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UN
MUNDO INFELIZ
Mis discípulos y ahijados me preguntan con
frecuencia si opino que el mundo mejora o que empeora.
Mi contestación es que la pregunta es
corta pero la respuesta larga. No he vivido lo suficiente para saber
contestarla; tendría que vivir al menos cien años más para saber si el futuro
de la humanidad es, como lo creo, el de colonizar otras zonas aledañas a la
Tierra ya que indudablemente al paso que vamos la subsistencia en nuestro
planeta no va a ser viable para la especie que representamos.
De ser así, la tecnología de altísimo
costo es necesaria y la producción de dinero es forzosa, para lo cual hay que
transitar a huevo por estos detestables caminos del consumismo desaforado y sus
consecuencias.
…Pero no lo sé. En este momento de
principios del dos mil diez todavía me inclino a pensar que estamos empeorando
en cuanto a inclinaciones intelectuales y espirituales que hagan feliz,
placentera y digna de vivirse esa futura vida basada en la tecnología.
Le aconsejo a mi muchachada que lea Un
Mundo Feliz de Aldous Huxley donde Aldous, ese “nerd”’ genial, escribe algo de
magnífica ficción, no dejándonos ver solamente el mundo altamente tecnificado del futuro con su abolición de la
maternidad y del dolor por la muerte, sino al mundo empobrecido de valores
humanos, durante el soberbio enfrentamiento que hace de “el salvaje” con la
curiosidad terrícola vigente.
Ese “salvaje” fue un ser humano concebido por una pareja de
investigadores que se descuidaron durante sus amoríos al no usar los
implementos anticonceptivos obligatorios de portar en el cinturón ‘malthusiano’
que todo ciudadano en edad de concebir debía portar (todos los niños eran ya de
probeta) y dejaron al producto de sus amores abandonado en un poblado olvidado
y desértico de Arizona hasta que muchos años después fue descubierto por otros
investigadores de esas zonas aún
primitivas y escondidas quienes lo llevaron como trofeo proveniente del “viejo
mundo” a las autoridades del “nuevo mundo” (igual que a aquellos indígenas mexicanos defendidos por fray
Bartolomé de las Casas, en juicios españoles inquisitoriales para determinar si
eran humanos o no. La gran diferencia, considero yo, es que en aquellos
tribunales se discutía “si tenían alma” y en el libro de Aldous Huxley entiendo
que se discutía “qué era eso del alma” o si “era bueno o no tener alma”).
…Y estaban jodidos porque el alma es un
pedazo de Dios y está cabrón que alguien la apague o la elimine.
Esa va a ser la problemática de mis
tataranietos: ¿Qué alimento le van a dar a su alma? …o más bien …¿Cómo van a
calmar la sed de Dios, que la humanidad presenta como dato inequívoco desde que
es tal?
Estoy seguro que van a encontrar cómo,
pues esa sed no proviene del hombre. Dios, que la provoca, sabrá saciarla.