"El propósito del arte no es una quintaesencia intelectual, rarificada
sino la vida, la brillante e intensa vida."

Alain - Arias Misson

miércoles, 17 de julio de 2019

Alma en Tránsito Capítulo 41: ¡Abre coño que soy la Tere!


41

¡ ABRE  COÑO  QUE  SOY  LA  TERE ! 


     Yo esperaba que el Sanatorio Español fuese mi gran proveedor de clientela, pero no fue así. La imagen de los otros oftalmólogos dominaba. Sin embargo todavía tengo pacientes que me siguen desde aquellos dos años de transición entre la vida militar y la civil.

     Ahora ya muchos han muerto, pero los hay que me siguen, con sus hijos y nietos, como los de aquella lindura de mujer que conocí con un ojo torcido que le daba un aire torvo y malencarado, empeorado por un descuido fatal en su persona ya que se dejaba el bigote y los pelos de la piocha; se tapaba la cabeza con un trapo negro anudado al cuello, usaba medias de popotillo y calzaba alpargatas. ¡Vaya! Mis tías abuelas de la posguerra en sus aldeas perdidas eran unas beldades comparadas con esta mujer aún joven y tal vez guapa si se la pudiera ver no tan desaliñada y no tan bizca.

     De veras que era tanto lo que se le metía un ojo, que le quedaba perfecto el apodo que luego me enteré  le decían las enfermeras (bola de picudas) …le decían “la mobiloil” (el aceite para coche más famoso en esos años) por su alto grado de “bizcosidad”.

     Cuando le pregunté el por qué no se había operado me contestó con la cara pa’bajo, con ese tono resabiado y torvo de paisanuca a la defensiva:

     ---- Porque nunca me lo han ofrecío.

     Y di tú que ésta fue una contestación fina, pues había otras que si les preguntabas:

     ---- ¿Qué le pasa mujer?

     Te contestaban:

     ---- Pa’ eso he venío; pa’ que me lo diga usté.

     La primera vez que me lo espetaron me dieron ganas de contestar:

     ---- Sí, pero yo no soy veterinario.

     Sin embargo lo que hice fue aprender a interrogar a una clientela femenina igual o más burra, pero más “echá pa’lante” que la de la Segunda Compañía de Sanidad con sus dolores de “empeine” y sus flujos como “agua de nejayote”.

     Doña Teresa; que así se llamaba mi estrábica paciente, aceptó ser operada y después de que la di de alta desapareció por una larga temporada.

     Un mediodía escuché un taconeo vigoroso que se acercaba por el pasillo y a continuación unos golpes enérgicos en la puerta del consultorio.

     Medio molesto pregunté en voz alta:

     ---- ¿Quieeeén?

     ---- ¡Abre coño, que soy La Tere!

     Y ahí estaba despampanante, ¡madre de Dios! ¡Qué mujerón! madura y encantadora (como las “gatitas de Pourcel” ni más ni menos).

     …Ni te imagines nada …o bueno …imagínate lo que te de la gana.



No hay comentarios:

Publicar un comentario