendas mexicanas. Tenía, como todas ellas, un amplio patio rodeado por fresco andador umbrío y pájaros anidando bajo sus tejas.

     En las haciendas se ven, bajo esos techos, cabezas de caballos asomadas tristes o recelosas, masticando paja con cara de sospecha o de aburrimiento, pero en mi Segunda Compañía lo que se veía bajo esos techos eran caballos mecanizados: nuestros escasos vehículos militares: ambulancia, camión y campañola cuyo caballerango y mecánico estrella, mi cabo “El Salapa”, mimaba y curaba, haciendo maravillas con cualquier motor …cuando no estaba pedo.

     Una de sus hazañas fue dejarme perfecto el Mercedes Benz que había sido  de mamá.

     Ese auto negro y lujoso que fue el regalo que le hizo mi padre a ella cuando cumplieron treinta años de casados.

     Muy merecido regalo para la chiquilla de quien se enamoró cuando él tenía trece años y ella le permitió por primera vez acompañarla, para no cruzar sola y de noche por enfrente del cementerio.

     ¿Qué haré? …ya empecé a enredarme …¿Seguiré con la segunda compañía? ¿Con el Salapa? ¿Con la historia de cómo se enamoraron mis padres? …es una bronca esto de tener tantos recuerdos en una cabeza desbocada; pero …ultimadamente …escribiré como me de la gana; total el Mercedes, mis padres, el Salapa y la Segunda Compañía de Sanidad forman un todo congruente, aunque no fácilmente capitulable, dentro de mi corazón.

     Un jueves de principios de siglo mi madre pidió permiso a mis abuelos, siendo niña, en España, de asistir a la fiesta de Corpus Christi en un pueblo cercano, acompañando a chicas mayores (los “Corpus” siempre son en jueves …acuérdate …me gusta presumir de memorioso y han hablado de mi como “Lalo: la enciclopedia de las cosas inútiles”, pero no creas que mis datos son tan precisos).

     Se lo concedieron y lo pasó de maravilla hasta que anocheció. Al regreso, cada moza volvía en compañía de su galán, presuroso pretendiente, al menos de algún beso …y mamá estorbaba.

     Como el camino de regreso pasaba por enfrente del camposanto a mi madre le entró el miedo y notándoselo, una de las chavalas mayores le sugirió:

     ---- ¿Por qué no le dices a “Lolo el de Canales” que te acompañe?

     Lolo el de Canales era mi padre, el de aquel entonces y el que siguió siéndolo para los amigos de la infancia; vestido con overol y alpargatas quien, con las manos tras la espalda, a lo lejos, no hacía más que voltear y mirar de reojo a mamá a cada rato …bueno, así me lo contó ella.

     Mi madre coqueteaba con la idea de ser especial …tal vez maestra de Soto y Amío, su pueblo (¡cabecera municipal!) (¡imagínate!), como su madre. …Tal vez princesa … tal vez monja como sus hermanas. Cualquier cosa menos menguar su estilo dándole chance a Lolo de entrar en su vida; pero …el miedo es culero y al quedarse ella mirándolo y midiéndolo de pies a cabeza, él se atrevió a acercarse y le ofreció compañía para el regreso.

     No volvieron a platicar y él, ya de veintiún años, se fue a “hacer la América” pues la vida de labrador, como mi abuelo, no le apetecía para nada.

     Tal vez de ser minero tuvo cierta vocación frustrada (como yo de torero) pues siendo chavalillo le gustaba sumarse a las filas de los mayores que salían de la mina de carbón y caminaban por la carretera rumbo a sus casas. Papá se embadurnaba cara y manos con hollín para que las chicas lo vieran así (todo oscuro, todo lo contrario al anhelo también infantil de Michael Jackson).

     Un enamorado de los muchos que tuvo mi madre, amigo de papá, se hizo escritor y poeta, además de diputado por León, y escribió este conmovedor pequeño poema en sus años mozos:

                                 Lolo el de Canales …Lolo
                              te fuiste a México un día
                              y otro volviste muy solo
                              para llevarte a María.

                                  Y sin Marucha quedó
                              el hechizo mudo y frío:
                              fue una brisa que apagó
                              la luz de Soto y Amío

     …Y ahora …que me pregunten por qué me gusta la zarzuela.

     Mi padre tenía esos trece años al revés; ya eran treinta y uno y seguía enamorado de ella por lo que, ya rico en México y no casado, decidió viajar a España …a ver si la encontraba soltera.

     …Y así la encontró.

     Había  despreciado a cuanto indiano proveniente de América lleno de anillos de oro, leontina en el vientre, reloj en la bolsa del chaleco, bastón o paraguas cerrado y sombrero “carrete” llegó a pretenderla.

     Papá, siendo yo niño dijo en alguna ocasión el siguiente sonsonete: “Paraguas cerrado, sombrero carrete y anillo en el puro …pendejo seguro”.

     Mi padre nunca usó más anillo que el de casado y el reloj siempre lo llevó en la muñeca con correa de cuero …la conquistó, sin poemas ni oropeles.

     ¿Ya ven cómo el miedo no es tan nocivo? Yo existo gracias al miedo. A ese miedo cerval (miedo de cierva) de mi madre niña volviendo loco de amor a mi padre adolescente cuidando de ella y dándole valor para cruzar por delante de un cementerio más de veinte años antes de que me trajeran a este mundo. ¡Benditos cementerios llenos de miedos ocultos que hicieron tratarse a mis padres por primera vez! (vengo en este momento a descubrir que tal vez de ahí venga ese gusto mío por los camposantos y su ambiente; leyendo fechas y constancias de amorosas remembranzas bajo un cielo vespertino, caminando entre lápidas y cipreses pajareros).




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