"El propósito del arte no es una quintaesencia intelectual, rarificada
sino la vida, la brillante e intensa vida."

Alain - Arias Misson

lunes, 28 de enero de 2019

Alma en Tránsito Capítulo 32: De la fama a la infamia


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DE  LA  FAMA  A  LA  INFAMIA


     Esto de la maniobrabilidad suave y finísima era indispensable para sacar el cristalino. Daba tanto miedo, que Don Ignacio Barraquer, en Barcelona, era famoso, entre muchas otras cosas, por jugar con el cristalino y el vítreo de más atrás, empujando uno y otro con maniobras que hacía temer un desastre, y resolviéndolas maravillosamente entre sonrisas, suspiros de alivio y aplausos de los muchos cirujanos que acudían de todo el mundo a verlo operar.

     Tenía Barraquer; este excelso cirujano español (ahorita vuelvo con Payró) una especie de quirófano al que se metía como quien se mete en un Volkswagen sedán de esos viejitos, …siempre igualitos …por años y años, como el primero que le enseñó el ingeniero Ferdinand Porsche a Hitler (la foto de ambos junto al primer modelo apareció en una revista médica).

    Este quirófano, parecido a una enorme cápsula, era de paredes transparentes para que los cirujanos visitantes pudieran estar viendo todo desde muy cerca sin tocar nada ni estar respirándole en la nuca, lo cual es muy desagradable cuando uno está operando y hay alumnos jadeantes por detrás (jadeantes por detrás del cirujano …digo …no por atrás de los alumnos; que también a veces con el susto se escuchan y huelen jadeos de por ahí).

     Nada que ver con el enorme y majestuoso quirófano central con mirador circular de mi Hospital Central Militar desde donde veían (más bien querían ver), atrás de los vidrios y barandales, allá en lo alto, a cuatro metros de distancia del campo operatorio, los visitantes de otros hospitales, de otros países, quienes cumplían, (tanto ellos como mis maestros y nosotros ya como ayudantes abajo, …ya como paleros arriba) con el ritual, más diplomático que científico de presenciar (??) y comentar (!!) por el sonido local un acto quirúrgico en el Santa Sanctorum de la cirugía nacional mexicana.

     Don Ignacio Barraquer, hijo de oftalmólogo (ahora ya hijos y nietos de él así como bisnietos del primeritito, brillan por el mundo entero) saltó a la fama buscando como disolver las cataratas en los conejos; así como yo, pero con menor fortuna, me la pasé algunos años luchando infructuosamente por regenerar el nervio óptico en perros, monos y conejos (Barraquer, su audacia, sus conocimientos y su fantasía eran fuente inagotable de inspiración para mí durante esos mis comienzos como oftalmólogo; se decía que de un pinche bolígrafo te hacía un láser …y así fue …pero no fué él)

     Barraquer, digo, iba provocando cataratas en sus animalitos y luego inyectando en esos ojos cuanta madre se le ocurría.

     En una de esas inyectó “quimotripsina”, una enzima que digiere a las proteínas y que está presente tanto en el jugo gástrico como en las semillas de la papaya (mamá ponía unas cuantas de éstas en algunos de sus guisos, para ablandar la carne).

     Al día siguiente se me hace que Ignacio Barraquer por poco y se desmayó de la impresión. ¡No se veía la catarata! La pupila se veía redonda y limpia, sin la mancha lechosa del cristalino opacificado por detrás de ella y con ese temblorcito del iris llamado “iridodonesis”, que, en aquellos tiempos en que solamente tenía uno para explorar ojos una lupa y una linternita, o como Fuchs, apenas con su vista como único aparato, (explorando enfermos en la azotea bajo la luz del sol, echando mano de sus conocimientos y confiado a la mano de Dios) era signo patognomónico de afaquia o sea: ausencia del critalino.

     ¡Qué! ¿Tampoco sabes lo que significa “patognomónico”?

     …Quiere decir: “sine cuanon”

     …¿Tampoco me explico?

     … ¡A huevo! …Patognomónico quiere decir: ¡a huevo!

     Pero pronto: el gozo al pozo. Toda esa sensación emocionada que hacía más de cien años sintió por primer vez Helmholtz al ver los tonos anaranjados y rojizos del fondo del ojo sin obstáculo alguno iniciando así la era endoscópica de la medicina. Toda esa emoción, digo; debe haber quedado apagada al ver al cristalino entero, gordo y lechoso reposando tan campante en el piso y al fondo del ojo.

     Lo que se había disuelto no era la catarata sino esa finísima malla de fibrillas que unen el ecuador del cristalino al músculo ciliar ¿te acuerdas? …ese anillo que se contrae y se afloja para abombar o aplanar el cristalino permitiendo así cambiar de la visión cercana a la lejana y viceversa.

     Barraquer no tardó en encontrarle aplicación al acontecimiento y facilitar este tipo de cirugía disolviendo la zónula antes de la extracción del cristalino opaco, pues las cataratas juveniles …y hasta las no tan juveniles, tenían una zónula (así se llama esta malla circular alrededor del cristalino) fuerte; difícil de romper sin desgarrar la cápsula; suceso desafortunado que, cuando se presentaba (y era muy frecuente, desgraciadamente), no permitía una extracción completa, limpia y nítida del cristalino. También tienen cierta adherencia esos cristalinos con el vítreo, el gran gel encapsulado por detrás del cristalino que ocupa casi todo el interior del ojo y que cuando se salía era un desmadre pues dejaban serias complicaciones, desde pupilas irregulares hasta adherencias que desprendían la retina, taponamiento de los mecanismos internos de filtración causando un glaucoma fenomenal de ojos hinchados turgentes y dolorosos …o bien llevando a todo lo contrario: a ojos pachuchos como pasitas llamado esto, con el antiguo latinajo eufemístico: “phtisis bulbi” …algo “patognomónico” de que “ya se llevó la chingada a este ojo” …sin remedio manito (‘no chance body’ si lo quieres en inglés para que no suene tan culposo y demandable) ...sin remedio.

     El mundo entero se conmocionó con el descubrimiento.

     Barraquer empezó a ser invitado a todas partes para dictar conferencias acerca de la “zonulolisis enzimática” …y lo demás ya es historia.

     Tanto han cambiado ya las cosas que hace unos años en que fui con Asun a España para conocer su terruño (conocer yo y re conocer ella a su familia en Barcelona), quise conocer la Clínica Barraquer …aquel templo legendario de la oftalmología donde años atrás soñé con hacerme especialista.

     El tío Mané, el patriarca querido, el conocedor y sabio de aquella  familia me dijo:

     ---- ¡No ome no! ¡No fotis! Ahí ya sólo van a atenderse africanos y árabes. 

  …Y me llevó al Hospital General de Barcelona, que me importaba una chingada a pesar de sus novedosísimas paredes desarmables e intercambiables y de que el metro llegaba a sus puertas (cosa que ya teníamos en nuestro Centro Médico Nacional desde hacía muchos, muchísimos años).
    
     …Pensar que los árabes y africanos del norte sean considerados poca cosa… Ni quien se acordara en esa España posfranquista “destapada y marchosa” de tiempos aquellos en que nombres de africanos como Agustín el de Hipona o Plotino el de Alejandría  de árabes como Avicena o Averroes, sonaban para el mundo como música celestial …como campanas de gloria y sabiduría

     Tal vez en tiempos no muy lejanos cuando alguien quiera conocer los grandes centros oftalmológicos de los Estado Unidos de Norte América alguien diga:

     ---- ¡No hombre! ¡No jodas!  Ahí ya solamente se van a operar los  suizos y los alemanes.

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