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NOQUEANDO A
LA CASA, A
LA FAMILIA
…Y
OTROS NOCAUTS
Con el consultorio de Lindavista le dí en
la madre a la vida familiar.
Para empezar nos quedamos sin la recámara
matrimonial pues ahí empecé a atender pacientes en lo que iba a ser un mundo de
consulta en Lindavista.
Yo había leído que Fuchs (enorme
oftalmólogo alemán de tiempos pasados) había comenzado a dar y prestigiar una
gran consulta con una silla en la azotea de su casa sin más fuente luminosa que
el sol, así es que me parecía que yo estaba empezando en un palacio (no tan
real como el de Polanco, pero palacio al fin de cuentas porque ahí estaba yo
con ese enorme carisma que, para bien o para mal, Dios me dio)
Esto del carisma no es mamada ni vanidad
mía. Merece ser platicado, pues, aparte de que la palabra “lindavista” ya era
carismática en eso de curar ojos, no me explico la rapidez del éxito más que
por el carisma.
Del carisma se puede hablar, pero no
presumir. Es un don, no un merecimiento y no se da a fuerza entre gente linda y
positiva.
Yo he conocido a una bola de seres malos
peligrosos y dañinos, profundamente carismáticos.
Cuando lo tienes no te lo puedes quitar,
es como si Dios te hubiera marcado profundamente.
Antes de seguir quiero platicar un chiste
acerca del ‘”carisma al revés” que me contó hace poco Anaí, mi querida hija
menor.
Era un pobre hombre que perdió los brazos
en un accidente y decía:
---- Gracias Señor porque en tu infinita
sabiduría me has privado de mis brazos que pudieron haber llevado a mis manos a
ser instrumentos del mal.
Poco después lo atropelló un trailer y le
cortaron las piernas … y decía:
---- Te agradezco Señor que me hayas
quitado las piernas porque así puedo estar en reposo alabándote y pensando en
Ti en vez de andar corriendo tras las abominables prostitutas y en la
incansable búsqueda del detestable becerro de oro.
Más adelante le cagó una paloma en los
ojos y quedó ciego …y lo mismo:
----Gracias Señor por haber preservado a
mis ojos de ver películas pornográficas y de leer propaganda y lemas políticos
que te atacan sin el menor respeto.
Hasta que en una de esas se abre el cielo
y baja un enorme pulgar como del tamaño del Monumento de la Revolución
aplastándolo y recontra aplastándolo con enojados movimientos circulares de
vaivén mientras se escucha una voz retumbante en los cielos que dice:
---- ¡¡QUE!! … ¿¿NO ENTIENDES QUE ME CAGAS
??
Bueno; pues esto, pero a la visconversa es
el carisma.
Todavía no sé si es porque le cae uno bien
a Dios o todo lo contrario.
Poco después ya no teníamos sala ni estancia
ni se podía poner la televisión ni el radio. Mi esposa era mi secretaria,
recepcionista y ayudante. Por la recepción pasó también una prima y hasta la
maestra de kinder de Thaida mi hija mayor, miss que por cierto estaba monísima
(desde niño me encantaron las misses, guapas o regulares …y a lo mejor hasta
feas …tendría que hacer memoria …fueron tantas en el colegio Tepeyac …sobre
todo las que daban clases de Inglés) y por cuya culpa noté por primera vez la
clase de celos africanos que se gastaba Conchi.
Resulta que una tarde llegó esta maestra a
trabajar bajo un gran aguacero. Llegó empapada y le permití ponerse alguna ropa
seca de mi mujer (ella no estaba en casa en ese momento) …jamás lo hubiera
hecho; creo que hasta el trabajo le costó a la miss Angélica (así se llamaba
aquél angelito; también me acuerdo del nombre de la enfermera que me llevó a mi
primera infidelidad pero esas cosas no se dicen. En la vida he sido cabrón,
pero siempre caballero).
Esto de contar aventuras con pelos y
señales; nombres y datos precisos de conquistas, de seducción, a veces con
alcohol, de chicas vírgenes, entre risas y chacoteo; de dar nombres de
enfermeras u oficinistas o pacientes o amistades y conocidas que quisieron
tener un hijo con uno, ya fuera insinuándolo, ya fuese provocándolo, ya fuese
consumándolo ¿quién no lo vivió? Eso,
siempre, siempre, desde que supe del sexo y sus avatares, me pareció detestable
en grado sumo y fue causa de que yo dejara de tratar a más de un compañero.
En mi casa llegó a estar prohibido
cualquier ruido. No llorar. No reír. No hablar en voz alta. Primero estaba el
paciente, luego el paciente y después el paciente. Hasta la sopa de mis hijas
se comían mis pacientes.
Claro que esto les dio a ellas viajes,
estudios y bienestar económico, pero las privé de otras cosas más importantes
en su muy temprana infancia (tanto Thaida como Dunia tenían menos de cinco años
en aquel entonces).
Afortunadamente los dueños del duplex
donde vivía y trabajaba me lo pidieron pues un hijo de ellos acababa de
terminar la carrera de medicina en el Politécnico. Se llamada Abdías (¿cómo no
recordar nombre tan singular?) y los papás creyeron que el lugar era mágico y
perfecto para triunfar, así es que me tuve que ir con la música a otra parte.
Ya por esos días una “doctora” (era
partera), la famosísima “Doctora Conde” de la Lindavista, La Villa y sus
alrededores, me había ido a visitar y a insinuarme el irme a trabajar con su
grupo en un sanatorito de doce camas que estaba en la calle de Río Bamba # 800,
ahí cerquita, y en donde yo había operado en algunas ocasiones a pacientes
privados, dada la cercanía con mi casa.
No solamente en ese pequeño sanatorio
andaba yo operando. También operaba en uno de cuatro camas de un tal Dr. Larrañaga,
médico general quien no me mandaba los pacientes sino que me preguntaba, por
ejemplo, que en cuánto le salía un pterigión (carnosidad) cuyo diagnóstico era
pan comido para cualquiera y me pedía que le operara a “su” paciente en “su”
sanatorio y él me pagaba …vaya, como una premonición de lo que ahora hacen los
seguros de gastos médicos …pero en chiquito. Nunca me gustó, pero de ahí salió
algo sumamente importante en mi vida que quiero platicar antes de seguir con la
doctora Conde y su invitación de irme p’al MIG.
Resulta que uno de los pacientes que operé
en aquel mini sanatorio (a mí me daba igual operar en grandes que en diminutos
quirófanos) era un médico físico culturista. Se llamaba Álvaro y estaba
mamadísimo. Era muy buena persona y quedó bien de su pterigión a pesar de que
se lo tuve que quitar con una enorme hoja de bisturí de cirugía general pues
aquel quirófano liliputiense en sus dimensiones era gulliveresco en sus
instrumentos.
Por esos días tuve un agarrón
automovilístico con un pendejete que me hizo sentir mal (ya no me acuerdo muy
bien cómo fue el asunto …eran tantos y tan seguidos) y no nos dimos de golpes,
por poquito. En esa ocasión recapacité seriamente en la conveniencia de
aprender un arte marcial …total, me decía yo …en seis meses voy a estar como
navaja para estos menesteres (iluso de mí que cuando lo hice; a los seis meses
estaba todo desgarrado de los muslos y hasta un niño de diez años me hubiera
podido madrear …como una vez sucedió …a lo mejor y hasta luego se los cuento).
Pues a este Dr. Álvaro (…no recuerdo qué
más) le pedí que me averiguara cuales eran las mejores escuelas de artes
marciales en el D. F. y me recomendara alguna en particular. Yo pensaba que ser
fisico culturista y saber de artes marciales era cosa natural. ¡Que equivocado
estaba yo, que luego me dí cuenta de que el exceso en el desarrollo muscular no
era propio de esas andanzas! Afortunadamente mi paciente era serio y
concienzudo.
Como no le había cobrado y además ya
éramos buenos amigos, me hizo bien el estudio y un buen día me llegó con la
novedad de que el mejor arte marcial era coreano, se llamaba Tae Kwon Do, y que
la mejor escuela en México era la Moo Duk Kwan.
¿Ya lo ves?, andaba por las batallas
oftalmológicas y ya estoy metido en las madrizas del Tae Kwon Do. Será éste
otro asunto que meto al tintero con la intención de volverlo a sacar …a ver si
no se me ahoga en tanta tinta …pero ¡que chingaos! más vale que me “zo …zobren”
los temas y no que me “fa …falten”.
…Otro chiste al respecto …para variar
(esta vez inspirado en la zozobra).
Está la viuda llorosa durante el velorio
de su borrachín marido y se acerca la comadre:
---- ¡Ay Adelita! cuánto siento lo de
Sempronio …mira que morir así, ahogado en un barril de cerveza sin poder
salirse.
---- ¿Sin poder salirse? ¡Si se salió tres
veces a mear!
Y para que no se me ahoguen en tinta les
voy a platicar de mis dos nocauts en el Tae Kwon Do. Uno lo propiné yo casi sin
querer y el otro me lo propinó a mí un chamaquito también sin proponérselo.
Resulta que para obtener la cinta negra
había que dar cien clases siendo marrón. Al terminar yo de dar una de ellas se
me acercó un joven de unos veinticinco años a quien yo veía por primera vez esa
mañana. Me había pasado desapercibido durante la clase de hora y media y eso
sucedía cuando un alumno hacía las cosas bien (los que las hacen mal son los
más notorios).
Se me acercó y me dijo:
---- Profesor …¿Me da chance de pelear un
round con usted? (yo ya tenía cuarenta y un años; había comenzado de treinta y
siete).
¡Ay cabrón! pensé: ¡un león rasurado!
Los leones rasurados no eran raros; uno ya
me había puesto una putiza cuatro años antes. Eran muchachos locos ya con
cintas avanzadas que se andaban metiendo en escuelas donde no los conocían,
ostentando la cinta blanca de principiante para madrear gente no más por gusto.
El que me golpeó era ya cinta marrón con Chuck Norris en Los Ángeles y cuando
venía a visitar a su familia a México se divertía de tan miserable manera.
(Siendo yo marrón tomé justa venganza una mañana en que el incauto llegó
ostentando su cinta blanca …cuatro y medio años después …¡que gusto me dí!
…Diosito me lo mandó …¿qué no dice la canción: “Qué bonita es la revancha cuando
Dios nos la concede”? …ya nunca regresó).
Ni pedo…tenía que aceptar el reto pero sin
darle el menor chance. En artes marciales no hay amago que valga, si te
descuidas se te viene el mundo encima como si fuera un trailer …¡fuuúcuuutuuun!
…y más si fallas, pues acabando el ataque es cuando quedas más desprotegido.
Por lo tanto aullé mi kiap estentóreo, solté la patada que “más hecha” tenía a
la cabeza y este pobre la recibió de lado, sobre la oreja, fue a dar contra la
pared y ahí le volvió a rebotar la chola. Quedó tirado como muerto.
¡¡Qué susto!! ¡¡Qué tremendo susto!! Le
separé los párpados y no…no estaba muerto … la pupilas estaban iguales y
pequeñas (tal vez demasiado pequeñas, tal vez algo intoxicado). Respiraba y al
poco rato, que me pareció eterno, se movió, se levantó y cuando se percató de
adonde estaba, juntó las manos, se inclinó, se despidió y cuando ya se iba le
pregunté:
---- ¿Por qué lo hiciste compañero?
---- Pa …pa …para pro …probarme a mí mismo,
contestó mientras le temblaba la barbilla.
¡Anda a que te den por el culo! (esto es lo que se dice en buen
Castellano como colofón en estas situaciones y yo no lo dije pero bien que lo
pensé).
Pinche bola de locos entre los que he
andado metido toda la vida.
Las tardes de examen cada seis meses olía
a alcohol y a marihuana de a madres.
El turno de ser noqueado me tocó en una de
esas clases también. Un niño de unos diez años participaba con su cintita
blanca y unos grititos que daban ganas de llorar al oirlo. Su “kiap” parecía el
maullido de un gatito moribundo. No había modo de que se enfureciera o por lo
menos de que lo simulara. En una de esas, al pasar junto a él, quise espantarlo
para ver cómo reaccionaba y me le acerqué bruscamente lanzando el kiap más
feroz que pude sacar: fue algo así como:
---- “JAA YAA JAAA AAA” …pero …oiga usted
…que ni Bruce Lee, ni Tarzán juntos.
Aquel chaparrín se recargó aterrorizado
contra la pared, levantó de lado su patita bien derecha (como yo le había
enseñado) y el pendejo de su profesor se clavó de hígado en su talón.
¿Nunca los han noqueado así? …es horrible.