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Y
DIOS NO MÁS
RISA Y RISA
Antes de hablarte de mi separación del
grupo médico militar quiero decirte más del Sanatorio Español.
Por aquellos meses llegó de Alemania al
Sanatorio Español, recién especializado en neurocirugía, “mi sargento de
cadetes” Jaime Heyser Keller. El ya era sargento segundo de cadetes y cursaba
el cuarto año de la carrera cuando yo era “pelón” de primer año. El, al igual
que “mi teniente de cadetes” Enrique Gómez Ayala, de quinto año, eran
excelentes pero además eran homosexuales reprimidos y ambos tuvieron un final
trágico por esto mismo; Heyser devorado tempranamente por el Sida y Gómez Ayala
estrangulado en un hotel de paso cuando ambos, ya en el medio civil, triunfaban
plenamente, pero desarrollaban su vida sexual confusamente.
Jaime, siendo ya jefe de Neurocirugía del
Sanatorio Español (alcanzó este puesto meteóricamente por azares del destino)
platicaba conmigo de cómo era la vida nocturna en Hamburgo y de la
escandalizada que les puso a sus papás cuando lo fueron a visitar allá por
haberlos llevado a esas calles iluminadas y con amplios ventanales desde donde
lucían sus encantos exóticos e invitaban al placer bellas mujeres que posaban
cual ilustraciones porno de locura.
Todavía no eran los tiempos de las grandes
ferias pornográficas holandesas y los papás, sobre todo la mamá, daba por hecho
que su hijo se condenaría …y así fue, pero en vida.
Murió como un ser deforme y desconocido
sin visitas ni quien quisiera tocarlo (en aquellos tiempos se creía que el sida
se transmitía también por la piel, por la saliva, el moco nasal y las
lágrimas).
El visitar a Jaime enfermo y recordar lo
que fue era una invitación al llanto …pero de a madres.
Murió en un cuarto individual de la sala
de Oftalmología donde nuestro compañero David Gutiérrez logro internarlo.
Gómez Ayala era atlético pulcro y
exigente, como la mayoría de los homosexuales que conocí en mi vida.
Esos pendejos que andan por el mundo
presumiendo de haberse madreado a un puto no saben ni de lo que hablan. Conocí
jóvenes homosexuales del medio artístico, del ejército, de las artes marciales
que de un patín en la cara te mandaban a dormir, noqueado, un buen rato.
¿Cómo explicarse que después de haber
entrado con un teporocho macilento al cuarto de un hotel (eso dijo el conserje
en las averiguaciones) haya quedado su cuerpo desnudo en la cama muerto por su
propio cinturón alrededor del cuello y semen en la ampolla rectal?
…Eso fue obra de un juego sexual
…seguramente …llevado adelante con un prostituto de ínfima categoría.
¡No hay derecho!
Ningún cabrón amigo ni compañero acudió a
sus velorios ¡qué poca madre!
Quiero dejar asentado mi rechazo total y
absoluto a la discriminación del homosexual. Juzgar a este tipo de seres
humanos basados en personas excesivas y hostigantes es como juzgar al
heterosexual por las personas golpeadoras e irresponsables.
Tengo el honor de conocer homosexuales (y
ser padrino de algunos de ellos) merecedores de la más alta distinción como
ciudadanos útiles y sanos, merecedores de formar una familia y un hogar
funcional y estable que los mantenga lejos de los peligros del clandestinaje y el
rechazo.
El Dr. Parás Chavero, monstruo sagrado del
Español, el que atendió a mi padre durante las últimas semanas de vida y con
quien llegué a tener un trato un poco más cercano que con la mayoría de
inalcanzables jefes de Servicio, dada mi poca edad (aunque era costumbre en el
ámbito médico de corte europeo que todos se hablasen “de tú”, las distancias
eran enormes entre los “Herr Professor” y los médicos recién llegados); este
gran jefe, este supuesto “gurú” llegó a decir públicamente que Heyser Keller,
neurocirujano y López Rodríguez, oftalmólogo, jóvenes promesas, médicos
militares consentidos del Sanatorio Español iban a hacer de éste un centro de
renombre mundial, un nuevo y mejorado Hospital Militar.
…Y Dios no más …risa y risa.
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