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DE
LA FAMA A
LA INFAMIA
Esto de la maniobrabilidad suave y
finísima era indispensable para sacar el cristalino. Daba tanto miedo, que Don
Ignacio Barraquer, en Barcelona, era famoso, entre muchas otras cosas, por
jugar con el cristalino y el vítreo de más atrás, empujando uno y otro con
maniobras que hacía temer un desastre, y resolviéndolas maravillosamente entre
sonrisas, suspiros de alivio y aplausos de los muchos cirujanos que acudían de
todo el mundo a verlo operar.
Tenía Barraquer; este excelso cirujano
español (ahorita vuelvo con Payró) una especie de quirófano al que se metía
como quien se mete en un Volkswagen sedán de esos viejitos, …siempre igualitos
…por años y años, como el primero que le enseñó el ingeniero Ferdinand Porsche
a Hitler (la foto de ambos junto al primer modelo apareció en una revista
médica).
Este quirófano, parecido a una enorme
cápsula, era de paredes transparentes para que los cirujanos visitantes
pudieran estar viendo todo desde muy cerca sin tocar nada ni estar respirándole
en la nuca, lo cual es muy desagradable cuando uno está operando y hay alumnos
jadeantes por detrás (jadeantes por detrás del cirujano …digo …no por atrás de
los alumnos; que también a veces con el susto se escuchan y huelen jadeos de
por ahí).
Nada que ver con el enorme y majestuoso
quirófano central con mirador circular de mi Hospital Central Militar desde
donde veían (más bien querían ver), atrás de los vidrios y barandales, allá en
lo alto, a cuatro metros de distancia del campo operatorio, los visitantes de
otros hospitales, de otros países, quienes cumplían, (tanto ellos como mis
maestros y nosotros ya como ayudantes abajo, …ya como paleros arriba) con el
ritual, más diplomático que científico de presenciar (??) y comentar (!!) por
el sonido local un acto quirúrgico en el Santa Sanctorum de la cirugía nacional
mexicana.
Don Ignacio Barraquer, hijo de oftalmólogo
(ahora ya hijos y nietos de él así como bisnietos del primeritito, brillan por
el mundo entero) saltó a la fama buscando como disolver las cataratas en los
conejos; así como yo, pero con menor fortuna, me la pasé algunos años luchando
infructuosamente por regenerar el nervio óptico en perros, monos y conejos
(Barraquer, su audacia, sus conocimientos y su fantasía eran fuente inagotable
de inspiración para mí durante esos mis comienzos como oftalmólogo; se decía
que de un pinche bolígrafo te hacía un láser …y así fue …pero no fué él)
Barraquer, digo, iba provocando cataratas
en sus animalitos y luego inyectando en esos ojos cuanta madre se le ocurría.
En una de esas inyectó “quimotripsina”, una
enzima que digiere a las proteínas y que está presente tanto en el jugo
gástrico como en las semillas de la papaya (mamá ponía unas cuantas de éstas en
algunos de sus guisos, para ablandar la carne).
Al
día siguiente se me hace que Ignacio Barraquer por poco y se desmayó de la
impresión. ¡No se veía la catarata! La pupila se veía redonda y limpia, sin la
mancha lechosa del cristalino opacificado por detrás de ella y con ese
temblorcito del iris llamado “iridodonesis”, que, en aquellos tiempos en que
solamente tenía uno para explorar ojos una lupa y una linternita, o como Fuchs,
apenas con su vista como único aparato, (explorando enfermos en la azotea bajo
la luz del sol, echando mano de sus conocimientos y confiado a la mano de Dios)
era signo patognomónico de afaquia o sea: ausencia del critalino.
¡Qué! ¿Tampoco sabes lo que significa “patognomónico”?
…Quiere decir: “sine cuanon”
…¿Tampoco me explico?
… ¡A huevo! …Patognomónico quiere decir:
¡a huevo!
Pero pronto: el gozo al pozo. Toda esa
sensación emocionada que hacía más de cien años sintió por primer vez Helmholtz
al ver los tonos anaranjados y rojizos del fondo del ojo sin obstáculo alguno
iniciando así la era endoscópica de la medicina. Toda esa emoción, digo; debe
haber quedado apagada al ver al cristalino entero, gordo y lechoso reposando
tan campante en el piso y al fondo del ojo.
Lo que se había disuelto no era la
catarata sino esa finísima malla de fibrillas que unen el ecuador del
cristalino al músculo ciliar ¿te acuerdas? …ese anillo que se contrae y se
afloja para abombar o aplanar el cristalino permitiendo así cambiar de la
visión cercana a la lejana y viceversa.
Barraquer no tardó en encontrarle
aplicación al acontecimiento y facilitar este tipo de cirugía disolviendo la
zónula antes de la extracción del cristalino opaco, pues las cataratas
juveniles …y hasta las no tan juveniles, tenían una zónula (así se llama esta
malla circular alrededor del cristalino) fuerte; difícil de romper sin
desgarrar la cápsula; suceso desafortunado que, cuando se presentaba (y era muy
frecuente, desgraciadamente), no permitía una extracción completa, limpia y
nítida del cristalino. También tienen cierta adherencia esos cristalinos con el
vítreo, el gran gel encapsulado por detrás del cristalino que ocupa casi todo
el interior del ojo y que cuando se salía era un desmadre pues dejaban serias
complicaciones, desde pupilas irregulares hasta adherencias que desprendían la
retina, taponamiento de los mecanismos internos de filtración causando un
glaucoma fenomenal de ojos hinchados turgentes y dolorosos …o bien llevando a
todo lo contrario: a ojos pachuchos como pasitas llamado esto, con el antiguo
latinajo eufemístico: “phtisis bulbi” …algo “patognomónico” de que “ya se llevó
la chingada a este ojo” …sin remedio manito (‘no chance body’ si lo quieres en
inglés para que no suene tan culposo y demandable) ...sin remedio.
El mundo entero se conmocionó con el
descubrimiento.
Barraquer empezó a ser invitado a todas
partes para dictar conferencias acerca de la “zonulolisis enzimática” …y lo
demás ya es historia.
Tanto han cambiado ya las cosas que hace
unos años en que fui con Asun a España para conocer su terruño (conocer yo y re
conocer ella a su familia en Barcelona), quise conocer la Clínica Barraquer
…aquel templo legendario de la oftalmología donde años atrás soñé con hacerme
especialista.
El tío Mané, el patriarca querido, el
conocedor y sabio de aquella familia me
dijo:
---- ¡No ome no! ¡No fotis! Ahí ya sólo
van a atenderse africanos y árabes.
…Y me llevó al Hospital General de Barcelona,
que me importaba una chingada a pesar de sus novedosísimas paredes desarmables
e intercambiables y de que el metro llegaba a sus puertas (cosa que ya teníamos
en nuestro Centro Médico Nacional desde hacía muchos, muchísimos años).
…Pensar que los árabes y africanos del
norte sean considerados poca cosa… Ni quien se acordara en esa España posfranquista
“destapada y marchosa” de tiempos aquellos en que nombres de africanos como
Agustín el de Hipona o Plotino el de Alejandría
de árabes como Avicena o Averroes, sonaban para el mundo como música
celestial …como campanas de gloria y sabiduría
Tal
vez en tiempos no muy lejanos cuando alguien quiera conocer los grandes centros
oftalmológicos de los Estado Unidos de Norte América alguien diga:
---- ¡No hombre! ¡No jodas! Ahí ya solamente se van a operar los suizos y los alemanes.