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¡ ABRE COÑO QUE
SOY LA TERE !
Yo esperaba que el Sanatorio Español fuese
mi gran proveedor de clientela, pero no fue así. La imagen de los otros oftalmólogos
dominaba. Sin embargo todavía tengo pacientes que me siguen desde aquellos dos
años de transición entre la vida militar y la civil.
Ahora ya muchos han muerto, pero los hay
que me siguen, con sus hijos y nietos, como los de aquella lindura de mujer que
conocí con un ojo torcido que le daba un aire torvo y malencarado, empeorado
por un descuido fatal en su persona ya que se dejaba el bigote y los pelos de
la piocha; se tapaba la cabeza con un trapo negro anudado al cuello, usaba
medias de popotillo y calzaba alpargatas. ¡Vaya! Mis tías abuelas de la
posguerra en sus aldeas perdidas eran unas beldades comparadas con esta mujer
aún joven y tal vez guapa si se la pudiera ver no tan desaliñada y no tan
bizca.
De veras que era tanto lo que se le metía
un ojo, que le quedaba perfecto el apodo que luego me enteré le decían las enfermeras (bola de picudas)
…le decían “la mobiloil” (el aceite para coche más famoso en esos años) por su
alto grado de “bizcosidad”.
Cuando le pregunté el por qué no se había
operado me contestó con la cara pa’bajo, con ese tono resabiado y torvo de
paisanuca a la defensiva:
---- Porque nunca me lo han ofrecío.
Y di tú que ésta fue una contestación fina,
pues había otras que si les preguntabas:
---- ¿Qué le pasa mujer?
Te contestaban:
---- Pa’ eso he venío; pa’ que me lo diga
usté.
La primera vez que me lo espetaron me
dieron ganas de contestar:
---- Sí, pero yo no soy veterinario.
Sin embargo lo que hice fue aprender a
interrogar a una clientela femenina igual o más burra, pero más “echá pa’lante”
que la de la Segunda Compañía de Sanidad con sus dolores de “empeine” y sus
flujos como “agua de nejayote”.
Doña Teresa; que así se llamaba mi
estrábica paciente, aceptó ser operada y después de que la di de alta
desapareció por una larga temporada.
Un mediodía escuché un taconeo vigoroso
que se acercaba por el pasillo y a continuación unos golpes enérgicos en la
puerta del consultorio.
Medio molesto pregunté en voz alta:
---- ¿Quieeeén?
---- ¡Abre coño, que soy La Tere!
Y ahí estaba despampanante, ¡madre de
Dios! ¡Qué mujerón! madura y encantadora (como las “gatitas de Pourcel” ni más
ni menos).
…Ni te imagines nada …o bueno …imagínate
lo que te de la gana.
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