"El propósito del arte no es una quintaesencia intelectual, rarificada
sino la vida, la brillante e intensa vida."

Alain - Arias Misson

viernes, 23 de marzo de 2018

Alma en Tránsito Capítulo 6: Los hijos y la muerte


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LOS  HIJOS  Y  LA  MUERTE


     En Reynosa les gustan las armas de fuego a los chavos o, por lo menos, no les tienen miedo.

     Ramón  tenía un abuelo en McAllen que era guardia de no se que madre, algo así como alguacil, y le gustaba enseñar fotos de niño junto con el abuelo, portando armas los dos y la sonrisa en los labios.

     Fue compañero de Alex desde la infancia en Reynosa. Estudió criminalística en Monterrey y se vino al D. F. esperando que lo comisionaran en el sistema de lucha contra el narcotráfico. Lo pusieron en la guardia personal de Coello Trejo y vivía en nuestra casa temporalmente por ser Asun y su madre amigas entrañables durante aquellos diez años difíciles que Asun y Alex pasaron cerca de la frontera con Estados Unidos, listos a desaparecer, temiendo que la familia paterna de éste, que ahora es mi hijo querido, intentara volvérselo a quitar.

     Una mañana, estando de servicio; a Ramón lo balacearon y mataron misteriosamente. 

     Hace muchos años de eso.

     Acompañé su cuerpo del hospital Angeles del Pedregal, donde murió, al Servicio Médico Forense y conviví unas pocas horas (entre que lo autopsiaron y lo mandaron hechos la chingada en un avión a Reynosa) con gente tan fea y desagradable que aún me da miedo hablar del asunto.

     Hace ya más de veinte años que se presentaron dos sujetos a recoger de la casa el “cuerno de chivo” y el parque.

     Todavía guardo en lugar muy especial la constancia escrita que les pedí me extendieran, no vaya a ser que la necesite.

     No cabe duda: …soy un culero.

     Pero hay algo admirable en todo esto. La recuperación de Hilda, su madre, que yo creí que se volvía loca cuando llegó a México en compañía de Orfila, quien también estuvo a punto de enloquecer cuando perdió una soleada mañana a dos hijos; uno de diecinueve y otro de veintiún años, ambos estudiantes de medicina, ambos tan alegres y ‘vaciados’ que no llegaron a comprender que con un policía intoxicado no se juega, …que esos dizque representantes de la ley, cabrones que conozco bien porque algunos de ellos son mis ahijados, sufren, enloquecen …y a veces matan; unas veces a otros …y otras muchas a sí mismos.

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