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LA
SONRISA DE MI
HERMANO
(…ERAN
CINCO HERMANOS)
Esto de la broma y la muerte es
impresionante.
Operé a un soldado con ambas órbitas
fracturadas y ambas retinas desprendidas a puntapiés por sus amigos tras una
peda mariguana en que llegaron al cuartel y la tomaron de broma contra él, que
se había quedado de guardia. La cara parecía una enorme torta llena de lodo
seco en que no se notaban ni las orejas, sólo algo asomaba de ese hojaldre
lodoso …algo de la nariz machacada. Cuando esa torta café con un cuerpo debajo
abrió un agujero debajo de la nariz para hablar, me gruñeron las tripas y por
poco y me suelto un pedo pues no me imaginaba que hubiera vida en ese cuerpo
tirado en una camilla, lleno de barro y sangre seca y sin cara reconocible
(unos meses después acudía a consulta externa de oftalmología delgadito,
limpio, uniformado y luciendo un fino bigote a la Jorge Negrete).
¡Carajo mi sargento! bromeaba yo con él
recién operado; ¡pa’ pinches amigos! …con esos amigos ¿quién chingaos necesita
de enemigos?
Tanto Orfila como Hilda son santas
dolientes heroicas con su nombre inscrito en letras de oro dentro de mi calendario
litúrgico personal.
Como tantos y tantas santas y santos
heroicos padres y madres que pudieron seguir viviendo después de haber perdido
un hijo una hija, dos, cinco, como los de aquella película inolvidable: ‘Eran
Cinco Hermanos’ de gran éxito acabada la segunda guerra mundial; tanto que mamá
nos hizo viajar a España en esos tiempos con gorritas, orejeras y anteojos de
aviador (¡ándale, como ‘Snoopy’ el de Charlie Brown!) igualitos a los de los
cinco muchachos, pilotos muertos, de la película. Así volamos también los cinco
hijos niños a quienes ella gustaba de formar uno al lado del otro para hacer
que papá nos fotografiara con aquella enorme cámara parecida a un acordeón y
ponderar luego, por años y años, abriendo el álbum de familia (único y escaso,
como todos en aquel tiempo) ante las amistades, nuestras estaturas ‘en
escalerita’.
Me preguntaba yo: ¿cuál es la importancia
de tener hijos en escalerita?
¿Cuál creen ustedes que era?
Yo creo que la importancia estribaba en
mostrar a sus cinco mongoles vivos, saludables, guapos y sonrientes (siempre
había que sonreír ¡a huevo! solamente Ángel se permitía y se permitió toda la
vida esbozar nada más una leve mueca
condescendiente).
En vida de mis padres tener cinco hijos …y
luego seis; vivos y en escalerita era muestra de salud y bienestar pues las
escaleras familiares estaban todas fracturadas y chimuelas por enfermedad y
muerte.
Lástima que no se me quedó ninguna foto de
los cinco snoopies pero tengo una de mamá de día de campo con sus primeros
cuatro mocosos disfrazados de marineritos que es una gloria.
Esto de la sonrisa de Ángel no quiero
olvidarlo sin recordar y dejar por escrito el hecho de que una vez vi una foto
de él sumamente joven cuando estuvo en España
haciendo su posgrado.
No se ve qué estaba haciendo pero en su
cara brilla una sonrisa tan espléndida como nunca se la vi. ¡Santo cielo!
…¡siento celos!¿Por qué nunca tuvo esa sonrisa para mí? ¿Por qué vivimos cerca
uno del otro sesenta y tres años (incluso fuimos vecinos muchos años) y jamás
se la noté? ¿Será que había tragos de por medio en aquella foto? ¿Será que el
alcohol es tan poderoso que supera a sesenta y tres años de hermandad? ¿Qué;
los amigos de peda están más cerca del corazón que los hermanos?
Esto es uno de los grandes retos de mi
vejez: ayudar a otros y a mí mismo a comprender que eso no es cierto …que las
apariencias engañan.
Curiosas experiencias esas de mi infancia
que me atrevo a intercalar aquí porque …¿a poco no es de humildad musgosa
recordar que sus cinco mini héroes para mi madre, no éramos otra cosa que ‘los
chingadillos’ para los escuincles de su pueblo? …aunque, justo es decirlo,
también éramos sus ‘cinco estrellas’
para las mujeres de la familia y simplemente ‘los meshicanos’ para todo
mundo.
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